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su Príncipe, esponen sus bienes y sus vidas: y la lealtad de un pueblo que se levanta en masa al ver oprimida la inocencia, y le es fiel aun despues de la tumba. Cortas son mis fuerzas para tan grande empresa, pero decidido mi empeño; y si en este imparcial relato no logro señalar á cada uno de los personages de este lugubre drama el papel que le corresponde, deseo sinceramente que en él halle otro mas afortunado alguna noticia que pueda serle útil para el conocimiento de la verdad.

Reinaba en Navarra Don Carlos 3.o llamado el Noble, cuando el Infante D. Juan de Aragon, despues de haber proyectado varios matrimonios que por motivos agenos de su voluntad no pudieron verificarse, le pidió la mano de D.a Blanca su hija y sucesora, viuda ya de D. Martin de Sicilia. Accedieron D. Cárlos y su hija á esta demanda, y el dia 5 de Noviembre de 1449 se celebraron los desposorios por palabras de presente en Olite, quedando convenido que el hijo ó hija mayor que naciese de este matrimonio heredase el reino de Navarra, el ducado de Nemours y todos los estados que D. Juan poseia en Aragon y Castilla. Verificóse el himeneo con fausto verdaderamente regio el 18 de Junio de 1420, despues de obtenida la dispensa del parentesco que mediaba entre ambos contrayentes. Segun algunos escritores se pactó que si D.a Blanca moria antes que su esposo, con hijos ó sin ellos, reinase este durante su vida; pero aseguran otros que se acordó que inmediatamente de la muerte de Doña Blanca, entrasen á reinar sus descendientes. Finestres que en este asunto escribia por lo que refirió Fr. Miguel Delgado, que estuvo mucho tiempo al lado de D. Alfonso 5.° de Aragon, hermano de D. Juan, y nombrado por este y el Príncipe de Viana árbitro de sus diferencias, como verémos mas adelante, afirma que se pactó, "que despues de la muerte del rey D. Carlos los tres Estados y el pueblo de Navarra no fuesen obligados à recibir por Señor, ni obedecer á otro que á la Reina D.a Blanca y al in

fante D. Juan su marido, durante aquel matrimonio y despues á sus descendientes." Lo mismo dicen Zurita y otros historiadores; pero nada puede sentarse como cierto, cuando no se supo la verdad ni en la misma época de la muerte de D.a Blanca, pues á saberse, no se hubieran seguido tantos desastres como acarreó la duda. Nosotros sin embargo nos atreverémos á hácer una reflexion y es, que aun cuando se hubiese pactado lo primero, deberia entenderse no pasando D. Juan á segundas nupcias, pues no puede suponerse que la intencion de D. Cárlos el Noble y de D.a Blanca (que es á lo que debemos atender) fuese que D. Juan juntamente con una estraña pudiese disfrutar de lo que por estricta justicia debia pertenecer á los hijos del primer matrimonio. Lo que únicamente pudiera haberse hecho, dado el caso de quererle favorecer, era dejarle la administracion del reino, y aun no por toda su vida, sino durante la menor edad del primogénito de aquella corona. La falta de publicidad de los contratos matrimoniales fué la causa de largas y escandalosas guerras de que luego nos ocuparémos.

De este matrimonio nacieron tres hijos, D. Cárlos en Peñafiel, y á 29 de Mayo de 1424; D.a Blanca en Olite, à mediados de Junio de 1424; y D.a Leonor, que segun los anales de Navarra, nació en 1426. El nacimiento del primero fué solemnizado con públicos y estraordinarios regocijos, y en su celebridad y con aprobacion de las Córtes, su abuelo D. Cárlos el Noble instituyó el principado de Viana para los primogénitos de Navarra. Apenas habia cumplido un año, fué llevado á este reino donde, segun los pactos matrimoniales de sus padres, debia ser educado bajo la direccion de su abuelo que no pudo gozar de este placer por sobrevenirle la muerte à principios del año 1428. En su consecuencia el dia 15 de Mayo del mismo, D. Juan y D.a Blanca fueron ungidos y coronados por D. Martin de Peralta obispo de Pamplona, y reconocido y jurado D. Carlos como primogénito y sucesor de aquel reino.

Pasáronse trece años, en los cuales D.a Blanca educó á sus hijos como correspondia á su alto nacimiento, grangeándose espe

cialmente el Príncipe de Viana el cariño de todos por su carácter apacible y por su mucha instruccion y generosidad. Durante las ausencias de sus padres, que eran muy frecuentes con motivo de la lugartenencia de Aragon que D. Juan tenia mientras permanecia Alfonso 5.o en Italia, gobernaba el reino, y su gobierno cuerdo y suave le atraia las bendiciones de todos los Navarros. Estos dias eran demasiado felices para que fuesen duraderos, y la Providencia que deseaba probar el sufrimiento de D. Cárlos, decretó, como preludio de sus desventuras, la muerte de Doña Blanca acaecida el 1.o de Abril de 1444. En su testamento instituyó esta Señora al príncipe D. Cárlos su heredero universal en el reino de Navarra y ducado de Nemours, rogándole que para tomar el título de Rey y usar de él, tuviese por bien pedir la bendicion y beneplácito de su padre. Podia pues D. Cárlos, si tal hubiese sido su voluntad, apoderarse del reino; pero conociendo que su padre deseaba conservarlo, y haciéndose cargo de que él quedaba con el título de gobernador de Navarra, no quiso por tal nimiedad desagradar á D. Juan, al que profesaba la mayor veneracion. Este, que poseia algunos lugares y fortalezas en Castilla, estaba como todos los grandes de aquel reino, celoso del favor que D. Juan 2.° dispensaba á D. Alvaro de Luna, y trabajó en union de aquellos para derribarle. Lo consiguieron, y recelando del mismo modo que uno adelantase mas que el otro en la confianza del Rey, formaron una convencion en la que prometieron mantenerse todos en igual valimiento con D. Juan. Era imposible que entre hombres tan ambiciosos esta concordia fuese guardada fielmente, y asi es que D. Fadrique Enriquez, almirante de Castilla, trabajaba con ahinco para lograr la confianza del Monarca. Advirtiólo D. Juan de Navarra, y se quejó de ello al Conde de Castro, el cual para disipar sus recelos y afianzar mas el vínculo de la amistad, le propuso que se casase con Doña Juana Enriquez, hija del Almirante.

No desagradó esta proposicion á D. Juan cuyo carácter ambicioso deseaba dominarlo todo, y creyendo que con este enlace iba á ser árbitro del gobierno de Castilla, la aceptó, y el dia 1.o

de Setiembre de 1444 estando en Torrelobaton contrajo segundas nupcias con D.a Juana Enriquez; mas á pesar de este matrimo– nio que tan funesto debia ser para Navarra y Aragon, nada consiguió, pues vuelto D. Alvaro al favor, gobernó mas à su antojo al débil Rey de Castilla. No por esto desistieron el Navarro y sus amigos castellanos de su empeño de derribar al favorito, antes declarándose públicamente enemigos del gobierno de D. Juan, llegaron á promover hostilidades entre Navarra y Castilla.

El desagrado que tanto al príncipe de Viana, como á los estados de Navarra, causó el segundo matrimonio de D. Juan, que no solo se hizo sin su consentimiento, sí que tambien sin su noticia, se aumentó en gran manera á la llegada de la Reina á Navarra para gobernarla en compañía del Príncipe. Esta humillacion hecha á D. Carlos, el advertir los amigos de este que la Reina hacia muchas mercedes á sus enemigos y no pocas estorsiones á ellos, su ostentacion y el orgullo con que insultaba á los pueblos y aun al mismo Príncipe, llenaron la medida del sufrimiento y prepararon las ánimos à una lamentable catástrofe. Dividióse el reino en dos bandos, que aunque formados ya en tiempo de D.a Blanca por celos del mando, en esta ocasion se organizaron y prepararon para todo suceso. Tomó el uno el nombre de beamontés de sus gefes D. Juan de Beamonte, gran prior de Navarra, ayo que habia sido de D. Carlos y su principal consejero en el gobierno, y su hermano D. Luis, conde de Lerin y condestable de aquel reino: tomó el otro el de agramontés de sus gefes D. Pedro de Navarra señor de Agramonte y D. Pedro de Peralta. Viendo los primeros que á pesar de la escesiva generosidad y delicadeza de D. Cárlos en no querer tomar inmediatamente despues de la muerte de su madre el título de Rey, como podia hacerlo, era tenido en menos y tratado con altanería y aun con desprecio, "querian que el príncipe de Viana tomase la possession y regimiento del reino que le dejaron su madre y agüelo, como á legítimo sucessor." Los agramonteses por el contrario "tenian la parte del Rey: á quien dezian que havian he

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