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PSICOLOGIA.

LECCION XII.

DE LAS FACULTADES DEL ENTENDIMIENTO
Y DE SU ACCION.

(Continuacion.)

Despues de haber considerado las facultades en sí mismas y con relacion á su actividad, y determinado el objeto á que se remiten, esto es, al bien que consiste para el entendimiento en el completo desenvolvimiento de su ser, debemos investigar todavía cuál es la razon de este desarrollo, y cuál es la forma bajo que se opera.

El espíritu, como hemos visto, determina sin cesar sus facultades á actos particulares; en cada instante se determina diversamente en sus voluntades, sus pensamientos y sus sentimientos. ¿Pero cuál es la razon de estas mutaciones? Por qué no permanece el espíritu en el mismo estado para toda su actividad? Esta es, pues, como el espíritu; en cuanto á facultad es virtualmente el principio de un número indefinido de actos particulares, y como por otra parte, no puede tener á la vez en el mismo momento mas que una sola voluntad, un solo pensamiento, un solo sentimiento, aunque estos actos y estos estados pueden sucederse con una estrema rapidez, es forzoso que el entendimiento desarrolle sucesivamente lo que no le es dable, ni ser, ni manifestar a la vez; necesario que cambie contínuamente de voluntad, de pensamiento y de sentimiento para desenvolver su ser en su integridad. Por esto el espíritu puede llegar á ser sucesivamente lo que no podría ser esplícitamente á la vez simultáneamente. Así como la planta en gérmen no puede estar al mismo tiempo en flor, aunque pueda encontrarse sucesivamente en estos dos estados que le señala su naturaleza; y lo mismo que el cuerpo del hombre se halla á cada momento en relaciones diferentes de fuerza y magnitud, de acrecentamiento y de disminucion, así el espíritu está contínuamente en un grado diferente de desarrollo y para manifestarse en toda la fuerza de sus disposiciones y facultades, para cultivar y hacer nacer todo lo que está contenido en su ser, que no puede desenvolverse de pronto, es forzoso que cambie

para

de estado, que sea y que manifieste sucesivamente lo que no puede ser á un tiempo mismo. Hay, pues, cambio, porque todo ser vivien'te cuyo destino consiste en desenvolver todo lo que le está asignado por su esencia, no puede verificarlo sino pasando de un estado á otro. Pero estos seres que deben cambiar contínuamente de estado desarrollarse, son seres finitos, y vemos aquí que el cambio resulta de la necesidad del desarrollo, que es la condicion general de los seres finitos. Si hubiese un ser infinito que fuese á la vez todo lo que pudiese ser, y que representase tambien á la vez, toda su esencia, todo lo que está virtualmente contenido en ella; para este ser la necesidad del desarrollo y por lo tanto del cambio, no existiría. Pero semejante manifestacion completa y simultánea de la esencia no existe para ningun ser finito, porque lo finito no puede representar en cada momento sino un solo estado determinado bajo todas las relaciones. Los seres finitos cambian, pues, para desarrollarse, para manifestar toda su esencia, que no queda agotada por sus actos individuales é instantáneos.

Sin embargo, el cambio no se refiere á la esencia entera de un ser. Tenemos, pues, que distinguir todavía lo que está sujeto á cambio y lo que no lo está. Con este respecto examinemos á nosotros mismos. El espíritu ó el yo en la totalidad de su ser íntimo no cambia; jamas me transformaré yo en tú, en él &c. Ademas, la esencia general del yo, tal como se descubre en sus propiedades y facultades fundamentales, tampoco cambia. Pues aunque el espíritu esté contínuamente en un cambio contínuo de pensamientos, sentimientos y voluntades, las facultades de querer, de pensar y de sentir permanecen inalterables; en fin, hay igualmente para toda su actividad, para los pensamientos, sentimientos y voluntades, como actos individuales, algo de permanente que ningun cambio altera; porque todos nuestros pensamientos están sugetos á ciertas leyes lógicas, que no podemos variar; para conocer una cosa, menester es que yo fije mi atencion en ella, que la examine en seguida bajo sus diferentes relaciones, que dé un juicio, que saque consecuencias por reglas que debo reconccer, sin poder modificar. Lo mismo sucede con los sentimientos. Lo primero porque para sentir necesario es que me incline á algo, y las relaciones que se establecen en seguida entre yo y la cosa sentida, son determinadas por leyes que resultan de mi naturaleza, como ser que siente y que yo no puedo cambiar; así en mis pensamientos se manifiestan las leyes lógicas, en mis sentimientos y afecciones se descubren las que pudieran llamarse leyes simpáticas; porque todas nues tras afecciones están sujetas á las leyes de atraccion y de repulsion, de simpatía y de aversion, de placer y de dolor, y el uno y el otro de estos movimientos se manifiesta en nosotros en todo lo que sentimos. En fin, el egercicio de la voluntad está igualmente sujeto á leyes que no podemos variar; para egecutar un acto de la voluntad, preciso es que nos propongamos un fin cualquiera; que deliberemos y que tomemos por último una resolucion;

hay de consiguiente para nuestra voluntad leyes que podríamos cam- · biar, pero que no debemos hacerlo, y que reconocemos como leyes constantes de nuestras acciones, tan pronto como nos hemos elevado á la conciencia de nuestros deberes; son las leyes del bien y de la moralidad que deben ser los motivos permanentes de nuestras resoluciones. De este modo vemos que para toda nuestra actividad pensadora, efectiva y voluntaria, hay algo de permanente, de invariable, que hemos llamado con razon ley, porque denominamos siempre ley lo que hay permanente é invariable en una serie de actos, de hechos y de fenómenos particulares.

El resultado de nuestra investigacion con respecto al cambio, es, pues, que el espíritu ó el yo, como ser íntegro, no varía, subsiste siempre el mismo en cuanto á sus facultades; pero cambia contínuamente en sus estados, en sus actos individuales, mas que todos están sin embargo sujetos á leyes constantes que no varian.

O pre

Despues de reconocida la razon del cambio nos queda todavía que considerar la forma en que se opera.—Examinaremos como se verifica el cambio despues de haber visto por que se verifica. Yo p tendo que la forma del cambio es el tiempo. En todas partes en que apercibimos variacion, transportamos la nocion del tiempo, considerando á este como el resultado del cambio. Tan pronto como sabemos que una cosa cambia, la colocamos en el tiempo; todas las cosas en la naturaleza están, á nuestro parecer, en el tiempo, porque las vemos esperimentar contínuamente mudanzas; aun cuando estas transformaciones no se aperciban por nuestra vista, como las de las piedras, la de los trozos de granito, que colocamos en el tiempo porque sabemos que estas cosas esperimentan necesariamente cambio por la atmósfera; así mismo transportamos al tiempo una obra del arte, cuando hay sucesion en su representacion, como en la música; pero no aplicamos la idea del tiempo cuando lo que se presenta en él se advierte fijo, en reposo, como una pintura; el cuadro, como materia, está en el tiempo, porque contínuamente es modificado por la atmósfera que lo rodea; pero las figuras, no teniendo movimiento, están fuera del tiempo. Lo mismo sucede en el mundo espiritual de los pensamientos, de los sentimientos y de las voluntades del espíritu; todos estos actos internos están ligados por la forma del tiempo. porque se suceden el uno al otro; pero el espíritu como facultad, como potencia, no está en el tiempo, porque bajo este aspecto no sufre mudanza; tampoco está en el tiempo en cuanto á su ser íntegro, porque su ser, su esencia, permanecen invariablemente las mismas. La nocion del tiempo no se aplica, pues, sino á las cosas que se trasmutan, y en tanto cuanto se trasmutan; pues donde quiera que apercibimos mutacion, transportamos allí la nocion del tiempo, y si es cierto, como yo creo, que existe un mundo esterior, y que las mudanzas que nos persuadimos advertir en él existen realmente, y no son una imaginacion de nuestro espíritu, el tiempo existirá tambien realmente, objetivamente, como se dice, en el mundo esterior, in

que

dependiente de nuestra percepcion. Otra cuestion es saber si sacamos la nocion del tiempo de afuera del mundo esterior, ó si nos viene de lo que apercibimos del cambio y de la sucesion en nuestra actividad interior, en nuestros pensamientos, voluntades y sentimientos; esta cuestion recibirá despues su solucion, aquí no tenemos mas que limitarnos á comprobar la hilacion íntima que existe entre las ideas del cambio y la del tiempo, de las la última resulta inmediatamente de la primera.-Por esta razon no podemos mirar el tiempo como correspondiendo únicamente al ser inteligente, siendo una mera forma de nuestra intuicion como Kant lo habia pretendido. Los diversos actos de nuestra intuicion están con efecto en el tiempo, que es su forma de hilacion, y si no fuéramos seres dotados de inteligencia no sería apercibido el tiempo por nosotros; sin embargo, si fuéramos únicamente seres orgánicos, y como tales en un contínuo desarrollo, el tiempo existiría, si no para nosotros, á lo menos en nosotros. El tiempo existe independientemente de lo que apercibimos ó no, es tan efectivo, tan objetivo, como se dice, como el mismo cambio. Sin embargo no ha de confundirse el tiempo con este cambio; el tiempo ni es el estado que se cambia ni el estado cambiado de un ser; es la forma que liga los diferentes cambios en una unidad de desarrollo. Llamando aquí al tiempo la forma del cambio, no entiendo por esto una especie de cuadro vacío subsistiendo independientemente del objeto que lo llena; espresa así una distincion con respecto á lo que está contenido en las transformociones; el tiempo no es este contenido, sino su forma. Se representa con frecuencia el tiempo como una cosa aparte, hasta como otro ser, que produce los cambios; sin embargo, el tiempo es la cosa mas impotente que existe en la vida; lejos de ser el principio de un hecho o de un fenómeno cualquiera, no es mas que una forma derivada de la actividad de un ser. Cuando se insinúa que el tiempo producirá estos ó los otros cambios, se quiere decir de esta manera que los hombres que obran en el tiempo, producirian por su actividad ciertas modificaciones en el estado actual de la vida: valdría mas servirse de este lenguaje de mayor precision para tener siempre presente al espíritu, que los hombres mismos son la causa de lo que se hace en bien ó en mal en la vida, y de las mejoras que se esperan en el porvenir, y para hacer comprender al mismo tiempo que cada cual debe operar por su parte á la realizacion de un bien que es todavía futuro.

Vemos, pues, de este modo que el tiempo está dado por el cambio, y que el cambio es una necesidad de todo ser viviente, limitado y finito. Se habla algunas veces del hombre o mas bien del espíritu, considerándolo libre de las condiciones del tiempo y del espacio. Pero si el espíritu es individual y limitado, si pasa de un estado á otro en sus pensamientos, sentimientos y determinaciones voluntarias, en fin, si no queda fijo en la inmovibilidad de un mismo estado, el tiempo subsistirá siempre en él como la forma que encadena

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