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HECHA

POR DIEGO GODOY A HERNANDO CORTÉS,

EN QUE TRATA DEL DESCUBRIMIENTO DE DIVERSAS CIUDADES

PROVINCIAS, Y GUERRA QUE TUVO CON

LOS INDIOS, Y SU MODO DE PELEAR; DE LA PROVINCIA DE CHAMULA, DE LOS CAMINOS
DIFÍCILES Y PELIGROSOS, Y REPARTIMIENTO QUE HIZO DE LOS PUEBLOS.

MUY magnífico Señor : Desde el pueblo de Cenacanhasta entonque tean escribí á vuestra merced todo lo ces me paresció que habia que hacer saber á vuestra merced, y esta será para hacer saber á vuestra merced todo lo demás que después ha sucedido, de que me pareció que es bien à vuestra merced hacer relacion; y sabrá vuestra merced que en mártes, tercero dia de pascua de Resurreccion, que fueron 29 dias de marzo, por la mañana el teniente se partió con la gente para ir á un pueblo que se dice Huegueyztean, que de allí á Cenacantean habia venido de paz á Francisco de Medina, antes que el teniente allí viniese, que le habia enviado desde Chiapa, y tambien habia ido de paz al tey siete niente á Chiapa; y á mí, con seis de caballo ballesteros, envió por otro camino, para ir á visitar otra provincia que se dice Chamula, que asimismo me habia ido de paz al teniente á Chiapa, y para desde allí ir después donde iba el teniente, porque no es muy léjos lo uno de lo otro; y por el camino que me guiaron, habia, hasta llegar á cinco pueblos pequeños de la dicha provincia, que todos están á vista unos de otros, tres leguas de muy perverso camino, que muy poco de él podimos ir cabalgando; y como llegamos al primer pueblo, hallamos que estaba todo despoblado, que en Di todo él no habia la menor cosa del mundo que comer, una olla ni piedra; y este pueblo estaba en un alto, y hacia subirá los para bajamos de él á una cañada que se otros pueblos, que desde este que digo muy bien se veian; los cuales estaban en una ladera muy alta, muy cerca unos de otros, y para subir á ellos se hacia una cuesta muy alta y agra, que de diestro los caballos con gran pena podian subir; y comenzando á subir, vimos en lo alto en el mismo camino un escuadron de gente de guerra y las lanzas enhiestas, que son tan largas como lanzas jinetas; y yendo así por la cuesta arriba, vimos cómo por la loma de la dicha ladera venian, á trechos unos de otros, muchos indios corriendo con sus armas á se juntar con los que estaban sobre el camino, y apellidándose y llamándose unos á otros; y viendo esto, y cómo la tierra que atrás quedaba para volver

НА.

peleando era tan peligrosa, que poniéndose con nos-
otros en contienda, corriamos mucho riesgo, y cor-
riéndolo nosotros, lo corrian todos los demás españo-
les que con el teniente estaban, acordé que era mejor
dejar la subida y tornarnos al pueblo que atrás quedaba,
que digo que estaba despoblado; y de allí enviéles á ha- •
Dlar, y les envié á decir con un indio de Cenacantean que
por qué lo habian hecho mal, que no habian aderezado
el camino para que fuésemos; que los caballos no podian
subir arriba; que viniesen allí donde estábamos, los se-
îores ó algunos principales, para les hablar lo que el
teniente nos habia mandado que les dijésemos y hicié-
semos saber; y nos enviaron á decir que no querian ve-
nir, ni que fuésemos allá ; que qué los queriamos; que
nos volviésemos; si no, que allí estaban con sus armas
apercebidos para recebirnos. E viendo esto, y acordán-
doseme de la de Almería, que me paresció semejante á
ella, porque no nos acaesciese algun desman, como se
puede creer, segun lo que después sucedió, que fuera
milagro escapar ninguno de nosotros, por no poder pe-
lear á caballo ni retraernos, nos volvimos; porque
viendo el teniente con toda la gente sobre ellos, se po-
dia bien castigar; y volviendo la guia, nos llevó por un
camino de atajo, por el cual fuimos á salir á puesta de
sol adonde el teniente estaba aposentado, que era en el
camine, en una muy buena vega muy grande, á par de
un rio, y cercado de muy hermosos pinales, á vista de
tres pueblos de Cenacantean, que estaban en una sier-
ra que allí junto se hacia, que habrá hasta esta vega de
Cenacantean dos leguas y media; y allí llegados, le hi-
ce saber al teniente lo que habiamos visto, y que me
parescia que era bien que aquellos no quedasen sin cas-
tigo; y á él así le paresció.

vol

miércoles, Otro dia por la mañana, 30 de marzo, partimos para ir sobre el dicho pueblo de Chamula, y quedando en la dicha vega todo el fardaje y algunos dolientes, y con ellos Francisco de Ledesma, regidor, con diez de caballo para guarda del real; y nos guiaron por otro camino, que iba á la dicha cabecera de la dicha provincia, y llegamos á ella á hora de las diez del

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dia, y antes de llegar á ella se hace una muy gran cuesta hácia bajo, muy peligrosa, en la cual á la vuelta algunos caballos cayeron en harta hondura, aunque no peligraron, por no ser de piedras y haber en ella algu

nas matas.

Bajado, Señor, abajo de la cuesta, alrededor del pueblo, que está en un cerro muy alto, se hace una cañada; y creyendo que luego se pudiera tomar, los de caballo nos partimos en tres cuadrillas, para cercar el dicho pueblo y dar en la gente que hubiese con parte de nuestros amigos; y el teniente con los peones y los demás de los amigos, porque caballo en ninguna manera podia subir, si no era con mucho peligro y de diestro, comenzó á subir por una ladera, por do iba el camino muy angosto y á partes de peña tajada. E llegados ya arriba, antes de llegar al pueblo, á par de unas casas le recibieron con muchas piedras y flechas y con muchas lanzas como las que tengo dichas, que son las armas con que ellos mas pelean, y con unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los piés, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan á extender; y aquí peleó un rato con ellos, hasta que los retrajo y metió por una muy fuerte albarrada de esta manera, que tenia de alto dos buenos estados, y tan gruesa como cuatro piés, y mas, toda de piedra y tierra, entretejida con árboles y hecha de mucho tiempo, y por la parte mas áspera tenia una escalera de gradas muy angosta, que subia hácia arriba, por donde entraban adentro; y encima de la dicha albarrada todo del luengo puestas tablas muy gruesas, tan altas como otro estado, y muy reciamente atadas con muy buenos maderos por fuera y por de dentro, y muy fuertes bejucos y cuerdas. E antes de llegar á la dicha albarrada, al pié de ella estaba hecha una palizada de madera, metida en el suelo y cruzada una con otra, y atada tan fuertemente, que todos estábamos muy espantados; y desde la dicha albarrada de piedra, y por de dentro, desde un cerrillo que se hacia, todo lleno de monte, peleaban tan fuertemente y tiraban tanta piedra, que no habia medio de poderle entrar por ninguna parte; y estando así, arremetieron ciertos españoles à la dicha escalera, creyendo entrarles; y no fueron llegados arriba, cuando los levantaron en peso con las lanzas, y los hicieron volver rodando por ella; y lo mismo hicieron por dos ó tres veces que acometieron por entrarles; lo cual era imposible, porque de dentro era hondo, y de esta manera se defendian, y hirieron muchos españoles y de nuestros amigos; aunque con la artillería y ballestas se les hacia harto daño, porque ellos se descubrian tambien para pelear, que no podia ser menos, y muy pocos tiros se echaban perdidos, que no se empleasen.

Viendo, Señor, que no querian huir, los de caballo, que abajo los estábamos esperando, acordamos de dejar los caballos y hacernos peones, y subimos arriba, y peleamos todo aquel dia hasta que fué de noche, que todo aquel dia se gastó en deshacer la estacada de madera que estaba delante de la dicha albarrada, y el teniente envió al real por hachas y azadones y barretas para derribar el albarrada de piedra; porque de otra ma

nera no habia medio para les poder entrar; que no se asomaba hombre, cuando veinte lanzas le tenian puestas en los ojos. E como anocheció allí en las dichas casas, que eran dos ó tres, desde donde peleamos, tuvimos la noche velando con mucho recado, y no menos de dentro hicieron; que toda la noche hicieron muy grandes areitos y gritas, y tañendo atabales, y muchas veces nos tiraban piedras y algunas flechas, y se oia cómo arrancaban piedras para tirar, porque sonaba al tiempo que la descargaban en el suelo.

Luego, Señor, como fué de dia, comenzamos á combatir el albarrada; y ya que el sol salia, vinieron las hachas y azadones y barretas por que se habia enviado; y venido, se comenzó á deshacer el albarrada; y como comenzamos á los apartar, nuestros amigos trajeron haces de paja y fuegos, y pusiéronlo encima de la albarrada á las tablas para las quemar; y tan presto como comenzó á arder el fuego, socorrieron con muchas ollas de agua para lo matar. Antes de esto habian hecho un ardil, que nos echaban mucha agua caliente, envuelta en ceniza y cal; y estando así peleando, echaron un poco de oro desde dentro, diciendo que dos petacas tenian de aquello, que entrásemos á las tomar, como gente que nos mostraba tener en poco. E ya que era mas de mediodía, cuasi á hora de vísperas, teniamos hechos dos portillos, por los cuales nos juntábamos tanto con ellos, que pié á pié peleábamos; y ellos como de cabo tener quedo tanto, que los ballesteros, sin encarar, á manteniente les ponian las ballestas á los pechos, y no hacian sino apretar las llaves y derribar; y estando de esta manera, vino una grandísima agua y una niebla tan escura, que apenas unos á otros nos podiamos ver; fué forzado desviarnos del albarrada á las casas, y duró el agua una hora, y pasada, y esparcida la niebla, tornamos al combate, y hallámonos burlados; que, segun parece, la noche antes, como se vieron apretar, y aquel dia no habian hecho sino alzar el hato y mujeres y cuanto tenian, y subiendo el albarrada, no habia hombre dentro; y porque paresciese que estaban allí, dejaron las lanzas arrimadas al albarrada, que se parescian por de fuera; y entramos por el pueblo adelante, el cual era muy trabajoso de andar, porque cada cinco ó seis casas era una fortaleza en ser fuertes; y los arroyos del agua que habia llovido eran tan grandes, que no podiamos andar sin dar muchas caidas, y los amigos siguieron hasta abajo, y tomaron muchas mujeres y mochachos y algunos hombres; tenian asimismo las lanzas arrimadas á las puertas de las casas, porque pensásemos que estaban dentro, y aquí estuvimos todo este dia y la noche, donde hallamos harto de comer, que bien lo habiamos menester, á causa que los dos dias no habiamos comido ni teniamos qué, ni aun los caballos, y no hallamos otra cosa. Supimos de los presos que el dia antes se habian muerto docientos hombres, y que aquel dia, que habian muerto tantos, que no los conta¬ ron; y nos dijeron cómo habian estado allí gente de la otra provincia de Huegueyztean. Viérnes, 1.o dia del mes de abril, nos tornamos al real; y porque descansasen los españoles, que todos los mas estaban heridos, y se hiciese almacen, que mucho se habia gastado, estuvimos allí, y el sábado adelante.

Domingo, 3 dias del mes de abril, después de haber oido misa, partimos de aquí para el dicho pueblo y provincia de Huegueyztean; y el camino hasta llegar á vista de esta, cabecera de esta provincia, es todo muy bueno y llano, de buenos pinales y monte raso; y antes de llegar á esta provincia está una gran cuesta, que se abaja hacia abajo, y el pueblo está sobre otra cuesta; y vimos cómo de otro pueblo por una loma iba corriendo mucha gente, con sus armas, á se meter en la dicha cabecera; y llegados allá, luego parecieron las albarradas que tenian muy grandes, mas no eran tan fuertes como las de Chamula; y como hobiesen gustado y visto lo que en Chamula se habia hecho, desampararon el pueblo y albarradas, y se pusieron en huida muchos de ellos por una ladera de unos cerros, y toda la mas gente por un valle que abajo se hacia de maizales; y por no llevar buen concierto, no se mataron ó prendieron mas de quinientas personas, todos hombres; porque el teniente no quiso aguardar que la gente fuese toda junta, y adelantóse con cinco ó seis de caballo, que con él fuimos, y tiramos por el camino adelante tras los que iban por la ladera, porque nos hallamos en lo alto; y como era mal camino, no podiamos alcanzar sino muy pocos, que se mataron, y algunas mujeres, que se tomaron; y los de abajo iba todo lleno el valle, que era lástima ir así, porque tardó mucho la gente, que ya todos eran idos; todos dejaron las armas que llevaban, como hombres que iban perdidos; y los cinco ó seis de caballo que iban con el teniente seguimos hasta llegar á otro pueblo pequeño, media legua adelante, bien fuerte, y allí esperamos la gente, y el teniente asentó allí el real.

Otro dia lúnes el teniente envió á Alonso de Grado á un pueblo con cierta gente, que se parescia, desde allí de una casa blanca que habia, hasta él, dos buenas leguas, segun los que allá fueron decian, porque decian haberse acogido allí la gente, y paresció estar muy fuerte, porque era en lo mas alto de la sierra, y volvió el mismo dia en la noche, y dijo no haber hallado nada. Parécense desde esta cabecera de Huegueyztean diez ó doce pueblos al derredor de ella, todos en Ja sierra, y le son sujetos; el valle que pasa por abajo es muy hermoso de labranzas, y pasa por él un rio pequeño.

Todos los pueblos de esta tierra son de esta manera, que tienen guerra unos con otros. Desde aquí envió el teniente un indio de los que se hobieron, á hablar á los señores, que viniesen de paz, y los esperó el dicho dia lunes, y mártes todo el dia, que no vino ninguno.

Miércoles, 6 dias del mes de abril, nos partimos de estos dichos pueblos, de vuelta para Cenacantean, y seguimos camino para Cematan, porque viendo que los pueblos que se daban de paz, tan presto se rebelaban, todos los españoles perdieron esperanza, aunque la llevainos buena; viendo que se descobrian muchas poblaciones, y todos venian de paz, iban codiciosos para pedir por allí repartimientos: con esto luego se les trocaron las voluntades, diciendo que era bien pasar adelante, porque aquella tierra no era para que ninguno osase en ella tomar indios. E viendo esto el teniente, pareciéndole lo mismo, que no hobo ninguno que no

pareciese, nos tornamos, como digo, la vuelta de Cenacantean, y desde aquí fué Alonso de Grado á Chiapa, y le recibieron muy bien, y á otros españoles que fueron á ver otros pueblos que allí el teniente les habia depositado.

Estando, Señor, aquí en este dicho pueblo de Cenacantean, supe cómo Francisco de Medina habia sido causa que estas dichas dos provincias se alzasen; hice contra él informacion y le prendí, y le tomé su confesíon; y porque aunque allí se castigara, los indios no lo podian saber, porque nunca mas volvieron de paz, y porque estábamos de camino, le di al tiempo de la partida sobre fianzas, para en llegando á esta villa proceder contra él; y yo, Señor, le tengo en la cárcel á buen recado, y se hará justicia; y porque vuestra merced sepa de qué manera los hizo alzar, envio á vuestra merced traslado del proceso, porque por él vuestra merced lo verá, y por esto sobre este caso no me alargo mas.

Lúnes, 11 dias del mes de abril, nos partimos de este pueblo de Cenacantean, y fué el señor con el teniente y con algunos indios; el cual siempre fué con nosotros hasta Cematan, y después hasta llegar á la tierra de paz con' muy buena voluntad; y este dia que digo, fuimos á dormir, tres leguas, en unos pinales de frente de un pueblo sujeto á Cenacantean, donde nos tenian hechos muy buenos ranchos, y abierto y deservado el camino, y aquí nos proveyeron los indios muy bien de comida, y el mártes adelante fuimos á otros ranchos otras tres leguas, donde vinieron ciertos pueblos con comida, de los cuales el teniente tomó relacion, como hacia de todos los que ante él venian; y por esto de ello yo no haré relacion á vuestra merced, porque yo no la puedo

tomar.

Miércoles, Señor, adelante fuimos á otros ranchos á tres leguas y media; aquí vinieron ciertos naguatutos de una provincia que se dice Anapanasclan, que ya otras veces habian venido de paz, y con ellos ciertos indios de Michampa, y con los dichos naguatutos el teniente habia enviado, y trajeron un poco de oro, y una javilla con casquillos para saetas, que dijeron que el español que está en Soncomisco se las habia mandado hacer para Pedro de Albarado. Esta provincia ó pueblos, segun yo supe, de cerca de Soncomisco y sus amigos, no sé si se le son sujetos los indios que vinieron; eran de muy buena voluntad para con los españoles, que debe ser buena cosa, á lo que todos creimos; dijéronnos cómo Pedro de Albarado habia entrado en Uclatan, y habia tenido guerra, y habia muerto mucha gente. Dijeron que desde su tierra á Uclatan no habia mas de siete jornadas, y desde Chiapa á su tierra de estos, tres jornadas; de manera que por lo que los indios decian, puede haber de esta villa á Uclatan cien leguas, ó poco mas, cuando mucho. Aquí, Señor, vinieron otros indios de otros pueblos, de paz al teniente, y de un pueblo que se dice Hueyteupan y de otr que se dicc Tesistebeque, y trajeron un poco de oro; envió el teniente con ellos dos españoles á ver estos pueblos.

Juéves adelante nos partimos de estos ranchos, y fuimos á dormir otras tres leguas, donde habian hecho.

muchos ranchos y muy buenos, y el camino muy abierto y deservado; allí paresció una persona, en que dijo ser señor de Clatipilula, de buena presencia, que les habia mandado hacer, y trajo abastadamente de comer; y dijo que él tenia abierto el camino hasta su tierra; que viese lo que mandaba; y el teniente le dió las gracias.

Viérnes adelante partimos de estos ranchos para el pueblo de Clatipilula, que habrá hasta él tres leguas, y es el camino el peor que jamás se ha visto en la NuevaEspaña; tal, que si los indios no le tuvieran bien aderezado, era imposible pasar adelante, y cierto de allí nos volviéramos, porque es todo de muy altas sierras y muy ásperas, y legua y media de bajada tan agra, que mas peligrosa no podia ser, porque á la una parte era de una ladera de mucha hondura, y á partes de peña, como tosca, que no habia adonde los caballos pusiesen los piés; y teníanlo tan bien aderezado, con muchas estacas hincadas á la parte de la ladera, y maderos muy fuertes atados muy bien, y echada mucha tierra, y cavado todo lo que habian podido cavar, y aun en partes de la misma peña quebrada, y árboles infinitos cortados para abrir el camino, en que habia árbol que se midió, de nueve palmos de grueso, medido por medio, y otros muy gruesos; que bien parescia haberlo fecho con buena voluntad, y haber andado á lo hacer gente harta; y de verdad, aunque españoles hobieran andado con los indios hartos dias á los hacer, no estuviera mejor aderezado. E abajado este puerto, nos llevaron á aposentar fuera del pueblo, á muchos ranchos que nos tenian fechos; donde vino el señor con presente de oro, aunque poco, y plumas, y unos pájaros muertos de los que las crian, y trajeron harta abundancia de comida mucha gente que andaba sirviendo y trayendo agua y yerba. Está este pueblo, con otros que le son sujetos, en un hermoso valle á par de un rio, sierras de un cabo y de otro, y aquí vinieron otros pueblos de paz al teniente, con comida y con oro, poca cosa. E por esperar los españoles que el teniente habia enviado á Huteupan, estuvimos aquí cuatro dias, hasta que vinieron ciertos indios con un bonete de ellos, á nos decir cómo iban por otro camino á salir á otro pueblo do habiamos de ir. Aquí, Señor, vinieron ciertos indios de los zapotecas, que de Chiapa á Quichula se habian ido á vivir, porque es cerca de este pueblo, y venian á traer de comer á Grado, y ver qué les mandaba.

Miércoles adelante, 20 de abril, partimos de este pueblo de Apilula para seguir nuestro camino, y á dos leguas de él llegamos á otro pueblo que está junto á la ribera del mismo rio de Chapilula, entre unas sierras, sujeto á otro que está adelante, Silusinchiapa, que habrá hasta él dos leguas, donde fuimos aquel dia. En estas dos leguas están otros pueblezuelos que le son sujetos todos, en la misma ribera del dicho rio entre sierras; y es el camino hasta llegar á este Silusinchiapa tan malo, que no sé cómo lo pueda comprehender para lo decir, aunque en la verdad, los naturales de estos pueblos lo tenian harto bien aderezado, como mejor habian podido, segun la disposicion, y aunque con gran trabajo, pasamos; de los naturales fuimos muy bien recebidos, y nos proveyeron al presente de mucha comida; y

estando allí aposentados la misma noche que llegamos, juéves y viérnes, nunca hizo otra cosa sino llover muy grande agua; de suerte que creció el rio de tal manera, que como este pueblo está entre sierras y el rio va siguiendo por donde va el camino, y como sea muy furioso, no podimos ir atrás ni adelante; y mediante este dicho tiempo, los indios de este pueblo todos se fueron, que ninguno volvió ni pareció; mas no sé por qué causa lo pudiesen hacer, habiéndonos recibido tan bien, y puesto tanto trabajo en aderezar el camino.

Domingo adelante, el teniente, ya que habia cesado el agua, envió los peones á entrar por ver si podria hallar alguna gente, y se volvieron sin ballar nada.

Y estos dias que aquí estuvimos, los que no llovió catamos este rio, porque parescia tener disposicion de oro, y hallaron unas punticas muy sotiles, que no eran nada; mas catóse como cosa de burla, y no habia aparejo, é desde aquí el teniente envió un mandamiento á los de un pueblo que se dice Clapa, adelante de estos, que se dice ser sujeto á Cematan.

Lúnes adelante partimos de este dicho pueblo, y fuimos á obra de dos leguas y media adelante, á otro pueblo que se dice ser sujeto á Cematan, que se dice Estapaguajoya, que terná quinientas casas, y todo el camino es por el dicho rio lo mas de él, y se pasa muchas veces, y al pasar recibimos mucho trabajo, y algunos españoles harto peligro ; que es el camino todo riscos, y el rio de piedras muy grandes, y va muy recio, que de verdad no creo que en el mundo, caballos peor camino han andado, é porque partimos en siendo de dia, y tuvimos harto que llegar á puesta de sol sin parar, y todos los caballos desherrados y fatigados del mucho trabajo, y algunos cayeron de los riscos en el agua, que corrieron harto peligro.

Este pueblo es muy bueno y apacible, de muy buenas plazas y casas y hermosos aposentos, y muy fermoso valle de labranzas á par del dicho rio, sierras de un cabo y de otro, aunque no tan altas como las de atrás; estaba despoblado otro dia mártes, que cuando piensa el hombre que está que no hay mas que pedir, entonces procura morder y hacer mal; de manera que por mucho que sobre el aviso esté, cualquiera que con él contratare le ha de hacer errar una vez ó otra ; no sé que mala ventura es la de este hombre, porque cuando habla es fingido y solapado, y parece que lo echa á buena parte, y cuando le parece que tiene al hombre seguro y asido, luego procura de hacerle errar, con unas mañas, que ni sabe el hombre si las atribuya á buena parte ó mala, y en la verdad, que donde él estuviere, no creo ninguno puede estar en paz. Así que este hombre no habia de estar sino donde vuestra merced estuviese, que no osaria rebullirse, y todos tenemos que no estando en esta villa, viviriamos en paz, y así lo hobiéramos estado si él acá no viniera. E crea vuestra merced que aunque el hombre quiera apartarse dél, no es en su mano; é porque todo esto es así la verdad, lo escribo á vuestra merced, aunque ya vuestra merced le conoce. Señor, después de este pueblo de la Cabecera de Compilco, yo me vine adelante, así porque venia muy malo, como por visitar unos pueblezuelos sujetos á Compilco, que vuestra merced nos hizo merced á Pe

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