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en dos barcas que allí tenian y en cinco ó seis canoas, y la primera salida que se hizo fué á una boca de un rio que se llama Yasa, que está diez leguas deste pueblo, donde yo hallé estos cristianos hacia el camino por donde habia venido, porque yo tenia noticia que allí habia pueblos y muchos bastimentos; y fué esta gente, y llegaron al dicho rio, y subieron por él seis leguas arriba, y dieron en unas labranzas asaz grandes, y los naturales de la tierra sintiéronlos venir y alzaron todos los bastimentos que tenian por unas caserías que por aquellas estancias habia, y sus mujeres y hijos y haciendas y ellos se abscondieron en los montes; y como los españoles allegaron por aquellas caserías, dicen que les hizo una grande agua, y recogiéronse á una gran casa que allí habia, y como descuidados y mojados, todos se desarmaron, y aun muchos se desarmaron para enjugar sus ropas y calentarse á fuegos que habian hecho; y estando así descuidados, los naturales de la tierra dieron sobre ellos, y como los tomaron desapercibidos, hirieron muchos dellos de tal manera, que les fué forzado tornarse á embarcar y venir de donde yo estaba, sin mas recaudo del que habian llevado y como vinieron. Dios sabe lo que yo sentí, así por verlos heridos y aun algunos dellos peligrosos, y por el favor que á los indios quedaria, como por el poco remedio que trujeron para la gran necesidad en que estábamos.

Luego á la hora en las mesmas barcas y canoas torné á embarcar otro capitan con mas gente, así de españoles como de los naturales de Méjico que conmigo fueron, y porque no pudo ir toda la gente en las dichas barcas, hícelos pasar de la otra parte de aquel gran rio que está cabe este pueblo, y mandé que se fuesen por toda la costa, y que las barcas y canoas se fuesen tierra á tierra junto con ellos para pasar los ancones y rios, que hay muchos, y así fueron y llegaron á la boca del dicho rio, donde primero habian herido los otros españoles, y volviéronse sin hacer cosa ninguna ni traer recaudo de bastimento, mas de tomar cuatro indios que iban en una canoa por la mar; y preguntados cómo se venian ansí, dijeron que con las muchas aguas que hacia, venia el rio tan furioso, que jamás habian podido subir por él arriba una legua, y que creyendo que amansara, habian estado esperando á la baja ocho dias sin ningun bastimento ni fuego, mas de frutas de árboles silvestres, de que algunos vinieron tales, que fué menester harto remedio para escaparlos. Vídeme aquí en harto aprieto y necesidad, que si no fuera por unos pocos de puercos que me habian quedado del camino, que comiamos con harta regla y sin pan ni sal, todos nos quedáramos aislados: pregunté con la lengua á aquellos indios que habian tomado en la canoa, si sabian ellos por allí á alguna parte donde pudiésemos ir á buscar bastimentos, prometiéndoles que si me encaminasen donde los hobiese que los pondria en libertad, y demás les daria muchas cosas; y uno dellos dijo que él era mercader y todos los otros sus esclavos, y que el habia ido por allí de mercaduría muchas veces con sus navíos, y que él sabia un estero que atravesaba desde allí hasta un gran rio, por donde en tiempo que hacia tormentas y no podian navegar por la mar, todos los mercaderes atravesaban, y que en aquel rio habia muy grandes poblacio

nes y de gente muy rica y abastada de bastimentos, y que él los guiaria á ciertos pueblos donde muy cumplidamente pudiesen cargar de todos los bastimentos que quisiesen; y porque yo fuese cierto que él no mentia, que le llevase atado con una cadena, para que si no fuese así, yo le mandase dar la pena que mereciese, y luego hice aderezar las barcas y canoas, y metí en ellas toda cuanta gente sana en mi compañía habia, y enviélos con aquella guia, y fueron, y á cabo de diez dias volvieron de la manera que habian ido, diciendo que la guia los habia metido por unas ciénagas donde las barcas ni canoas no podian navegar, y que habian hecho todo lo posible por pasar, y que jamás habian hallado remedio. Pregunté á la guia cómo me habia burlado; respondióme que no habia, sino que aquellos españoles con quien yo le envié no habian querido pasar adelante; que ya estaban muy cerca de atravesar á la mar adonde el rio subia, y aun muchos de los españoles confesaron que habian oido muy claro el ruido de la mar, y que no podia estar muy lejos de donde ellos habian llegado. No se puede decir lo que sentí el verme tan sin remedio, que casi estaba sin esperanza dél, y con pensamiento que ninguno podia escapar de cuantos allí estábamos, sino morir de hambre; y estando en esta perplejidad, Dios nuestro Señor, que de remediar semejantes necesidades siempre tiene cargo, en especial á mi inmérito, que tantas veces me ha remediado y socorrido en ellas por andar yo en el real servicio de vuestra majestad, aportó allí un navío que venia de las islas harto sin sospecha de hallarme, el cual traia hasta treinta hombres, sin la gente que navegaba el dicho navío, y trece caballos y setenta y tantos puercos y doce bitas de carne salada, y pan hasta treinta cargas de lo de las islas. Dimos todos muchas gracias á nuestro Señor, que en tanta necesidad nos habia socorrido, y compré todos aquellos bastimentos y el navío, que me costó todo cuatro mil pesos, y ya yo me habia dado priesa á adobar una carabela que aquellos españoles tenian casi perdida y á hacer un bergantin de otros que allí habia quebrados, y cuando este navío vino ya la carabela estaba adobada, aunque al bergantin no creo que pudiéramos dar fin si no viniera aquel navío, porque vino, en él hombre, que aunque no era carpintero, tuvo para ello harta buena manera; y andando por la tierra por unas y otras partes, se halló una vereda por unas muy ásperas sierras que á diez y ocho leguas de allí fué á salir á cierta poblacion que se dice Leguela, donde se hallaron muchos bastimentos; pero como estaba tan lejos y de tan mal camino, era imposible proveernos dellos.

De ciertos indios que se tomaron allí en Leguela se supo que Naco, que es un pueblo donde estuvieron Francisco de las Casas y Cristóbal de Olid y Gil Gonzalez de Avila, y donde el dicho Cristóbal de Olid murió, como ya á vuestra majestad tengo hecha relacion y adelante diré, de que yo tuve noticia de aquellos españoles hallé en aquel pueblo, y luego hice abrir el camino y envié un capitan con toda la gente y caballos; que en mi compañía no quedaron sino los enfermos y los criados de mi casa y algunas personas que se quisieron quedar conmigo para ir por la mar, y mandé á aquel capitan que se fuese hasta el dicho pueblo de Naco, y que trabajase

y

apaciguar la gente de aquella provincia, porque quedó algo alborotada del tiempo que allí estuvieron aquellos capitanes, y que llegado luego, enviase diez ó doce de caballo y otros tantos ballesteros á la bahía de Sant Andrés, que está veinte leguas del dicho pueblo; porque yo me partiria por la mar con aquellos navíos, y con ellos todos aquellos enfermos y gente que conmigo quedaron, y me iria á la dicha bahía y puerto de Sant Andrés, y que si yo llegase primero, esperaria allí la gente que él habia de enviar, y que les mandase que si ellos llegasen primero, tambien me esperasen, para que les dijese lo que habian de hacer.

Después de partida esta gente y acabado el bergantin, quise meterme con la gente en los navíos para na-maíz vegar, y hallé que aunque teniamos algun bastimento de carne, que no lo teniamos de pan, y que era gran inconviniente meterme en la mar con tanta gente enferma; porque si algun dia los tiempos nos detuviesen, seria perecer todos de hambre, en lugar de buscar remedio; y buscando manera para le hallar, me dijo el que estaba por capitan de aquella gente que cuando luego allí habian venido, que vinieron docientos hombres, y que traian un muy buen bergantin y cuatro navíos, que eran todos los que Gil Gonzalez habia traido, y que con el dicho bergantin y con las barcas de los navíos habian subido aquel gran rio arriba, y que habian hallado en él dos golfos grandes, todos de agua dulce, y al rededor dellos muchos pueblos y de muchos bastimentos, y que habian llegado hasta el cabo de aqueHos golfos, que era catorce leguas el rio arriba, y que habia tornado á ensangostar el rio, y que venia tan furioso, que en seis dias que quisieron subir por él arriba no habian podido subir sino cuatro leguas, y que todavía iba muy hondable, y que no habian sabido el secreto dél, y que allí creia él que habia bastimentos de maíz hartos; pero que yo tenia poca gente para ir allá, porque cuando ellos habian ido, habian saltado ochenta hombres en un pueblo, y aun que lo habian tomado sin ser sentidos; pero después, que se habian juntado y peleado con ellos, y hécholes embarcar por fuerza, y les habian herido cierta gente.

Yo, viendo la extrema necesidad en que estaba, y que era mas peligro meterme en la mar sin bastimentos que no irlos á buscar por tierra, pospuesto todo, me determiné de subir aquel rio arriba; porque, demás de no poder hacer otra cosa sino buscar de comer para aquella gente, pudiera ser que Dios nuestro Señor fuera servido que de allí se supiera algun secreto en que yo pudiera servir á vuestra majestad; y hice luego contar la gente que tenia para poder ir conmigo, y hallé hasta cuarenta españoles, aunque no todos muy sueltos, pero todos podian servir para quedar en guarda de los navíos cuando yo saltase en tierra; y con esta gente y con basta cincuenta indios que conmigo habian quedado de los de Méjico, me metí en el bergantin que ya tenia acabado y en dos barcas y cuatro canoas, y dejé en aquel pueblo un despensero mio que tuviese cargo de dar de comer á aquellos enfermos que allí quedaban; y así, seguí mi camino el rio arriba con harto trabajo, por la gran corriente dél, y en dos noches y un dia salí al primero de los dos golfos que arriba se hacen, que está

hasta tres leguas de donde partí; el cual cogerá doce leguas, y en todo este golfo no hay poblacion alguna, porque en torno dél es todo anegado; y navegué un dia por este golfo hasta llegar á otra angostura que el rio hizo, y entré por ella, y otro dia por la mañana llegué al otro golfo, que era la cosa mas hermosa del mundo de ver que entre las mas ásperas y agrias sierras que puede ser, estaba una mar tan grande que coja mas de treinta leguas, y fuí por la una costa dél, hasta que ya casi noche se halló una entrada de camino, y á dos tercios de legua fuí á dar en un pueblo, donde, segun paresció, habia sido sentido, y estaba todo despoblado y sin cosa ninguna; hallamos en el campo mucho verde; y así que comimos aquella noche y otro dia de mañana, viendo que de allí no nos podiamos proveer de lo que veniamos á buscar, cargámonos de aquel maíz verde para comer, y volvimos á las barcas, sin haber rencuentro ninguno ni ver gente de los naturales de la tierra; y embarcados, atravesé de la otra parte del golfo, y en el camino nos tomó un poco de tiempo, que atravesamos con trabajo, y se perdió una canoa, aunque la gente fué socorrida con una barca, que no se ahogó sino un indio; y tomamos la tierra ya muy tarde cerca de noche, y no podimos saltar en ella hasta otro dia por la mañana, que con las barcas y canoas subimos por un riatillo pequeño que allí entraba, y quedando el bergantin fuera, fuí á dar en un camino, y allí salté con treinta hombres y con todos los indios, y mandé volver las barcas y canoas al bergantin; é yo seguí aquel camino, y luego á un cuarto de legua de donde desembarqué dí en un pueblo que, segun pareció, habia muchos dias que estaba despoblado, porque las casas estaban todas llenas de yerba, aunque tenian muy buenas huertas de caguatales y otros árboles de fruta, y anduve por el pueblo buscando si habia camino que saliese á alguna parte, y hallé uno muy cerrado, que parescia que habia muchos tiempos que no se seguia; y como no hallé otro, seguí por él, y anduve aquel dia cinco leguas por unos montes, que casi todos los subiamos con manos y piés, segun era cerrado, y fuí á dar á una labranza de maizales, adonde, en una casita que en ella habia, se tomaron tres mujeres y un hombre, cuya debia ser aquella labranza; y estas nos guiaron á otras, donde se tomaron otras dos mujeres, y guiáronnos por un camino hasta nos llevar adonde estaba otra gran labranza, y en medio della hasta cuarenta casillas muy pequeñas, que nuevamente parescian ser hechas, y segun paresció, fuimos sentidos antes que llegásemos, y toda la gente era huida por los montes; y como se tomaron así de improviso, no pudieron recoger tanto de lo que tenian, que no nos dejaron algo, en especial gallinas, palomas, perdices y faisanes, que tenian en jaulas, aunque maíz seco y sal no la hallamos. Allí estuve aquella noche, que remediamos alguna necesidad de la hambre que traiamos, porque hallamos maíz verde, con que comimos estas aves; y habiendo mas de dos horas que estábamos dentro en aquel pueblezuelo, vinieron dos indios de los que vivian en él, muy descuidados de hallar tales huéspedes en sus casas, y fueron tomados por las velas que yo tenia; y preguntados si sabian de algun pueblo por allí cerca,

dijeron que sí, y que ellos me llevarian allá otro dia, pero que habiamos de llegar ya casi noche; y otro dia de mañana nos partimos con aquellos guias, y nos llevaron por otro camino mas malo que el del dia pasado; porque, demás de ser tan cerrado como él, á tiro de base, y pregunté á los indios que allí se prendieron si sa

llesta pasábamos un rio, que todos iban á dar en aquel golfo, y deste gran ayuntamiento de aguas que bajan de todas aquellas sierras se hacen aquellos golfos y ciénagas, y sale aquel rio tan poderoso á la mar, como á vuestra majestad he dicho; y así, continuando nuestro camino, anduvimos siete leguas sin llegar á poblado, en que se pasaron cuarenta y cinco rios caudales, sin muchos arroyos que no se contaron, y en el camino se tomaron tres mujeres, y venian de aquel pueblo donde nos llevaba la guia, cargadas de maíz; las cuales nos certificaron que la guia nos decia verdad; é ya que el sol se queria poner, ó era puesto, sentimos cierto ruido de gente, y pregunté á aquellas mujeres que qué era aquello, y dijéronme que era cierta fiesta que hacian aquel dia, y hice poner toda la gente en el monte lo mejor y mas secretamente que yo pude, y puse mis escuchas casi junto al pueblo, y otras por el camino, porque si viniese algun indio lo tomasen; y así estuve toda aquella noche con la mayor agua que nunca se vido, y con la mayor pestilencia de mosquitos que se podia pensar, y era tal el monte, y el camino y la noche tan oscura y tempestuosa, que dos ó tres veces quise salir para ir á dar en el pueblo, y jamás acerté á dar en el camino, aunque estariamos tan cerca del pueblo, que casi oiamos hablar la gente dél; y así, fué forzado esperar á que amanesciese, y fuimos tan á buen tiempo, que los tomamos á todos durmiendo, y yo habia mandado que nadie entrase en casa ni diese voz, sino que cercásemos estas casas mas principales, en especial la del señor, y una grande atarazana en que nos habian dicho aquellas guias que dormia toda la gente de guerra; y quiso nuestra dicha que la primera casa con que fuimos á topar fué aquella donde estaba la gente de guerra; y como hacia ya claro, que todo se veia, uno de los de mi compañía, que vido tanta gente y armas, parecióle que era bien, segun nosotros éramos pocos, y á él le parecian los contrarios muchos, aunque estaban durmiendo, que debia de invocar algun auxilio; comenzó á grandes voces á decir «Santiago, Santiago»; á las cuales los indios recordaron, y dellos acertaron á tomar las armas, y dellos no; y como la casa donde esta ban no tenia pared ninguna por ninguna parte, sino sobre postes armado el tejado, salian por donde querian, porque no la pudimos cercar toda; y certifico á vuestra majestad que si aquel no diera aquellas voces, todos se prendieran, sin se nos ir uno, que fuera la mas hermosa cabalgada que nunca se vido en estas partes, y aun pudiera ser causa de dejar todo pacífico tornán dolos á soltar y diciéndoles la causa de mi venida á aquellas partes, y asegurándolos, y viendo que no los haciamos mal, antes les soltábamos teniéndolos presos, pudiera ser que hiciera mucho fruto; y así fué al revés. Prendimos hasta quince hombres y hasta veinte mujeres, y murieron otros diez ó doce que no se dejaron prender, entre los cuales murió el señor sin ser conocido, hasta que después de muerto me lo mostraron los pre

sos. Tampoco en este pueblo hallamos cosa que nos aprovechase; porque, aunque hallábamos maíz verde, no era para el bastimento que veniamos á buscar. En este pueblo estuve dos dias porque la gente descansa

bian de algun pueblo adonde hobiese bastimento de maíz seco, y dijéronme que sí, que ellos sabian un pueblo que se llamaba Chacujal, que era muy gran pueblo y muy antiguo, y que era muy abastecido de todo género de bastimentos; y después de haber estado aquí dos dias, partíme guiándome aquellos indios para el pueblo que dijeron, y anduve aquel dia seis leguas grandes, tambien de mal camino y de muchos rios, y llegué á unas muy grandes labranzas, y dijéronme las guias que aquellas eran del pueblo donde íbamos, y fuimos por ellas bien dos leguas por el monte, por no ser sentidos, y tomáronse de leñadores y otros labradores que andaban por aquellos montes á caza ocho hombres, que venian muy seguros á dar sobre nosotros, y como yo llevaba siempre mis corredores delante, tomáronlos sin se ir ninguno; y ya que se queria poner el sol, dijéronme las guias que me detuviese, porque ya estábamos muy cerca del pueblo; y así lo hice, que estuve en un monte hasta que fué tres horas de la noche, y luego comencé á caminar, y fuí á dar en un rio que le pasamos á los pechos, é iba tan recio, que fué harto peligroso de pasar, sino que con ir asidos todos unos á otros pasamos sin que nadie peligrase; y en pasando el rio, me dijeron las guias que el pueblo estaba ya junto, y hice parar toda la gente, y fuí con dos compañías hasta que llegué á ver las casas del pueblo, y aun oirlos hablar, y parescióme que la gente estaba sosegada y que no éramos sentidos, y volvíme á la gente y hícelos que reposasen, y puse seis hombres á vista del pueblo de la una parte y de la otra del camino, y volvíme á reposar donde la gente estaba; é ya que me recostaba sobre unas pajas, vino una de las escuchas que tenia puestas, y díjome que por el camino venia mucha gente con armas, y que venian hablando y como gente descuidada de nuestra venida; é apercebí la gente lo mas paso que yo pude; y como el trecho de allí al pueblo era poco, vinieron á dar sobre las escuchas, y como las sintieron, soltaron una rociada de flechas, y hicieron mandado al pueblo; y así, se fueron retirando y peleando hasta que entramos en el pueblo, y como hacia escuro, luego desparecieron por entre las calles, y yo no consentí desmandar la gente, porque era de noche, y tambien porque creí que habiamos sido sentidos y que tenian alguna celada; y con mi gente junta salí á una gran plaza donde ellos tenian sus mezquitas y oratorios, y como vimos las mezquitas y los aposentos al rededor dellas á la forma y manera de Culúa, púsonos mas espanto del que traiamos, porque hasta allí, después que pasamos de Acalan, no las habiamos visto de aquella manera ; é hubo muchos votos de los de mi compañía, en que decian que luego nos tornásemos á salir del pueblo, y pasásemos aquella noche el rio antes que los del pueblo nos sintiesen que éramos pocos, y nos tomasen aquel paso; y en verdad no era muy mal consejo, porque todo era razon de temer, segun lo que habiamos visto del pueblo; y así, estuvimos recogidos en aquella gran plaza gran rato, que nunca

sentimos remor de gente, y á mí me paresció que no debiamos salir del pueblo de aquella manera; porque quizá los indios, viendo que nos deteniamos, ternian mas temor, y que si nos viesen volver conocerian nuestra flaqueza, y nos seria mas peligroso; y así plugo á nuestro Señor que fué, y después de haber estado en aquella plaza muy gran rato, recogíme con la gente á una gran sala de aquellas, y envié algunos que anduviesen por el pueblo, por ver si sentian algo, y nunca sintieron rumor; antes entraron en muchas de las casas dél, porque en todas habia lumbre, donde hallaron mucha copia de bastimentos, y volvieron muy contentos y alegres, y así estuvimos allí aquella noche al mejor recaudo que fué posible; luego que fué de dia se buscó todo el pueblo, que era muy bien trazado, y las casas muy juntas y muy buenas, y hallóse en todas ellas mucho algodon hilado y por hilar y ropa hecha de la que ellos usan, buena, é mucha copia de maíz seco y cacao y frísoles, jaji y sal, y muchas gallinas y faisanes en jaulas, y perdices y perros de los que crian para comer, que son asaz buenos, y todo género de bastimentos; tanto, que si tuviéramos los navíos donde lo pudiéramos meter en ellos, me tuviera yo por harto bien bastecido para muchos dias; pero para nos aprovechar dellos habíamoslos de llevar veinte leguas á cuestas, y estábamos tales, que nosotros sin otra carga tuviéramos bien que hacer en volver al navío si allí no descansáramos algunos dias. Aquel dia envié un indio natural de aquel pueblo, de los que habiamos prendido por aquellas labranzas, que paresció algo principal, segun en el hábito que fué tomado, porque se tomó andando á caza con su arco y flechas, y su persona á su manera bien aderezada, y habléle con una lengua que llevaba, y dijele que fuese á buscar al señor y gente de aquel pueblo, y que les dijese de mi parte que yo no venia á les hacer enojo ninguno, antes á les hablar cosas que á ellos mucho les convenia; y que viniesen el señor ó alguna persona honrada del pueblo, y que sabrian la causa de mi venida, y que fuesen ciertos que si viniesen se les seguiria mucho provecho, y por el contrario mucho daño; y así, le despaché con una carta mia, porque se aseguraban mucho con ellas en estas partes, aunque fué contra la voluntad de algunos de los de mi compañía, diciendo que no era buen consejo enviarle, porque manifestaria la poca gente que éramos, y que aquel pueblo era recio y de mucha gente, segun paresció por las casas dél; y que podia ser que sabido cuán pocos éramos, viniesen sobre nosotros, que juntasen consigo gentes de otros pueblos; é yo bien vi que tenian razon; mas con deseo de hallar alguna manera para nos poder proveer de bastimentos, creyendo que si aquella gente venia de paz me darian manera para llevar algunos, pospuse todo lo que se me pudiese ofrecer, porque en la verdad no era menos peligro el que esperábamos de hambre si no llevábamos bastimentos, que el que se nos podia recrecer de venir los indios sobre nosotros, y por esto todavía despaché el indio, y quedó que volveria otro dia, porque sabia dónde podria estar el señor y toda la gente; y otro dia después que se partió, que era el plazo á que habia de venir, andando dos españoles rodeando el pueblo y descubriendo el campo, hallaron la carta que le habia dado puesta en el camino en un palo, donde te

niamos por cierto que no terniamos respuesta, y así fué que nunca vino el indio, él ni otra persona, puesto que estuvimos en aquel pueblo diez y ocho dias descansando y buscando algun remedio para llevar de aquellos bastimentos, y pensando en esto me paresció que seria bien seguir el rio de aquel pueblo abajo para ver si entraba en el otro grande que entra en aquellos golfos dulces, adonde dejé el bergantin y barcas y canoas, y preguntélo á aquellos indios que tenia presos, y dijeron que sí, aunque no los entendiamos bien, ni ellos á nosotros, porque son de lengua diferente de los que hemos visto. Por señas y por algunas palabras que de aquella lengua entendia, les rogué que dos dellos fuesen con diez españoles á mostrarles la salida de aquel rio, y ellos dijeron que era muy cerca y que aquel dia volverian; y así fué que plugo á nuestro Señor que, habiendo andado dos leguas por unas huertas muy hermosas de caguetales y otras frutas, dieron en el rio grande, y dijeron que aquel era el que salia á los golfos donde yo habia dejado el bergantin y barcas y canoas, y nombraronle por su nombre, que se llama Apolochic; y preguntéles en cuántos dias iria desde allí en canoas hasta llegar á los golfos; dijéronme que en cinco dias, y luego despaché dos españoles con una guia de aquellos para que fuesen fuera de camino, porque la guia se me ofresció de los llevar así hasta el bergantin; y mandéles que el bergantin y barcas y canoas llevasen á la boca de aquel gran rio, y que trabajasen con la una canoa y barca de subir el rio arriba hasta donde salia el otro rio; y despachados estos, hice hacer cuatro balsas de madera y cañas muy grandes ; cada una llevaba cuarenta anegas de maíz y diez hombres, sin otras muchas cosas de frísoles y ají y cacao, que cada uno de los españoles echaba en ellas; y hechas ya las balsas, que pasaron bien ocho dias en hacellas, y puesto el bastimento para llevar, llegaron los españoles que habia enviado al bergantin; los cuales me dijeron que habia seis dias que comenzaron á subir el rio arriba y que no habian podido llegar la barca arriba, y que la dejaron cinco leguas de allí con diez españoles que la guardasen, y que con la canoa tampoco habian podido llegar, porque venian muy cansados de remar; pero que quedaba una legua de allí escondida; y que viniendo el rio arriba les habian salido algunos indios y peleado con ellos, aunque habian sido pocos; pero que creian que para la vuelta que se habian de juntar á esperallos. Hice ir luego gente que subiese la canoa á do estaban las balsas, y puesto en ella todo el bastimento que habiamos recogido, metí la gente que era menester para guiarnos con unas palancas grandes, para amparar de árboles que habia en el rio asaz peligrosos, y la gente que quedó señalé un capitan y mandé que se fuesen por el camino que habiamos traido, y si llegasen primero que yo, esperasen ellos donde habiamos desembarcado, é que yo iria allí á tomarlos, y que si yo llegase primero, yo los esperaria; é yo metíme en aquella canoa con las balsas con solos dos ballesteros, que no tenia mas. Aunque era el camino peligroso por la gran corriente y ferocidad del rio, como porque se tenia por cierto que los indios habian de esperar al paso, quise yo ir allí porque hubiese mejor recaudo; y encomendándome á Dios me dejé el rio abajo ir, y llevábamos tal andar, que en tres

escoger todo lo enjuto, y metilo en el bergantin, y lo mojado echarlo en las dos barcas y dos canoas, y enviélo á mas andar al pueblo para que lo enjugasen, porque en todo aquel golfo no habia donde, por ser todo anegado; y así se fueron, y mandéles que luego volviesen las barcas y canoas á ayudarme á llevar la gente, porque el bergantin y una canoa que quedaba no podia llevar toda la gente; y partidas las barcas y canoas, yo me hice á la vela y me fuí adonde habia de esperar la gente que venia por tierra, y esperéla tres días, y á cabo destos llegaron muy buenos, excepto un español, que dijeron haber comido en el camino ciertas yerbas, y murió casi súpitamente; trujeron un indio que tomaron en aquel pueblo donde yo los dejé, que venia descuidado, y porque era diferente de los de aquella tierra así en lengua como en hábito, le pregunté casi por señas, y porque entre los indios presos se halló uno que le entendia, y dijo ser natural de Teculutlan; y como yo oí el nombre del pueblo, parescióme que lo habia oido decir otras veces, y desque llegué al pueblo miré ciertas memorias que yo tenia, y hallé ser verdad que le habia oido nombrar, y paresció por allí no haber de traviesa de donde yo llegué á la otra mar del Sur, adonde yo tengo á Pedro de Albarado, sino setenta y ocho leguas. Porque por aquellas memorias me parescia haber estado españoles de la compañía de Pedro Albarado en aquel pueblo de Teculutlan, y aun el indio así lo afirmaba, holgué mucho de saber aquella traviesa.

horas llegamos donde habia quedado la barca, y aun quisimos echar alguna carga en ella por aliviar las balsas. Era tanta la corriente, que jamás pudieron parar, é yo metíme en la barca, y mandé que la canoa bien equipada de remeros fuese siempre delante de las balsas para descubrir si hobiese indios en canoas y para avisar de algunos malos pasos, é yo quedé en la barca atrás de todos, aguardando á que pasasen todas las balsas delante, para que si alguna necesidad se les ofresciese, los pudiese socorrer de arriba para abajo mejor que de abajo para arriba; é ya que queria ponerse el sol, la una de las balsas dió en un palo que estaba debajo del agua y trastornóla un poco, y la furia del agua la sacó, aunque perdió la mitad de la carga; é yendo nuestro camino tres horas ya de la noche, oí adelante gran grita de indios, y por no dejar las balsas atrás no me adelanté á ver qué era, y dende á un poco cesó y no se oyó mas. A otro rato tornéla á oir, y parescióme mas cerca, y cesó, y tampoco pude saber qué cosa era, porque la canoa y las tres balsas iban adelante, é yo quedaba con la balsa que no andaba tanto, é yendo ya algo descuidados, porque habia rato que la grita no sonaba, yo me quité la celada que llevaba, é me recosté sobre la mano, porque iba con gran calentura; é yendo así, tomónos una furia de una vuelta del rio, que por fuerza, sin poderlo resistir, dió con la barca y balsa en tierra, y segun paresció, allí habian sido dadas las gritas que habiamos oido; porque, como los indios sabian el rio, como criados en él, é nos traian espiados, é sabian que forzado la corriente nos habia de echar allí, estaban muchos dellos esperándonos á aquel paso, y como la canoa y balsas que iban delante habian dado donde nosotros después dimos, habiánlos flechado y herido casi á todos, aunque con saber que veniamos atrás no se hobieron con ellos tan reciamente como después con nosotros, y nunca la canoa nos pudo avisar, porque no pudo volver con la corriente; y como nosotros dimos en tierra, alzan muy gran alarido y echan tanta cantidad de flechas é piedras, que nos hirieron á todos, y á mí me hirieron en la cabeza, que no llevaba otra cosa desarmada, y quiso nuestro Señor que allí era una barranca alta y hacia el rio gran hondura, y á esta causa no fuimos tomados, porque algunos que se quisieron arrojar á saltar en la balsa y barca con nosotros, no les fué bien; que como era oscura, cayeron al agua, y creo que escaparon pocos. Fuimos tan presto apartados dellos, con la corriente, que en poco rato casi no los oiamos; y ansí anduvimos casi toda aquella noche, sin hallar mas reencuentro sino algunas gritillas que canoas nos daban de lejos, y otras desde las barrancas del rio; porque está todo de la una parte y de la otra poblado, y de muy hermosas heredades de huertas de cacao y de otras frutas; y cuando amanesció estábamos hasta cinco leguas de la boca del rio que sale del golfon, donde nos estaba esperando el bergantin, y llegamos aquel dia casi á mediodía; de manera que en un dia entero y una noche anduvimos veinte leguas grandes por aquel rio abajo; y queriendo descargar las balsas para echar los bastimentos en el bergantin, hallamos que todo lo mas dello venia mojado; y viendo que si no se enjugaba se perderia todo, y nuestro trabajo seria perdido, y no teniamos donde buscar otro remedio, hice

Venida toda la gente, porque las barcas no venian y allí gastamos aquel poco de bastimento que habia quedado enjuto, metímonos todos en el bergantin con harto trabajo, que no cabiamos, con pensamiento de atravesar al pueblo donde primero habiamos saltado, porque los maizales habiamos dejado muy granados, y habia ya mas de veinte y cinco dias, y de razon habiamos de hallar mucho dello seco para podernos aprovechar; y así fué, y yendo una mañana en mitad del golfo, vimos las barcas que venian, y fuímonos todos juntos; y en saltando en tierra, fué toda la gente, españoles como ndios nuestros amigos, y mas de cuarenta indios de los presos, al pueblo, y hallaron muy buenos maizales, y muclios dellos secos, y no hallaron quien se lo defendiese, y cristianos é indios hicieron aquel dia cada tres caminos, porque era muy cerca; con que cargué el bergantin y barcas y fuíme con ello al pueblo, y dejé allí toda la gente acarreando maíz, y enviéles luego las dos barcas, y otra que habia aportado allí de un navío que se habia perdido en la costa viniendo á esta Nueva-España, y cuatro canoas, y en ellas se vino toda la gente y trujeron mucho maíz; y fué este tan gran remedio, que dió bien el fruto del trabajo que costó, porque á faltarnos, todos pereciéramos de hambre, sin tener ningun remedio.

Hice luego meter todos aquellos bastimentos en los navíos, y metíme en ellos con toda la gente que en aquel pueblo habia de la de Gil Gonzalez, que habian quedado conmigo de mi compañía, y me hice á la vela á............. dias del mes de.............................., y fuíme al puerto de la bahía de Sant Andrés, echando primero en una punta toda la gente que pudo andar, con dos caballos que yo habia dejado para llevar conmigo en los navíos, para que se

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