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nifiestan el espíritu que animaba á aquella nacion desde sus principios. Repartió todo el Pue blo en seis clases. En la primera colocó á los Senadores, Patricios, y á los que tenian de cien mil ases arriba de caudal. Los de la segunda debian tener, por lo menos', el fondo de setenta y cinco mil: y á esta proporcion todas las demás, á excepcion de la última, en la que colocó á los que notenian caudal alguno fixo. (1)

Los honores, las distinciones, y hasta el derecho de votar, que es el mas importante y a petecido en una República, estaban concedidos á las clases, á proporcion, no del mérito, ni de la virtud, sino de sus fondos y riquezas.

Con esta institucion se radicó mucho mas en los pechos de aquella gente el ansia de adquirir y de enriquecerse, pasion ya por sí misma muy natural al corazon humano, y que necesita de bien pocos estímulos para fo

mentarse.

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De aqui resultó, que aunque algunos particulares mostraron á veces un espíritu desinteresado sacrificando sus conveniencias al bien de la patria, el comun de la nacion no tenia mas objeto que el adelantar su fortuna y caudal, sabiendo que este era uno de los medios mas seguros para llegar á los pri

(1) Liv. lib. 1. 43.

meros empleos de la República.

Constantes en esta mira, usaron de quantos medios les parecieron útiles para hacerse ricos, sin pararse en la delicadeza de su licitud. El pillage, y la piratería fueron sus primeros modos de adquirir. La usura, no sola se permitia publicamente por las leyes, sino que se les concedia á los acreedores sobre los bienes, y aun sobre las personas de los deudores un poder casi absoluto, del que abusaban cruelmente, sin el menor reparo á los gritos de la razon, y de la humanidad. El campo se cultivaba por los esclavos, á quienes se les daba un tratamiento mas duro que á las bestias. Caton mismo, declamador eterno contra los vicios de su tiempo, y que por otra parte vivia con la mas rígida parsimonia, hacía de los esclavos una grangería, de la que entre nosotros se avergonzaría aun el hombre mas vil y codicioso. (1)

(1) Existimans autem maximos labores à seruis obiri veneris caussa, certum nummum in ancillarum concubitum praefinivit: alii faeminae ne se jungeret quisquam... foenore usus est maxime improbato nautico. ad hunc modum. Volebat ut illi, quibus foenerabatur pecuniam, multos asciscerent socios. Quum quinquaginta essent, et totidem navigia, unam partem habebat Quintione institore li berto, qui una cum illis qui mutuo acceperant pecuniam,

negotiabatur et navigabat. itaque non de toto periculum su bibat, sed de exigua portione, grandi lucro. Dabat mutuo etiam servis. Hi pueros mercabantur: quos cum exercuissent et docuissent Catonis impensa, anno post distrahebant.., Illud vero feruidius est Catonis quod insignem virum et divinum ad gloriam ausus est appellare eum qui in rationibus plus relinquat quod adjecerit, quam quod acceperit. Plut. in Cat. maj.

Por los años de 269 se quejaban ya los Tribunos de la plebe, de que los Consules y Senadores no querian que se hiciera nuevo censo, porque no se viera su riqueza, y la miseria del Pueblo. (1)

En 388 se pensó en poner algun coto á las desmedidas adquisiciones de los ricos, para lo qual se expidió la ley Licinia, por la que se prohibia tener mas de quinientas yugadas de tierra, cien cabezas de ganado mayor, y quinientas del menor. Pero no bien habian pasado diez años, quando el mismo Autor de esta ley buscó un pretexto de quebrantarla, y de poseer un número doblado. (2)

El amor desordenado de las riquezas es poco compatible con la moderacion, y la virtud. No buscan los hombres el oro por su hermosura. Ni lo buscan tampoco comunmente para tener ocasion de emplearlo en beneficio de la humanidad. El fin principal que los dirige para procurar adquirir aquel metal es el de tener un medio seguro para satisfacer á la ambicion, la venganza, la incontinencia, la intemperancia, y á las demás pasiones.

De todas ellas muestra la historia Romana un texido tan horroroso, que causa admiracion el ver que Autores, por otra par

(1) Liv. lib. 6. 27. (2) Lib.7. 16.

te juiciosos y respetables, se hayan dexado deslumbrar de ciertas apariencias de virtud, con que aquella gente cubria los mas enormes vicios, y los proyectos mas detestables. No hablaré de la supersticion de Numa, de la tiranía de Tarquino, y de los Decemviros, de la impetuosidad é incontinencia de Appio Claudio, ni de la ambicion de Manlio, Melio, y otros infinitos. Los heroes mas celebrados de aquella nacion, Cincinnato, Camilo, Caton, Scipion, si se exâmina bien su conducta, ¿qué fueron mas que unos hipócritas astutos, y unos políticos diestros, que cubriendo su ambicion con el bello colorido de desinteres, de patriotismo, y de virtud, se allanaron de esta suerte el camino mas seguro para llegar á lo que despreciaban en público, y ansiaban interior

mente?

El luxo es efecto natural de la abundancia, y la opulencia y asi al paso que esta crecia en Roma, debieron aumentarse los gastos, tanto en las obras públicas, como en el menaje, y trato de los particulares.

Su Religion misma, lejos de dar preceptos para moderar las pasiones, sugeria maxîmas muy carnales, y justificaba los excesos en el uso de los placeres. Se creia que el modo mas cierto de aplacar la ira de los Dioses era celebrar en honor suyo juegos y diversiones públicas, en las que se daba á las

pasiones todo el desahogo que podian apetecer. En los mayores conflictos de la República los votos mas comunes eran de celebrar los juegos circenses, los apolinares, y otros semejantes. El teatro debió su origen á un voto de esta naturaleza. (1) En tiempo de el último recurso era la ceremopeste nia del lectisternio, ó combite público, al que se creia que asistian los Dioses. Todas estas ideas, fomentadas por una Religion, que aunque falsa, tenia el mayor influxo en los ánimos de los Romanos, eran poco aptas para inspirarles los puros sentimientos de frugalidad, sobriedad, y parsimonia, que se les quieren atribuir: y aunque no hubiera otras pruebas, por ellas solas podria muy bien venirse en conocimiento de su verdadero caracter en esta parte.

Pero su historia nos presenta hechos positivos, que acreditan los progresos del luxo, aun en los primeros tiempos, en que la ignorancia de las artes no les permitia disfrutar la infinita variedad de objetos agradables, que el ingenio humano ha sabido añadir á las gracias de la naturaleza.

L. Tarquino, el primero, hijo de un rico comerciante de Corinto, se habia establecido en Roma, y por su liberalidad, y buen modo

(1) Lib. 7. 2.

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