Teatro español anterior á Lope de Vega

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Juan Nicolás Böhl de Faber
F. Perthes, 1832 - 471 páginas
 

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Página 59 - ICEN que me case yo: no quiero marido, no. Más quiero vivir segura n'esta sierra a mi soltura, que no estar en ventura si casaré bien o no. Dicen que me case yo : no quiero marido, no.
Página 28 - El sonido de los grillos Y el tañer los caramillos ! No hay quien lo pueda decir. Ya sabes qué gozo siente El pastor muy caluroso En beber con gran reposo De bruzas agua...
Página 22 - Y toma, toma esta rosa que para ti la cogí, aunque no curas de mí ni por mí se te da cosa.
Página 274 - ... de dar aviso á vuestro señor de mí, por ver si para su servicio fuese suficiente y hábil. Polo. Por cierto, señor, que se muestra en él bien que debe de ser persona en quien habrá...
Página 261 - ¿Más quiere vuesa merced, señor Polo, sino que llevando el rapaz la falda al Capiscol, su amo, al dar la vuelta tocarme con la contera en la faja de la capa de la librea? ¿A quién se le* hubiera hecho semejante afrenta, que no tuviera ya docena y media de hombres puestos á hacer carne momia?
Página 268 - Ño quisiera haberos muerto por los santos de Dios, por toda la soldada que me da mi amo. Vamos de aquí, que yo quiero gastar lo que de la vida me resta en servicio deste gentilhombre en recompensa de las palabras que sin le conoscer he dicho.
Página 106 - Déjale, señor, hacer, Que es usanza del palacio, Y es un modo de solacio Festejar y dar placer, Y un deporte Sin el cual no hay buena corte.
Página 65 - Muy graciosa es la doncella, ¡ cómo es bella y hermosa ! Digas tú, el marinero que en las naves vivías, si la nave o la vela o la estrella es tan bella. Digas tú, el caballero que las armas vestías, si el caballo o las armas o la guerra es tan bella. Digas tú, el pastorcico que el ganadico guardas, si el ganado o los valles o la sierra es tan bella.
Página 117 - Ensayad vos de mandarme Cuanto yo podré hacer, Pues os deseo servir, Siquiera porque en probarme Conozcais si mi querer Concierta con mi decir.
Página 261 - Jerusalem los pies descalzos y con un sapo en la boca atravesado en los dientes, que tal negocio dejase de castigar. — Acá está mi compañero. ¡Ah, mi señor Polo! ¿Acaso ha venido alguno de aquellos hombrecillos?

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