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maron. Tambien, en su dolor, la Academia encargada de fijar las longitudes se exclama, y esta exclamacion preciosa es la respuesta á la asercion del autor del Sistema del mundo: «Prestad «eido á los largos discursos á que da lugar el futuro cometa, y «decidid en seguida si hay razon para gloriarse de esta pretendi«da difusion de las luces, que tantos optimistas, se complacen en «<señalar como la señal característica de nuestro siglo.» Y hé aquí precisamente lo que convenia establecer: que la difusion de las verdaderas luces no es obra de la ciencia moderna; que sus luces, lejos de iluminar, algunas veces ciegan; y que las hace inútilmente brillar para disipar los mas vanos temores. En este año los señores del Anuario se ven obligados á prevenir que el próximo cometa pasará á ocho millones de leguas de la tierra, « á fin «de que, dicen, los que no se han asegurado enteramente por los «numerosos informes en favor de los cometas publicados recien«temente, no tengan en el presente caso ninguna razon plausible <«<de inquietud.» Compárense actualmente esos terrores científicos con los temores que se habian podido concebir en los siglos pasados, y dígase de qué lado es mas extraño el error. Mas la cuestion está juzgada, irrevocablemente juzgada, por las mismas confesiones de la ciencia.

Nada puede, pues, sino la Religion asegurarnos sobre un choque cuyo pensamiento hace temblar; cuya posibilidad confiesan los sábios; y al cual podria mirarse como muy probable á causa de la muchedumbre de cometas que circulan en el espacio, y que cortan en todos sentidos la órbita de la tierra. Todos los dias llegan otros nuevos de sus lejanas carreras; los hay que ruedan sin cesar en torno de nosotros, y que reaparecen á muy cortos intervalos: ¿cuántas veces la tierra no se halla unida á la cola de un cometa vecino? La ciencia, que se esfuerza en asegurarnos sobre los cometas conocidos, nada puede en punto á los cometas desconocidos, ni de aquellos que aun no ha podido sujetar á sus cálculos. Pero los Libros santos suplen á esta impotencia, prometiéndonos que hasta el fin de los siglos nada perturbará el órden establecido en el universo: Non igitur ultra percutiam omnem

1 Anuario de 1835.

2 Anuario de 1832.

animam viventem sicut feci: cunctis diebus terrae sementis et messis, frigus et aestus, aestas et hiems, nox et dies, non requiescent 1. Hé aquí la sola buena razon que puede calmar nuestros temores, y no es la ciencia quien nos la da.

En efecto, nada despues del diluvio ha turbado el órden de la naturaleza, el curso de las estaciones, la sucesion de los dias y de las noches; siempre ha habido una suma igual de frio y de calor. «La temperatura, dice el Anuario de 1834, ha quedado la <«< misma en la superficie del globo, y los fenómenos de la super<«<ficie son los solos que pueden alterar ó comprometer la existen«cia de los seres vivientes. Todos los cambios se han cumplido «acerca de 3. de grado. La espantosa congelacion cuya época «fijaba Buffon en el momento en que se habria enteramente disi«pado el calor del globo es, pues, un puro sueño.» ¡ Hombre célebre! ¿así es como los académicos vuestros sucesores tratan vuestras brillantes teorías? Ellas son, dicen, puros sueños, y dicen bien. Pero consolaos; quizá un dia tambien sus teorías serán juzgadas con la misma severidad:

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Se han hecho investigaciones las mas minuciosas y continuadás sobre la variacion de la temperatura general de la tierra, y se ha hallado que no habia variado de la décima parte de un grado en el espacio de dos mil años, ó un tercio de grado desde Adan. La obra de la casualidad ¿tendria esta constancia? Los elementos y los fluidos diversos de que puede depender el estado de la temperatura, ¿hubiéranse combinado ellos mismos en un equilibrio`tan perfecto, que jamás el uno no triunfase del otro, y no rompiese esta uniformidad que nos asombra?

Se dirá quizá que ignoramos si la temperatura de los espacios celestes no está sujeta á variaciones capaces de ocasionar cambios en los climas terrestres; pero los mismos sábios nos responden: «que el calor de los espacios celestes, cualquiera que sea «su intensidad, es probablemente debido á la radiacion de todos «los cuerpos del universo, cuya luz llega hasta nosotros. Muchos << de estos cuerpos han desaparecido; otros presentan indicios no «equívocos de debilitamiento; otros, en fin, aumentan su resplan

Génesis.

2 Anuario de 1834.

ador,» (por consiguiente, quizá las órbitas que recorren y que los apartan ó aproximan periódicamente á nuestros ojos). «Pero «estos son raras excepciones. Pues como el número total de es<«trellas y de nebulosas visibles con el telescopio sobrepuja cier<«tamente á muchos millares de millones, todo hace suponer que cal menos por este lado los habitantes de la tierra no tienen que «temer ninguna alteracion del clima 1.» Así las mudanzas que podrian sobrevenir en los climas no deberian ser atribuidas sino á circunstancias locales, «á los trabajos agrícolas, al desmonte «de las llanuras y montañas, al desecamiento de los panta«nos, etc... Para toda la extension de la tierra las variaciones « de los climas pasadas y futuras están encerradas en los límites «de las influencias naturalmente muy limitadas que el hombre «puede ejercer 2.»

á

Está, pues, probado que todo es constante en la tierra y en los cielos. Esto es una verdad que el progreso de las ciencias pro-. clama, que los nuevos descubrimientos confirman. Creíase en otro tiempo en cambios progresivos en el sistema solar; causaban impresion ciertas irregularidades que se veian en el curso de los planetas; se imaginaba que irian aumentándose; que así el universo se desorganizaria poco a poco, y que su destruccion seria una consecuencia natural de las leyes establecidas. El célebre Euler participaba de este error. «Se ha observado, decia, que la <luna describe at presente su revolucion al rededor de la tierra <«<en menos tiempo del que lo hacia antes; y si se comparan exac<«<tamente todas las observaciones del sol que han sido hechas des<< de los tiempos antiguos hasta nuestros dias, se verá que el año «<es mas corto que en otro tiempo.» Pero los astrónomos han reconocido al presente que estas variaciones tienen un término ; que despues de haber aumentado hasta cierto punto, disminuyen en seguida por grados contrarios para aumentar y disminuir de nuevo, de modo que todo se restablece despues de cierto tiempo, y nuestro sistema planetario no hace mas que oscilar ligeramente en torno de un estado medio.

Una obra tan regular y tan constante seguramente no es efec

1 Anuario de 1834.

2 "Idem.

to de la casualidad. La inteligencia humana no sabria creerlo, á menos de haber caido en el último grado de la ignorancia y embrutecimiento. Esta inmutabilidad del universo nos muestra una mano divina que vigila sobre su obra, y la conservará hasta el fin, tal como estaba en el principio. Mientras durará este mundo, decia el Señor á Noé, las siembras y la cosecha, el frio y el calor, el estio y el invierno, la noche y el dia se sucederán sin interrupcion.

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Todo se encadena en la narracion de Moisés. - Aparicion de los seres vivientes. - Despojos fósiles. - Indicios de revoluciones en la superficie del globo. -Teorías nuevas sobre estas revoluciones.- Son contrarias á la razon, é injuriosas al Criador. - Verdaderas causas de estas revoluciones. - Teorías de Mr. Cuvier, objeto de las mas justas críticas.-Penosas incertidumbres,

y sus causas.

Mientras que en la narracion de Moisés la creacion se desarrolla en el órden mas natural, la Geología marcha al azar, y si en algunos puntos ordena los hechos como el historiador sagrado, siempre es segun las razones menos admisibles. La sola consideracion de las causas finales habria bastado para descubrirnos la razon del órden seguido por el Criador. El universo está destinado al hombre y debe ser su imperio; no aparecerá en él, pues, hasta que este imperio esté dispuesto para recibirle. La tierra y el agua, el aire, la luz y los vegetales serán, pues, los primeros objetos de la creacion. Si las aguas se retiran para descubrir los continentes; si el suelo se cubre de vegetales; si la luz cede sucesivamente á las tinieblas; si los astros brillan en el firmamento, todo esto será para utilidad del hombre, ó para preparar su morada, ó para suministrar su alimento, ó para favorecer su reposo, ó para embellecer su mansion, y recordarle el poder y la gloria de su Criador.

Desde el fin del dia cuarto se ha acabado la creacion del mundo material é inanimado. La tierra es magnífica, el aire es puro, el cielo brilla con el mas vivo resplandor; pero un silencio profundo entristece esta naturaleza tan bella, todo calla, todo es insensible y mudo, falta aun una última pincelada á este cuadro.

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