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santas y muy religiosas costumbres. Anduvo siempre descalzo y con solo un hábito de grueso sayal. Tuvo ferventísimo celo de la salvacion de las almas, con el cual, pedida licencia á sus prelados, entró muchas leguas la tierra adentro de los indios bárbaros llamados chichimecos, hácia lo de Copala, padeciendo mucha hambre, sed, cansancio, aguaceros, frio y calores, por la diferencia de los temples de esta tierra, y trayendo la vida á mucho riesgo y peligro (por ser aquella gente como alárabes) á trueque de traellos á la fe de Jesucristo. Y con este mesmo celo se partió á España en compañía del venerable padre Fr. Francisco de Bustamante, comisario general de estas partes, á pedir favor al rey y á su consejo para la conversion de aquellas gentes, y en aquella demanda murió en la corte del católico rey D. Felipe. Mas no carecerá de premio su santo y celoso deseo en la corte celestial, pues dice Cristo en su Evangelio, que un jarro de agua fria terná su galardon. Está sepultado este siervo de Dios en la villa de Madrid, en el convento de S. Francisco.

Matth. 10.

CAPÍTULO LVII.

En que se contiene la vida del siervo de Dios Fr. García de Salvatierra.

FR. García de Salvatierra fué natural de un pueblo del mesmo nombre, que cae en Extremadura. Su padre era hijodalgo, aunque labrador y hombre del campo, y de buena hacienda. Segun parece, no tenia hermano varon, porque muertos sus padres (siendo él todavía mozo) quedó con la casa, y acogia en ella á los frailes de S. Francisco, como lo hicieron sus padres, que eran hermanos de la órden. Dotóle Dios de una sincerísima ánima desde su niñez, con que no tuvo pensamiento de casarse ni aficionarse á las cosas del mundo, mas de vivir llana y simplemente, ocupándose en la labor de aquella hacienda que le habia quedado, hasta la edad de treinta años, poco mas ó menos. En aquel tiempo fué tocado de la mano del Señor y llamado para el estado de perfeccion con santas y particulares inspiraciones que recebia su espíritu, á las cuales él respondió sin dilacion con toda prontitud y brevedad, determinando de dejar el mundo y entrar en alguna religion donde sirviese á Dios. y salvase su ánima. Mas conociéndose por ignorante y insuficiente para elegir el estado que para este efecto le convenia, acordó dos cosas: la una, hacer una romería para pedir á Nuestro Señor lo

De Fr. Garcia de Salvatierra.

Luc. 22.

alumbrase en el camino que habia de tomar para mas le agradar, y la segunda, aconsejarse con personas de ciencia y experiencia que se lo enseñasen. Y para lo primero, se ofreció una de las solemnidades en que en la ciudad de Jaen se muestra la santa Verónica, y esta escogió el mozo García para su romería, y la cumplió con algunos trabajos que pasó en el camino. Y para lo segundo, viendo á un letrado que le pareció buen hombre, dióle dos reales porque le diese parecer, y dijese en qué órden podria ser religioso y salvar su ánima. El letrado le respondió que le parecia lo mas acertado ser fraile en la órden de S. Gerónimo, que es abastada de lo necesario, donde sin la inquietud de buscarlo, tendria seguro el vestir y comer, y no en órden mendicante, como la de los frailes menores, donde todo era penuria y miseria, y donde habia de andar distraido, buscando lo necesario para sí y para los otros frailes. De esta respuesta no quedó satisfecho García, y pasando su camino adelante, aposentóse en un meson para dormir una noche, donde llegó juntamente un pobre, que le dijo: «Hermano, si ovieres de ser religioso, entra en la órden de S. Francisco y serás pobre perfecto, y no te faltará cosa alguna, porque donde quiera que llegares hallarás lo necesario á la vida humana, y sin cuidado de caballos irás donde te enviaren, y escoge el estado de lego, que es el mas seguro. » Esto le cuadró mucho al buen García, y sin mas detenerse dejó la hacienda en poder de una hermana que tenia, y fué á pedir el hábito al provincial de la provincia de S. Miguel (que es la de Extremadura), que como ya lo conocia, se lo dió luego. Esto contó él mismo al último guardian que tuvo, preguntándole de su vida pasada y la manera de su conversion. Y añadió mas, que siendo recien profeso lo envió su guardian cierto camino á acompañar otro fraile, donde halló cumplido lo que aquel pobre le habia dicho, y en el Evangelio se lee, que al pobre evangélico sin llevar talega, ni zurron, y yendo descalzo, no le faltaria lo necesario. Porque como perdiesen el camino y llegasen ya de noche cerca de un arroyo que de fuerza habian de pasar, y no se atreviesen á pasarlo por correr con mucho ímpetu, estando pensando qué harian en aquella necesidad, vieron buen trecho de sí una candelada ó fuego en una cabañuela de pastores, y determinaron de irse á ella, aunque no vian camino por do guiasen, y con ser esto así, y ir ellos descalzos, no les empecieron infinitas puas de juncos que por allí habia, ni cantidad de mastines que con furia salieron á ellos para los morder y herir. Llegados á la choza, fueron muy bien recebidos de los pastores, que estaban

haciendo migas y cociendo leche para su cena, los cuales por su venida doblaron la racion. Y visto esto, el Fr. García dió muchas gracias á Nuestro Señor, por haber visto cumplido lo que el pobre le habia dicho, que á doquiera que llegase hallaria lo necesario, atribuyendo todo lo que se ha dicho al merecimiento de su compañero. Al cabo de algunos años, habiendo sido portero en los conventos de Hornachos y Alcántara, lo enviaron sus prelados con otros religiosos que venian á reformar á los frailes de la isla de Santo Domingo. Y porque no tuvo efecto la reformacion, por causas que para ello ovo, Fr. García, con un sacerdote llamado Fr. Hernando Pobre, se vino á esta provincia del Santo Evangelio, donde residió muchos años en diversos conventos. Y donde mas tiempo estuvo fué en el de Toluca, sirviendo principalmente de portero, á causa de haber siempre en aquella casa estudio. Era Fr. García tan pobre en el uso de las cosas, tan abstinente, humilde, sufrido y mortificado, y tan perfecto en toda virtud, que desde que pasó á estas partes, de todos los que lo conocieron y conversaron, siempre fué tenido por hombre santo, verdadero imitador del padre S. Francisco. Entre todas las virtudes que en él resplandecieron, su caridad se señaló mas, la cual tenia con todos, y particularmente con los pobres y enfermos. En la oracion y contemplacion era continuo sin cesar, que nunca Dios se apartaba de su memoria. Y así decia él cuando alguno le preguntaba qué hacia: «Amar á Dios con continuo pensamiento. » Y esto confirmó pocas horas antes que muriese, diciendo: «Sabe Dios que le he procurado amar desde que lo conozco, con continuo pensamiento.» Á esta causa andaba como trasportado y absorto, que no atendia ni respondia á lo que le decian, especialmente en el lugar de su ordinario asiento, que era en el tránsito de la portería. Allí lo vió un religioso augustino, llamado Fr. Luis Ramos (que entonces era huésped en aquel convento de Toluca, y salia á la portería), arrebatado en éxtasi con el rostro encendido como un fuego, y aunque le habló, no le respondió ni sintió salir de casa. Y lo mesmo dijo haber visto en veces el organista del convento, llamado Juan de Vargas Becerra. Con los seglares que acudian á la portería á sus negocios, siempre hablaba de Dios, y lo mismo con los frailes dentro de casa, y ninguno le oia hablar palabra ociosa, sino todas de edificacion. Muchas veces le oian cantar, así de dia como de noche, andando arrebatado en Dios, estas palabras: «Señor mio Jesucristo, para siempre seais bendito de mí y de todo espíritu.» Como su sinceridad era extremada, y no menos el respeto y obe

diencia que tenia á su prelado, instigaban los frailes á su guardian que le preguntase cosas de su vida pasada, por curiosidad de saberlas y alabar á Dios en la santidad de su siervo (porque realmente lo tenian por santo, sin hallar cosa de que le pudiesen tachar), y él respondia simplemente á lo que su prelado le preguntaba, aunque algunas veces con turbacion y temor, si era cosa que le podia acarrear propria alabanza. En especial, preguntándole una vez cerca de su virginidad, si la habia guardado toda su vida, turbóse no sabiendo qué decir, y por no mentir, no respondió otra cosa sino que sabia Dios que le habia sino fiel en su amor. Esta fidelidad mostró Dios haberle sido acepta, obrando cosas maravillosas por medio de este su siervo. Morando en el pueblo de Tehuacan, que es tierra cálida y hay gran copia de hormigas, eran notablemente molestas al santo Fr. García en la oficina del refitorio, porque no dejaban cosa que se pudiese comer, segun la mucha cantidad que cargaba de ellas sobre cada cosa de lo que allí se ponia. No pudiendo sufrir esto el siervo de Dios, mandóles por obediencia con grande sinceridad, que se fuesen y no entrasen más allí, lo cual ellas cumplieron inviolablemente, que aunque llegaban á la puerta de la oficina, ninguna de allí adelante se vió entrar dentro. Esto me contó á mi muchos años antes que Fr. García muriese, su guardian, que á la sazon era en Tehuacan, siendo mi guardian en Tlascala, hombre de toda verdad y muy esencial religioso. Y como este milagro era tan notorio, preguntóle despues su guardian (morando el siervo de Dios en Toluca) cómo habia desterrado las hormigas de la oficina de Tehuacan, á lo cual respondió Fr. García, que viéndose afligidísimo por no poder guardar cosa de comer en aquella oficina, un dia, con esta afliccion, hizo oracion à la gloriosa Santa Ana, pidiéndole fuese intercesora para que se viese libre de aquella plaga. Y luego confiado en Dios se levantó y mandó á las hormigas que se saliesen fuera todas sin quedar alguna, y no entrasen más allí. Y parece que movidas de aquella obediencia se salieron luego todas fuera y nunca más volvieron, aunque llegaban á la puerta y á la ventana. Y que de esto se habia de dar la gloria (despues de Dios) á la gloriosa Santa Ana. Cuando iba á morar á aquel convento de Toluca, le tomó la noche en una visita de Cuyoacan (que ambas son villas del marques del Valle), y la iglesia de aquella visita es de la vocacion de la bienaventurada Santa Lucía. Á la mañana, cuando quiso partir de allí para proseguir su camino, no le fué posible descubrir un indio que lo guiase le llevase cierto hatillo que traia consigo. Y estando afligido (por

y

que se hacia tarde, y temia que habia de llover y no podria hacer jornada), púsose en oracion delante del altar de la santa, y le pidió le socorriese en aquella necesidad. Hecha su oracion, salió á la puerta de la iglesia que mira hácia el camino real, y vió venir por él hácia sí dos indios de gentil disposicion, y llegados junto á él, les preguntó de adónde eran y á dó iban. Ellos le respondieron que eran de Toluca, y para allá iban. Rogóles entonces Fr. García que lo guiasen y le llevasen aquella ropilla, pues pesaba poco y ellos iban descargados, lo cual de muy buena voluntad hicieron. Llegados á Metepec (donde hay monesterio), una legua de Toluca, Fr. García los acarició, habiéndoles preguntado sus nombres y el barrio. donde tenian sus casas, y lo uno y lo otro le dijeron. El siervo de Dios les dijo luego que le esperasen y les sacarian algo que comiesen, y entróse dentro dejándolos á la puerta. Volviendo luego prestamente para despedirlos, no los halló. Llegando á Toluca inquirió por sus nombres y barrio que le dijeron, mas tampoco los pudo descubrir. Instando Fr. García sobre esto, y preguntando por ellos muchas veces, le contó á su guardian lo que le habia pasado con ellos. Y añadió que vivia con este dolor de no los haber hallado, para agradecerles y satisfacerles la caridad y buena compañía que le hicieron, dando gracias á Santa Lucía que oyó su oracion. Mas puesto que Fr. García no lo declarase así, todos los que lo supieron, tuvieron por entendido que aquellos fueron ángeles enviados de Dios para aquel ministerio, como el ángel S. Rafael para acompañar al mozo Tobías en su viaje. Porque si fueran indios, aguardaran la comida y se hallaran sus nombres y barrios. Y tambien parece cosa extraordinaria, llegar al tiempo y punto de aquella urgente necesidad. Mandado Fr. García por su guardian que dijese lo que habia visto un dia de difunctos que fué á acompañar á un sacerdote llamado Fr. Juan de Castroverde, dijo todo temblando (porque como era humilde, temia alguna vanagloria ó loor proprio), que habia visto antes que se comenzase la misa de aquel dia, toda la tierra cubierta de una como ñeblina, que (segun pareció) eran ánimas de purgatorio. Y que en comenzándose la misa, como suele la ñeblina huir con la presencia del sol, así comenzaron las ánimas á irse subiendo hácia el cielo, de que él quedó maravillado, y alabó á Dios en sus grandes misericordias. Un vecino de Toluca, llamado Miguel Gonzalez, dió testimonio que llegando él á la portería de aquel convento, rabiando de dolor de muelas, de que andaba notablemente atormentado, el siervo de Dios

Tob. 5.

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