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entonces necesariamente combinacion de las moléculas que arrastran. Y, volviendo á las auroras cósmicas, es menester tambien admitir que las corrientes de nuestro planeta producen la luz sensible en todas partes en que convergen, cási como las corrientes del fotógeno, puesto que la tierra, por otra parte, es un inmenso fotógeno de pequeña tension: se conviene tambien en el dia en reconocer la naturaleza eléctrica de las corrientes que ocasionan las auroras cósmicas. Y lo que todavía demuestra mas la identidad de todos esos flúidos actores sobre la escena del mundo, son las observaciones de Humboldt, de Gauss, de Feld, que prueban la accion de aquel fenómeno sobre los imanes artificiales ó naturales; hácese tambien sentir sobre las brújulas á muy grandes distancias, lo que no puede suceder sino por la continuidad de acción de las corrientes sobre las demás emanaciones terrestres. Es, en fin, muy notable que la cumbre del arco de aquella aurora se halle siempre sobre el meridiano magnético del lugar de la observacion, y que su luz difusa presente la mas perfecta analogía con la luz eléctrica que atraviesa un medio enrarecido.

Hay que hacer todavía una advertencia muy importante, y es que por medio del método de los paralajes, Mr. Wartmam observó, durante una aurora cósmica visible en París, que el arco estaba á una elevacion de doscientas leguas, es decir, mucho mas arriba de los límites de la atmósfera terrestre. Suponiendo que se susciten dudas sobre el valor de aquel método aplicado á este fenómeno, siempre quedará cierto en virtud de los experimentos de Dalton, que el arco luminoso se extiende mas allá de la atmósfepor mucho que se ensanchen sus límites.

ra,

Luz de los tres primeros dias de la creacion. Podemos al presente inferir que la aurora boreal de los primeros dias de la creacion fue universal, porque no estando la tierra sometida al movimiento de rotacion, los polos no estaban aplastados, ni el ecuador protuberante. Las corrientes estaban mas uniformemente repartidas en la superficie. Á mas de que, envolviéndola la materia sidérea mas allá de su esfera de atraccion, el cambio de las corrientes era mas constante. Así pues, aquella luz de los tres primeros dias se confunde con la luz solar por su causa y por la viveza de su bri

llo. Nuestras auroras boreales no son sino un débil resto de ella limitado á los parajes en que las corrientes lumínicas gozan de mayor actividad.

S VII.-Nuevas explicaciones sobre la materia elementar. — Nebulosas. Cometas. Estrellas cadentes y otros meteoros. — Aerólitas

ó Uranólitas.

Basta remontarse al origen de las cosas para comprender que toda la materia elementar no fue aglomerada, ni fue empleada toda para la formacion de los cuerpos celestes. Existen inmensos cúmulos de ella independientemente del polvo cósmico. Mr. Marcel de Serres lo probó sobradamente en su última obra. (Creac. de la tierra, etc... 1 vol. en 8.o, 1843). Mr. Arago, Herschell y todos los grandes astrónomos han admitido la existencia en el universo de una materia elementar en estado libre. Y no pueden dejar de adoptarse estas bellas ideas cuando se echa una simple ojeada sobre las capas inferiores de nuestra atmósfera, cuya densidad es cási igual á la de algunos cometas, hasta en las regiones mas apartadas de la esfera celeste, en que se hallan las nebulosas.

Nuestro sistema puede ofrecer diversas aglomeraciones de ellas, el cometa de Encke, por ejemplo, esta masa gaseosa tan ligera, que da la vuelta al rededor del sol en tres años y cuatro meses; lo mismo la luz zodiacal, que, en virtud de las observaciones de Cassini en 1683, de Mairan en 1746, y segun las ideas adquiridas en el dia, no es mas que un conjunto de materia elementar débilmente retenida en la esfera de atraccion del sol. Ella se extiende mas allá de la órbita de Vénus al rededor del ecuador solar, y adquiere varias formas, pero sobre todo la de un inmenso cono, segun las posiciones de estos astros y las influencias planetarias.

Pero es necesario dar alguna aclaracion sobre este interesante objeto. Así nos encaminarémos á explicar la obra del dia cuarto.

Nebulosas. Las nebulosas son unos agregados de materia luminosa, de tenuidad variable y de extension inmensa. El diámetro de uno de estos agregados, que solo aparece como un punto en el cielo, es sin embargo diez y ocho veces tan grande como el

de la órbita de Urano, es decir que el conjunto tiene, al parecer, diez y ocho veces la extension de nuestro sistema planetario.

Las nebulosas, á las cuales se ha querido llamar astros problemáticos, no todas deben conservar rigurosamente este nombre, pues que Herschell, con el auxilio de poderosos telescopios, llegó á resolver un gran número de esas manchas luminosas en una multitud de estrellas. La mayor parte de las que se perciben á simple vista no son otra cosa que aglomeraciones de estrellas muy lejanas para poderlas distinguir unas de otras. Sin embargo, es cierto que existen verdaderas nebulosas, diseminadas en los espacios celestes. Su forma es variable, redonda ó elipsoidea. Muchas de ellas al parecer están sujetas á un movimiento de rotacion, y experimentan cambios en su forma y en su brillo.

Al ver su consistencia vaporosa, no puede dejar de pensarse que son conjuntos de materia elementar, á la verdad, sometida á la accion del agente lumínico, pero no condensada, aunque aglomerada tal vez á causa de la homogeneidad de las moléculas en cada conjunto. ¿Podria explicarse con esto la diversidad de su brillo? Diríase de los restos de la materia primitiva que Dios la deja en este estado con un destino especial, para variar el aspecto del universo, y para aumentar el encanto de su contemplacion.

El sábio Arago, en su noticia sobre los descubrimientos de Herschell, inserta en el Calendario del observatorio de las longitudes para el año 1842, se expresa así tocante al asunto que nos ocupa: «< Cuando llegó á opinar que en los espacios celestes exis<< tian numerosos conjuntos de materia difusa y luminosa, Hers<«< chell vió abrírsele un vasto campo de investigaciones cási ente<< ramente nuevas... Bien se comprendió, desde aquella época, «que las estrellas, los planetas, los satélites, los cometas, no eran << los únicos objetos hacia los cuales debian dirigirse las investi«gaciones de los astrónomos. La materia celeste no condensada, << la materia celeste que mas se acerca al estado elementar, no pa«reció menos digna de atencion.» (Pág. 416). Hé ahí, pues, todavía, un inmenso objeto de estudio, de observaciones y de discusiones. Así es como un descubrimiento se sucede á otro, y parece que el hombre no extiende el círculo de sus ideas sino para agrandar el de su ignorancia.

Cometas. Nada hay mas parecido á la materia de las nebulosas que la sustancia de los cometas, que Alstede, esta cabeza enciclopédica del siglo XVII, creyó que era una reunion de moléculas elementares en fermentacion. Su consistencia algunas veces no es mayor que la de las capas inferiores de la atmósfera ; la mayor parte apenas tienen la densidad de una ligera niebla de primavera, y, para formarse de ello una idea, basta saber que á través de la cola de un cometa, cuyo espesor será de muchos millares de leguas, se perciben las estrellas mas pequeñas, al paso que la ligera niebla las encubre á nuestra vista.

No puede dejar de notarse un chocante rasgo de semejanza entre los cometas y la materia de las auroras cósmicas, cuando se consideran las variaciones operadas en un instante sobre extensiones de muchos millares de leguas, en la forma y en el brillo de sus colas ó de su cabellera. Para explicar esas variaciones tan repentinas y tan vastas, así como sus ondulaciones, es necesario atribuirlas á la accion de las corrientes de la fuerza lumínica.

Queda probado por exactas observaciones que los cometas se dilatan prodigiosamente á medida que se alejan del sol, y que se condensan cuanto mas se le acercan.

Mr. Godefroy confirma este hecho (op. cit., pág. 149 y 150); pero no lo explica, porque su teoría estriba en el calórico y en la atraccion; cita á Mr. Mutel, quien en su Tratado de astronomía dijo (pág. 360): «Hasta aquí no se ha dado una explicacion plau«<sible de un fenómeno tan notable, cuya causa absolutamente se <«<ignora.» Esta causa, creo poder designarla. Al reflexionar sobre la fuerza que hace describir parábolas á los cometas y elipses á los planetas, he pensado si podria suceder otro tanto entre dos esferas electrizadas, una de las cuales, mayor y positiva, atraeria y rechazaria alternativamente la otra mas pequeña y negativa. Es muy evidente que, si esas dos esferas estuviesen suspendidas libremente en el espacio, la mas pequeña giraria al rededor de la mayor, cambiando sucesivamente su accion negativa contra la accion positiva de la otra, y por consiguiente girando sobre sí misma. Suponiendo despues que sus masas fuesen proporcionales á sus fuerzas y movimientos, es tambien del todo evidente que, la mayor atraeria á la mas pequeña hasta tanto que sus dos ac

ciones se hubiesen neutralizado, empezaria entonces á rechazarla hasta que la esfera pequeña quedase reducida á su sola accion negativa; entonces la mayor empezaría á atraerla otra vez. Hé ahí los dos puntos de perihelio y de afelio explicados sin apartarse del modo de accion de la fuerza lumínica. Los cometas, pues, están sometidos á ella como los planetas. Por todo el cielo, sufren la accion del astro positivo que los admite en su esfera de actividad. Llegados al perihelio, su accion negativa se desvanece ante la accion positiva del sol, sus moléculas se estrechan, sus masas se condensan mas o menos, para dilatarse á medida que prevalece su accion negativa hasta el afelio.

Las colas de los cometas se explican así: la parte mas condensada, es decir, el núcleo, cuando lo hay, siendo mas fuertemente atraido por el sol, deja detrás de sí la materia que lo está menos, y compréndese de qué manera estas colas pueden ser vistas desde la tierra bajo diversos aspectos, considerando la rapidez del movimiento de traslacion de aquellos asteroides, y las modificaciones de forma que pueden experimentar por las corrientes lumínicas, y por las atracciones y repulsiones de muchos astros inmediatos.

Mi manera de considerar el espacio, que mas arriba expliqué, me hace mirar los cometas como conjuntos de materia elementar, formados en el mismo espacio por la accion de las corrientes sidéreas, ó desprendidos de las nebulosas; y las grandes ideas de Laplace tocante á estos cuerpos vienen á corroborar perfectamente esta opinion. En tal caso, las nebulosas podrian considerarse como inmensos depósitos de aquella materia elementar, y los cometas como pequeñas nebulosas encargadas de abastecer de ella el espacio en que sin cesar se forman combinaciones, como suficientemente lo demuestran las estrellas cadentes y las aeró

litas.

Sea lo que fuere, los cometas, así como las demás asteroides, no pueden encontrar una posicion astronómica en el espacio, sí, como he dicho, el espacio es la precisa distancia de las acciones de las reacciones sidéreas. Y lo demuestran manifiestamente los hechos, porque no se puede señalar á los cometas, ni elipsé, ni parábola exacta, porque en su curso incierto y excéntrico experi

y

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