Imágenes de página
PDF
ePub

temente en su Curso de física (pág. 279); pero sin decir nada del efecto de la presion ni de las acciones químicas, aunque admite la fluidez central. No conozco ninguna razon plausible que pueda dispensar á la física de tener consideracion en todas las evaluaciones sobre los manantiales de los diversos flúidos imponderables, al estado químico, á las incesantes reacciones, y á la inmensa presion ejercida sobre la materia central.

Si la progresion del calor fuese aumentando de la circunferencia al centro, llegaria á un poder de expansion tal, que todas las materias minerales se volatilizarian, y jamás hubiera podido formarse la costra sólida del globo, y desde aquel momento la tierra habria estallado como una bomba. Y, para esto, no se necesitan los doscientos mil grados de calor que los cálculos de Mr. Poisson asignan al núcleo central. Este sábio físico-geómetra no dejó de dar el último golpe á la hipótesis plutoniana en su Teoría matemática del calor.

Mr. Poisson hace en esta obra gastos inmensos de cálculo para destruir aquella hipótesis. Pero ¿cómo podrá suplir él á la incandescencia original con su sistema geológico? Habiendo aceptado bajo su palabra la antigua hipótesis mitigada, la temperatura de la tierra, segun él, debió ser bastante elevada en el Norte y hasta debajo los polos, para permitir que allí creciesen y se multiplicasen los vegetales y los animales de la zona tórrida. Para encontrar este calor extraordinario de la tierra, el sábio adversario de los plutonianos ha hecho viajar la tierra á través de un medio de tal manera caliente que adquirió allí su propio calórico; y su provision no quedará apurada de aquí á millones de años. El menor defecto de esta hipótesis, es el no descansar sobre base alguna. Hubo astrónomos que le echaron en cara el no haberse dado cuidado de las relaciones astronómicas del cielo con la tierra durante su viaje a través de las zonas abrasadas.

¿De dónde proviene, pues, el calor central, el calor propio del globo? Proviene de las reacciones químicas y de la incomprensible presion á las que están sometidas las materias terrestres á cierta profundidad. Como estas son causas que están siempre en accion, la tierra no se enfria ni se calienta, como lo ha probado el ilustrado autor del Sistema del mundo en sus observaciones so

bre la luna. Ha hecho ver que, una vez que los cuerpos disminuyen de volúmen por el enfriamiento, la órbita de la tierra habria igualmente disminuido, si se hubiese enfriado: lo que no es así, pues que el arco que recorre en un dia es el mismo despues de dos mil años, y que no se ha acortado de un milésimo de segundo.

No debe perderse de vista que el globo está formado por la aglomeracion del polvo cósmico, y que la acumulacion sucesiva de las moléculas produjo en él poco a poco la inmensa presion del á centro que por otra parte no estaba solidificado: los experimentos de Hall sobre la licuacion del granito por la presion vendrian, si fuese necesario, á corroborar mi opinion, si ella no se dedujese naturalmente de todo lo que precede.

Pero aumentando la presion de la circunferencia al centro, debe tambien aumentar la densidad de las materias. Esto es precisamente lo que han demostrado las observaciones astronómicas de Clairault y de Laplace. Este último prueba la mas gran densidad del centro por la precesion de los equinoccios y la nutacion del eje de la tierra. Se juzga generalmente que su media es el doble de la densidad de su superficie, la cual siendo 1, la del centro es 5. Luego, las capas inferiores, sometidas á la presion de la costra sólida, deben, por el efecto de esta presion, llegar á tal grado de densidad que haga imposible la cohesion. A esta causa ha de añadirse el calor que es su resultado necesario, y desde entonces concíbese muy bien el estado pastoso, muy denso del granito, es decir, de la materia central.

Aquí haré observar que se ha exagerado el espesor de la costra sólida, llevándola á 20 ó 25 leguas. Sin trabajo se convendrá en que no se necesita tanto para licuar las rocas inferiores; la presion á 20 mil metros ó á 5 leguas, parece mas que suficiente para destruir la cohesion de sus moléculas, y desarrollar un calor bastante para ayudar á su licuacion. Por otra parte, los hechos perfectamente confirmados de rocas de sedimento ó de rocas diluvianas reblandecidas, á las profundidades de 3 mil metros, y solidificadas despues de removidas, todos los hechos volcánicos, y el desparramamiento en la superficie de rocas silíceas y aun calcáreas, no permiten señalar muy gran profundidad á la costra só

lida. Dos razones han inducido á los geólogos á exagerar su espesor, á pesar de estos hechos y de los temblores de tierra, ó de los hundimientos y levantamientos del todo locales y limitados á una montaña, á una llanura, etc... La primera de estas razones es el ignorar la verdadera causa de la fluidez pastosa del centro; la segunda es el temor de no dar á la superficie terrestre bastante solidez. Pero deben admitirse los hechos tales como son; y si esta superficie se halla tan inmediata á un tal abismo, no hay por esto que temer. Puede oscilar sobre el grande océano de granito liquido, puede temblar y rajarse, pero no puede ser tragada, puesto que es menos densa que el líquido pastoso en que descansa.

La física proclama en alta voz la presion como un manantial de calor. ¡Pues bien! el calor central se desarrolla con ella. Pero el calor no es otra cosa que la reaccion molecular, se manifiesta por medio de corrientes magnéticas y eléctricas, y estas corrientes, lo mismo que el calor, no son en sí mas que modos de manifestarse el agente universal, el principio vital de la naturaleza, la fuerza lumínica. ¡Ahora bien! estas corrientes excitadas sin cesar por las reacciones moleculares del núcleo flúido; convierten el globo en una pila ó fotógeno inmenso, cuyas corrientes elevadas de todas partes para obrar á distancia sobre los demás cuerpos esparramados en el espacio, le unen mas con el centro de su órbita, es decir, con el sol, y dan la razon de su estacion armónica en el éter propagador de las mismas corrientes.

He dicho que el calor propio del globo es invariable; es lo que ha sido siempre. Compréndese muy bien en el dia, pues que siendo el resultado de la presion y de las reacciones químicas, se desarrolló sucesivamente desde el centro á la superficie, á medida que se operaba la acumulacion de las moléculas constitutivas del globo Quando fundebatur pulvis in terra. Partiendo del punto en que la presion deja de ser suficiente para operar la licuacion de la masa interior, el calor se difunde á la superficie disminuyendo poco a poco hasta algunos metros debajo el suelo, otro punto de temperatura media é invariable de que he hablado.

á

Si, por medio de este simple relato, he refutado todos los sistemas emitidos hasta el dia para explicar el calor central, es porque la Biblia me ha conducido por la mano. Con este auxilio

se domina fácilmente la ciencia humana, y se llega sin trabajo á crear una teoría que da la razon de todos los hechos físicos, y que, enlazando á nuestro planeta con los demás globos,, da tambien la razon de los hechos astronómicos y del papel que representa en ese universo-copia, hasta tanto que el soplo de Dios lo disipe para hacer de él nuevos cielos y una nueva tierra: Novos coelos et novam terram (II Petr., II, 13); ecce nova facio omnia. (Apocal., xx1, 5).

Sin embargo, es un sistema moderno que ha reunido gran número de votos, y aun el de las notabilidades del mundo sábio, tal como el de Mr. Ampère, etc. Es menester oponerle algunas objeciones particulares.

Mr. Davy quiere que el núcleo sea sólido; lo que ya no puede acomodarse con la enorme densidad del centro. Quiere en seguida que las capas permeables al agua estén sobrepuestas al núcleo que él llama oxidable, á fin de que al contacto de ella se produzca calor y gases cuya fuerza expansiva dé lugar á los temblores de tierra. Hé aquí lo mejor que pudo hacer la ciencia para explicar los hechos geognósticos.

Si debajo de las capas permeables al agua hay una capa oxidable, es menester que sea metálica, y aun compuesta de silicio, visto que las lavas son silicatos; este silicio ya se combinó con el oxígeno durante la formacion del globo; ó bien es menester admitir la incandescencia original; y, en todo caso, quedaria aun para explicar la fluidez de las lavas, producto de la reaccion del agua sobre la capa oxidable, lo que es absolutamente imposible. De otro lado, Mr. Gay-Lussac probó que los gases. volcánicos no son hidrógeno como lo exige la hipótesis de Mr. Davy, sino muchos gases clóricos y sulfúricos; y, todo el mundo lo sabe, el hidrógeno y algunos otros gases no existen allí sino accidental

mente.

En fin, Mr. Davy jamás explicará por estas reacciones quími→ cas entre el agua y los metales, todos los temblores de tierra, así como tampoco los explicará Mr. Cordier por la contraccion de la corteza sólida operada por el enfriamiento. ¿Cómo explicar, en efecto, por acciones químicas del todo locales un sacudimiento semejante al de 18 de junio de 1826, en la Nueva Granada, sacudi

miento que se hizo sentir sobre la extension de muchos millones de miriámetros cuadrados; ó el de Lisboa, que hizo oscilar una parte del África, toda la Europa y hasta la Martinica?

No se encuentra la misma dificultad en mi manera de ver. Las oscilaciones de la costra terrestre dependen algunas veces de su base flúida, es decir, del hecho de la descomposicion del agua verificada sobre la pasta granítica, y de la fuerza expansiva de los gases subterráneos. Este es el caso de los temblores de tierra locales y limitados á las cercanías de un cráter; los volcanes se hallan tambien cási todos inmediatos al mar. Pero, tocante á los temblores de tierra muy vastos, ó que no coinciden con las erupciones volcánicas, es preciso admitir otra causa mas general y mas poderosa. Franklin dijo sobre este punto cosas muy ciertas, y el rayo subterráneo hace en ellas gran papel; se concibe fácilmente el poder de las corrientes lumínicas que se cruzan ó convergen hácia un punto, y todo lo que se extiende su accion.

Por lo que toca á la fluidez de las lavas, es bien evidente que no es debida tan solo al calor; la extremada lentitud de su enfriamiento bastaria por sí sola para probarlo; considérese que su materia, de extremada densidad, una vez llegada á la superficie, experimenta un trabajo molecular muy lento, para adquirir dilatándose una textura cristalina; en fin, las conchas y otros seres organizados que á ellas quedan pegadas en sus corrientes, no quedarian intactos, si su temperatura fuese tan elevada como exigiria la fusion de las mismas lavas despues de su enfriamiento ó mas bien de su cristalizacion. No ignoro que á veces se ha observado que parecian incandescentes, pero este efecto era debido á la presencia del azufre en sus masas.

́Observacion sobre el sistema cosmogónico que acabo de exponer. (Pág. 64 y sig.)

Para no distraer al lector de la série de argumentos que acabo de presentar para dar una teoría cosmogónica que esté de acuerdo con la Biblia y con la ciencia, y para no hacerle perder de vista la ligazon de las consecuencias que de ellos he debido deducir, he esperado llegar hasta aquí para suministrar una prueba mas

« AnteriorContinuar »