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Espino, y aquí determinó hacer el monasterio, y le dotó con ricas posesiones de lugares, montes, y todo lo necesario para el servicio de los monges. Despues añadieron los reyes y otros bienhechores, con que el monasterio ha crecido, y llegado á la grandeza en que al presente, siendo uno de los mas principales de la congregacion, y de los señalados del reino, como todo es bien notorio.

consumiendo la substancia y nata de la tierra. Alzábánse con las haciendas, quitándoles las mujeres, forzando las hijas doncellas; resolviéronse en que les era mejor morir, ó echarlos del reino, sacudiendo de sus cuellos un yugo tan pesado y tirano. Otros eran de parecer, que ante todas cosas pidiesen al emperador paz, confederándose con él, haciéndose sus vasallos, dándole los tributos que daban á los africanos. Fueron todos deste acuerdo, pareciéndoles saludable consejo; y porque el rey Zafadola, que era de la línea antigua de los reyes naturales que solian tener antes que los moros africanos los tiranizasen, era muy amigo, y fiel vasallo del emperador, y que por su medio alcanzarian la libertad que tanto deseaban, librándose de la sujecion de los africanos, acordaron de llamarle, y ofrecerle el reino; pidiéndole tomase la mano con el emperador para el buen suceso deste hecho. Determinados y resueltos en lo dicho y tratado, eligieron por su capitan á Mahomet, que era un moro principal de la sangre de los reyes pasados. Y en el mes de octubre de la era mil ciento ochenta y tres se levantaron contra los moabitas africanos, matándolos a todos, sin perdonar á uno de cuantos habia en Merturla, en Valencia y Murcia, Lérida, en Tolosa, y á todos los alcaides que estaban en las fuerzas y presidios de España; y á un mismo tiempo el rey Zafadola, que de buena gana vino en la conjuracion, procedió con el mismo rigor de armas contra los moros africanos que estaban en Córdoba, Jaen, Ubeda, Baeza, Andu

Era la infanta doña Sancha, como hemos visto, señora de la villa de Olmedo. En el mismo lugar, fuera de los muros, fundó un monasterio de monjas de san Bernardo, con advocacion de Sancti-Spiritus, y debió de ser para recogerse en él, aunque no murió, 6 por lo menos no se sepultó en él, sino en San Isidro de Leon, como diré. De la fundacion deste monasterio, hecha por la infanta, no hallé en él papeles (que las mujeres guardanlos mal) hallé tradicion de que era fundacion real; y que en los edificios antiguos estaban las armas reales, las cuales no pusieron en los nuevos, por no ser curiosas las monjas; y siendo fundacion real, y de los tiempos de san Bernardo, como tambien dicen, es claro que fué obra desta infanta, á la cual, sobre esta fundacion y la de la Espina, escribe el santo, principalmente de un monasterio, que alguna santa mujer quiso fundar en el lugar que se decia Toldanos que por la contradiccion, que agraviándose los monges de Carracedo, hicieron, parece que fué en el Vierzo, y en los términos de dos obispados, que serán Leon y Astorga, ó el de Lugo, que por aquellas nontañas confinan. Y le pide el santo á la infanta, no desfa-jar, Sevilla, Granada, y por toda la costa del mar vorezca esta obra, siquiera porque Dios aumentase, y conservase la nueva fundacion, que llama: Pro novella vestra plantatione illos locos de Espina, etc. y por la devocion que con él tenia. Esto dice el glorioso Bernardo con la dulzura que supo decir todo lo que quiso. Y parece que el monge, que era por la infanta agente en estas obras, se llamaba Nibardo. El monasterio de Sancti Spiritus de Olmedo fué siempre estimado de los reyes, como cosa de su patronazgo; y le hicieron merced, señaladamente el rey don Pedro y sus antecesores. Viven las monjas con observancia, aunque habria mas, si sus propios monjes las gobernaran, como es disposicion de concilios, y muy conforme á razon.

Siete años, dice una historia antigua, que estuvo la infanta en Jerusalen sirviendo á los pobres en un hospital, y que no quiso salir de allí, hasta que nuestro Señor le hizo merced de que en una lámpara que ella habia dado al templo el dia del Espíritu Santo, se encendió nuevo fuego en ella por mano de los ángeles.

CAPÍTULO LXXVIII.

Aprieto y confusion en que los moros españoles estaban, considerando como se perdian; y como trataron de echar de si los moros de África, y darse al emperador. Dependia el gobierno, que los moros de España tenian, de los reyes de Marruecos, que como supremos y soberanos señores ponian en las ciudades vireyes, y en los castillos alcaides, y llevaban grandes tributos y rentas, que los moros de España daban. Queda dicho como los almoravides de África se apoderaron de los moros de España, y cuando comenzó su imperio en ellos; y presto veremos su perdicion y caida. Dice, pues, esta historia, que se juntaron los moros agarenos, viendo como el emperador por una parte les ganaba tantas y tan importantes plazas; y por otra sentian los malos tratamientos que de los gobernadores africanos recibian; porque los trataban como esclavos,

Mediterráneo, hasta volver á Toledo. Pelearon con Abengamia rey de Córdoba, y venciéronle, matándole muchos de los suyos. Fué grande la mortandad y carnicería que en todas partes se hizo. Abengamia, que era valeroso capitan, procuró recojer los que pudo, y hiciéronse fuertes en las torres y alcázar de Córdoba, Almodovar, y en Monja, Carmona, y Sevilla, y acudieron á él todos los que pudieron escaparse del furor popular de los moros españoles. La turbacion que con esto habia no se puede decir, ni jamás se vió semejante, despues que los moros entraron en España. Habia en este tiempo un sacerdote ó alfaquí en Córdoba, persona de mucha autoridad y reputacion, riquísimo, y tenido por santo entre sus moros, llamábase Abenfandi. Este llamó á Farax, alcaide de Calatrava, y á todos los principales de Córdoba, y en secreto les dijo, que no convenia que Zadafola reinase, que era muy amigo de los cristianos, y los meteria en otra servidumbre peor que la pasada, que lo mejor era matar á Zafadola, y levantarlo á él por rey; pues por sacerdote, y de la sangre de Mahoma le venia mas derechamente el reino que á Zafadola. No fué esto tan secreto que Zafadola tuvo luego aviso; y á la hora llamó todos los caballeros cristianos que tenía consigo, que fiaba mas dellos que de los propios moros, y salióse con ellos de Córdoba, yéndole acompañando Farax, adalid de Calatrava, y dijo Zafadola á Farax: tengo entendidos tus tratos y traiciones, no saldrás con ello ni lo verán tus ojos. Y volviéndose á los caballeros y soldados cristianos, les dijo amigos, este traidor nos ha querido vender, pague su maldad con pena de la vida. Y al punto le bicieron pedazos allí. Súpolo luego Abenfandi, y couvocando el vulgo de Córdoba, salió con mano armada en seguimiento de Zafadola y de los suyos, mas ellos se escaparon, y fué á Jaen, y de allí pasaron á Granada, donde hizo guerra á sus enemigos; y Abenfandi

(1146.]

SANDOVAL.-LIB. XVIII. CAP LXXIX.

buena gana. Luego acudió Abengamia; y cercólo en la
ciudad con mucha gente de á caballo, y diestros ba-
llesteros, y comenzó con grandes ingenios y máqui-
nas á combatirla fuertemente. Como Abenfandi consi-
derase el aprieto en que estaba, y que no tenia fuer-
zas para defenderse de su enemigo Abengamia, envió
al emperador le socorriese, y que él se daba por su
vasallo, y pagaria los tributos que quisiese. El empe-
rador oyó bien la embajada, y mandó á llamar á Fer-
nando Joannes, duque ó capitan de la Limia en Ga-
licia, fiel amigo y vasallo suyo, que en los en-
cuentros que el emperador tuvo con el rey don Alonso
de Portugal en la Limia le sirvió fielmente con mucho
valor, y díjole: tomad conde de mis caballeros y sol-
dados los que quisiéredes, y cuantos os pareciere ser
necesarios, é id á Andujar, y juntaos con Abenfandi,
y defended la ciudad hasta que yo vaya. Luego pu-
so en ejecucion el conde don Fernando lo que el em-
perador mandaba, tomando la gente de guerra que
le pareció, y fué marchando con ella à largas jornadas,
hasta meterse en Andujar con Abenfandi: como se vie-
ron juntos, salieron fuera á pelear con Abengamia.
No hubo entre ellos batalla señalada, mas de que di-
versas veces tuvieron sangrientos reencuentros y es-
caramuzas, en que fueron varios los sucesos
vorables á unos, ya á otros.

CAPÍTULO LXXIX.

ya fa

fué recibido en Córdoba por rey y capitan. Envió Zafadola avisando al emperador de lo que pasaba: el nuevo levantamiento de Córdoba del sacerdote Abenfandi, y de algunas ciudades de la Andalucía, que ni querian recibirle por rey, ni pagar al emperador los tributos que debian. Sabido por el emperador, mandó al conde don Manrique Hermengol, y al conde don Ponce, y á Martin Fernandez, valeroso alcaide de Hita que con gentes de armas viniesen luego en favor de Zafadola, y hiciesen cruel guerra. A la hora ordenaron los condes el viaje; y juntando un buen ejército, entraron por la Andalucía matando y destruyendo todo lo que era de la nueva parcialidad, en que hicieron tantos daños, que viéndose los moros consumir con tantas guerras civiles, y con la que los cristianos les hacian, y la que tenian por África, acordaron de llamar á Zafadola ofreciéndole el reino; el cual con la codicia dél juntó la gente que pudo, y vino con grueso ejército á vista del ejército cristiano, y dejándolo en su real, llegó solo con pocos caballeros al de los cristianos de paz para hablar á los condes. Fué dellos bien recibido, y pidió que le diesen la presa y gente que le habían cautivado, y que se iria con ellos al emperador, y se pondrian en sus manos, para hacer en todo lo que él ordenase. Respondieron los condes que de ninguna manera harian tal cosa, que él habia pedido al emperador socorro y ayuda para sujetar los rebeldes de algunas ciudades, y que los castigase y destruyese, y que ellos no habian hecho mas de lo que él habia pedido al emperador, y él les habia mandado. Respondió Zafadola con toda resolucion: si luego no me entregais la presa y cautivos que pido, quitároslo he por fuerza de armas peleando en este campo con vosotros. Dijeron los condes: pues muy en hora buena, que nunca mejor ocasion que esta. Volvió Zafadola á su ejército, y poniéndose en órden los unos y los otros, arremetieron con furor, cayendo de un lado y otro muchos por tierra. Embravecióse la pelea, y en todas partes se derramaba mucha sangre, mas fué Dios servido de dar á los cristianos la victoria, y comenzaron á desmayar los moros, y finalmente à huir, quedando muchos muertos en el campo, y con ellos el desdichado rey Zafadola cautivo y preso de unos soldados; y estando en porfía sobre quién le habia de llevar, llegaron unos soldados que llamaban pardos, y conociéndole, lo mataron, que dió gran pena á los condes, que no quisieran su muerte. Dieron luego aviso al emperador de lo sucedido, y muerte del rey Zafadola, y hallaronle los correos en Leon; y aunque de la victoria y buenos sucesos de los condes recibió placer, dióle notable pena la muerte del rey Zafadola, dando muestras della á todo el pueblo; por donde entendieron hasta los mismos moros, que el emperador no habia sido parte, ni sus gentes le habian muerto por su órden. Sucedió esto era mil ciento ochenta y tres, porque dicen las memorias de Toledo. Fué Zahedola en el mes de Ianero á Córdoba, é mató á Forax adalid, é fuyó á Granada, é despues que fuyo Za-dor, Lope Lopez de Carrion, el conde Ramiro Flores

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hedola, levantaron á Aben Handi rey en Córdoba en el mes de marzo, era mil ciento ochenta y tres ledió Zohedola con cristianos, é mataronle en el mes de febrero, era mil ciento ochenta y cuatro. El alcaide de Abengamia con muy lucida gente de guerra que habia juntado vino contra Abenfandi, nuevo capitan de Córdoba, y no se halló con fuerzas, ni ánimo para esperarlo: salió huyendo de Córdoba, y metióse en Andujar con todos los que le seguian, y los de Andujar lo recibieron de

TOMO III.

Paz que el emperador procuró hacer entre el rey don
Garcia de Navarra, y don Ramon conde de Barcelona.
Entre el rey don García de Navarra, y don Ramon
conde de Barcelona andaba la guerra tan sangrienta y
cruda, que doliéndose el emperador de tantos males
y muertes como por ella padecian los inocentes, pro-
curó componerlos. Para esto les pidió que se viesen
con él en San Esteban de Gormaz. Concertáronse las
vistas para cierto dia del mes de noviembre deste año
mil ciento y cuarenta y seis, donde al dia señalado
acudieron todos, y con el emperador sus hijos los in-
fantes, el arzobispo de Toledo don Ramon, con otros
muchos prelados y caballeros. No fué poderoso el em-
perador para concertar las pretensiones de los prínci-
pes, y así no se efectuó mas que una tregua entre ellos
por cierto tiempo, y que para una señalada jornada
que el emperador pretendia hacer contra moros el rey
don García le ayudase por tierra, y el conde don Ra-
mon por mar, con todas sus gentes y fuerzas. Con esto
se volvieron á sus tierras para poner en órden lo nece-
sario para esta santa jornada.

Hay noticia, que á doce de febrero, que entraba la cuaresma, estaba el emperador en Coyanza, que es Valencia de don Juan, cerca de Leon, y estaba con él don Arnaldo obispo de Astorga, á quien el emperador y á su iglesia dió unas aldeas: don Juan, obispo de Leon; don Guido de Lugo, don Martin de Oviedo; el conde don Ponce, que tenia á Cabrera, mayordomo del emperador; don Nuño Perez, alférez del empera

de Guzman, el conde don Fernando de Galicia, el conde don Manrique, el conde don Rodrigo Gomez de Sandoval, Pelagio Cautivo, Gutierre Fernandez, Gonzalo Bermudez, merino de Asturias.

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rique el emperador se la dió en honor, dejando para su defensa muy buenas compañías de soldados, y gente escogida de guerra. Así veremos que en los privilegios reales que de aquí adelante se traerán, confirma en ellos el conde don Manrique que tenia á Baeza. Dicen que este conde fué padre de los tres condes don Alvaro, don Gonzalo, y don Fernando de Lara: don Gonzalo murió entre los moros estando en Baeza. Poco tiempo duró Baeza en poder de los cristianos, porque luego que murió el emperador, su hijo el rey don Sancho desamparó esta frontera; y como murió, y quedó su hijo don Alonso tan niño, y entre el rey don Fernando de Leon, y caballeros de Castilla hubo tantas revueltas, los moros tuvieron lugar de volver á ganar á Baeza, y la fortificaron mucho, y tuvieron hasta que el rey don Fernando el Santo se la volvió á ganar con harta dificultad, señalándose en ella muchos caballeros, particularmente los de Haro. Trata esto largamente Argote lib. 1. cap. 73, y en los siguientes.

perador don Alonso, revolviéndose los moros, y abra- | lado en esta batalla y toma de Baeza el conde don Manzándose entre sí mismos, y llamado de muchos dellos, quiso aprovecharse del tiempo; y sabida la muerte de Zafadola, que fué por febrero, llamó sus gentes para entrar con poderosa mano en abriendo el tiempo en el Andalucía; y así en el mismo año de la era mil ciento y ochenta y cuatro fué la famosa entrada del emperador contra Córdoba, y la toma de Baeza (1). Llegó el rey don García de Navarra con muy escogida caballería, y gente de guerra á juntarse con el emperador. El conde don Ramon de Barcelona vino con su gente armada sobre mar contra Almería, como estaba concertado, para combatir por mar y por tierra esta ciudad, que era una cueva de ladrones y corsarios. El emperador tenia junta la potencia de todos sus reinos, no quedando hombre de suerte que no le viniese á servir con sus armas y caballo; y los ricos-hombres y señores con todos sus parientes y amigos, enviando todos los concejos sus gentes. Fué tan poderosa la entrada, que yendo el emperador derecho contra Córdoba, no tuvo en el camino estorbo alguno; y llegando á vista de los muros de Córdoba, el gobernador desta ciudad, que se llamaba Abengamia, puesto por el miramamolin de África, rey de Marruecos, no se teniendo por parte para resistir al emperador, le rindió la ciudad, entregándole las llaves de ella, y el emperador con el rey de Navarra entraron en la ciudad de paz; y viendo que no era posible sustentarla, ni convenia desmembrar el ejército para dejar en ella presidio, siendo el intento principal del emperador tomar á Baeza y Almería, dejósela al mismo Abengamia, con homenaje que hizo de tenerla por el emperador.

Dícelo así el tumbo negro. Eodem anno capta fuit Cordoba ab Adefonso Imperatore. Habla de la era mil ciento y ochenta y cuatro: Y dicen las memorias era mil ciento y ochenta y cuatro: El rey Abengamia sacó al rey Aben Handin de Córdoba en el mes de febrero, despues en el mes de mayo prisó el emperador á Córdoba, é despues dióla á Abengamia.

Esta fué la primera vez que la gran ciudad de Córdoba, cabeza de la morisma de España, fué entrada y abatida por los cristianos. De Córdoba pasó el campo contra Baeza. Era Baeza una fortísima ciudad, en que tenian los moros la fuerza y amparo del reino de Granada: y así como llegó el ejército cristiano, y la cercaron, acudieron en su defensa, y se puso en resistencia, defendiéndola valientemente los moros que en ella estaban. Y pareciendo dificultosa de tomar, estando el emperador dudoso qué haria sobre insistir en el cerco 6 alzarle, dicen que se le apareció el bienaventurado | san Isidro, arzobispo de Sevilla, esforzándole, y asegurando de la victoria; y que así la tuvo de muchos moros que venian á la socorrer, que á la vista de la ciudad les dió una sangrienta batalla, en que los venció y destrozó; y los de la ciudad, viéndose sin remedio, se la entregaron. En memoria desta victoria, y honor de san Isidro bienaventurado, doctor de España, y deste insigne milagro, edificó allí un convento de reglares á nombre deste santo. Y por haberse seña

(1) Algunos sienten que esta ciudad no es la que ahora llaman Baeza, sino Baza, porque Baeza está muy á trasmano para poder ir el ejército del emperador, y Baza está en el camino para Almería: mas los privilegios, Garibay, Mariana de rebus Hispanice, Anales de Aragon, Argote de Molina, dicen que fué Baeza, yo en ninguna parte he visto que diga que el emperador tomó á Baza, aunque conforme al camino para Almería, no pudo dejar de tomarla.

Habia vuelto la infanta doña Sancha, hermana del emperador, ya en este tiempo del viaje santo que hizo á la tierra santa, pasando por Francia, de donde trajo la devocion de san Bernardo, y fundó, como he dicho, monasterios de su hábito en Castilla: trajo asimismo otra devocion del bienaventurado san Rufo, que en aquellos tiempos hizo una reformacion de vida, tomando la regla de san Agustin, y se fundaron monasterios muchos de clérigos reglares, que se llamaron canónigos de san Agustin; y es así, que todos los monasterios que dellos hay en España, la mayor antigüedad es deste tiempo, y antes nó, ni en España se conoció la regla de san Agustin: y es verdad que he visto infinitos papeles los mas antiguos de España, reglas, estatutos, concilios, profesiones de religiosos de mil años á esta parte, despues que hay monasterios en España, y en ninguna parte he hallado memoria de la regla de san Agustin, sino algunas reglas hechas por varones santos que se juntaban, y juraban de obedecer á uno, y guardar aquellas reglas ó estatutos; y esto, si bien no todo, hasta años adelante cesó luego que se publicó la regla de san Benito, que la tuvieron por divina, y llamaban por excelencia la regla santa. Y así es sin duda, que cuantos monasterios hubo en España desde el santo hasta este tiempo, y todos cuantos santos ha habido religiosos fueron de san Benito. Desto tengo dicho y probado bastantemente. Digo, pues, que la infanta doña Sancha puso canónigos reglares en San Isidro de Leon, que hasta allí habia sido de monges y monjas de san Benito, y el emperador, su hermano, por la devocion grande que tenia al santo y reconocimiento y memoria del favor del cielo, que en la conquista de Baeza le habia dado, ayudó á esta santa poblacion, y quiso que hubiese en Leon esta nueva regla y modo de vivir, como lo habia puesto en Baeza. Á las monjas que aquí en san Isidro de Leon estaban, dicen que las pasaron á Carvajal, una legua de la ciudad, donde vimos un gran monasterio de monjas benitas, que ahora están en Leon.

CAPÍTULO LXXXI.

Leyes del fuero que el emperador don Alonso dió á la ciudad de Baeza.

Dió el emperador á la ciudad de Baeza fuero por donde se gobernase; el cual hube original del doctor Benito Arias Montano, del hábito de Santiago, ilustre esplendor y gloria de la Andalucía, y de algu

nas leyes del haré memoria. El título del libro comienza:

Fuero del glorioso rey don Alonso.

«Todos los pobladores hayan un fuero en una caloña, et si cundes et potestades, caballeros ó infanzones vinieren á poblar á Baeza, siquiera seyan de mio regno, și quier de otro, tales caloñas hayan cuemo los otros pobladores, tambien de muerte cuemo de vida. Por la cual cosa mando, que no haya Baeza mas de dos palacios del rey y del obispo. Todos los otros fijosdalgo, é los labradores un fuero é un coto hayan. Vecinode Baeza non dá montadgo, ne portadgo de Tajo acá.

El concejo de Baeza non vaya en hueste sino en su frontera, é con el rey, é non con otro: E del rey ayuso un señor, un alcayat, é un merino haya. Ninguno pueda vender, ni dar á monges, ni á homes de órden raiz ninguna ca cum á elos vieda su órden, de dar, ni vender raiz ninguna á homes seglares viede à vos vuestro fuero, et vuestra costumbre aquelo mismo. Todo aquel que casa oviere en la vila, é poblada la tuviere, seya quieto de toda pecha, si non en los muros dela, é del término en sus torres: Empero el cabalero que cabalo tuviere en su casa, que vala cincuenta meticales, é dende arriba, non peche en ningunas cosas por todos tiempos.

El marido non dé nada á la mujer en la muerte, mas aquel home ó mujer é que muriere, ninguna cosa non ha de poder mandar el marido á la mujer, ne la Inujer al marido, sin amor de los herederos.

El que entrare en órden, lieve con él el quinto del mueble, é non mas; é lo que fincare con raiz seya de los herederos, ca non es derecho, ne comunal cosa por desheredar á los suyos dar mueble ó raiz á los monjes.»

De algunas leyes deste fuero hizo memoria Ambrosio de Morales en el cap. 48 del libro 2 para comprobacion de la forma que se tenia en España para salvar y compurgar los delitos por el fierro ardiente. Yo solo he puesto estas pocas (que en ella hoy se guardan) para ornato desta historia.

Por el mes de mayo de la era mil ciento ochenta y cuatro, entró el emperador en la Audalucía, y tomó á Córdoba, y se detuvo en la toma de Baeza hasta la entrada del año siguiente, que tanto porfiaron en se defender los moros de Baeza. No quiso el emperador volver á Castilla, sin conquistar á Almería, contra la cual habian llegado las armadas de los genoveses, y conde de Barcelona, que la habian de combatir por la mar. Túvola el emperador todo el invierno sitiada, y no se le rindió hasta el año siguiente de la era mil ciento ochenta y cinco, que así lo dicen las memorias de Toledo.

CAPÍTULO LXXXII.

Armada contra Almeria.

Deseaba el emperador don Alonso conquistar la ciudad de Almería, puerto y fuerza de mucha importan⚫cia; y como la empresa fuese dificultosa, eran necesarias muchas fuerzas. Estaban en este tiempo mal avenidos, y haciéndose guerra don García Ramirez, rey de Navarra, y don Ramon Berenguer, príncipe de Aragon: deseó concordarlos por ser tan deudos suyos, y por ayudarse dellos para esta conquista, y por noviembre de la era de mil ciento ochenta y cuatro los juntó en San Esteban, siendo medianeros y componedores el infante don Sancho, sobrino del uno, y yerno. del otro; el conde don Fernando de Galicia; el conde don Ponce, mayordomo del emperador; el conde Almerique; el conde de Urgel; don Armengol; don Ramon, arzobispo de Toledo; don Pedro, obispo de Se

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govia; don Bernardo, obispo de Sigüenza; don Esteban, obispo de Osma; y Gutierre Fernandez, que por el emperador tenia cargo de la frontera de Soria. No se pudieron concordar estos dos príncipes: lo que pudo alcanzar dellos fué suspension de las armas por algun tiempo, y que todos se juntasen, y hiciesen una liga contra los moros de Andalucía, y señalaron que para la entrada del verano del año siguiente de mil ciento cuarenta y siete tuviesen aprestadas sus armas. Con esto volvió cada uno á su casa, y el conde de Barcelona, á quien se le dió el cuidado de la flota que se habia de juntar para combatir á Almería por mar y por tierra, partió luego á Barcelona, donde hizo la leva de gentes, y pidió á los caballeros barones, y príncipes amigos, y vasallos que le ayudasen en esta santa jornada. Los principales que dicen que fueron el conde de Urgel, don Armengol de Castilla, nieto de don Pedro Ansurez, el senescal Guillen Ramon de Moncada, Guillen de Cerbellon, Giliberto de Centellas, Ramon de Cabrera, señor de Monclús, Guillen Folc, vizconde de Cardona, Guillen de Anglesola, Ponce de Santa Paula, Guillen de Claramont, Hugo de Troya, y otros muchos caballeros. Llegó despues desto á la playa de Barcelona la flota de los genoveses que habian sido avisados, y llamados por el emperador para servir en esta guerra con sus galeras pagandoselo; y si bien no toca á esta historia, diré un acto digno de memoria, que con devocion, y como príncipe cristiano hizo el conde de Barcelona en servicios de Dios, como era costumbre hacerle los caballeros cuando iban á alguna jornada donde se temia el peligro: éste fué mandar, que cuando algun obispo muriese, ningun ministro de justicia pudiese entrar en su casa, ni saquearla, ni tomar sus bienes, sino que fuesen libres, y se quedasen para su iglesia, y el sucesor de aquella silla: que seria bien se hiciese ahora, pues su santidad goza tan poco de los espolios, y los pobres, y las iglesias, y los prelados padecen tanto. Por parte del emperador se juntaron en Castilla los capitanes y gentes, que segun el prefacio que irá en esta historia, fuéron: el conde don Fernando con la gente de Galicia; el conde don Ramiro de Guzman con la gente de Leon; Ramiro Flores con la gente de Asturias. La gente de Castilla con toda la nobleza della, y el emperador por su capitan; el conde don Ponce con la gente de Extremadura; el conde don Fernando Ioannes; Alvar Rodriguez, nieto de Alvar Fañez de Toledo, tan valiente que le comparan con el Cid; Martin Fernandez de Ita; Gutierre Fernandez de Castro, ayo del rey don Sancho el Deseado; el conde Almarique ó Manrique; el rey don García de Navarra, yerno y consuegro del emperador, con mucha, y muy lucida, y valiente gente, como lo son los navarros.

Pasaron los reyes con el campo contra Almería, ciudad que era de muy gran contratacion, adonde ya habia llegado el conde de Barcelona con su armada, y de los genoveses. Era rey ó caudillo de Almería Yaheya Aben Hit Alnayor. Apretóse el cerco, y se le dieron recios combates por mar y por tierra; y por la parte de la tierra derribaron unas torres y lienzo del muro, con que los moros se dieron por vencidos; y pidiendo partidos, no quiso el emperador oirlos, y así se entró la ciudad, recogiéndose mas de veinte mil moros á un fuerte della, donde luego fueron cercados, y por muy largo rescate que dieron, los dejaron salir con las vidas. Dicen que fué la toma desta rica ciudad á diez y siete de octubre, era mil ciento ochenta y cinco. Las memorias de Toledo dicen: Prisieron cristianos, genoveses Almería en el

mes de octubre, era mil ciento ochenta y cinco. De mane- | »los moros vinieron de la otra parte, é lidiaron muy

ra que se detuvieron hartos dias en la conquista de Baeza y Almería. La verdad se verá por los privilegios, de quien haré relacion. Fué riquísima la presa que se hubo, y aquel precioso vaso de esmeralda que dió el emperador á los genoveses que habian ayudado con su armada. Partieron los príncipes lo mas precioso entre sí, dando ai emperador la mejor parte, al rey de Navarra y conde de Barcelona, y entre los soldados se repartió lo demás: y dejando muy á recaudo la ciudad con mucha gente de guerra, los príncipes se volvieron á sus tierras ricos y victoriosos, siendo recibidos por todos los lugares con grandes alegrías y procesiones; porque fué esta victoria de Almería muy estimada por toda la cristiandad, por haberse quitado aquel refugio de los corsarios que hacian notables daños en todas las costas del mar Mediterráneo.

»>fuertemente, é fueron los moros vencidos é malan-
»dantes, segun que lo dijera el confesor, é mataron
>>muchos dellos sin cuenta, é corrieron los otros cinco
»leguas, firiendo é matando en ellos; é los moros fin-
>>caron por pecheros: mas luego que salió dende el em-
»perador, tomaron los moros la villa, é apoderáron - -
»se del alcázar: é por este milagro ordenó despues el
»emperador la iglesia de San Isidro de canónigos re-
»glares. E desque hubo el emperador conquerido á
»Baeza, fuése para Almería, é cercóla, é estragó toda
»>ia tierra; é teniéndola cercada, vinieron en su ayu-
»da don Remonde conde de Barcelona, é los genoveses
»cen muy grande flota: é con ayuda del conde é de
»los genoveses presó la villa en esta guisa. Tomó la vi-
>>lla para sí, é tomó el haber que hi ganó, é fizo otra
>>parte, é de una escodilla de esmeralda (1), fizo otra
>>parte, é mandó á los genoveses que escogiesen de
aquellas dos partes, el haber ó la escodilla; ellos to-
>>>maron el escodilla antes que el haber, que era muy
»grande, é toviéronse por pagados con ella, é llevá-
>>ronla para Génova, y la tienen muy bien guardada,
»é dió el haber al conde don Ramon su suegro.»>

Diré un milagro digno de memoria, que escriben que sucedió en la conquista desta ciudad; y fué, que en uno de los muchos asaltos que los cristianos la dieron; fué preso por los moros don Galceran de Pinos, caballero catalan; por cuya libertad y rescate pedia el rey moro de Granada un precio excesivo: cien mil doblas de oro, cien paños de seda de Tohir 6 Tauris, Parece asimismo, que en esta jornada se tomó el cien caballos blancos, cien vacas bragadas y cien don- fuerte castillo de Calatrava, donde los moros tantos cellas. Y aunque tan extraordinario, procuraron con males y daños habian hecho á los cristianos. No he hatodo eso buscarle don Pedro Galcerán de Pinos y doña llado historia que trate de la toma desta villa, mas de Berenguela de Moncada padres del cautivo; y los va- un privilegio en que el emperador da á la iglesia de sallos de la baronía de Pinos, y lo enviaron camino del Astorga, y á su obispo don Arnaldo muchas heredapuerto de Salou, donde habia ya competentes navíos des; y dice la fecha en Salamanca á tres febrero era para llevarlo a Granada. Pero no fué menester embar- mil ciento y ochenta y cinco, en el año que el emperacarlo, porque en lo que hay desde Tarragona á Salou, dor tomó á Córdoba, y le fué vuelta Calatrava; y conque es poco trecho, hallaron á don Galceran con liber- forme á esto la toma destas ciudades fué en el año de la tad, y habíasela dado el bienaventurado san Esteban era mil ciento y ochenta y cuatro que el notario cuenpatron de su villa de Bagan, cabeza de la baronía de ta aquí el año que fué fin del de mil ciento y ochenta y Pinos, á quien él habia estado continuamente pidien- cuatro y principio del de mil ciento y ochenta y cinco, do esta merced: que en el postrer dia de su prision, á como ahora comunmente hablamos. Y por otra donala tarde le apareció vestido como diacono, y cercado cion que los dichos emperador y emperatriz hicieron á de gran claridad, diciendo bajaba del cielo para librar-la dicha iglesia de Astorga, y á su obispo Arnaldo á le. Vió la maravilla otro caballero catalan compañero | cuatro de abril era mil ciento y ochenta y cinco, dice suyo, que con él habia sido cautivado en la misma jornada de Almería, llamado Sancerim, señor del castillo de Suyl: y quedando con ella enseñado para procurar su libertad, invocó á san Ginés patron ce su castillo: el cual al punto le apareció para dársela. Los dos santos sacaron de la prision á estos caballeros tan poderosamente, que el dia siguiente al romper del alba, dieron con ellos en el dicho puerto de Salou. Escriben esto autores muy graves.

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que reinaba en Leon y en Córdoba. Y las memorias de Toledo dicen que en la era mil ciento y ochenta y cinco por el mes de enero se tomó Córdoba ; y era que aunque el emperador estaba con su campo en la Andalucía, otros capitanes hacian entradas, y salteaban lugares y á veces ganaban, y otras volvian con las manos en las cabezas, que así les sucedió este año, que unos ganaron á Calatrava, y otros fueron muy bien descalabrados, que así dicen las memorias: Arrancada sobre los cristianos en Alcanubat, era mil ciento y ochenta y cinco. Parece bien la ocupacion que el emperador tuvo este año y el pasado, porque dellos hay privilegios suyos. El monasterio de san Pedro de Arlanza tiene una carta fecha era mil ciento y ochenta y cinco á cuatro de febrero, que es una concordia con la iglesia de

» á Bieza é á Almería, é como las prisó. El emperador | Osma, y dice en la data: Anno videlicet quo Eldifonsus

» sacó su hueste muy grande, é cercó á Baeza, é yogó »sobre ella muy gran sazon ; así que los cristianos non »los podian durar, é íbanse dende : é los moros cuan» do los vieron como los cristianos se iban dende: » ayuntáronse en uno, é hubieron su consejo que diesen » batalla al emperador, et que descercasen la villa. É » el emperador ya siendo dormido en su lecho, apa» reciole san Isidro é comenzole de conortar, é díjole »que saliese otro dia á lidiar con los moros, é que él le »ayudaria de manera que venceria los moros. E otro

di de grande mañana, armáronse los cristianos, e

| Hispaniarum Corduvamet Calatravam vicepit, et Abengamian Regem Mohabitarum sibi subjugavit.

Los caballeros y ricos-hombres que en este año de la era mil ciento y ochenta y cinco suenan en sus privilegios son: el conde don Ponce, que tenia la tierra de Cabrera, mayordomo del emperador; Nuño Perez, alférez del emperador; Lope Lopez de Carrion; el conde Ramiro Flores; el conde don Fernando de Galicia; el conde don Manrique, que tenia (1) Esta esmeralda es toda de una pieza y la tiene hoy dia Génova.

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