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ser descubiertos; y fortificándose en ellas, hicieron su asiento, y ordenaron que dejasen allí todo el bagaje, y carga que llevaban; y en guarda y defensa dello parte de la gente, y que la mas escogida y bien armada saliese a tal punto, que á la media noche pudiesen dar en los contrarios, que sin cuidado dellos estaban. Púsose luego en órden, como se habia acordado, y pidiendo el favor del cielo y del apóstol Santiago, patron de España, comenzaron á marchar al medio dia, sin ruido de atambores ni pendones levantados, sino solo el que hacian los caballos. Caminaron muy en órden, y tan á compás, que á la media noche, cuando los moros estaban sepultados en el sueño sin pensamiento de enemigos, los nuestros dieron en las tiendas del rey Texufino con tantas voces y estruendo de armas y trompetas y otros instrumentos, que parecia que el poder de España estaba sobre ellos. Comenzaron á matar, poner fuego á las tiendas, y hacer destrozo en ellos, mas como los moros eran muchos, y los nuestros pocos, no pudieron acometer todas las partes del real y así, aunque en la una andaba viva la pelea y confusion de los moros embarazándose unos y otros, en la otra tuvieron lugar de armarse, y poner en órden para socorrer á los suyos: así acometieron con tan gran furor á los nuestros, que como leones andaban en la batalla. Con esto se agravó mas la lid, y comenzó á ponerse en un peso, mas fué tanta la virtud de los caballeros cristianos, que matando la mayor parte de los que contra ellos peleaban, pusieron en huida á los otros; y al rey Texufino, que como valiente capitan ordenaba los suyos, peleaba, hirieron muy mal de una lanzada en un muslo; y to- | mando caballo, y aun dicen que sin silla, viendo que la rota de los suyos era sin remedio, huyó, y con él todos los que escapar pudieron, dejando las tiendas, y cuanto en ellas tenían, que solo curaron de salvar sus personas. Era ya el dia claro cuando los nuestros se hallaron victoriosos y señores del campo entre infinidad de muertos, y siendo muy pocos los que de los cristianos faltaban: y con el gran despojo de los enemigos, banderas, estandartes, caballos, armas, y otras riquezas, cuales se pueden entender que llevarian tres reyes tan ricos, y un ejército tan 'grueso y poderoso. Juntáronse luego los que habian quedado en guarda del real y fuerte, con los demás que tambien habian peleado y partiendo entre sí la presa á gusto de todos, dieron la vuelta para sus ciudades; y el rey Texufino vencido y herido, lleno de melancolía, volvió á Córdoba, adonde estuvo muchos dias en cura de la berida; y aunque sanó della, quedó cojo toda la vida.

CAPÍTULO LXX.

dajoz, y ganar en ella la prez y honra que en otras tales habian conseguido. Hicieron llamamiento de todos los suyos, convidando los parientes y amigos que en otras partes tenian; y juntaron un razonable ejército de muy lucida caballería, cual siempre la tuvo esta insigne ciudad, y escogidos soldados, valientes peones, acheros y ballesteros, y marcharon contra la ciudad de Badajoz. Corrieron la tierra, haciendo el mal posible, y presas que pudieron haber, sin perdonar nada. Sentian los moros tantos daños, y daban voces al cielo, pidiendo venganza de las molestias que les hacian los cristianos. El rey Texufino de Córdoba quiso salir á esta causa, y juntó sus alcaides y capitanes, y con ellos un poderoso ejército de mucha caballería, determinado de ir en busca del conde don Rodrigo Giron, y dar la batalla: mas supo de un moro, que se habia escapado del campo del conde, la rota del rey de Sevilla, y muerte dél y de los suyos, y temió encontrarse con tal capitan y ejército, que acababa de ganar la victoria. Supo que los cristianos de Salamanca corrian la tierra de Badajoz, y parecióle que las podria haber mas al seguro con ellos. Mandó caminar las banderas contra ellos. Llegaron á toparse, y á vista un campo de otro. El de Córdoba se hizo fuerte en su real, cercándole con trincheras, y estuvieron quedos los unos y los otros aquel dia; y en la noche, viéndose los nuestros embarazados con tantos cautivos, y que si se soltasen, mientras ellos peleaban con sus enemigos, era manifiesto el peligro, degolláronios á todos. Mandó el rey de Córdoba que fuese uno á saber de los cristianos quién era su capitan : al cual respondieron que cada cual era capitan de sí mismo, y entre ellos no habia otra cabeza. Túvolos el moro por locos y gente sin término, estimólos en nada, y con mucho contento dijo á los suyos: este es ejército de locos y vanos hombres, su Dios los envia al matadero. Algunos caballeros naturales de Salamanca, viendo el mal órden que entre sí habia, estando sin una cabeza que los rigiese, retiráronse aquella noche, y tomaron el camino para su tierra, no queriendo hallarse en la batalla. En saliendo el sol sonaron los atambores é instrumentos de guerra, haciendo señal á la batalla: la cual se trabó entrando los cristianos en ella sin órden y sin capitan, que aunque fueran leones, no teniendo cabeza, era cierta la pérdida: pues vale mas el ejército de corderos con el capitan leon, que el ejército de leones con el capitan cordero. Con poca dificultad fueron vencidos los de Salamanca, y comenzaron á huir con toda furia, matando los moros sin piedad en ellos. Perdieron el real y cuanto traian consigo, no curando de mas que de salvar las vidas. Derramáronse por los campos y vias secretas los que pudieron escapar. El rey de Córdoba, recogiendo el despojo, no hallando con quien pelear, dió la vuelta

Entrada que hicieron los de Salamanca en tierra de á Córdoba. No fué esta sola la rota que los de Salamoros, y rota que padecieron por su mal órden.

manca padecieron, en solo este año se les dieron otras tres, por no seguir una cabeza, y ser temerarios, acometiendo empresas que sus fuerzas no alcanzaban á ellas. Suele Dios pagar así la soberbia. Escarmentados con los malos sucesos, volviéronse à Dios: y dice esta

La ciudad de Salamanca que, como dije, babia estado muchos oños destruida, con el favor del conde Ramon, señor de Galicia, y de su hijo el emperador don Alonso, habia medrado tanto en vecindad y nobleza de caballeros, que formaban sus ejércitos, y ha-historia que le dieron las décimas y primicias; y así él cian entradas notables en tierra de moros con tanta osadía, que algunas veces les costaba caro, por aventurarse demasiado con el valor de sus fuertes corazones. Supieron la cavalgada que el conde don Rodrigo Gonzalez Giron el de Valladolid, alcaide de Toledo, habia hecho contra Sevilla: y no se teniendo por ménos, quisieron ellos hacer otra semejante contra Ba

les dió juicio para que escogiesen por su capitan al conde don Ponce, que era un gran caballero de Leon, bien continuo en los privilegios reales entre los ricoshombres que los confirman: aunque andan dos, uno de Cabrera, que entiendo era español y gallego; y otro de Minerva, que era extranjero y de los condes de San Gil y me parece que el que fué capitan de Sa

lamanca era el gallego; y con él y otros capitanes que les dió el emperador, hicieron muchas entradas en las tierras de los moros, y corriéronlas, vengando cumplidamente las muertes de sus hermanos; y ganaron muchos despojos, con que la ciudad de Salamanca se ilustró en tener grandes caballeros, y gente experimentada en la guerra; crecieron sus edificios, extendióse la poblacion, y fueron grandes sus riquezas, que aun hasta hoy dia duran en esta ciudad la nobleza y armas, y con ellas las letras que despues se fundaron en ella.

CAPÍTULO LXXI.

El conde don Rodrigo Fernandez de Castro, alcaide de Toledo, y victoria que hubo del rey de Córdoba.

Dije, como el conde don Rodrigo Gonzalez Giron de Valladolid, cansado de la guerra, pidió al emperador le quitase el cuidado que tenia de Toledo, y con deseo de la salud de su alma, fué á la tierra santa. Dió el emperador lo de Toledo al conde don Rodrigo Fernandez de Castro, caballero castellano de los mas ilustres del reino, y extremado capitan, de cuyo nombre están llenus los privilegios, y de sus hazañas las historias. Luego que tomó la posesion del oficio, amando la honra, aborreciendo la ociosidad, juntó toda la gente de guerra que pudo de Castilla y Toledo, y hizo largas correrías por tierra de moros, sin hallar quién le saliese al encuentro. Volvió á Toledo con gruesa presa de oro y piata, cautivos y ganados, dejando abrasada la tierra. Quisiera el rey Texufino salir á él, mas no se hallando con fuerzas competentes, dejólo, dando órden en juntar las que le fuesen posibles, y satisfacerse de las injurias. Pidió favor á sus amigos, trajo algunos capitanes de África, con que hizo un lucido ejército de á pié y á caballo: que la historia no dice mas de que era innumerable la multitud de los ballesteros, caballeros y peones, con que soberbio el rey pensaba en un punto acabar nuestras gentes; y salió á un lugar que se llamaba Almont, que no sé si es Almonacid. No estuvo quedo encerrado en los seguros muros de Toledo el coude don Rodrigo, ántes al estruendo de las armas moriscas juntó las suyas, y salió en su busca, animando sus gentes, poniéndoles por delante como el rey don Alonso con sus valientes caballeros habia ganado aquel reino de los moros, y que no habian de ser ellos ménos para conservarlo, que sus pasados habían sido para ganarlo. Puestos en órden los campos, arremetieron los unos contra los otros, arrojando las lanzas, disparando infinitas saetas, que del cielo parece que llovian: y fué Dios servido que la victoria se declaró por los de Toledo; y el rey Texufino salió huyendo con gran parte de su ejército. Los cristianos, recogiendo el despojo, dieron la vuelta para Toledo.

Hizo segunda jornada el conde don Rodrigo contra los moros, y corrióles la tierra hasta el lugar que se dice Serpia (1), donde le salieron á dar batalla unos alcaides ó reyezuelos moros, que con facilidad fueron vencidos, y la mayor parte muertos y don Rodrigo se quedó en Extremadura, no dice en qué lugar. Y salió tercera vez con sus gentes; y llegando á un lugar que se dice Silvia (2), salieron á él infinitos moros de á pié y á caballo y se dieron una sangrienta batalla, en que

(1) Serpia: puede ser la villa de Serpa en Portugal, pues no cae lejos de la Extremadura, adonde inverno don Rodrigo. B. (2) Por la razon antecedente parece que Silvia puede ser la ciudad de Silves en el Algarbe. B

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murieron muchos dellos, los demás huyeron, quedando el campo por el valeroso conde don Rodrigo Fernandez de Castro; y recogiendo sus gentes, cargados de despojos del enemigo, volvieron para Toledo. CAPÍTULO LXXII.

Reedificóse el castillo de Aceca.

Queda dicho como el rey Texufino de Córdoba venció á Tello Fernandez en el castillo de Aceca, y le entró y destruyó hasta los cimientos. Era una fuerza de importancia contra los moros, señaladamente contra los de la ciudad que esta historia llama Aurelia, y es Cazorla (1). En este tiempo vivia en Extremadura, que no dice en qué lugar (ni se ha de entender qué era la que ahora así se llama) un caballero cuyo nombre era Gozelmo de Ribas, soldado belicoso y de mucha hacienda, señor de grandes posesiones, con que tenia copia de pan y vino. Fué este caballero al emperador, y pidióle licencia para reedificar este castillo, y que el conde don Rodrigo, alcaide de Toledo, le diese favor y ayuda con la gente de guerra, para que los moros no le impidiesen la obra. El emperador se la concedió, y Gozelmo de Ribas con toda su familia, mujer, hijos é yernos fuéron á Toledo, para que el conde don Rodrigo saliese con sus gentes con ellos á la guarda de la obra, como se hizo; y poniendo sus tiendas al pié de las ruinas del castillo, comenzó luego á labrarse con fortisimos muros, y altas paredes y torres muy firmes, haciéndole casi inexpugnable. No se atrevieron los moros de Aurelia á tratar de impedir la obra, porque era grande el miedo que tenian al conde don Rodrigo. Puesto en perfeccion, Gozelmo de Ribas se entró en él con todos los suyos, basteciéndole de mucho pan y vino, y con escogidos soldados, para que la ciudad de Toledo tuviese aquel presidio contra Aurelia, donde habia valientes moros, que cada dia hacian muchas correrías y daños en tierra de Toledo y Extremadura; y deste castillo salian de continuo, y tenian escaramuzas con ellos, en que unas veces unos y otras veces otros eran vencedores.

CAPÍTULO LXXIII.

Algunas memorias que del emperador hay en este año. He referido la historia de Toledo, que confusamente trata de las entradas que los capitanes castellanos hicieron en tierra de moros, sin decir año ni dia; y segun hallo, fueron en los que los reyes cristianos se hacian guerra unos á otros: que no era tan perezoso el emperador, ni tan amigo de estarse en casa, que no deseaba mas las armas contra los enemigos de Dios. Deste año de la era mil ciento y setenta y nueve no hallo que referir mas que algunas donaciones que este cristianísimo príncipe hizo á la Iglesia, por las cuales sacaremos dónde estaba con su casa y corte. Por una carta del conde don Osorio, y su mujer doña Teresa, que dicen eran condes en Aguilar, y en Liebana, y en Leon, y en Campos, que tanto se extendia su gobierno, parece que el conde don Rodrigo Gomez de Sandoval tenia las montañas de Burgos y Castilla vieja; y que Diego Muñoz era mayordomo del emperador, y Ponce de Minerva alférez, primero dia de febrero jueves, año mil y ciento cuarenta y uno: y es así, porque en este

(1) Ni Aceca era en Extremadura, ni Aurelia se debe reducir á Cazorla: Aceca conserva su nombre entre Aranjuez y Toledo, y el de Aurelia ha dejenerado en Oreja, pueblo dos leguas de aquel real sitio al oriente. B.

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Fué muy triste este año para los reyes, porque perdieron al infante don García su hijo, siendo de poca edad. Mandaronle sepultar en el monasterio de Oña de la órden de san Benito, como consta por la donacion que los reyes hicieron al monasterio de muchas posesiones con la villa de Lences. Es verdad que el tumbo negro de Santiago pone su muerte cuatro años adelante, no sé en cual escritura está el yerro; y aun parece que el infante don García era de mas edad que su hermano don Fernando, y que su muerte fué despues del mes de mayo deste año; porque á diez dél el emperador su padre con la emperatriz dieron un privilegio al monasterio de Samos en Galicia, en que le confirman el coto, y alargan sus términos: y dice fué fecha esta carta en Got de Celeto, cerca de Almonacid entre Toledo y Maura, residiendo aquí el emperador puestas sus tiendas, esperando su ejército: imperando en este tiempo en Toledo, Leon, Zaragoza, Nájara, Castilla y Galicia. Confirman por esta órden, el emperador, la emperatriz, el rey don Sancho su hijo, don García su hijo, don Fernando su hijo. Y hallábanse con el emperador Raimundo, arzobispo de Toledo, don Pedro, arzobispo de Santiago, Bernardo, obispo de Sigüenza, y capellan del emperador, Pedro, obispo de Segovia, Pedro, obispo de Palencia, Martino, obispo de Oviedo, Guido, obispo de Lugo, Juan, obispo de Leon, Pelayo, obispo de Mondoñedo, Pedro, obispo de Burgos, don Fernando, conde de Lemos y Sarria, el conde don Ponce, mayordomo del emperador, el conde Ramiro Flores, el conde Rodrigo Gomez de Sandoval, el conde Manrique, el conde Hermengaudo de Urgel, Gutierre Fernandez, Fernan Joanes, Alvaro Rodriguez. Tantos prelados y caballeros acompañaban la persona del emperador; de suerte, que la entrada fué pode

año fué la letra dominical D. A veinte y uno de marzo deste año estaba el emperador en Burgos, como parece por una donacion que en este dia hizo al monasterio de Santo Domingo de Silos: y dice que le hace esta merced delante de los condes y príncipes, y grandes de su imperio. Parece que á veinte y cuatro de abril deste mismo año el emperador estaba en la ciudad de Nájara, y hace donacion al monasterio de nuestra Señora de Balbanera, de la órden de san Benito, de una serna en Grañon, que es junto á Santo Domingo de la Calzada y dice ser el año séptimo en que fué coronado en Leon, y que reinaba en Toledo, en Leon, Zaragoza, Nájara, Castilla, Galicia: y hallábanse con el emperador don Sancho, obispo de Nájara, don Pedro electo de Burgos, el conde don Rodrigo Gomez, el conde don Lope Diaz, Gutierre Fernandez, Diego Muñoz, mayordomo del emperador, Miguel Felix, merino de Nájara, que era el oficio que ahora tienen los adelantados (y por eso se daba á ricos-hombres), Diego Flores alférez. Y en los últimos dice en latin. Ego Petrus Gonzalez Dominus, et Princeps Castelli Grañonis hanc donationem imperatoris concedo, et confir- | mo. En Galicia estaban en estos mismos dias el conde don Rodrigo Gomez Osorio, el conde Osorio Martinez. Y parece que se detuvo en la Rioja hasta los cinco de noviembre deste año, como parece por una donacion, que entre otras muchas hizo al bienaventurado confesor santo Domingo, deseando que la poblacion deste Jugar creciese, habiendo treinta y dos años y medio que el santo falleciera; dió su carta en uno con la emperatriz doña Berenguela, á ruego é instancia de don Sancho, obispo de Calahorra, en que concede á los que habian poblado en el Burgo de Santo Domingo, y á todos los demás que adelante poblaren, para que en los pastos de sus ganados, montes y aguas, etc. tuviesen la misma parte que en los lugares circunvencinos tenian, y otras cosas: y dice que lo concede estando en Nájara. Que tal era esta ciudad en aquellos tiempos, cabeza del reino, y el monasterio real que allí está fundado, silla obispal: y de tanta poblacion, que residian en ella los reyes muchas veces, y largo tiempo, no solo por ser frontera de Navarra, pues ántes que lo fuera hacian los reyes el mismo asiento en ella, sino tambien por ser la ciudad de mucha calidad, y la tierra mejor de España; sana, alegre, y con todos los regalos que para la vida humana se pueden desear, y los naturales della gente discreta, y de valor para paz y guerra, y para letras. Los caballeros que en estos dias del mes de noviembre se hallaron en Nájara con el emperador, son el obispo don Sancho, el conde don Rodrigo Gonzalez Giron, el conde don Rodrigo Perez Velloso, el conde don Lope Diaz de Haró, Gutierre Fernandez de Castro, mayordomo del emperador, Diego Muñoz, y el merino Miguel Felix, don Ponce de Minerva, alférez del rey don Sancho, que era el hijo del emperador con título de rey, García Fortunones, caballero de Navarra.

En esta era mil ciento setenta y nueve el emperador con la emperatriz doña Berenguela dieron á San Millan el lugar de Villadulquit, reinaban en Leon, Toledo, Zaragoza, Nájara, Castilla, Galicia. Obispo de Nájara Sancho, Pedro de Burgos, Estéfano de Osma, el infante don Sancho, hijo del emperador, Gutiere Fernandez, nutricius ejus, su ayo, el conde Rodrigo Gomez de Sandoval, el conde Ladron, el conde Rodrigo Gonzalez, Diego Martinez mayordomo, Vela Ladron, Domingo Martinez, alcalde de Nájara.

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rosa.

Esta jornada que el emperador hacia fué contra la ciudad de Coria, que en muriendo don Alonso el sexto, la volvieron á ganar los moros. La historia de Toledo dice que la cercó, y tomó despues de la toma de Cazorla, dice que duró dos años y medio, y entiendo no fué tanto. Esta toma debió de hacer mientras los príncipes cristianos se aparejaban para venirle á ayudar. Cercó la ciudad de Coria con todo su ejército, combatiéndola por todas partes; y por ser sus muros altos y fuertes, mandó que los ingenieros hiciesen una torre de madera mas alta que los muros de la ciudad, y arrimándola lo que pudieron, tiraban saetas los ballesteros que iban en ella y otros tiros. Hicieron otras máquinas y baluartes que llama vineas, y arrimándose con ellas á los muros, comenzaron á socavarlos, y minar sus torres. Los moros mohabitas, que eran los de allende, y los agarenos, que eran los naturales de España, defendíanse valientemente, y tapiaron las puertas de la ciudad de manera, que á ninguno fuese posible entrar ni salir: mas como el cerco fuese porfiado, y los cercados muchos, los mantenimientos pocos, comenzó la hambre, y fuelos apretando, de manera que perecian muchos cada dia. Con esto comenzaron á tratar de medios, como el emperador les diese lugar, que dentro de un mes buscasen quién les favoreciese, y que si no lo hallasen, le entregasen la ciudad libremente con todos los cautivos, armas, banderas, y demás cosas que eran y pertenecian al rey; y ellos con sus hijos y mujeres pudiesen salirse donde quisiesen, sin que se les hiciese daño, y llevasen su ropa. Con esto enviaron al rey Texufino de Marruecos, dán— dole cuenta del estado y aprieto en que estaban, y

pidiéndole que los socorriese, donde nó, que no les ¦ príncipe (esto es, segundo alcaide de Toledo) y mandó era posible otra cosa, sino que habian de entregar la á todos los caballeros, y gente de guerra, que eran de ciudad. Tambien enviaron á los reyes moros de Cór-los puertos afuera, que le obedeciesen como á tal; y doba y Sevilla, Avincete y Azuel, diciéndoles el asien

to que con el emperador, á mas no poder, habian hecho. Y como no se hallasen los reyes moros con fuerzas para enviar el socorro que se pedia, y resistir al emperador: mandaronles que le entregasen la ciudad, y ellos se saliesen, como estaba entre ellos concertado. Entregóse luego la ciudad al emperador era mil ciento y ochenta, año mil ciento cuarenta y dos, que así lo dicen las memorias de Toledo: Priso el emperador á Coria, é fué en ese año con hueste sobre tierra de moros, é vino un porco montés, é firió al emperador, y tornáronse de su hueste era mil ciento y ochenta; y pusieron los estandartes reales con la señal santa de la cruz, de que siempre usó este catolico príncipe en las torres y muros mas altos de la ciudad; y yendo á la mezquita de los moros, la limpiaron de su inmundicia, consagrándola á Dios y á la Virgen nuestra Señora santa María, hallándose á ello los prelados, clérigos y religiosos que iban en el campo, dando mil gracias a nuestro Señor que así dilataba y aumentaba su iglesia en manos del católico emperador. Y como antiguamente esta ciudad habia sido decorada con la silla pontifical, antes que España se perdiese, como consta por los concilios que en tiempo de los reyes godos se celebraron en estos reinos, quiso el emperador restituirle este honor, poniendo por obispo della un insigne varon de virtud muy rara, cual para piedra fundamental se requería. Dice la historia de Toledo que se llamaba Navarro; mas engañóse, que el primer obispo que el emperador aquí puso, se llamó Suero, como consta por los privilegios y Navarro fué el que el emperador puso por obispo de Salamanca. Entróse la ciudad en el mes de junio, segun dice la historia de Toledo; y si está verdadera, dos meses pudo estar cercada. Eu lo que toca al año no sigo esta historia, porque manifiestamente está errada por culpa de los que la escribieron. De Coria volvió el emperador á Salamanca.

CAPÍTULO LXXIV.

Don Nuño Alonso frontero de Toledo, y general de la caballería, y gente de guerra de Toledo, y lo que hizo este año contra los moros.

Tenia Nuño Alonso á su cuenta el castillo de Mora en el reino de Toledo; y sucedió que los moros de la Andalucía hicieron una gran cabalgada, entrando por el reino de Toledo robando y matando por los campos de Escalona y Alfarnin, y tomaron el castillo de Mora; porque Nuño Alonso se descuidó en tener la guarda que convenia. Fortaleciéronle los moros, y volviéronse luego, porque no se detenian mucho mas de dia y noche donde llegaban. El emperador mandó edificar otro castillo contra el de Mora, y dióle à Martin Fernandez, que siempre hizo guerra al de Mora hasta que le recobró.

Quedó afrentado y corrido Nuño Alonso, y no se atrevió á parecer ante el emperador, y como desesperado de la vida, la puso en notables peligros por cobrar la honra que habia perdido; y con muchos amigos, gente de guerra de Toledo, Guadalajara, Talavera, Magariz, Avila y Segovia, y otras partes no cesaba de hacer cruel guerra á los moros, en que tuvo venturosas suertes, tanto, que solo su nombre ponia pavor en ellos. Viendo esto el emperador, llamóle que pareciese en su corte, y recibióle en su gracia, y hízole segundo

TOMO III.

asimismo todos los capitanes y soldados de Extremadura, sabiendo cuan extremado capitan era, se regian por él, y gustaban pelear debajo de su bandera. Esto decia la historia de Toledo de Nuño Alonso, y llámale Vir belicosissimus. Diré, despues de ser glorioso en armas, quién era, y quién hay descendiente dél, y que son ganancias de los hijos que se les deben por tales padres. Con la honra que el emperador hizo á Nuño Alonso se le dobló el ánimo, y acrecentaron las obligaciones de servir mas a su príncipe, y señalarse mas; el cual escogiendo novecientos hombres de los mas fuertes caballeros de Toledo, Avila y Segovia, y mil infantes, segun otras veces lo había hecho, entró por los campos de Córdoba haciendo el mal que podia, y á vista de la ciudad puso sus tiendas, y fortificó el real, y dél salia con los suyos corriendo toda la campaña de Córdoba, de donde traia grandes presas de plata, oro y ganados. Soltóse un moro cautivo, que se decia Azvel, al tiempo que el rey de Córdoba estaba con el de Sevilla tratando de juntar sus fuerzas, y entrar en tierra de cristianos, señaladamente contra la ciudad de Toledo; aunque no hallaban manera, por ser negocio peligroso acometer lugar tan fuerte, y que tales caballeros y soldados tenia. Estando en esto llegó el moro, que huyendo habia salido del ejército de los cristianos, y les contó todos los males y daños que habian hecho, y dijo la gente que era, y disposicion en que estaban. Al punto mandaron los reyes hacer señal al arma por toda la tierra hasta Sevilla, y que se juntasen en Córdoba para salir contra los cristianos. Brevemente se juntaron millares de hombres caballeros, peones y ballesteros. Puestos muy en órden salieron en busca de Nuño Alonso y de los suyos, que sintiendo el gran estruendo de las armas se retiraban. Caminaron en su seguimiento, y llegaronlos á alcanzar, donde luego fueron vistos dellos. Procuró don Nuño reconocer el campo de los enemigos, y entendió, viéndole tan poderoso, que los reyes moros en persona venian en él, y dijo á los suyos: poderoso ejército es el que contra nosotros viene, y en él los reyes de Córdoba y Sevilla, retirémonos en la montañuela de Montelo, que es lugar fuerte, y puestos en órden esperémoslos en el nombre de Dios. Hizose así: y llegados al monte asentaron el real, y lo mejor que pudieron se fortificaron; y tomando algun refresco, se encomendaron puestos de rodillas à Dios, volviéndose á él muy de corazon, pidiéndole favor contra los enemigos de su santo nombre. Hicieron voto de ofrecer á la santa iglesia de Santa María de Toledo la décima parte de lo que en esta jornada ganasen. Esforzando Nuño Alfonso sus gentes, las puso en órden de batalla, repartiéndolas en dos partes, dejando la montaña á las espaldas, para que la multilud de los enemigos no los cercase, y cogiese en medio; y diciendo á los suyos que no temiesen, y que se acordasen algunos que allí estaban, que siendo solos setenta habian peleado con el rey Texufino de Córdoba, y con toda su caballería en los campos de Almodovar, y los vencieron, huyendo feamente Texufino, no muriendo de los cristianos sino solo un soldado. Recibieron el santo sacramento la mayor parte dellos; y llegando al punto de dar la batalla, arremetieron los enemigos con grandes alaridos, conforme à su costumbre. El rey Avencera de Sevilla, como vió la poca gente que los de Nuño Alonso eran, y que en su campo no habia otro pendou 10

neficio, como de su larga y poderosa mano habian re-
cibido. Estaba el emperador á este tiempo en la ciudad
de Segovia, y la emperatriz y Nuño Alonso le hicieron
luego correo, dando aviso de la victoria, y suplicán-
dole tuviese por bien venir á Toledo; lo cual el empe-
rador hizo luego. Y sabiendo de su venida la empe-
ratriz, con Nuño Alonso le salieron á recibir, llevando
los pendones reales, y cabezas de los reyes, con las
demás banderas, armas, cautivos, caballos, y todos los
despojos en la misma forma órden y manera con que ha-
bian entrado en Toledo. Cuando el emperador lo vió que-
dó admirado, y dando muchas gracias a Dios, de cuya
mano habia venido, honró mucho á Nuño Alonso. Lle-
gado el emperador á su palacio, mandó que de toda
aquella presa diesen la décima parte á Santa María,
como se la habia prometido Nuño Alonso. Tambien
apartaron una buena suerte, que se envió al hospital
de Santiago. Dieron al emperador el quinto, que de
derecho le venia, con los estandartes reales, y cabe-
zas de los reyes; lo restante se dió á Nuño Alonso y
sus soldados. Mandó el emperador á Nuño Alonso que
en lo mas alto del alcázar se pusiesen las cabezas de los
reyes, y de los demás caballeros moros, para que los
judíos, moros y cristianos las viesen, y entendiesen el
favor
que del cielo habían tenido. Desta victoria, y del
dia en que se hubo, dicen las memorias de Toledo.
Lidió Munio Alonso con moros, é mató á dos reyes dellos;
el uno uvo nombre Azover, el otro Avenzeta, é adujo sus
cabezas á Toledo; é fué la batalla en el rio que dicen Ado-
ro, al primero dia de marzo. De ahí algunos dias man-
dó la emperatriz quitar las cabezas de los reyes, y en-
vueltas en paños de seda las envió á las reinas moras
sus mujeres. En la manera dicha cuenta la historia
de Toledo esta señalada victoria del alcaide Nuño
Alonso; y dice que fué dada de la mano de Dios en
el mes de marzo, era mil ciento y ochenta. Destas
guerrillas, ni de otras semejantes, que en las fronte-
ras pasaban entre los cristianos y moros, ni papel,
ni historia ninguna de las comunes hallo que diga co-
sa; y así hemos de estar á lo que la de Toledo dice, y
sus memorias. Tampoco hallo noticia en los privilegios
de Nuño Alonso, que tan valiente caballero fué, ni sé
como diga que era alcaide de Toledo en este año; por-
que en él; segun se firma en los privilegios, éralo Ro-
drigo Fernandez de Castro, y en el año siguiente el
conde don Manrique; y así entiendo, como dije al
principio, que estaba en Toledo como teniente de
Rodrigo Fernandez de Castro, que debia de ser ya
muy viejo, y no para hacer estas tan peligrosas en-
tradas en tierra de moros; ó habia dos alcaides, como
dice la historia de Toledo, que hizo el emperador á
Nuño Alonso segundo alcaide de Toledo.

sino el de Nuño Alonso, alcaide de Toledo, despreciólos, diciendo contra ellos palabras demasiadamente soberbias; mas presto se le dió á entender cuantos eran en valor los que tan pocos eran en número; porque dos valientes soldados se toparon con él discurriendo en la pelea: el uno se llamaba Pedro Alvazilde, y el otro Roberto de Mongo Mariz, y acometiéronle con tanto esfuerzo, que el rey moro no se pudo escapar de sus manos; y aunque por ser valiente se defendia con animo, ellos lo hicieron de manera, que dieron con él del caballo abajo muerto. Luego le cortaron la cabeza, y la pusieron donde los suyos la pudiesen ver, que fué causa de que el rey de Cordoba desmayase, y comenzasen todos á perder el órden y ánimo, y desamparar el campo. Los cristianos les dieron tal carga, que de todo punto los hicieron huir, no curando de mas que de salvar las vidas. Fuéronlos siguiendo con coraje y porfía, cautivando y matando sin duelo los que podian alcanzar. Nuño Alonso llegó á toparse con el rey moro de Córdoba, y arremetiendo el uno para el otro, Nuño Alonso dió tal lanzada al rey, que dió con él del caballo abajo, y cargando muchos por lo prender, lo mataron y cortaron la cabeza. Fué grande la matanza que en los moros se hizo, y principalmente en los caballeros, que como buenos, hicieron mas rostro. La gente comun derramose, como hacen las simples ovejas huyendo de los lobos hambrientos, dejando el camino real, y metiéndose por montes y sendas no sabidas. Con esto quedaron señores del campo los cristianos, y del mas rico despojo que jamás se habia tomado en semejantes refriegas. Ganáronles todas las banderas, ricas y lucidas armas, caballos, oro, plata, vestidos que para cada soldado habia diez bestias cargadas. Pusieron las cabezas de los reyes moros en las puntas de sus propios estandartes, y las de otros caballeros principales en otras lanzas, para entrar con estos trofeos en Toledo. Mandó Nuño Alonso, que los cuerpos de los reyes moros se envolviesen en paños de seda, y ponerlos con guarda de algunos moros en una parte de aquel campo, para que los suyos viniesen por ellos. Hizo recoger la gente al real, y que como buenos soldados estuviesen en órden, y con cuidado por Si acaso viniesen enemigos no los cogiesen de manera que la victoria se volviese en luto. Y curando los heridos, levantaron el campo marchando para Toledo, dando gracias a Dios que tal victoria les habia dado. Entraron por la ciudad por la puerta de Alcántara, llevando delante de sí los estandartes reales, y en las puntas dellos las cabezas de los reyes. Despues los seguian los caballeros moros que habian cautivado. Luego los demás cautivos de gente comun todos cargados de prisiones. Iba en seguimiento destos la infantería cristiana, que llevaban de diestro los caballos con ricas sillas y frenos de diversas labores de oro y plata; y en pos dellos iban las cargas de los despojos de vasos, ropas y armas. Últimamente venia Nuño Alonso con todos sus caballeros armados de sus armas en órden de guerra. Con este victorioso triunfo entró este capitan en la ciudad de Toledo, y llegaron hasta la iglesia de Santa María, donde la emperatriz | tió grandemente. Consultó con los alcaides y moros de dona Berenguela estaba esperando, vestida ricamente con todas sus damas, y el arzobispo don Ramon vestido de pontifical con toda la clerecía: siendo tanta la gente, que no cabia por las calles, ni plazas. Llegó Nuño Alonso, y con los principales del ejército entraron en la iglesia, cantando los clérigos: Te Deum laudamus: dieron mil gracias a Dios por tan singular be

CAPÍTULO LXXV.

Muerte del valiente caballero don Nuño Alonso, frontero

de Toledo.

Estaba en África el rey Texufino, á quien los moros de España reconocian por su cabeza y señor : dijeronle la muerte y rota de los de Córdoba y evilla, que sin

su consejo sobre a quién les parecia seria bien poner por rey en España, y con acuerdo de todos ellos nombró un moro de prudencia, y esfuerzo señalado, que fué aquel prudente Abengamia, que venció y mató al rey don Alonso de Aragon en la batalla de Fraga, y mandóle pasase luego à regir los reinos, que por muerte de los dichos habian vacado, y que hiciese

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