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Noble con su mujer doña Leonor, esta Marina Lezana, | ofreciendo su cuerpo y alma al monasterio de Santiago del Val, que ahora es anexo de San Isidro de Dueñas, cuyo abad fui, dióle la mitad deste lugar de Villa-Silos (quam videlicet dedit mihi, et meo marito, Eldefonsus imperator per hæreditatem, in primis pro Dei amore, et propter Regem filium suum Sanccium, quen meo proprio lacte nutrivi), y dice da esto á Dios y Santiago por las ánimas del emperador don Alonso, et pro anima filii sui regis Santii mei nutriti, y por la salud y vida del rey don Alonso, que al presente reinaba, y por el ánima de su marido, y suya, y de sus hijos, etc. Están sepultados en el patin de la claustra á los piés de la iglesia, que en este tiempo era monasterio. Está mas una sepultura pequeña, donde dicen sepultaron un infante hijo del emperador, que murió criándole allí esta mujer.

CAPÍTULO LXIV.

Jornada que el emperador hizo contra moros, y desgra cia que acaeció á parte del ejército.

En la era mil ciento y setenta y seis por el mes de mayo dice la historia de Toledo, que salió el emperador de Toledo con un poderoso ejército, y que llevó consigo á Rodrigo Fernandez, príncipe de la milicia de Toledo, varon clarísimo en las cosas de la guerra, y al conde don Rodrigo de tierra de Leon, y otros varones señalados, con todos los hombres de armas de la Estremadura, que eran Segovia, Avila, Osma, Salamanca, Zamora, Ciudad Rodrigo; y que tomó el camino para la Andalucía, y asentó su real junto al rio Guadalquivir, y dél salieron algunas escuadras á correr la tierra, y se alargaron por ella haciendo gruesas presas en tierra de Jaen, Baeza, Ubeda, y Andujar, y otros muchos lugares. Quemaban lo que podian, arruinaron los edificios, destruyeron sus mezquitas, quemando los libros de su falsa secta, mataron sus sacerdotes y doctores; finalmente no perdonaban á cosa. De ahí algunos dias que se ocuparon en esto, volvieron al ejército donde estaba el emperador cargados de gran presa. En tanto que estos hicieron esta cavalgada, salieron otros, y pasaron el rio Guadalquivir, sin dar parte dello al emperador, ni á sus capitanes, ni generales y entraron por tierra de moros haciendo muchos daños, y dieron la vuelta al campo del emperador, y por pereza ó por demasiada confianza, quedáronse de la otra banda del rio, no lo pasando para juntarse con el ejército, ya la media noche del dia que allí llegaron, llovió terriblemente, tanto que el rio vino con gran creciente, deshaciéndose las nieves de las montañas: por manera que cuando amaneció, no era posible pasar el rio; así que su gran corriente era entre el campo del emperador, y estos soldados que dél habian salido desmayados. No dormian los enemigos, que con espías descubrian el estado en que estaban los del campo cristiano, y como vieron la ocasion, y que los que estaban de la otra banda del rio no podian ser socorridos del emperador, á la hora de tercia asomaron infinitos moros de á pié y á caballo armados, que con gran estruendo venian contra ellos. Desmayaron los cristiancs espantados con la muerte que veian al ojo, perdieron el sentido, y arte de pelear no sabiendo que se hacer. El emperador, viendo que por ninguna via los podia socorrer, por no verlos matar ante sus ojos, determinó de alzar el campo, é irse de allí; daban voces al príncipe de la milicia de Toledo, Gutierre Fernandez, y al conde don RoTOMO III.

drigo que los socorriesen. Ellos les respondieron, que bien veian cuan imposible era, que se encomendasen à Dios, y en lo que hubiese lugar hiciesen penitencia de sus pecados, y peleasen como buenos, vendiendo caras sus vidas, que sin duda habian de perder. Con esta resolucion ellos se aparejaron para todo, y | degollaron, antes que llegasen los enemigos, cuantos cautivos traian. Comenzó la lid entre ellos, mas como eran tan desiguales en el número, siendo grande la multitud de los moros, si bien pelearon como buenos, no bastó, que en breve tiempo quedaron todos muertos, sin salvarse mas de uno, que se echó á nado en el rio, y salió de la otra banda donde se peleaba. El emperador, enfadado y triste por tal desgracia, dió la vuelta para Toledo, donde despidió parte del ejército, mandándoles que para el mes de julio acudiesen con sus armas á aquella ciudad, para volver á vengar la muerte de sus hermanos.

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CAPÍTULO LXV.

Muerte del conde don Rodrigo Martinez Osorio, y cerco que el emperador puso sobre Coria.

En el año siguiente y en el mes de julio llamó el emperador al conde don Rodrigo Martinez Osorio que esta historia llama de Leon, que viniese con toda la gente de guerra que tenía, y recogiese la de Salamanca, y se juntase con él en Toledo; y hecho esto con toda diligencia, mandó marchar contra la ciudad de Coria, y ántes de llegar á ella, armó á los enemigos en lugares acomodados ciertas emboscadas muy secretas; y luego mandó que saliesen algunos caballeros y soldados, que á vista de la ciudad corriesen y robasen la tierra, incitando á los moros para que saliesen á ellos, y que se fuesen retirando hasta meterlos en las celadas ó emboscadas. Sucedió así, que como los moros de la ciudad viesen el daño que los cristianos hacian, y que eran pocos, salieron á toda furia por las puertas contra ellos sin órden, y sin reparar en la que les estaba armada. Los cristianos se fueron retirando con buen órden, para cebarlos hasta que diesen consigo en las emboscadas, apartándolos bien de la ciudad: de suerte que en tanto que los de una celada les daban carga, los de la otra acudiesen y se entrasen en la ciudad. Los moros ciegos se alargaron de manera, que pasaron las celadas, dejándolas á las espaldas, y dieron en el campo del emperador, que arremetió para ellos, y cuando quisieron huir, no les dieron lugar los que salieron de las emboscadas, y así fueron presos y muertos todos, que no escapó ningununo. Los de la ciudad tuvieron tan buen aviso, que cerraron luego las puertas con muy buena guarda; y así no tuvo efecto la segunda treta, que era entrarse los cristianos en ella, habiendo embarazado fuera los moros peleando. Luego el emperador mandó sitiar, y dar fuertes combates, y envió á mandar á todos los del reino que acudiesen con sus armas al cerco, con apercibimiento que serian castigados los que teniendo obligacion no fuesen. Cercóse con tanto rigor, que no habia entrar, ni salir, ni órden, ni remedio para ello. Hiciénronse unas grandes torres de madera que subian mas que los muros, y otras máquinas y ingenios que llamaban bastidas, que arruinaban á los muros con que la combatian fuertemente. Un dia muy de mañana el emperador mandó juntar en su tienda todos los condes y capitanes principales del ejército, y les hizo una larga plática, animándolos á la pelea, y mandóles que á la hora se diese á la ciudad un 9

que tambien tenia castillos en tierra de Limia Y | otros honores de mano del emperador, á quien falta— ron no cumpliendo con la lealtad que debian á su rey y señor: y no contentos con esto, comenzaron para su destruccion á hacer guerra al emperador.

recio combate, arrimándole las torres, é ingenios que habia; y el emperador, dado este órden, fuése por desenfadar á caza. Hizose luego lo que el emperador mandaba, y comenzó á darse el combate con toda furia. El animoso cónsul don Rodrigo Martinez subió en una de aquellas torres de madera, y con él algunos ballesteros, y acaso dispararon de la ciudad contra esta torre alguna saeta, que acertó al conde. y le hirió mortalmente, pasándole las corazas y armas. Como el conde se sintió herido, echó mano al yerro de la saeta 6 dardo que se habia quedado dentro de la herida, y sacólo impacientemente. Luego comenzó á salir tanta sangre, que por ninguna arte de los médicos y cirujanos se le pudo restañar. Pidió que le quitasen las armas porque le fatigaba demasiado la herida, y congojaba el peso de ellas. Lleváronle à su tienda, é hicieron todo aquel dia las diligencias, y medicamentos posibles, mas nada bastó, que al poner del sol arrancó el alma, con gran sentimiento y lágrimas de todo el ejército, porque se perdia en él un gran caballero | y valeroso capitan. Dióse luego aviso desta desgracia al emperador, que lo sintió como era razon, dejando la caza volvió al campo, y llamó á todos los principales dél, representándoles con palabras encarecidas cuanto se debia sentir la muerte del conde don Rodrigo Martinez, y luego allí delante de todos nombró por cónsul del reino de Leon, que era el oficio que tenia don Rodrigo, á su hermano don Osorio Martinez.

Considerando el emperador las desgracias que en las dos jornadas que en este y en el pasado año habia hecho, le habian sucedido (que parece no le ayudaba la fortuna para esperar buen fin deste certo), mandó levantar el campo, y que cada uno se fuése á su casa, y él tomó el camino para Salamanca. El nuevo cónsul don Osorio con todos los suyos, y los que eran de su hermano tomaron el cuerpo difunto, y cubiertos de luto, trajeronlo à Leon, siendo recibidos por todos los lugares que pasaban con lutos y honras funerales. Sepultaronlo en Leon en la comun sepultura de sus pasados, cerca de la iglesia mayor de Santa María, donde está la silla episcopal. Desta jornada, hecha en este año, y mala suerte que hubo en ella, dicen las memorias de Toledo, que por el mes de setiembre de la era mil ciento y setenta y siete levantó el emperador el sitio de Coria, por no le poder tomar, y que parte del ejército dió sobre Oreja, que es un lugar cerca del rio Tajo, y que lo tomaron, consolándose con esta presa de la que habian perdido en Coria, aunque desiguales.

CAPÍTULO LXVI.

Liga que entre el emperador y su cuñado don Ramon, conde de Barcelona, se asentó contra el rey don Garcia Ramirez de Navarra.

Despues que el emperador se coronó en Leon, donde se halló el rey don García Ramirez de Navarra, duró entre estos reyes la paz; pero poco tiempo, que luego se rompió. La historia de Toledo dice, que el rey don García de Navarra se concertó con don Alonso Henriquez, nuevo rey de Portugal, para que él hiciese guerra por la parte de Galicia, y los navarros la harian por la de Castilla; y que el de Portugal entró con mucha gente de guerra, y tomó á Tuy y otros castillos por allí cerca: y que esto fué con ayuda y favor del conde don Gomez Nuñez, que tenia muchos castillos y la tierra de Toroño, y del conde don Rodrigo Perez el Velloso

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El conde don Rodrigo Perez Velloso (1), de quien trata este capítulo, que despues fué muy leal servidor del emperador, era de la casa real de Leon, porque sus antecesores fueron el rey don Ramiro de Leon, hijo de don Sancho el Gordo: el cual en una hermana suya de parte de padre, llamada doña Hermesinda, hubo un hijo que llamaron el Velloso, que fué gran caballero y poderoso en Galicia, donde tuvo muchas tierras y honores. Dél nació don Rodrigo Velloso, señor de Cabrera y Ribera en tiempo de don Bermudo el Junior y don Fernando primero. Dél nació don Pedro Ruiz en el reinado de don Alonso sexto. Dél nació don Rodrigo Perez Velloso, de quien trata este capítulo, que casó con hija del conde don Vela. De don Rodrigo nació Fernan Ruiz de Cabrera y Ribera, que casó con una señora de Aragon de la casa de Entenza. De don Fernando nació Ruy Fernandez de Cabrera y Ribera, que casó dos veces. La primera con doña María Flores de los Guzmanes de Leon. La segunda con doña Sancha Ramirez, hija del conde don Ramiro Flores de la misma familia. De Ruy Fernandez nació Fernan Ruiz de Cabrera y Ribera en tiempo de don Alonso el Sabio. Fernan Ruiz hubo de la segunda mujer á Ramir Ruiz de Cabrera, de quien vienen los de Ribera, duques de Alcalá, y otros mayorazgos destos reinos ilustres y señalados en él.

Estaba por el emperador en la Limia un valeroso capitan, que se decia Fernando Ioannes, leal servidor y fiel vasallo suyo: era suyo el castillo de Alleriz y otras plazas de importancia. Éste juntó la mas gente de guerra que pudo, y salió á resistir al de Portugal, y no solo defendió lo que tenia, mas ofendió de tal manera al rey de Portugal, que le echó maltratado de la tierra: y otras muchas veces que volvió á ella, este caballero con el conde Fernan Perez y don Rodrigo Vela, y otros capitanes de Galicia le hicieron salir huyendo. Y viniendo á la Limia edificó el castillo de Zelmes, y puso en él soldados escogidos, y lo basteció de armas, y provision de pan y vino, y volvióse á Portugal, dejando este castillo en Galicia para que dél hiciesen continua guerra á los gallegos que estaban por el emperador.

Sabiendo el emperador estas cosas, y la fuerza que el rey de Portugal habia dejado tan bastecida en la Limia, y los daños que de ella padecia su tierra con toda presteza juntó gente de guerra, y caminó á largas jornadas para la Limia. Llegó con su campo, y sitió el castillo de Zelmes, que el de Portugal habia fortificado, y dentro de pocos dias con sangrientos y recios combates lo entró, y saqueó, prendiendo en él muchos nobles caballeros y soldados del rey de Portugal, que mandó poner en prision. Mandó el emperador reparar el castillo y puso en él escogidos soldados de presidio. Recobró todos los lugares y castillos, que estaban por el rey de Portugal: y porque la guerra de Navarra le daba cuidado, dió luego la vuelta para Leon. Sabiendo el rey de Portugal que el emperador era vuelto á la guerra contra Navarra, y que le ocuparia de manera que no podria volver á Galicia: ayudándose de los dos condes rebeldes, don Gomez Nuñez y don Rodrigo llamado el

(1) Riberas, duque de Alcalá.

SANDOVAL.-LIB. XVIII. CAP. LXVII.

Velloso, entró con su ejército en Galicia y estos condes le acogieron en sus tierras, y dieron los castillos que tenian, y puso en ellos gente de guarnicion, y dió la vuelta á Portugal, que lo debia de pedir alguna necesidad del reino. Aumentando su ejército, tornó á entrar en Galicia haciendo todo el mal y daño que pudo: y llegó á la Limia con intento de cobrar el castillo de Zelmes. El conde don Fernando Perez, y el conde don Rodrigo Vela, y los demás capitanes del emperador se juntaron con toda la gente de guerra que tenian, y con ella caminaron en busca del rey de Portugal, y llegaron á toparse en el lugar que se dice Zerneja, donde se desafiaron para darse la batalla, la cual se dieron con gran coraje; pero siendo los del rey mas en número, aunque los caballeros gallegos pelearon como buenos, fueron vencidos. Quedó preso el conde don Rodrigo Vela con otros caballeros y soldados, y con el ardid de dos soldados el conde don Rodrigo huyó de la prision con ellos.

gue á ciento sesenta años. Mas quien leyere la historia de la India podrá bien creer esta vida, y otra mas larga, porque en las de Portugal se cuenta, que siendo gobernador en aquellas partes Nuño de Acuña, en la ciudad de Diu, vivia un hombre de trescientos y treinta y cinco años, y no se sabe lo que mas vivió, mudó cuatro veces los dientes y rugas y canas. Y en tiempo deste mismo virey habia otro en la ciudad de Bengala, y era moro, llamado Jaquepir, que tenia trescientos años (1).

CAPÍTULO LXVII.

Jornada segunda que el emperador hizo contra el rey de
Portugal.

Andaban las cosas de Galicia y Portugal muy a ma-
las y sangrientas: y aunque el conde don Fernando,
que tenia á Limia, defendia la tierra, y ofendia al ene-
migo cuanto podia, era muy necesaria la presencia
del emperador y bien del reino: y para esto mandó el
emperador al conde don Rodrigo Gomez de Sandoval,
y á Lope Lopez de Mendoza, y á Gutierre Fernandez
su mayordomo, y á otros caballeros y capitanes, que
con un buen ejército hiciesen guerra á Navarra y el
emperador con toda la caballería y gente de armas del
reino de Leon, tomó el camino para Galicia con deter-
minacion de entrar por aquella parte en Portugal, y no
alzar la mano de la guerra hasta conquistar el reino.
Entró por él como un rayo, haciendo la guerra á fue-
go y á sangre. Rindió algunos lugares y castillos con
harto daño de la tierra.

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Contento con esta victoria se volvió el rey de Portugal á su tierra, á socorrer el castillo que se dice Herena, que habia edificado frontero de otro que tenian los moros en Santaren, mas antes que el rey llegase, los moros ganaron el castillo de Herena, y lo saquearon, y mataron los que estaban en él, que eran mas de doscientos y cincuenta cristianos, y entre ellos algunos caballeros principales portugueses, que causó mucho luto en el reino, y dió al rey pena notable. No estaba ocioso el emperador en estas ocasiones, mas antes hacia cruel guerra al rey don García de Navarra, en que le tomó muchos lugares y castillos. Prendió en una sangrienta refriega al conde don Latron, que era el mas principal de Navarra, y así le llaman las escrituras: Princeps Nafarrorum, y la historia de Toledo dice, que prendió: Comitem Latronem Nafarrum, nobilissimum omnium principum domus Regis Garcia. De quien descienden los condes de Oñate, y señores de Escalante, Triceno y Osornillos, casa antigua en la montaña y apellido de Guevara. Corrió la tierra de Navarrey, el conde fué vencido y preso. El emperador asentó

ra el ejército del emperador, destruyendo y arruinando cuanto pudieron, sin tener fuerzas del rey don García para defenderlo. Por la parte de Galicia el conde don Fernando loannes, que tenia la Limia, corria la tierra de Portugal, y tuvo algunos encuentros con el mismo rey, y en una escaramuza un soldado del conde don Fernando dió una lanzada al rey, de que estuvo muchos dias en la cama, y cautivó á algunos nobles de Portugal, y hubo dellos ricos despojos. De esta manera gastaban nuestros reyes las fuerzas y armas de la cristiandad, que fuera mejor emplear en los enemigos de la fé católica.

Por ser notable diré, aunque salga de Castilla, la vida larga que un hombre tuvo en Francia en estos tiempos, y murió en este año, llamábase Juan de Tempos, otros le nombran Juan de los Tiempos, por la semejanza de su larga vida, que vivió trescientos y sesenta y uno, segun cuentan todos los coronistas franceses, el cual dicen haber sido hombre de armas de Carlo Magno, que comenzó á reinar en el año de setecientos sesenta y nueve, en el cual tiempo se muestra ser ya Juan de Tempos de diez años, mas Paulo Emilio en los anales de Francia, en la vida de Luis séptimo, como hombre grave, y que se detiene en creer cosas de admiracion, que andan en voz de gente vulgar, tiene, que aquel Carlos no fué el Magno, sino que seria el que fué nieto de Carlos el Simple, y aun siendo así, no queda la vida de Juan de Tempos tan corta que no lle

No se descuidó el rey de Portugal, porque era fuerte el enemigo, y el portugués príncipe valeroso y guerrero. Juntó sus gentes, y salió á resistir al emperador. Del ejército de los leoneses habia salido el conde don Ramiro Flores con una banda de caballos y peones. El rey de Portugal procuró haberlas con estos, y no lo rehusando el conde, trabaron una apretada escaramuza: en la cual, por ser muchos los de la parte del

su campo á vista del castillo, que se decia Pena de Reina: el rey de Portugal puso sus tiendas en frente del emperador en lugar mas alto y áspero, y entre los dos campos habia un valle llano. Algunos capitanes y soldados de los imperiales, sin órden del emperador, salieron del campo, y asimismo otros de la parte del rey, y en este valle trabaron una escaramuza, como es ordinario en la guerra. llegaron á batalla, en la cual de la una y otra parte cayeron muchos, y se cautivaron, y prendieron sin haber ventaja conocida entre ellos.

Mas como el poder del emperador conocidamente fuese mayor que el de Portugal, algunos caballeros portugueses prudentemente aconsejaron al rey que se compusiese con el emperador, dando en las pretensiones un corte, de manera que entre ellos hubiese la paz, que para la salud de todos convenia. Pusiéronle delante la mano que los moros tenian con ocasion destas guerras para entrar en la tierra y robarla: la pérdida del castillo de Herena, y los que allí murieron, y el peligro grande en que estaban las tierras que son de la otra parte del Duero: que si se embarazaba mucho con el emperador, los moros las ganarian: y que al fin, por mas que pusiese sus fuerzas, no seria posible

(1) No obstante la autoridad del señor Sandoval, el lector hará bien en suspender su juicio sobre las largas vidas que aquí se citan. B.

resistir al emperador, pues conocidamente era mayor su poder. Parecióle al rey saludable el consejo que los suyos le daban, y escogiendo de los mas principales envió al emperador pidiendo paz y amistad: y que se restituyesen los castillos y lugares que el uno al otro se habian ganado, y hubiese paz perpetua entre ellos. El emperador llevado por bien tenia blanda condicion, y un natural apacible y generoso, nada sangriento con los que se le rendian, aunque animoso y guerrero, oyó con rostro apacible al embajador, y vino en lo que le pedian de la concordia y perpetua paz con el rey su primo. Juráronla, y las condiciones della, juntamente con ellos los ricos hombres que se hallaban en sus campos; yendo de parte del emperador algunos caballeros á tomar el juramento al rey y á los suyos en sus tiendas: y viniendo asimismo otros de parte del rey á recibirlo del emperador. Luego con la solemnidad acostumbrada se entregaron los castillos los unos á los otros. Soltaron los presos que en las escaramuzas habian cautivado, y al conde don Ramiro Flores con ellos, y el rey de Portugal echó de sí al conde don Rodrigo y al conde don Gomez, que de vergüenza y empacho no se atrevió á parecer ante el emperador, ni parar en el reino. Fuése al monasterio de San Pedro de Cluni en Borgoña de la órden de san Benito, y tomó el hábito de monge, y en él acabó sus dias santamente. El conde don Rodrigo echóse á la clemencia del emperador, que lo recibió muy bien, y tuvo siempre consigo en su palacio, haciendo dél mucha cuenta, y dándole muy largas ayudas de costa, como las daba á los mayores de su casa. Concluidas estas cosas en la forma dicha, el emperador fué á visitar el santo sepulcro de Santiago, donde estuvo pocos dias, por no le dar lugar los negocios del reino, y guerra que le quedaba con Navarra.

CAPÍTULO LXVIII.

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ocho. Finalmente, se concertaron que al conde principe se le entregasen las ciudades de Zaragoza y Tarazona, y las villas de Calatayud y Daroca, y otros lugares que estaban en poder de castellanos, haciendo el conde por ellos homenaje, y reconociendo ser vasallo del emperador. Ligáronse demás desto para que à una los dos hiciesen guerra á Navarra, sin alzar la mano della, hasta conquistar el reino á don García, y partiéronlo entre sí (como si no tuviera dueño), que Marañon con toda la Rioja, que don Alonso el Sexto habia tomado cuando murió á traicion el rey don Sancho de Navarra, fuesen de Castilla: y que el príncipe de Aragon llevase la tierra y lugares que tenia el rey don García, que hubiesen sido de los reyes de Aragon don Sancho y don Pedro; y que de los otros lugares del reino de Navarra, por los cuales los dichos reves de Aragon habian reconocido señorío al rey don Alonso sexto, fuese la tercera parte del rey de Castilla, y las otras dos del de Aragon, y por ellas reconociese vasallaje á los reyes de Castilla; que en la tercera parte que habia de ser del rey de Castilla entrase la ciudad de Estella con su castillo, y en las dos que habian de ser del de Aragon entrase Pamplona. Y desta manera se repartieron las demás tierras, que juntos, ó cada uno de por sí ganasen, la tercera de Castilla, y las dos de Aragon con el reconocimiento de vasallaje. Desta manera partian la capa del justo; y porque debia de ser injusta la partija, salióles muy at revés de lo que pensaban. De Carrion salió el emperador para Soria, de donde con gran ejército pasó para las fronteras de Navarra, y llegó á Calahorra. Dicen que el emperador no pasó de Calahorra, y que entre esta ciudad y Alfaro, habiendo llegado el ejército de Navarra, y estando para romper, se habian concertado los reyes. Mas la de Toledo dice que el emperador entró con su ejército en Navarra, y que llegó á vista de la ciudad de Pamplona, y allí asentó su real, y dél salian las algaras, que eran bandas de soldados que hacian muchos robos y males por la tierra, talando los panes y viñas, y tomando los ganados. Y como el rey don García fuese acometido por dos partes por el emperador y conde don Ramon; siendo su coraje y rabia mayor contra don Ramon, dejando fortificada á Pamplona, para que el emperador se detuviese con ella, salió al encuentro del conde don Ramon, que con un grueso ejército de ara

De la guerra con Navarra, y casamiento del infante don Sancho, llamado el Deseado, con doña Blanca, infanta de Navarra, hija del rey don Garcia Ramirez. Llegó el emperador á la villa de Santa María de Carrion, donde mandó se juntasen todos los capitanes y gente de guerra para la jornada. Estando las cosas en tanto rompimiento, llegó á esta sazon su cuñado don Ramon Berenguer, conde de Barcelona, y príncipe de Aragon, que deseaba no solo cobrar los luga-goneses, catalanes y otras gentes entraba por las tierres que eran de la corona de Aragon que tenia, y defendia el rey don García de Navarra, que aunque pequeña, nunca le faltaron codiciosos; pero aunque el emperador le restituyese la ciudad de Zaragoza, y lugares que tenia en Aragon, por los cuales habia hecho pleito homenaje de restituirlos despues de sus dias á los herederos del rey don Ramiro, y hacíasele largo al conde este plazo, y viendo la ocasion de la guerra del emperador contra Navarra y Portugal, ofreciendo su ayuda el conde al emperador, suplicóle que sin esperar mas tiempo le volviese, como digo, el reino de Aragon. Trajo el conde en esta jornada á Castilla muy lucida caballería de catalanes y aragoneses. Los catalanes fueron Ramon Folch, vizconde de Cardona, GuiHen Ramon de Moncada, y Galcerán de Pinos. Los de Aragon don Pedro de Atures, señor de Borja Frontin. Juan Diaz, Lope Sanchez de Belchite, Artal de Alagon, y Bernardo Guillen Entenza. Halló el conde al emperador en Carrion, dice un autor que era mil ciento setenta y seis pridie idus junii. Y halló en los papeles de Castilla que fué era mil ciento setenta y

ras de Navarra; y llegaron á toparse en un gran llano (1), donde con rabia y furor, como capitales enemigos, rompieron, y se dieron una sangrienta batalla, en la cual el conde don Ramon fué malamente vencido y destrozado por el sobrado esfuerzo del rey don García, que era uno de los valerosos príncipes de su tiempo. Eran ricos los despojos que comenzaron á recojer, cuando sin pensar vieron que asomaban las banderas del emperador, que dice esta historia que con solos treinta caballeros habia salido del real quizá á ver el suceso de la batalla, que no la ignoraria, ni le faltarian avisos della. Entendió el rey don García que era todo el ejército del emperador, y como los suyos estaban perdidos, heridos, y cansados de la pelea, que aun no era bien acabada, discretamente tocaron á recoger, y que dejasen la presa que hacian. Con esto los del emperador tuvieron lugar de gozar de los despojos de la batalla que ellos no habian ganado, y los navar

(1) Fué la batalla domingo en las octavas de Pascua de este año, entre Gallud y Cortes.

SANDOVAL.-LIB. XVIII. CAP. LXIX.

ros se recogieron, retirándose para Pamplona, donde se encerraron. El emperador levantó su campo, volviéndose á Nájara, y de ahí á Castilla, mandando por todo el reino con público pregon, que para mediado de mayo todos los concejos de Castilla y Leon, y gente de guerra, caballeros y peones se juntasen en Navarra contra el rey don García de Navarra. Tambien el rey don García se preparaba, favoreciéndose del rey de Francia, y otros príncipes sus aliados y amigos. Llegado el tiempo, el emperador se halló con sus gentes en Nájara; y fué Dios servido que en esta ocasion, estando las cosas en peligro y trance semejante, y para derramarse tanta sangre, el conde don Alonso Jordan, primo del emperador, vino á Navarra, que pasaba en romería á Santiago, y comenzó á tratar paz entre los reyes; de lo cual gustó mucho el de Navarra. Fueron tambien en estos tratos de paz don Sancho, obispo de Calahorra, don Miguel, obispo de Tarazona, y don Esteban, prior del monasterio de Santa María la Real de Najara; con cuya autoridad y buena traza los reyes, estando cada cual con sus ejércitos muy en órden de guerra, se vieron, y hablaron entre Calahorra y Alfaro; y desta junta la guerra se convirtió en paz y amor, que siempre hubo entre ellos. Y siendo presentes don Alonso Jordan, primo del emperador, el conde don Ladron de Guevara y los tres prelados, con otros muchos caballeros castellanos y navarros. Para mayor firmeza de la paz hicieron que doña Blanca, infanta de Navarra, hija mayor del rey don García, casase con don Sancho infante de Castilla, hijo mayor del emperador: y porque la infanta era de muy poca edad, que estuviese en poder del emperador hasta que tuviese tiempo para poderse efectuar el casamiento. Con esto se volvieron los príncipes á sus tierras con sus gentes, muy contentos todos con la paz, que importaba mucho al bien comun.

En este año de la era mil ciento setenta y ocho á nueve de setiembre estaba el emperador en Valladolid con su mujer doña Berenguela, y hizo merced á doña Urraca Fernandez, por los servicios que ella y sus padres le habian hecho de la iglesia de San Justo de la Riva, y á Talamanca junto á Uzeda: dice imperaba en Toledo, Leon, Zaragoza, Najara, Castilla y Galicia, y ser el año sexto de su imperio. Y á tres de noviembre estaba en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, que por escrituras del archivo de Calahorra parece que era de clérigos reglares con su abad, y se llamaba monasterio; y que habiendo debates entre los obispos de Calahorra y Burgos, sobre que cada uno pretendia ser dueño de esta iglesia; comprometieron en manos del emperador y unos caballeros, y determinaron que la iglesia quedase por el obispo de Calahorra.

Los caballeros que en estas dos escrituras suenan que acompañaban al emperador son el conde don Martin Osorio, el conde Osorio Martinez, que era su hermano, Rodrigo Fernandez de Castro, Gutierre Fernandez de Castro, Diego Muñoz, mayordomo del emperador, Poncio de Minerva, alférez del emperador, Lope Lopez de Carrion; Miguel Felix, merino de Burgos, conde don Lope, el conde Poncio, mayordomo, Nuño Perez, alférez del rey. Era el rey don Sancho hijo del emperador, Martin Martinez de Alcolea, Pedro Jimenez, que tenia á Logroño. Florecia en este tiempo en el obispado y santa iglesia de Astorga el obispo don Jimeno, monje de San Benito, y abad del monasterio de Compludo, de donde salió por obispo de Astorga. Fué un prelado señalado, de mucha virtud y conocida santidad, cua

les siempre los tuvo esta santa iglesia del hábito de san
Benito; donde ciertamente sabemos que fueron obis-
pos della san Genadio, san Forte, san Salomon, san
Ordoño, que trajo las santas reliquias de san Isidro,
arzobispo de Sevilla, en tiempo de don Fernando el
Magno, y otros que se dirán en otro lugar, y todos
monges de la gran religion de san Benito. He visto es-
crituras deste año, que dicen reinaba don Alonso en
Leon, y que era señor de toda España: tanta era ya la
grandeza de su reino.

CAPÍTULO LXIX.

Guerra que cristianos y moros se hacian por las fronte-
ras, mientras los reyes cristianos andaban discordes, y
y buen suceso que tuvieron mil caballeros.

No durara tantos años la guerra con los moros,
ni ellos hicieran tantos daños, si los reyes y príncipes
cristianos no les dieran lugar á ella, haciéndose unos
á otros cruel guerra por particulares intereses, contra-
rios al bien comun, y ofreciéndose á veces malos cris-
y
tianos, que se iban á los moros, y los incitaban,
ayudaban con parientes y amigos rebeldes á su Dios y
á su rey, para que con grandes ejércitos entrasen
nuestras tierras; robando y matando las gentes, pro-
fanando los templos, etc. Con la muerte del rey don
Alonso el sexto, y sucesion de su hija doña Urraca en
el reino, vimos las pendencias que hubo entre los
nuestros, las batallas sangrientas que se dieron, y los
males que los unos se hacian á los otros, con tanta ra-
bia y furor, que no pudieran hacer mas, si fueran de
la ley de Mahoma, tan contraria á la nuestra. Tambien
ahora con la muerte de don Alonso rey de Aragon, co-
mo entre los reyes cristianos hubo tantas pretensiones y
pendencias, revolviéndose unos contra otros, hallaron
los moros buena ocasion, y no se descuidaron de jun-
tar sus ejércitos. y entrar nuestras tierras, como ene-
migos de la fé, no pudiendo el emperador hacer mas
que poner en las fronteras buenos capitanes y solda-
dos que las defendiesen, hasta que Dios le diese lugar
de cumplir sus deseos, que siempre fueron de hacer
perpetua guerra á los moros hasta echarlos de España.
El tiempo que duraron las guerras con Portugal y Na-
varra, que brevemente quedan referidas, los moros
de la Andalucía acometian nuestras fronteras, y tam-
bien los nuestros, juntándose los que podian, entra-
ban las tierras de los moros, y hacian sus correrías,
muertes y robos, sin perdonar hombre à vida; y á
veces tenian tan grandes encuentros los unos con los
otros, que parecian sangrientas batallas de poderosos
ejércitos; y por el favor del cielo de ordinario los nues-
tros llevaban lo mejor. El rey Texufino y el rey Azibuel
de Córdoba, y Avenzeta, rey de Sevilla, y otros al-
caides y príncipes moros hicieron liga entre sí, jun-
tando sus fuerzas; y con un poderoso ejército de innu-
merable gente de á pié y de á caballo, salieron de Cór-
doba con intento de entrar por el reino de Toledo, has-
ta conquistar la ciudad si les fuera posible. Esto hicie-
ron tan sin pensar y secreto, que apenas los nuestros
lo entendieron. Llegaron á Luzena, en cuyos campos
fijaron sus tiendas. Y el mismo dia que los moros asen-
taron su real, mil caballeros escogidos, armados de
muy lucidas y fuertes armas, con otros muchos peo-
nes, que eran de las ciudades de Avila y Segovia, iban
caminando sin saber del ejército contrario, llevando el
camino de Córdoba. Descubrieron los enemigos, y vie-
ron como estaban en órden, y sin recelo en los campos
de Lucena. Detuviéronse entre unas montañas, por no

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