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de semblante; partiendo triste Carlo Magno á Sajo- | nasterio los términos sobre que habia reñidas contronia, que ahora entre otras veces se le habia rebelado. Murió poco despues de estos sucesos el rey don Iñigo García Arista el año de setecientos ochenta y tres segun la antigna corónica de Val-de-Ilzarbe, y en el libro de la regla de Leire se dice, que está enterrado en su real casa.

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A su hermano don Iñigo Arista siguióse inmediatamente don Fortuño; porque aunque dejó don Iñigo dos hijos, don Jimeno, y don García Iñiguez, éste fué elegido príncipe de los vascones aquitanos, y dominó entre ellos algun tiempo; y aquél, aunque continuó la lí➡ nea de los reyes de Pamplona, fué mucho tiempo despues, como veremos. Empezó á reinar con muy singular aplauso, y á pocos años explicó su valor incomparable; pues en el de ochenta y cinco se apuso y destruyó á Abderramen en su expedicion à la Francia. Indignado el rey bárbaro de Córdoba contra los francos, quiso invadir á la Francia. Pasó Abderramen por esta parte del Pirineo con su ejército, y llegó á la ciudad de Tolosa; mas encontrando en mejor estado las cosas de lo que habia creido, volvió á repasar el Pirineo y como el furor no guarda consecuencia, quien iba tan enojado contra los francos, ahora dió contra los navarros, que los habian derrotado, y atravesando con robos, é incendios todo el largo del valle de Roncal, salia ya del territorio de Burgui, una de las siete villas de aquel valle, y pensaba hacer súbditos suyos á los navarros, extendiendo su dominio. Pero perdiólo todo Abderramen, y encontró su precipicio; porque le salió al opósito nuestro rey don Fortuño, habiendo hecho llamamiento de la gente de su reino, y dando la avanguardia con grande acuerdo á los roncaleses, por estar tan ofendidos, se dió con arrestado coraje la batalla, y el excesivo número de los moros, se dió con demasiada presteza á la fuga, si no es que fuese retirada cuidadosa á la llanura mayor del campo de Erando; pero seguidos de la agilidad briosa de los navarros, los fueron despues de mucho estrago, impeliendo por aqueHlas cuestas pendientes hasta Leire y el castillo de Javier y consiguieron la mas gloriosa victoria á que puso corona una mujer, corriendo la espada á Abderramen por el cuello con el denuedo propio de soncalesa amazona, y diciendo á gritos coléricos, admirada de las dudas de quererle prisionero: á un perro enemigo de Jesucristo no era razon le perdonasen la vida. De aquí tomaron los roncaleses el blason de su escudo, grabando en él la cabeza de Abderramen cortada, y corriendo sangre: de aquí vino la ceremonia antiquísima de salir con una corona los primeros dias las casadas, no solo en alusion á la mujer que mató al pagano, sino á las muchas que siguieron armadas á sus maridos; y por haberse entonces cortado el pelo, tienen todas por gala ir ahora tambien sin este adorno; y de aquí en fin tantas inmunidades y exenciones que han ido confirmando tantos reyes. Despues de esta batalla de Olast, llamada así del sitio en que empezó, apenas se encuentra con individualidad cosa alguna, aunque reinó nuestro don Fortuño tantos años No obstante el año de setecientos noventa y tres se representan reinando los instrumentos de la restauracion del antiguo monasterio de los santos Juliano y Basilisa de Labasal, que se ven en San Juan de la Peña, y allí se dice, que fué el rey en su caballo Roselo con el conde de Aragon, don Galindo Aznar, y otros señores, señalando al mo

versias; y aunque el copiador de los instrumentos atrasa el suceso cien años, ó le pone en el año de ochocientos noventa y tres, fué fácil añadir una C 6 cometer este yerro, y es preciso que lo fuese; pues dice, que sucedió esto pasados catorce años de la venida de Carlos a España, reinando Atavel en Huesca, don Alonso en Galicia, y siendo conde en Aragon don Galindo Azuar. En el tiempo de don Fortuño García, parece que nuestros reyes se enlazaron por matrimonio con los de Asturias, y así el rey don Bermudo el Diácono, tuvo por mujer á doña Nunila, hija 6 sobrina de don Fortuño; y que por el nombre es tenida por navarra, razon porque se puso á uno de sus hijos el nombre de García, que volvió en ella á resucitar, cuando don Alonso el Magno casó con la infanta de Navarra doña Jimena, de quienes entre los cuatro hijos que tuvieron, fué García el primogénito, y lo mismo sucedió en la casa de los condes de Castilla, como constará á su tiempo. Del de la muerte y reinado de don Fortuño no se sabe con certeza, parece solamente que reinó hasta el año de ochocientos y cuatro.

CAP. IV-Don Sancho primero, rey cuarto de Pamplona & de Navarra.

Por la muerte de don Fortuño entró á reinar su esforzado hijo don Sancho; y ya al segundo año de su reinado, ó al de ochocientos y seis dice el Astrónomo, maestro de Ludovico Pio, que hicieron movimiento navarros y pamploneses, reconciliándose con Carlo Magno. El año de noventa y cuatro murió el belicosísimo Hiscen, y ocupado en sugetar á sus dos hermanos, y despues en guerrear á los francos, no pudo, ó no quiso combatir á los navarros. Sucedió á Hiscen sn hijo Aliatan, que prosiguió el mismo asunto muchos años; y la diversidad de sucesos, y el tiempo que mitiga el dolor de las heridas, tenia mas templado el ánímo de Carlos, quien habiendo hecho testamento este año de ochocientos y seis, en que dejaba sus reinos á sus tres hijos, siendo tan natural congraciar los confinantes, lograron los pamploneses ocasion tan oportuna, y enviando embajadores à Carlos, quedaron los enconos antiguos olvidados. Presto se olvidó de esto Ludovico Pio; pues el año de ochocientos y diez llegó con muy poderoso ejército á Pamplona, que estaba desprevenida; pero nuestro rey don Sancho, fué siguiéndole cuando se retiraba á Francia, y no acaba de ponderar el escritor familiar de Ludovico la prudencia, el consejo, y suma cautela de su amo, en evitar los peligros, con lo que quiere decir el riesgo grande en que se vieron los francos, y lo mucho que se acordaban de la antigua rota de Roncesvalles. Desapareció no obstante el nublado, y vinieron los navarros en el arbitrio pacifico de dar rehenes. Siguióse al año catorce á los veinte y ocho de enero, en Aquisgran, la muerte del emperador Carlo Magno, y el año de diez y seis, se rebelaron los vascones aquitanos contra Ludovico Pio, quién removió del gobierno de la Aquitania al conde Simino, 6 Jimeno, que pasando á España levantó contra las gentes del emperador repetidas tempestades. El año de ochocientos y veinte rompiendo la paz Ludovico á Aliatan, rey de Córdoba, se volvió á la guerra entre los moros y francos, alcanzando los combates á Navarra; y el de veinte y uno, hallamos que Abderramen, que gobernaba á Zaragoza, despues de la invasion que hizo contra los francos, iba haciendo los ma

CAP. VI.-Don Iñigo Jimenez, rey sexto de Navarra. Algunos autores por ignorar el padre de este gran rey, dicen, que ciñó la corona por eleccion despues de un largo interregno, y le hacen extranjero del condado de Bigorra: desde él empiezan otros la línea de nuestros reyes, y le dan el renombre tan conocido de Arista; pero todos son yerros manifiestos. Entró á reinar luego que murió su padre don Jimeno, y cargó la fuerza toda en la guerra contra los moros. Al año de ochocientos y treinta y nueve, hizo donacion el rey de varias tierras á la entrada de Alava al alférez mayor de su estandarte, don Iñigo de Lane, dándole por sus servicios, en la guerra los honores y emolumentos de rico hombre, y concediéndole el uno de pendon y caldera; y siendo ya entonces tan repetidos los méritos de este caballero en la milicia, no es mucho que la guerra empezase el año de treinta y seis. De esta donacion y de la que hizo tres años despues al gran monasterio de San Salvador de Leire, se conoce dominaba el rey en Pamplona, y la Berrueza, en las tierras del condado antiguo de Aragon, y en las de Álava, nombre de grande estension en aquel tiempo. Pertenece á este reinado de don Iñigo segundo la pere

yores estragos por Navarra; pero juntando don Sancho su ejército, le acometió denodado en el campo que llaman de Ocharen, donde dada la avanguardia á los inclitos esforzados roncaleses, cerrando estos con el coraje mayor, y apretando el rey con el resto del ejército deshicieron á los bárbaros, y consiguieron de elllos una cumplidísima victoria, que premió don Sancho, dando á los roncaleses las grandes inmunidades, que hoy gozan en la Bardena, que regaron con su sangre. En este año de veinte y uno sucedió Abderramen á su padre Aliatan y ya en el de veinte y cuatro se descubre con indicio no dudoso, que corrian con él, y habian tomado asiento de paz los navarros. Renovaron luego los francos la antigua ansia de introducir señorío en Navarra, y el emperador Ludovico Pio, mandó, que pasasen á Pamplona con muy numeroso ejército los condes don Ebluo, y don Aznar, navarro, originario de los vascones que pasaron à la Aquitania, y cojieron la ciudad, hallándola como siempre desprevenida. Irritóse el rey don Sancho sobre manera, y haciendo llamamiento de su gente fué siguiendo las marchas de los condes, que ya empezaban á entrar por el Pirineo: arremetió nuestra gente de batalla, y fué tal su primer impetu, que turbó y descompuso los escuadrones contrarios; y arreciando mas y mas el combate los navar-grinacion del insigne mártir cordobés san Eulogio, de ros, se arrojaron á fuga abierta los francos; pero cerrados los pasos, fué tan horrible el estrago, que aun venció á la célebre rota de Carlo Magno, perdiendo los condes todo el ejército, con general degüello, y viniendo armas, banderas, bagajes, y los dos generales Ebluo, y Aznar á manos de los navarros. Los francos, con este grande suceso, quedaron para siempre escarmentados. No se halla memoria que señale la muerte de este gran rey; pero parece fué hacia el año de ochocientos y veinte y seis, por lo que estrechan el tiempo los reinados siguientes, habiendo durado el suyo como veinte años.

CAP. V.- Don Jimeno Iñiguez, rey quinto de Navarra. Ahora, & despues de tantos años entró á ser rey de Navarra, ó de Pamplona, como llamaban entonces, don Jimeno Iñiguez, hijo de don Iñigo Arista; y en el tiempo de este rey y año de ochocientos y veinte y nueve era obispo don Opilano; que es el primero, que en nuestras memorias se descubre, despues de la entrada de los árabes en España, por haberse perdido la de los obispos intermedios de esta antiquísima iglesia despues del esforzado mártir san Marcial 6 Marciano, último de los que vemos subscribir en los concilios del tiempo de los reyes godos; y fonce años despues. ó al año de cuarenta, ya se vé sucesor de Opilano don Guillesindo, aunque se ignora si medió algun otro obispo. Del reinado de don Jimeno se sabe poco; pero puede colegirse, que fué muy próspero, viéndose libre del recelo continuo, que los navarros tenian de los francos, por las disensiones que se fueron tegiendo por tantos años, ya con Ludovico Pio, ya de sus hijos entre sí mismos, y por las guerras que tuvieron los moros entre sí y con los demás reyes cristianos. Por estas causas, pues, logró el rey don Jimeno la prosperidad del reinado que dijimos, y ejercitar su liberalidad y justicia. Murió bácia el año de ochocientos y treinta y seis, habiendo tenido el cetro como cosa de diez años, dejó de su mujer doña Munia dos hijos, que inmediatamente le sucedieron, y está enterrado en el real monasterio de San Salvador de Leire.

la cual habla el santo en una carta que escribió desde los calabozos de Córdoba al obispo de Pamplona, don Gillesindo; y por muy poco tiempo no alcanzó san Eulogio en su jornada la traslacion de las gloriosas vírgenes Nunilona y Alodia; pues ya por abril del año de cuarenta y dos, se trasladaron á Leire, por los cuidados de la reina de Navarra, doña Oneca, de acuerdo con el abad de aquel monasterio de San Salvador de Leire, don Fortuño, y por inspiracion de un devoto cristiano, que vivia cerca de allí por nombre Auriato. Fué tambien este año memorable por un eclipse tan espantoso del sol, que se vieron de dia las estrellas; y con las calamidades que se siguieron en la Francia, y en España, cuyas marinas infestaron tambien los normandos, pudo el rey don Iñigo, como decíamos, cargar con mayor conato en la guerra con los moros, donde ejecutó raras proezas. Cuando en el de ochocientos y cincuenta, don Ordoño el primero sucedió á su padre don Ramiro en Asturias, sobrevino al rey don Inigo otro nuevo cuidado de parte de la Francia. Carlos llamado el Calvo, logrando ya algun reposo de las guerras civiles, volvió el ánimo contra su sobrino Pipino; y viendo, ó recelando, que Navarra inclinaba mas á este, quiso tambien envolver á los navarros en esta guerra, pero teniéndola don Iñigo tan reñida con Abderramen, ladeó las velas, y procuró asegurarse por la paz, enviando á Carlos embajadores y dones; ya no solo por la razon que hemos dicho, sino porque los vascones de la Bureba y Álava se alborotaron contra don Ordoño, ó porque quisiesen adherirse a nuestros reyes, ó por aspirar á propio señorío. Fué el año siguiente de cincuenta y uno muy feliz para Navarra; pues en ella entraron las reliquias de los ilustres mártires san Zoil y san Acisclo, que envió desde Córdoba san Eulogio; y habiendo pasado ya diez años despues de la peregrinacion del santo obispo, se conoce cuan larga y prolija fué la guerra de nuestro rey con Abderramen; pues en tantos años como pondera el santo en su carta, estaban cerrados todos los pasos: causa de no haber enviado antes las reliquias. Es creible resultase de la venida de las reliquias de este mártir cordobés san Zoil, ó san Zoilo, el nombre del pueblo que llamamos San

Sol, á una legua de la ilustre villa de los Arcos. Creció cuchillo toda la gente de guerra, y arrasó hasta los la felicidad y la alegría de Navarra y toda la cris-cimientos la plaza. Algunos años despues parece que tiandad con la muerte de Abderramen el segundo que Almundir, primogénito de Mahomad, guerreaba en fué por el setiembre del año de cincuenta y dos ha- Álava con don García Jimenez, pero ni de esta guerra biendo reinado como treinta años. Sucedióle su hijo tenemos que escribir con certeza, ni se escriben mas Mahomad muy inferior á su padre; pues en varias par- cosas de su reinado. Llaman algunos á su mujer doña tes padecieron diminucion su poder y sus ejércitos, en Toda, y en los años que reinó, varian, aunque es poca especial por el esfuerzo con que le guerreó don Iñigo la diferencia. Parece que murió hacia el año de ochoque estaba tan hecho á combatir con Abderramen su cientos y sesenta y siete. padre. Y en estas guerras, ó en esta gloriosa continuacion, murió en Lumbier hacia el año de ochocientos y cincuenta y ocho, yace en San Salvador de Leire. Fué muy amado de todos, y dejó de la reina doña Oneca, ó Iñiga al infante don García Iñiguez, que le sucedió en el reino, aunque nó inmediatamente.

CAP. VII.-Don Garcia Jimenez el II, rey séptimo de Na

varra.

CAP. VIII.-Don Garcia Iñiguez, octavo rey de Navarra.

Tardó mucho tiempo don García en entrar en el reino, por no estar la sucesion inmediata de hijo á padre tan asentada, y bien se vé, que pudo entrar ántes de su tio el rey precedente; pues tantos años ha que tenia hijos de su esposa doña Urraca. Recobró este valeroso príncipe muchos pueblos de la tierra llana, que por la entrada grande de Mahomad se perdieron, y arrojando á los moros por fuerza de armas, los fué repoblando de cristianos, ayudando mucho al progreso feliz de sus conquistas la coligacion, entre otras, con el rey don Alonso Magno el tercero de Asturias, que sucedió á Ordoño su padre, el año de ochocientos y sesenta y seis, y que tomó muy á los principios de su reinado por mujer á doña Jimena, hermana de nuestro rey don García. Juntó este rey con el valor para manejar las armas, una piedad insigne, que explicó en repetidas donaciones, y en la que hizo el año de setenta y seis al monasterio de Leire á los veinte y uno de octubre, se vé que era ya obispo don Jimeno, y que habia venido de su prolija prision el infante don Fortuño, que volvió cargado de los muchos dones, que le dió Mahomad á la partida, para así sobornar á don García, y poder recobrar las tierras que le habia ga

A don García Jimenez, el segundo de este nombre, ya le niegan el reinado, ya se le conceden, y le ponen anterior al de su hermano don Iñigo muchísimos escritores, pero entre lo poco que sabemos de este rey, es, que ya tenia el cetro el año de ochocientos y cincuenta y ocho. Era este año ya el sexto de Mahomad, rey de Córboba, y sumamente irritado con las hostilidades pasadas del tiempo de don Iñigo, logrando la oportunidad de mudanza de gobierno, penetró con un pode roso ejército hasta las comarcas de Pamplona, ganó muchos pueblos en las tierras llanas, y por la Rioja se apo deró de tres castillos cerca de Pamplona. En uno de ellos hizo prisioneros al infante don Fortuño, y á su hermana la infanta doña Iñiga, hijos entrambos de don García Iñiguez. Fortuño estuvo en la prision veinte años, reinando despues con grande felicidad; y la infanta doña Iñiga, llevada tambien á Córdoba prisionera, casó con Ab-nado el rey de Asturias don Alonso; pero en vano, dalla, hijo segundo de Mahomad (quien por muerte de su hermano mayor fué rey de Córdoba), y tuvo á Mahomad, padre de Aderramen, el tercero, tan conocido por tantas y tan sangrientas guerras contra los reyes cristianos. Encendióse otra guerra muy sangrienta en tiempo de don García Jimenez, ó siguiéndose á la que hemos dicho, ó precediendo por algun tiempo, como parece mas probable. Muza, africano animoso, coligado con otros muchos, negó la obediencia á Mahomad, le hizo grandes estragos en las entrañas del reino, y ganandole muchas ciudades entró despues por la Galia Gótica ó Narbonesa, con tan feliz progreso de sus armas que no pudiendo el rey Carlos el Calvo, resistirse con el hierro, redimió la vejacion con el oro. Ciego Muza con el esplendor falaz de su fortuna, pasando la Sierra meridional de la Rioja, empezó pertrechar con grandes fábricas militares á Alvelda, pueblo à dos leguas de Logroño, para asentar allí plaza de armas, y guerrear á los cristianos. Encendidos Ordoño y García, á vista de tanta audacia, se unieron con pronta celeridad, poniendo cerco á Alvelda. Acudió Muza con todo su poder al socorro, y plantó sus reales en el monte Laturce, donde admitiendo ufano la batalla, que le presentó don Ordoño, fué tal el impulso con que le acometió el real ejército, reforzado con las gentes de Navarra, que casi se equivocó con el triunfo, pereciendo en brevísimo espacio diez mil de á caballo, fuera de un infinito peonaje, quedando muerto un yerno de Muza, y escapando éste con tres heridas, de que murió poco despues. Fué en esta batalla riquísimo el despojo; y habiendo al séptimo dia de la victoria, asaltado don Ordoño à Alvelda, pasó á

porque en las continuas guerras que éste tuvo con los moros tomó siempre nuestro rey con sus navarros una parte muy principal; y cuando Mahomad, rey de Córdoba envió un copiosísimo ejército con Almundir y Abohalid contra Zaragoza, y no pudiendo vencerla Almundir, ni alguna de las otras plazas de aquel señorío, enderezó el ejército contra Navarra, aunque invadieron todas las tierras de Deyo, que se estendia mucho mas en aquel tiempo, fueron rebatidos de todos sus castillos y plazas por el presidio grande con que lo tenia todo el rey don García. El año de ochenta y cuatro asentó treguas don Alonso por seis años con Mahomad, rey de Córdoba; y nuestro rey don García, que corrió en todos estos tratados con su yerno don Alonso, prosiguió la guerra contra los moros de Zaragoza, hasta que hacia el año de ochenta y seis le mataron de rebato pasando por el valle de Aibar, bien descuidado. Yace don García en San Salvador de Leire, y fuera de don Sancho, dejó por hijos á Fortuño, el primogénito, á los infantes don Iñigo y don Jimeno, á Iñiga, de quien se propagaron los reyes de Córdoba, y á doña Jimena, mujer de don Alonso Magno.

CAP. IX.-Don Fortuño Garcés, el Monge, nono rey de

Navarra.

El principio de su reinado, fué casi en el año mismo, en que murió Mahomad, y por las muchas revoluciones que hubo entonces en Córdoba, no tuvo porque temer de aquella parte, en que le vimos tanto tiempo prisionero; pero como aquellas revoluciones establecian mas el poder reciente de Mohamad Abdalla, rey de Zaragoza, le fué preciso vivir a don Fortuño en

Continua vigilancia, y pertrechar las fronteras; aunque no desciende á empresas particulares el descuido de los escritores. Tocó el reinado de don Fortuño Garcés, el obispo don Jimeno, de Pamplona.

En el archivo del monasterio de San Juan de la Peña se hace mencion en un instrumento de nuestro rey don Fortuño, y de él se dice, que vino de su patria con sus hijos á componer las disensiones entre Leire y los pueblos de Benasa y Catamuesa, lo cual sucedió á los principios de su reinado. Del tiempo próximo á su fin se lee una gran donacion, que hizo á este monasterio insigne de Leire; y de sus tiernas espresiones se infiere, que ya le inflamaba el cielo, para entrar religioso en el mismo monasterio, á donde fué el año de novecientos y cinco; y enviando á llamar á su hermano don Sancho y á su mujer doña Toda Aznarez, dió á su hermano la corona, la espada, loriga, collar de oro, escudo, lanza, y así de las otras insignias, y tomó el hábito con tal gozo, como pudiera tenerle, si ascendiera al trono, ó como le tuvo al salir de las prisiones de Córdoba. Reinó como diez y siete años, y vivió muchos en la vida religiosa con aquella exactísima perfeccion que corresponde á tan altas vocaciones.

CAP. X.-Don Sancho II, rey décimo de Navarra. Por haber muerto al mundo don Fortuño, entró á reinar don Sancho García, su hermano, y de la felicidad de su reinado, se conoce lo mucho que le valió aquella mística muerte. A la primera entrada agregó á su proteccion y señorío el principado de Gascuña, á donde pasó con su ejército; y dejando la Gascuña mayor ó ulterior á su hijo segundo don García el Corvo, quedó solo con el gobierno inmediato de la Gascuña menor ó citerior, y alguna parte del principado de Bearne, y los condados de Bigorra, y de Comange. Los moros, viendo ausente á este gran rey, cercaron con gran prontitud y mucha gente á Pamplona; y estando intratable el Pirineo por la excesiva copia de nieve que cayó entonces, dieron pronto aviso á don Sancho los navarros, aunque resueltos á todo trance á defenderse. Movióse inmediatamente el rey con su ejército, y los que quisieron seguirle de los gascones; y para que pudiesen de algun modo pasar el Pirineo, calzó abarcas é hizo que se las calzasen todos y llevasen del diestro los caballos (y de aquí llaman algunos á este rey don Sancho Abarca), llegando á Pamplona, determinó acometer al amanecer á los sitiadores. Estaban los moros totalmente descuidados, y acometidos de improviso, apénas tuvieron ánimo para huir, siendo tál el estrago, que sola la falta de enemigos pudo hacer tocar á recoger nuestra gente. Parece, que se ganó esta victoria á los fines de este año de novecientos y siete. No le permitió al rey su ardor belicoso, dar treguas al enemigo, y así convocó luego las gentes, poniendo los ojos en el cerco y conquista del castillo de San Estévan, que servia á los moros de comunicacion para Calahorra, Tudela, y otras plazas; y encomendando el suceso á nuestra Señora de Irache, acercóse á la montaña, sobre que está fundado aquel castillo. Habia de vencerse la montaña, habia de expurnarse una cortadura fuerte, que quebraba la llanura y conquistarse el castillo, y todo lo hizo don Sancho á pesar de la resistencia vigorosa de los moros, con una celeridad admirable. Cojido tan pernicioso padrastro, fué recobrando el rey, de los moros, muchas tierras: los Arcos, Torres, y varios pueblos, de que se formó Viana, cabeza despues del principado, hasta tocar en

el Ebro, que quedó por esta parte de su reino por línea de division. En el espacio de los cinco ó seis primeros años quiso pasarle, y hacer la guerra á los moros en la Rioja, á que condujo mucho casar á su hija doña Sancha con el conde Fernan Gonzalez de Castilla, y á que ayudó no poco la muerte de Abdalla, rey de Córdoba, á quien sucedió Abderramen tercero. Logrando pues esta ocasion el rey don Sancho, rompiendo por la Rioja, ganó entre otras las tierras de Castro-Bilibio, donde se fundó despues la villa de Haro, apoderóse de Nájera, Alfaro, Calahorra, Tudela, Tera, Agreda, Tarazona, y otras tierras hasta el Duero. A este tiempo muerto don García, rey de Leon, desbarató su sucesor don Ordoño un poderoso ejército de Abderramen, y no es creible, que estando tan unidos, no le ayudase don Sancho, que era su tio: vencido de los años y enfermedades el rey invicto, dejó á su primogénito don García con absoluto dominio en las tierras del Ebro, se retiró á Navarra, y ya el año de novecientos diez y nueve, le encontramos en Leire con la reina su esposa y el obispo de Pamplona don Basilio. Abderramen al mismo tiempo, ufano de haber vencido á don Ordoño en los campos de Mudonia, dispuso un copiosísimo ejército, para pasar á Navarra. Fuése acercando el bárbaro, y en un campo junto á Salinas de Oro, que por la copia de juncos que allí nace, tiene el nombre de Junquera, se pusieron los ejércitos á punto de batalla, el de los moros por un lado, y por otro el de don García, á quien se junto con sus tropas don Ordoño. La algazara y clarines, dieren señal al combate, y agotadas las armas arrojadizas, se vino á los alfanges y espadas, pero prevaleció la multitud excesiva de los contrarios, y descompuesto el ejército de don Ordoño, vióse obligado el navarro, á irse retirando con buen orden, haciendo rostro al orgulloso furor del enemigo. Retirados García y Ordoño á los reales, se tomó acuerdo de que fuése Ordoño á Leon á reforzarse y que pidiese García, como pidió, á su padre, nuevos socorros, y aunque el anciano rey se halló perplejo, pues dictaba la razon acudir primero á Pamplona, presto salió del conjogoso estado en que fluctuaba porque Abderramen, en lugar de ir á cercar á Pamplona, se encaminó á Francia. Entretanto don Sancho pudo recobrar las fuerzas perdidas en Aragon, y don García su hijo entró poderosamente á conquistar las que se habian perdido por la otra parte del Ebro. Faltábale á este vencer los dos últimos y fuertes tropiezos de Nájera y de Viguera, y llamó para que le ayudase al rey don Ordoño, quién acudió gustoso. Era la expugnacion de entrambas plazas muy difícil, así por el gran presidio que tenian, como por la aspereza del sitio, y los reyes dividieron las empresas, cercando á Viguera el nuestro, y á Nájera don Ordoño. Fué grande la resistencia de los moros, y crecia con la esperanza de ser socorridos de Abderramen; pero viéndose frustrados de ella, cayeron de ánimo, y fueron cogidas, Nájera hácia últimos de octubre, y Viguera á once de noviembre, dia de san Martin, con cuya advocacion erigió luego la piadosa gratitud del rey don Sancho el monasterio insigne de Albelda. De la carta de la fundacion de Alvelda consta que el rey don Sancho fué padre de la infanta doña Iñiga, 6 Oneca, de quien no sabemos mas, y que al obispo de Pamplona don Basilio sucedió don Galindo. Quedó don García de nuevo con el gobierno de las tierras de Rioja, y otras á la falda de Moncayo, y retirado don Sancho á Pamplona, cayó en una grave y prolija en

dando tiempo á que el proceder del intruso Ordoño

rey se pusiese en cura; pues pasaba á enfermedad su inmoderada corpulencia, que le hacia inhábil para el manejo de las armas, que necesitaba tanto. Corria con poca felicidad en Pamplona la curacion del rey don Sancho, y como la deseaba con tanta ánsia don García, puso luego los ojos en la pericia de los médicos ára

fermedad. Agotados los remedios humanos, acudió al cielo, y se hizo llevar á varios santuarios muy céle-granjease valedores á don Sancho, y en fin, que este bres en el reino, consiguiendo la salud en San Pedro de Usun, cerca de Lumbier, monasterio enriquezido tambien con las reliquias del grande apóstol san Pablo. Con las turbaciones que sobrevinieron en Leon y As- | turias despues de la muerte de don Ordoño no podia | continuarse su union con Navarra; pero sosegadas las cosas, volvióse á ella contra el enemigo comun. Cum-bes, y pidió á Abderramen que admitiese en Córdoba plidos los veinte años de su reinado, murió de ancianidad muy provecta el rey don Sancho, el año de novecientos veinte y seis, y mandóse enterrar en San Estevan del castillo de Deyo, para estar aun despues de muerto, como de atalaya.

CAP. XI. Don Garcia Sanchez, cuarto de este nombre, rey onceno de Navarra.

Don García Sanchez dió principio á su largo reinado, esplicando su liberalidad con repetidas donaciones que hizo á varios monasterios, en compañía de su mujer doña Teresa, que así se llamó de sobrenombre, y suele llamarse de patronímico Endregoto, por ser hija de Endregoto Galindez, aunque su nombre propio era doña Oneca, 6 Iñiga. De ellas se vé cuán enteramente habia recobrado su padre el rey don Sancho el segundo, las tierras de Tarazona, Agreda, Garray, y Tera, y hacia las fuentes del Ebro, perdidas en la jornada grande de Abderramen. Unido luego don García con don Ramiro de Leon, quien habia casado con la hermana de nuestro rey, la infanta doña Teresa Florentina, concurrió á la victoria de Osma, de la cual volvió Ramiro con muchos millares de prisioneros; y cuando acudió de nuevo Abderramen con numerosísimo ejército, para vengarse de aquel descalabro, tomó tambien nuestro don García una parte muy principal en la celebradísima batalla de Simancas, llamada comunmente de los árabes la del Barranco, por quebrar algo la tierra al encuentro de los rios Pisuerga y Duero, que se dió á los seis de agosto, en el año treinta y ocho de su reinado. Hasta el año de cuarenta y tres no se descubre escritura alguna del rey don García, y de las que se descubren los años de cuarenta y siete y cuarenta y ocho consta el contínuo ejercicio de la piedad, y su visita á San Juan de la Peña, convidado del conde don Fortuño Jimenez, que gobernaba la provincia de Aragon. Consta tambien que al obispo de Pamplona don Galindo, le sucedió don Valentin, y á éste el obispo don Fortuño, aunque no se sabe si le sucedió inmediatamente. Por este tiempo, ó poco despues, ocurrieron graves disturbios en el reino de Leon, y desavenencias con los condes de Castilla; por cuyo motivo don García volvió con su ejército á su reino; y le fué preciso acelerar la jornada, pues los moros, prontos siempre á hacernos mal, cargaron en las fronteras de la Rioja y de Navarra. Y es muy natural, que en ocasion semejante jugase con felicidad las armas este gran rey, de quien dice el tomo de los Concilios de Alvelda, que ejecutó muchas veces estragos sobre los sarracenos. Estuvo luego don García con quietud en su reino, y cuando don Sancho, que habia sucedido á don Ordoño en los reinos de Leon y Galicia, fué echado de sus estados por el otro Ordoño á quien llamaron el Malo, buscó y encontró puerto en Pamplona, poniendo en consulta su tio el rey don García la restitucion y remedio á tanto mal. Pareció á los consejeros que se procediese con alguna lentitud, que dejasen esperimentar á Leon la pesadísima carga de un mal rey,

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á su sobrino; y hechas treguas para el caso, se dió principio á la cura, y consiguió don Sancho la agilidad y salud con toda perfeccion. Añadiendo Abderramen unos favores á otros, le ofreció asistirle con su poder para el recobro del reino, y admitiendo don García estos tratados, se dispuso, que al mismo tiempo se encaminase don Sancho á la corte de Leon con el ejército que le daba Abderramen, y que guerrease el navarro al conde Fernan Gonzalez. Fué el resultado tal como se esperaba ir entrando en el reino don Sancho y ser aclamado de todos, fué casi una mesma cosa; y vencido el conde de nuestro rey, hízolo prisionero con todos sus hijos, enviándolos luego presos á Pamplona, pasó adelante para acabar de deshacer la faccion del conde, y allanar á Castilla para don Sancho. En este año de sesenta y dos en que se hallaba en Leon el infante de Navarra don Ramiro hermano de don García, le nació al rey don Sancho un hijo, á quien llamaron tambien Ramiro, ó por su tio el infante, ó por su abuelo paterno, y le hubo de doña Teresa Asurez, hermana de los condes de Monzon, cuya familia asistió al rey en su adversa fortuna, y fué luego premiada con este real matrimonio. Siguióse el año sesenta y tres, la muerte del célebre Abderramen el tercero, y su hijo y sucesor Aliatan todo el tiempo de su vida estuvo en paz, no solo con los reyes de Pamplona y de Leon, sino tambien con los condes de Castilla. El año de setenta fué triste para Navarra y Castilla, pues murieron en él, el rey don García y su cuñado el conde Fernan Gonzalez, á quien sucedió de edad cumplida, y ya casado, don Garcia Fernandez, y del nombre de su mujer doña Sancha, infanta de Navarra, se introdujeron en su casa los nombres de Sanchos Garcías. Don García reinó cuarenta y cuatro años, y si se juntan los seis en que en tiempo de su padre don Sancho segundo, manejó las armas casi con potestad absoluta, tocó tambien los cincuenta. Fué rey de grande benignidad y valor, y obtuvo grandes victorias de los paganos. Sucedióle su primogénito don Sancho Abarca; tuvo otro hijo por nombre Ramiro, á doña Sancha, casada con don Ordoño segundo, y á doña Urraca, mujer que fué de Ubilielmo Sanchez, duque de Gascuña, y conde de Burdeos, y fué enterrado en el castillo de San Estevan, como su padre don Sancho.

CAP. XII.-Don Sancho Abarca, tercero de este nombre, rey doceno de Navarra.

Este rey casado con doña Urraca Fernandez o Fortuñez, entró de edad crecida en la sucesion del reino, y acaso esta seria la causa de que Aliatan, rey de Córdoba, conservase la paz con mas constancia. Por una donacion que otorgó á San Pedro de Ciresa vemos que don Blasio sucedió en la silla de Pamplona á don Fortuño. Prestro vemos á don Sancho empleando su piedad grande en otras donaciones, y poniendo forma en el gobierno, reconociendo todas las provincias de su reino, y logrando con fruto y pru

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