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Benito, con muchos de los de España. La santidad, letras y autoridad del venerable Pedro igualaban (al parecer de muchos) en sus dias con las del glorioso padre san Bernardo, que fueron contemporáneos: el cual, poniéndose de por medio, de parte del pontífice, quiso concertar los reyes. Pero el de Aragon no alzó la mano de las cosas de Castilla; antes volvió á ellos con doblada cólera, procurando los daños y muertes posibles. Los aragoneses defendiendo los castillos y ciudades que tenian de los castellanos, particularmente el castillo de Burgos, como se verá, y Castro-Jeriz, que era por este tiempo de mucha importancia y fuerza: y aun pensó quedarse con el reino de Toledo; para lo cual, el rey don Alonso salió de Carrion, y pasó los puertos derecho á Toledo, donde fué recibido llanamente por tener en la ciudad muchos de su bando. Y a diez y nueve de abril, era mil ciento cuarenta y nueve, se le hizo el omenaje y juramento como á rey y marido de la reina, señora propietaria del reino, siendo mucha parte Alvar Fañez, que tenia algunos castillos del reino, en el cual pensaba quedarse el rey de Aragon. Y sabiendo que los moros de Cuenca ( que ya habia vuelto á su poder), estaban descuidados, Alvar Fañez juntó de presto la gente que pudo, y se echó sobre ella: y si bien la ciudad era fuerte, Alvar Fañez se dió tal maña, y la apretó tanto, que la entró por el mes de julio deste año; así la veremos en poder de cristianos, y con obispo algun tiempo; pero volvió á ser de moros, hasta que el rey don Alonso el Noble la ganó, como veremos, si Dios nos deja llegar allá.

Venia con la gente y campo que de Galicia habian salido, el nuevo rey don Alonso, en cuya busca, y con deseos de prenderlo, andaba el de Aragon su padrastro; y por ser tan niño el de Castilla, al romper la batalla que se dieron entre Astorga y Leon, le retiraron á un fuerte castillo, y de allí le llevaron á Simancas, con intento de meterlo en Avila, que era ciudad muy fuerte, y donde habia muy valientes caballeros, y grandes y leales servidores del conde don Ramon, su poblador, padre de don Alonso. Sabiendo el de Aragon, que el rey de Castilla se habia metido en Simancas, y que llevaba el camino de Avila, dejó de ir contra Galicia y Leon, y entró por Castilla abrasando la tierra derecho contra Avila, do le parecia que no se le podria escapar el nuevo rey; y fiábase que tenia en Avila aficionados, señaladamente á un Nalvillos Blazquez, que era uno de los mas nobles pobladores, y valiente caballero, á quien habia dado el gobierno de aquella ciudad, y superioridad sobre los gobernadores de Segovia, Arévalo, Salamanca y Talavera, y hecho capitan general de todas aquellas fronteras, negocio de mucha importancia. Quiso ganar el rey la voluntad deste caballero y de otros de Avila, y obligarlos de nuevo, enviándoles, segun dicen, antes que saliese de Aragon, cuando tuvo acordado de romper con CastiIla, y contra el nuevo rey, á Jaime Ruiz y Artal de la Pobla, caballeros aragoneses, con un rico presente, en que habia doce caballos muy hermosos, y ricamente enjaezados, y una espada de mucha estima, que habia sido de don Alonso el VI, y veinte telas de cendales, doce vasos de plata, y otros seis caballos para Fernan Lopez, alcaide de la fortaleza; pidiéndoles el rey que le sirviesen, y tuviesen la ciudad en su lealtad y obediencia, y le acogiesen llanamente cuando á ella viniese; y demás desto les mandaba, que á estos dos caballeros aragoneses les diesen vecindad en la ciudad y repartimientos de tierras, como se habian dado á

TOMO III.

los demás pobladores. Cuando llegaron estos caballeros á Avila, no estaban en ella Nalvillos, que habia pasado el Tajo á correr tierras de moros; ni Fernan Lopez, que estaba en Valladolid en las bodas de un hijo suyo, llamado como él, que casaba con Teresa Assurez, sobrina de Suero Assurez, hija de Gil Fernandez Bonal, y hermana de Suero Assurez; y gobernaba en Avila, por ausencia de Nalvillos Blasco Jimeno su hermano, ambos hijos de Jimen Blazquez y así hubo de recibir los despachos el Blasco Jimenez. Y juntándose la ciudad de Avila, que así se usaba en los negocios públicos, se les dió cuenta de lo que el rey de Aragon pedia, hospedaron muy bien á los embajadores, y entretuviéronlos seis dias, hasta avisar a Fernan Lopez, alcaide de la fortaleza, al cual enviaron la carta que el rey de Aragon escribia, y Ferian Lopez les escribió que respondiesen al rey lo siguiente.

«Que Blasco Jimenez, en nombre de la ciudad y de »los ausentes le daba muchas gracias por la mer»>ced que les ofrecia, y por los dones que á Nalvi>>llos y á Fernan Lopez enviaba. Que la ciudad de Avila »le ayudaria cuanto en sí fuese, con tal que el rey hi»ciese vida con la reina doña Urraca su mujer, y rei»>na de Castilla y de Leon, y le acudirian con los tri>>butos y rentas debidas á la corona real. Que en todas »las jornadas que hiciese le ayudarian con sus armas »y caballos, con tal que la guerra fuese justa, y contra »enemigos de la fé. Que si el rey de Aragon moviese »guerra en cualquier tiempo al infante don Ramon, á »quien los demás concejos de Castilla y de Leon tenian »por señor y por legítimo sucesor despues de los dias >>de la reina su madre, que Avila no le ayudaria. Que »si el dicho rey de Aragon viniere á Avila con ejército, »>no siendo contra el infante don Alonso, le hospeda>>ran y alojaran su gente en los lugares comarcanos, >>con tal que el dicho señor rey no pueda entrar, ni en>>tre dentro de la ciudad salvo con veinte caballeros »para el servicio de su persona. Que si el dicho rey ar>>ribare en Avila con ejército contra el infante don >>Alonso, ó contra otro cualquier de sus vasallos y va>>ledores, queriendo desheredar al dicho infante, los de »>Avila no serian en su ayuda, ántes enemigos decla»rados. »

Dieron esta carta á los dos caballeros del rey de Aragon, quedando un tanto della en el regimiento de la ciudad; y asimismo se envió otro al infante don Alonso, escribiéndole Blasco Jimenez y Jimena Blazquez la Valerosa, tia de Blasco Jimenez, mujer de Fernan Lopez, la que defendió á Avila, y guardaba el castillo en ausencia del marido. Y asimismo le enviaron un tanto de la carta que el rey de Aragon habia escrito á Nalvillos. Los ayos y caballeros del consejo del infante respondieron á Blasco Jimeno, agradeciendo su fidelidad y entereza, y dándole patente de gobernador y caudillo mayor de Ávila, despues de la muerte de su hermano Nalvillos Blazquez, prometiéndole de parte del infante otras mayores mercedes; y asimismo confirmaron á Fernan Lopez con la tenencia de la fortaleza, con otras buenas esperanzas para adelante; dando Dios al infante lo que todos deseaban.

Como el rey de Aragon vió una respuesta tan determinada, indignose mucho contra los de Avila, y propuso de satisfacerse dellos á su tiempo. Parecióle que si Nalvillos estuviera en la ciudad, cuando llegaron sus caballeros, le respondieran de otra manera, por la obligacion que Nalvillos tenia álas mercedes que dél habia recibido; y que viniendo él con su ejército á Avi

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la, Nalvillos se la allanaria. Como venció á los caballeros gallegos cerca de Astorga; y supo que el infante estaba en Simancas, y que le llevaban á Avila, enderezó, dejando á Galicia, para Simancas, destruyendo la tierra sin misericordia. Tuvo aviso el infante de la venida del enemigo, era de tan poca edad, que no tenia fuerzas para ponerse armas, dolióle mucho la rota de sus gentes, y temió el poder del aragonés; tuvo letra de Blasco Jimeno, en que le decia la muerte de Nalvillos Blazquez su hermano, y le suplicaba fuese luego á aquella su ciudad, donde hallaria todos los corazones muy suyos, y con ánimo de poner en su servicio vidas y haciendas. Al infante, á quien ya todos llamaban rey, y á los de su consejo pareció aceptar lo que Avila decia, y no esperar mas en Simancas, que si bien fuerte en el sitio, no lo era en la grandeza del lugar ni otras fortalezas; ni el infante tenia gente para poder esperar al rey poderoso, que venia lozano con la victoria. Llegó don Alonso á Avila, donde fué recibido como rey, y por tal le alzaron, y besaron todos la mano con gran regocijo del pueblo.

No pasaron muchos dias despues de haber llegado el rey don Alonso de Castilla, en llegar el de Aragon muy apesarado por la muerte de Nalvillos, y porque en Avila hubiesen así recibido al rey don Alonso. Confortóse algo con que le dijeron poco ántes de llegar á Avila, que en llegando allí el de Castilla, habia enfermado, | y tenian por cierto que era muerto; fué verdad que enfermo, mas nó que murió, que le guardaba Dios para muchos bienes. No tardó el de Aragon mas de cuatro dias en marchar con su campo desde Astorga á Avila, que son cuarenta leguas; de suerte, que salió muy fuera del paso y órden que tienen los ejércitos; mas el rey fué tan gran soldado, que caminos y gentes vencia. Pasó con su campo á la parte del oriente de la ciudad, por tener el alojamiento mas sano y acomodado. Aquí supo de cierto que el rey de Castilla vivia, que no le dió mucho gusto, ni tampoco el ver la fortaleza de Ávila y la gente de guerra que se mostraba por los muros, que otra demostracion no hicieron, aunque habia dentro della gente, que si quisieran, no les dejaran asentar su campo ep paz. Luego el de Aragon envió un trompeta ó rey de armas á Blasco Jimeno, pidiéndole con cortesía, que pues el nuevo rey de Castilla era muerto, le acogiesen á él dentro de la ciudad, que prometia de hacer á todos muy buen tratamiento y mercedes; y al concejo de Ávila libre y exento de todos los tributos, y pechos para siempre jamás. Blasco Jimeno respondió, que el rey de Castilla don Alonso, su señor, estaba dentro en la ciudad bueno y sano, y que todos los caballeros y comun de Ávila estaban muy puestos en defenderle, como á su rey y señor natural, contra todos los hombres del mundo hasta morir todos por él. Que le rogaban, pues allí no tenia que ver, se fuése en paz, y no tratase de combatir la ciudad, que hallaria en ella quien se la defendiese, y le ofendiese de manera que le pesase. Otro dia volvió el rey de Aragon á enviar su rey de armas, pidiendo que le mostrasen y dejasen ver á don Alonso Ramon, que les daba su fé y palabra real, que no le haria mal ninguno, ni fuerza, ni agravio, que no queria mas de satisfacer que él era vivo, que se lo llevaria á su real, que él daria toda la seguridad que quisiesen y que, como él fuese cierto desta manera, que el infante era vivo, alzaria luego su campo sin combatir mas la ciudad, y se iria á Aragon, Y para seguridad de que ni á don Alonso Ramon, ni á otro al

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guno haria mal; daria cien caballeros en rehenes, los que Blasco Jimeno nombrase que quedasen en la ciudad; y que si esto no les contentase, que el dicho Blasco Jimeno y los demás nobles de Ávila tuviesen por bien, que el rey de Aragon entrase en la ciudad solo sin compañía, con tal que la ciudad diese al rey de Aragon en rehenes tales personas, que el rey fuese se— guro de que los de Ávila le volverian en salvo, y sin hacerle fuerza ni otro agravio alguno á su real; y que el rey de Aragon juraria de volver sanos y salvos los rehenes que le entregasen dentro en la ciudad de Ávila, so pena de perjuro y fementido.

Consultó Blasco Jimeno esta embajada con los caballeros que habian allí venido con la persona del rey de Castilla, y asimismo con otros caballeros de Ávila, y fiados (que no debieran) de la palabra del rey, acordaron de concederle la entrada en la forma que la pedia: y para tomar el juramento al rey de Aragon, que cumpliria lo que prometia, salieron de la ciudad al real fray Alberto Otton, monge de San Pedro de Cluni, y de nacion borgoñon, deudo del rey de Castilla, y el alcaide Fernan Lopez, los cuales tomaron en el real la jura al rey de Aragon sobre un misal con toda solemnidad, jurando el rey, que los rehenes que le entregasen los guardaria y volveria libremente, sin dañarlos en cosa alguna. Y hechas las vistas, como pedia, con el rey de Castilla, pondria dentro en la ciudad los dichos rehenes que le entregasen. Envió asimismo el rey de Aragon otro caballero, que se decia Beltran de Fox, con un clérigo, para que por su parte tomasen el juramento al rey de Castilla y á todos los nobles que con él habian venido, y á Blasco Jimeno con los demás caballeros de Ávila : y lo que juraron fué, que en viendo el rey de Aragon al de Castilla, sin detenimiento alguno le dejarian volver á su campo salvo y seguro.

Hecho el juramento por ambas las partes, el rey de Aragon partió luego para la ciudad un dia de mañana con solos seis caballeros, y de la ciudad salieron las rehenes, y se los entregaron gran trecho antes de llegar á la ciudad, los cuales fueron Fernan Salvadores, camarero del rey de Castilla; Jimen Blazquez, hijo de Jimen Blazquez, hermano de Blasco Jimeno, yerno de Alvar Alvarez, y un hijuelo suyo; Remontibal caballero borgoñon, alférez que habia sido del conde don Ramon, padre del rey, y tres hijos suyos donceles del rey, y mas cien escuderos nobles, parte dellos del servicio del rey, y otros de los nobles que habian poblado en Ávila, con los cuales el rey de Aragon quedó muy satisfecho, y ellos pasaron y se metieron dentro del alojamiento de los aragoneses, que les costó las vidas.

En sabiendo el rey de Aragon que ya los rehenes estaban en poder de su gente, envió á mandar que se tuviese mucha cuenta con ellos, y luego pasó adelante con sus seis caballeros sin armas ningunas; y cuando llegó á la puerta, que es cerca de San Salvador, paró el caballo; y Blasco Jimeno con muchos nobles salieron fuera de los muros á recibirlo. Y el rey de Aragon dijo á Blasco Jimeno: yo creo, buen Blasco Jimeno, que el rey de Castilla es vivo y sano, y así me doy por contento de vuestra verdad; y no quiero entrar en la ciudad, que basta que me mostreis à vuestro rey por estos muros, ó aquí á la puerta. Temiéronse los caballeros de Ávila no hubiese alguna traicion en los de fuera ó dentro; y por eso se le mostraron encima del cimborio de la iglesia, que es junto à la puerta de la ciudad. En viéndolo el rey de Aragon, le hizo una

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gran cortesía, así á caballo como estaba, bajando la cabeza hasta el arzon de la silla, y el rey de Castilla le hizo otro tal, y de la misma manera los caballeros que con él estaban : y sin haber otra cosa, el rey de Aragon se volvió á su campo, no consintiendo que nadie de la ciudad le acompañase.

Luego como llegó el de Aragon á su alojamiento, mandó traer ante sí los que la ciudad habia dado en rehenes, y ellos fueron con mucho gozo, no cuidando el mal que se les aparejaba; y el rey mandó á los suyos, que allí delante dél los hiciesen pedazos, sin perdonar á ninguno por niño que fuese, mostrando con ánimo cruel gran gusto en verlos así matar; y sus ministros hacian lo mismo, haciendo juegos con las cabezas de los inocentes. Y para mostrar mas su ferocidad, mandó el rey cocer algunas de aquellas cabezas para mostrarlas, y poner pavor á los lugares de Castilla que no se le rindiesen. Por esto dicen los de Ávila que el lugar donde fué este hecho inhumano, se llamó el lugar de las Fervencias, por haber hervido y cocido las cabezas de sus nobles ciudadanos: si bien es verdad que allí hay unos manantiales de agua, que parecen estar hirviendo. Sea por lo uno ó lo otro; la verdad es, que el rey de Aragon mostró en esto su ánimo cruel, que aunque fué guerrero y aficionado á la Iglesia, haciéndola mil bienes, la codicia de reinar y el odio que concibió contra la reina de Castilla y castellanos, le hizo dar en frenesí semejante. Y así tuvo fin desastrado, y dudoso de su salvacion, siendo vencido como temerario, sin saberse hasta hoy dia de su cuerpo; que del alma, solo aquel lo sabe que la hizo, y llevó desta vida, sea, por quién él es, á la eterna.

Contento, y pagado con hazaña tan poco heróica el rey don Alonso de Aragon partió otro dia, pasando el rio Adaja, que corre cerca desta ciudad; vió un molino, y preguntó al molinero cuyo era; respondió, que de Blasco Jimeno; y luego lo mandó quemar, y lo mismo hizo de otro de Fernan Lopez el alcaide. Tomó el ejército el camino de Outiberos, y asentose dos leguas antes de llegar al lugar, en una aldea de Sancho de Estrada, caballero poblador de los de Ávila, que se decia Aldeanueva, y el rey se alojó dentro della, el ejército en el campo, y otro dia marcharon para Ontiberos, quemando todos los lugares y caserias que supieron fuesen de los de Ávila.

Volviendo, pues, á los de la ciudad de Ávila, ya que quedó libre del enemigo, quedó con pena mortal, rabia y dolores del alma, por la crueldad que el rey de Aragon habia hecho, matando sus hijos y nobles ciudadanos. La ciudad se cubrió de lutos y lágrimas con un despecho grandísimo y deseo grande de vengarse. Quien mas la sentia era Blasco Jimeno, gobernador de la ciudad, y el rey don Alonso de Castilla, si bien niño, sentia como hombre, y le dolia la sangre, que por su respeto, de tantos inocentes un rey tirano habia derramado, faltando su palabra, su juramento, y el respeto que se debe á Dios y á los hombres. Juntáronse todos los caballeros naturales de Ávila de la casa del rey, y consultando lo que les convenia hacer en satisfaccion de un agravio semejante hecho á su rey y á tal ciudad; acordaron, que debian de reptar y desafiar al rey de Aragon, como alevoso traidor, que entonces no debia de haber la opinion que ahora, no bien fundada, que no puede haber rey traidor. Decian mas, que este repto lo hiciesen dos caballeros solos, que eran tales, que con seguridad se

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les podia fiar. El uno era lofre de Cárlos caballero noble borgoñon, y deudo del conde don Ramon; y el otro Blasco Jimeno, gobernador y capitan general de Avila, el que casó en Zamora con nieta de Arias Gonzalo. Blasco Jimeno aceptó la empresa, y dijo que la queria hacer solo, y que no convenia que lofre Cárlos hiciese tal repto, porque habia llevado gajes del rey de Aragon, y sido su capitan. Era tanto el valor de Blasco Jimeno, que él solo pensaba y queria matar al rey de Aragon, y vengar á su ciudad, y las muertes de sus naturales y parientes, que tan mal muertos fueron. Todos vinieron en esto, y dieron su poder á Blasco Jimeno, para que en su nombre reptase al aragonés de alevosía; y le probase haber sido perjuro y traidor.

Otro dia, despues que el rey de Aragon se alzó de Avila, puesto en órden, partió Blasco Jimeno en su seguimiento, no llevando consigo mas que dos peones; uno para la espuela y otro con un macho, en que iban las armas que se habia de poner para pelear. Quísole servir de paje de lanza, sin podérselo estorbar, un caballero doncel, hijo de Fernan Nuñez, de la noble famiHa de los Guzmanes de Leon. Saliéronlos acompañando mas de cien caballeros de Ávila hasta un término que llaman de Carduzal, don Blasco Jimeno se despidió de todos, jurando el morir en la demanda, hasta vengar la muerte de los rehenes, y satisfacer al crédito y reputacion de tan noble ciudad. Siguió su camino, y tuvo lengua, como el de Aragon con su campo estaba cerca de Ontiberos, y que llevaba intento de ir contra Zamora. Llegado ya Blasco Jimeno cerca de Ontiberos, apeóse de su caballo, y armóse de todas sus armas, ayudándole Lope Nuñez de Guzman, que le llevaba la lanza; volvió á ponerse en su caballo con gentil donaire; y rogó á Lope Nuñez, y mandó á los dos criados que se quedasen, que no era razon que se metiesen en tan notorio peligro, que él entendia que el mal rey los mandaria matar, como malo, y perjuro, y villano (que son palabras formales que este caballero dijo). Mas Lope Nuñez juró que no habia de dejarle, sino que habia de morir donde él muriese, 6 volver en Ávila, si él volviese, y de otra manera nó. Y así caminando Blasco Jimeno y Lope Nuñez, y uno de los mozos de á pié, que tambien tuvo ánimo, llegando cerca de Ontiberos, halló que el rey marchaba ya fuera del pueblo, y que parte de las compañías de ballesteros aun no habian salido del lugar ni de otros, en que fueron alojados; luego Blasco Jimeno fué contra la parte, donde le dijeron que el rey iba; y alcanzándole, mandó á Lope Nuñez que se adelantase, y dijese, que un caballero venia allí, que le traia una embajada de parte del consejo de Ávila. Lope Nuñez lo hizo así; y el rey paró para oir lo que el caballero le queria decir. Blasco Jimeno se presentó ante el rey sobre su caballo, y con voz alta y semblante brioso, dijo con osadía las palabras formales que aquí pondré en su lengua, porque no digan que las pongo de mi casa.

«Bien sabedes, rey de Aragon, que cuando arribas>>>tes en Avila con vuestro real, habiendo codicia de >> matar é desheredar al nuestro rey don Alfonso Ra>>mon, á quien el nuestro concejo tiene por verdadero »rey de Castilla, enviastes una embajada á mí Blasco »Jimeno, é á los demás nobles de mi concejo, en que »fablavades, que el rey nuestro de Castilla fuese ya »finado, é que por los de Ávila é su concejo fuésedes >>metido en nuestra ciudad, é recebido por rey: é vos

res de la reina, hacíase dueño de todo, y llegaron sus pensamientos á querer casar con ella; entonces los coudes y ricos hombres de Castilla y Leon, tomando ocasion del mal gobierno y trato que la reina tenia, juntáronse contra el conde don Pedro de Lara, con determinacion de quitarle la vida, 6 echarle del reino. Eran los caudillos desta empresa Gutierre Fernandez de Castro y Gomez de Manzanedo; y para de todo punto acabar con la reina, se resolvieron en alzar por rey al infante don Alonso. Para esto juntaron sus gentes, halándose en ello el conde don Pedro de Trava, á quien el rey de Aragon habia dado libertad; y fueron en se

>>>fué respuesto, ser vivo é guarido de la malatía que >>hobo; é vos demandastes que vos lo demostrásemos >>ca habíades codicia de lo otear, é que lo oteriades >>>en la nuestra ciudad, si vos diésemos rehenes para »Seguridad de la vuestra persona; las cuales rehenes »jurastes é prometistes cuando se vos diesen, é vos ho>>biésedes oteado bien al nuestro rey é señor, de los »volver á nuestra ciudad libres, é sin lesion. É vos, »como mal alevoso é perjuro, non merecedor de ha>>>ber corona é nombre de rey, non cumplistes lo jura»do; antes, como alevoso, matasteis los nobles de las >>rehenes, que fiados de la vuestra palabra é juramenato, eran en el vuestro poderío. É por lo tal, vos rep-guimiento del conde don Pedro de Lara, que con los »>to en nombre del concejo de Avila: é digo que vos »faré conocer dentro de una estacada ser alevoso, é »traidor, é perjuro. » No esperó mas razones el rey de Aragon, sino encendido en cólera, mandó á grandes voces á los suyos que le hiciesen pedazos, por ej desacato y osadía con que hablaba. Y luego cercaron al osado caballero Blasco Jimeno tirándole golpes pa-gunos años, siendo ya el infante don Alonso pacífico ra matarlo; y Blasco se defendia revolviéndose entre ellos, é hiriéndolos valientemente, que era un estremado caballero; y ya que no dejaba llegarse á le herir á los de lanza y espada, los ballesteros le tiraron tantas jaras, y otros le arrojaban lanzas y dardos, que al fin hubo de caer muerto; y lo mismo hicieron de su compañero Lope Nuñez de Guzman, si bien vengó su muerte todo lo que pudo.

En el lugar y campo donde se hizo este repto, y murieron, como he dicho, los reptadores, está una ermita donde dicen están s pultados; y en ella se hace cada año una memoria, que dotó Alonso Serrano su descendiente, y de los caballeros pobladores de Ávila, como es notorio en aquella ciudad. Demás desto se puso una piedra, que llaman el hito del repto, y una cruz entre los caminos, y en ella se lee hoy dia lo siguiente: «Aquí >> murió Blasco Jimeno, uno de los caballeros Serranos »de Ávila, el cual defendiendo su persona, mató haza»ñosamente à un hermano del rey don Alonso de Ara»-on, que tuvo cercada la ciudad y al rey don Alonso »de Castilla, nieto de don Alonso que ganó á Toledo en »ella..... (faltan letras), que con grande lealtad le fué »defendido siendo niño, sufriendo que el rey de Ara»>gon le matase sesenta caballeros que le dieron en re»henes, hervidos en aceite, porque le entregasen al rey, >>segun mas largamente consta por escrituras >>>

Esta piedra no parece en la letra antigua, y habla de solos los caballeros que eran naturales de Ávila, y nó de los demás muertos, que eran criados del rey de Castilla.

Dije, como deste caballero valiente, Jimen Blazquez, desciende don Gomez de Ávila, segundo marqués de Velada, ayo que fué del rey católico don Felipe tercero, siendo principe, y despues su mayordomo mayor, siendo rey de las Españas.

CAPÍTULO XXXII.

La reina doña Urraca no dejaba la amistad del conde don Pedro Gonzalez de Lara, y los del reino la depusieron del, y alcanzaron la obediencia.

Viéndose la reina doña Urraca libre del rey de Aragon, y de las guerras que la hacía, entendió vivir con descanso muy á su gusto: y aunque los mejores y mayores caballeros quisieran que ella dejara el reino á su hijo el infante don Alonso, y la amistad que tenia con el coude don Pedro de Lara, no quiso hacer uno ni otro: y el conde don Pedro, desvanecido con los favo

suyos entendia defenderse de sus enemigos; cercáronle en Monzon junto á Palencia, y Gutierre Fernandez de Castro le apretó tanto en el cerco, que le hubo á las manos, y le puso en prisiones en el castillo de Mansilla, junto á Leon, de donde adelante se escapó, y salió huyendo del reino, y se fué á Barcelona; y de ahí á al

rey de Castilla y de Leon, volvió, y trajo en su compañía los Manriques, que metió en su casa, de donde nacieron los Manriques de Lara.

Volviéronse á turbar las cosas deste reino con guerras civiles, porque la reina no queria dar lugar que el reino se gobernase en nombre de su hijo, teniendo que ella era señora natural y propietaria. La mayor parte de la nobleza de Castilla, Leon y Galicia querian que el infante fuese recibido por rey, y que por él gobernasen el reino los ricos-hombres, mejorando cada uno dellos su pretension con tanto fervor y estruendo de armas, cuanto pudiera haber, si las hubieran de emplear en los infieles. La determinacion de los de la parte del infante llegó á término, que cercaron á la reina en las torres de Leon; y escapando de aquel peligro, queriendo proceder contra don Gomez de Manzanedo, que estaba muy poderoso, y sustentaba con mucha caballería la parte del infante don Alonso, pensando haberle á sus manos, le cercó con tan poco cuidado de sí, que ella quedó cercada de los contrarios: porque la infanta doña Teresa su hermana, que con título de reina tenia parte de Portugal, y tierra de la Limia en Galicia, y el conde don Pedro de Trava acudieron con mucha gente de guerra, y cercaron á la reina en el castillo llamado de Soberoso cerca de la ciudad de Tuy, donde por ser muy fuerte se habia acogido. Fué socorrida la reina de mucha gente, con que escapó deste peligro, y se fué á Santiago. Favorecia las partes del infante don Alonso la mucha autoridad y poderío de su tio don Guido, que fué elegido por sumo pontifice, y se llamó Calixto segundo, sucedien– do á Gelasio, monge de san Benito, en el año mil ciento y veinte. Con ésto se juntaron el conde don Pedro de Trava, don Gutierre Fernandez de Castro, don Gomez de Manzanedo, con otros muchos ricos-hombres del reino, hallándose presente, como cabeza deste ilustre ayuntamiento, el obispo de Santiago, don Diego Gelmirez: y todos de una conformidad, castellanos y leoneses, con los gallegos y asturianos segunda vez coronaron por su rey al infante don Alonso: y acabando este real acto, procedieron contra la reina, que se habia vuelto á encerrar en las torres de Leon, la cual se rindió a su hijo, y renunció en él el derecho del reino, con que quedó don Alonso pacífico rey de Castilla y de Leon. Y teniendo acatamiento á que la reina era la señora propietaria, la dejaron, que juntamente con su hijo reinase, y despachase los negocios del reino, par

ticularmente en Leon y Castilla; y que el nuevo rey solo tuviese el reino de Toledo, y en lo demás fuese igual con su madre. Esto fué en la era mil ciento y cincuenta. Y en el año siguiente era mil ciento y cincuenta y uno, conforme à unas memorias, cercaron á Alvar Fañez, no dice si moros ó cristianos, en Montsant. Este Alvar Fañez no sé si es el pariente de Rodrigo Diaz, ni si este cerco fué en Monzon, cerca de Palencia; que si fué como aficionado á la parte del rey de Aragon, y enemigo de los caballeros que eran del bando del rey don Alonso Ramon, debió de juntarse con el conde don Pedro Gonzalez de Lara, y fué cercado en Monzon, donde se habia hecho fuerte.

CAPÍTULO XXXIII.

paveses, y con todos los ingenios de combatir; luego los ballesteros que fuesen disparando, y los que arrojaban piedras y alcancías de fuego, y tras ellos la caballería, y que por todas partes arremetiesen á los muros, y señaladamente contra la puerta de Alcántara (1), y procurasen quemarla, y romper los muros, para poder entrar la ciudad, y echarle escalas. Finalmente, hicieron cuanto pudieron, y nada les bastó, antes volvieron siempre mal descalabrados. Siete dias habia que teuían sitiada la ciudad, cuando los cristianos osadamente salieron de tropel por las puertas della ya que el sol se ponia, y dieron en los que guardaban las máquinas é ingenios con que combatian la ciudad; y los que las guardaban, sin osarlos esperar, huyeron, y los de Toledo les pegaron fuego, y los abrasaron con que Hali quedó de todo punto sin es

Guerra que Hali, rey de los almoravides, hizo en esta peranza (que la tenia, aunque vana, de tomar aquella brasion, que los cristianos andaban á malas.

Cuenta la historia de Toledo, que como murió el rey don Alonso de Castilla, Hali, rey poderoso de Marruecos, cuyo imperio se extendia sobre los moros de España; así como la serpiente fatigada con la sed levanta su venenosa cabeza, este bárbaro, con sed insaciable de la sangre cristiana, y codicia de mas reinos, no quiso perder tan buena ocasion como los cristianos le daban, fultándoles tal rey, como era don Alonso, y habiendo entre ellos tantas guerras y disensiones mortales, con que forzosamente habian de ser muy flacas sus fuerzas. Mandó juntar la gente de guerra de Africa, y pasó con gran multitud en España; fuése derecho á Sevilla, llevando consigo á su hijo Texufino. Hizo llamamiento genera! de todos los vireyes, alcaides y capitanes que en la morisma destos reinos habia; mandándoles, que con toda la gente de guerra que pudiesen juntar bien armados, viniesen á Sevilla, donde en breve tiempo se juntó un poderoso ejército. De ahí salieron luego tomando el camino para Toledo; pasó por Córdoba, y ahí se le juntaron otros muchos. Vinieron de Córdoba á dar en unos castillos que tenia Alvar Fañez, que estaba por general en Toledo, puesto por el rey de Aragon; tomaron algunos dellos, y asoláronlos con otros muchos lugares, que no perdonaban cosa: otros dejaron fortificados con presidios de buenos soldados moros. Llegaron á vista de Toledo, y arruinaron el castillo de Aceca, y el monasterio de San Servando, que era de monges benitos; abrasaban los campos, derribaban los edificios que estaban en contorno de la ciudad; y finalmente la sitiaron, asentando sus tiendas y numeroso ejército bien cerca de los muros. Comenzaronla á combatir fuertemente, siendo muy bien defendida por su buen capitan Alvar Fañez, y escogidos caballeros y soldados que para la defensa tenia. Salian animosamente de la ciudad, y les daban tan buenas cargas y malos ratos, que los hicieron desviar del alojamiento que atrevidamente habian tomado. Mandó Hali, que los peones trajesen mucha leña de las viñas y arboledas, y que en la noche la arrimasen á la torre de San Servando, como se hizo con toda brevedad; y antes del dia pegaron fuego á la leña, echándole mucho alquitran, que arrojaban desde lejos con las ballestas y otros instrumentos. No se dormian los cristianos que defendian la torre; mas acudiendo al peligro, echaron mucho vinagre con que mataron el fuego. Airado Hali por el poco efecto que habia tenido el combate de la torre, aquel dia mandó que toda la gente del campo fuésen en tres órdenes delante con

fortísima ciudad), y determinó de alzar el cerco. No solo se defendieron los de Toledo con las armas, sino tambien con la oracion y lágrimas, estando el arzobispo don Bernardo con toda la clerecía, y gente devota del pueblo en la iglesia de Santa María, pidiendo á Dios la defensa de aquella ciudad. Rabiando de ira y furor vino Hali contra Madrid y Talavera y otros muchos lugares, y todos los entró. y arruinó, mas no tomó los alcázares, donde se salvaron muchos cristianos. No hizo daño en Guadalajara, ni otros lugares de aquella comarca, que Dios por su gran misericordia quiso guardar. Comenzó á picar en el ejército una peste que los iba acabando. Y como Hili sintió esto, dió la vuelta para su tierra, saliendo mas que de paso de ia cristiana; porque la mano del Señor le echaba della. Fuése derecho á Córdoba, donde dió a su hijo Texufino el reino de todos los moros de España, encargandole mucho no alzase la mano de hacer cruel guerra á los cristianos. Y tomando todos los que en esta jornada habia cautivado, partió para Sevilla, y de allí para la ciudad de Marruecos, silla de su imperio, y gran monarca. Servia al rey Hali un bravo corsario llamado Hali Maimon, que fué tan temido en su tiempo. que corria todo el mar Mediterráneo robando y cautivando, sin que hubiese quien se atreviese á resistirle. Hizo grandes presas, cautivó infinitos cristianos, con que estaba Marruecos llena dellos. Fué muy señalado un caballero cautivo catalan, que se decia Reberter; era tan gran soldado, que el rey Hali vino á tenerle en mucho, y hacer gran confianza dél. Eran enemigos capitales de Hali los asirios, que llamaban muzmitas, gente que moraba en una parte de África, que dicen Montes-claros. Encomendó Hali á Reberter esta frontera, dándole que llevase consigo todos los cristianos cautivos que habia en Marruecos, que eran para tomar armas. Fué venturoso Hali en escoger tal capitan; porque con el valor de Reberter y sus soldados cristianos tuvo muy buenas suertes, y señaladas victorias de sus enemigos; de los cuales gozó, hasta que cargado de años murió en Marruecos, y le sucedió su hijo Texufino, que dejó en España. Y en faltando Reberter y los suyos, como se verá adelante, prevalecieron los muzmitas hasta hacerse señores de Marruecos, y de todo lo que los moros tenian en España.

(1) El latin la llama Alma cara.

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