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supo de él que, remontando el Paraná, había fundado el puerto de de Candelaria, donde dejó a Irala para que esperase su regreso, y se internó hacia los misterios de las tierras desconocidas. Ayolas y todos sus compañeros desaparecieron trágica y misteriosamente, tragados por el Chaco infinito y silencioso. Palparon un instante las riquezas de Charcas y disfrutaron fugazmente, pagándola con la vida, la incomparable realidad de haber alcanzado al fin la codiciada Sierra de la Plata. Habían abandonado España, cruzado el Océano, luchado contra los indios de Buenos Aires, remontado el Paraguay y vencido el Chaco, para morir oscuramente en las márgenes del encantado Paraguay, bajo los golpes de los indios traidores. Algunos pocos de los compañeros de Ayolas que habían quedado en los confines del Perú, también fueron muertos antes que pudiesen salvarlos los soldados de Irala, cuando la gente del Paraguay se lanzó al Chaco decidida a morir o alcanzar aquella enloquecedora noticia y halló, después de tantos esfuerzos, el Perú ya descubierto y conquistado»> (1).

Entre tanto, Mendoza regresaba enfermo a España, muriendo en la travesía, y Salazar e Irala buscaban desesperadamente a Ayolas por el Gran Chaco, sin poder tener de él más que la noticia de su muerte; la gran expedición había sido completamente deshecha y hasta la Sierra de la Plata comenzó a palidecer ante los repetidos fracasos, surgiendo en su lugar la visión de un poderoso imperio, el imperio incásico, que se hallaba más allá del Chaco y se ofrecía a los valientes que lo atravesasen.

Y tras el espejismo peruano que, aun después de conquistado, ilusionaba con su esplendor a los que todavía le creían terreno virgen de exploraciones, salieron expediciones continuas a estrellarse, una tras otra, ante el invencible Chaco. Cabeza de Vaca, Irala, Ortiz de Zárate, Garay, entre otros muchos, renovaron sus esfuerzos por llegar al inasequible país que modificaba continuamente los reflejos de sus riquezas. A la Sierra de la Plata, ya desacreditada, siguió la creencia en la tierra rica de los Mojos, y después la laguna de los Xarayes y el gran lago de Paititi, mezclándose y confundiéndose unas ilusiones con otras, de tal modo que acabaron por no saber qué buscaban ni dónde lo buscaban.

La extensísima región argentina, con Uruguay y Paraguay, hasta lindar por una parte con el Perú y extenderse por la otra al extremo

(1) Apud Enrique de Gandía: «Historia....., pág. 187.

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de la Patagonia, fué recorrida en todas direcciones por aquellos conquistadores, que nunca se dieron cuenta del espejismo que los ofuscaba. Los indios declaraban terminantemente que los países buscados eran las tierras y ciudades de los Incas; pero nadie daba crédito a unas afirmaciones que equivalían a la prueba de la inutilidad de sus esfuerzos. Fué preciso que pasase mucho tiempo para que los mitos dorados de la conquista y las esperanzas que despertaron, comenzasen a desaparecer. El tiempo y la civilización los fueron borrando, pero ya habían hecho su papel: el descubrimiento y conquista de un Nuevo Mundo.

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