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A medida que las profesiones diversas se clasifican y se aislan, el hombre que concentra todas sus facultades en un solo producto, necesita de un capital que le permita vivir hasta que aquel producto halle comprador. El tegedor que solo fabrica telas necesita dos cosas; un telar para facilitar su trabajo y este es su capital fijo, y ademas cierta cantidad de alimento que le permita subsirtir hasta que venda su tela, y este es su capital circulante.

Cuanto mayor es la division del trabajo mas se aumenta tambien la necesidad del capital.

La division del trabajo simplificando cada operacion industrial, extiende por este mismo hecho el empleo de las fuerzas mecánicas. Cuanto mas sencilla es una operacion mas fácil es ejecutarla por medio de una màquina. La extension de las fuerzas mecànicas no puede verificarse sin un grande empleo de capital.

Por otra parte, á medida que la division del trabajo se extiende, se va alejando el obrero del momento en que se concluya completamente el producto y se ofrezca al consumo, y por consiguiente mayor debe ser la acumulacion de cosas necesarias á la vida que se destinen á su manutencion hasta dicha época.

El desarrollo del comercio aumenta tambien la necesidad de extender el capital circulante; el fabricante que envia sus productos á las Indias ó á la China y que no recibirá la paga sino al cabo de dos años, necesita de un capital mucho mas considerable que el modesto artesano, que no trabajando sino para sus parroquianos que viven en el mismo pueblo puede reembolsarse de su capital cada tres

meses.

Síguese de aquí que en nuestras sociedades modernas, en las que las máquinas toman una parte tan grande en la produccion, y en que el comercio disemina los productos á tan largas distancias, el poder productor de un pueblo se mide no ya por el aumento de su poblacion ni por la habilidad de sus obreros, sino por la importancia de su capital.

Por no haber apreciado suficientemente este hecho importante, los partidarios del sistema protector insisten en presentar á la Inglaterra como dispuesta á inundar el mundo con sus productos, en el caso en que la libertad del comercio fuese adoptada por los otros pueblos.

Para que la Inglaterra inundase el mundo con sus productos, sería necesario que duplicase su produccion actual; porque esta se halla absorvida por sus necesidades presentes y por los mercados que hoy alimenta; y para que su produccion pudiera duplicarse sería necesario que duplicase instantáneamente su capital, cosa en verdad imposible. Una nacion no crea así de un golpe y en un momento un capital considerable: la formacion de un capital nuevo es el fruto lento y sucesivo del ahorro: se compone del escedente que resulta de la renta respecto del consumo anual: este modo de formar capitales, como exige tiempo, pa

ciencia y economía, debe desde luego tranquilizar completamente á las naciones que entren resueltamente en la via del libre comercio, contra esos temores de inundacion de mercancías inglesas con que se les amenaza.

Para que la produccion se desarrolle en un pais no basta que cuente dentro de sí con un capital suficiente, es necesario ademas que el uso de este capital sea perfectamente ordenado; es necesario que haya cierta armonía entre el capital fijo y el circulante.

Supongamos un pais donde el capital circulante sea demasiado pequeño respecto del capital fijo; una parte de las fuerzas de este capital fijo permanecerá paralizada. Será como una vasta máquina provista con lujo de todos los utensilios necesarios y que permaneciese parada por falta de agua para ponerla en movimiento.

Un tejedor emplea todo su capital en comprar su telar; hedle en virtud de ese hecho en el caso de no poder producir nada; porque no le es posible comprar la materia primera ni sostener su existencia hasta el dia en que su pieza de tela pueda ser vendida.

Un agricultor gasta todo su capital en pagar la tierra que compra; y como se encuentra desprovisto de los medios necesarios para labrarla y abonarla, perece bien pronto en sus manos. Esta es una falta que cometen frecuentemente los agricultores.

Con demasiada frecuencia cometen tambien esta misma falta las naciones mal gobernadas: el capital fijo de una nacion le constituyen sus caminos, sus canales, sus caminos de hierro, sus puertos y en fin, todos esos grandes medios de circulacion que tanto facilitan la produccion.

Construir carreteras, caminos de hierro, abrir canales son ciertamente cosas muy útiles consideradas en sí mismas; pero si para desarrollar mas allà de lo justo estos establecimientos, una nacion absorve una parte demasiado grande de su capital circulante, si por el auxilio de primas y de medios ficticios de excitacion separa el capital de sus empleos industriales ó agrícolas, en vez de facilitar y de desrrrollar la produccion la agotará en su misma fuente; tendrà hermosas carreteras, magníficos caminos de hierro, pero no mercancías que transportar.

El capital fijo se alimenta y se sostiene con el auxilio del capital circulante: un obrero no construye una máquina sino empleando en ella una parte de su capital circulante, el fabricante de telas ó el hilador de algodon que compra una máquina, reembolsa al constructor de la porcion del capital circulante que ha empleado en sn construccion, pero no hacen este reembolso sino con su propio capital; el comprador se coloca en el estado y lugar del constructor; la conversion del capital circulante en capital fijo permanece irrevocable.

Además, todas las máquinas se deterioran, por lo cual necesitan de un gasto anual para su conservacion; gasto que tiene que salir tambien del capital circulante. De esta suerte el capital circulan

te destinado para constituir el capital fijo y proveer al sostenimiento de este, concluiría por agotarse bien pronto si no se encontrase él mismo constantemente alimentado por medio del ahorro.

El ahorro es la porcion de renta que una nacion sustrae á su consumo anual, para consagrarla á fecundizar la reproduccion.

Sin ahorros veria bien pronto una nacion agotarse su capital circulante y con él secarse la fuente de la reproduccion.

Supongamos un fabricante que emplea todos sus beneficios en su consumo personal; este fabricante camina á una ruina inevitable; su capital circulante, como que tiene que atender al sostenimiento de sus máquinas y à la renovacion de ellas, si no recibe ningun auxilio de los ahorros, irá minorándose cada año hasta que llegue completamente á extinguirse.

Una nacion que no separa cada año de su renta una porcion cualquiera para alimentar su capital circulante debe llegar al mismo resultado.

La produccion nacional, está pues como el sistema del mundo sometida á una gran ley de rotacion, cuya vuelta constante y regular sostiene el movimiento y la vida en todo el universo.

El ahorro alimenta al capital circulante; este al capital fijo; este último facilita y desarrolla la produccion; y la produccion mas abundante haciendo mas fácil y mas rápido el ahorro, le restituye por este medio lo que el capital recibió de él. De aquí se sigue que para mantener al capital circulante en un nivel regular, no debe convertir una nacion en capital fijo sino una cantidad igual á la que el ahorro anual puede reemplazar y reconstituir.

De aquí se deduce la consecuencia de que una nacion bien gobernada debe en primer lugar dirigir todos sus esfuerzos á aumentar su capital circulante favoreciendo los ahorros, es decir, desarroIlando su produccion mas allá de su consumo: en segundo lugar, moderar cuanto le sea posible el afan de construir, el capricho de elevar monumentos, el gusto irreflexivo de emprender trabajos públicos de utilidad dudosa, que devorando cada año una gran parte del capital circulante, agotan por lo mismo la fuente de toda produccion y de toda prosperidad.

Ahora bien, el sistema político de la mayor parte de los estados de Europa y mas que de ninguno otro el de Francia, se halla organizado de modo que restringe cuanto es posible la influencia fecunda y reparadora del ahorro, y desarrolla cuanto es dable la accion absorvente del empleo en capitales fijos y de los gastos improductivos.

Esta es una causa permanente de mal estar y de pobreza; esto es lo que ha conducido insensiblemente á la Francia sin gastos estraordinarios, sin guerras sin trastornos, por una pendiente irresistible á encontrarse con un presupuesto anual de cerca de 1,500 millones y con un déficit de mas de mil millones.

La crisis comercial y financiera que aflije al pais, no es sino un

síntoma de esta tendencia peligrosa. La carestía de los alimentos y la insuficiencia de la cosecha han venido á dar momentáneamente á este síntoma un nuevo grado de intensidad.

Las causas de la situacion presente son pues de dos especies, las unas permanentes, y son las mas graves aunque las menos aparentes, las otras temporales y repentinas, y por esto mismo llaman la atencion de todos.

Es esencial determinar separadamente su grado de influencia.

Todos los trabajadores de un pais se dividen en dos clases: una de los que crean productos y otra de los que prestan servicios. Los que crean productos como los tejedores, los mecánicos, los hiladores, tintoreros, jaboneros &a; son los ajentes directos de la formacion de la riqueza y por medio de cuyas manos se reproduce, se aumenta y se acumula el capital circulante.

Los que prestan servicios como por ejemplo los criados para el servicio personal de los individuos no crean nada: sus trabajos son sin duda muy útiles, forman una rueda indispensable del movimiento social, pero el capital consagrado á su sostenimiento no se reproduce entre sus manos; se consume irrevocablemente.

De aquí se sigue que para favorecer el ahorro en un pais, para desarrollar la acumulacion del capital, es necesario hacer que se multipliquen los obreros que crean productos y se disminuyan los que solo se hallan dedicados á prestar servicios.

Un fabricante que redujera el número de sus obreros para aumentar el de sus criados, caminaría á una pérdida inevitable.

Adam Smith ha notado con razon que una de las causas principales que se oponian al progreso de la riqueza en la edad media, era la multitud de criados, de pajes, de escuderos y de sirvientes que los señores sostenian en sus castillos, y que absorviendo inútilmente toda la produccion del pais, hacian por lo mismo imposible toda acumulacion de capital.

Esta observacion se aplica tanto á las naciones como á los individuos. Hay en toda nacion una parte de la poblacion que produce; esta se compone de los labradores, de los manufactureros y de los comerciantes, y otra parte que solo presta servicios y esta la forman los agentes de la administracion, el ejército y los majistrados.

Ciertamente que todas estas clases en que se divide la poblacion de un pais, están muy lejos de ser inútiles al mismo; la sociedad sin ellas no podria subsistir; todas llenan una funcion social de alta importancia, pero no concurren de una manera directa á la formacion de la riqueza; su intervencion no tiende à aumentar sino à consumir el capital nacional.

Un pais bien administrado debe pues encaminarse á multiplicar cuanto le sea posible las clases productoras y á restringuir en sus justos límites el número de los ajentes que solo se hallan dedicados á prestar servicios al pais.

En una nacion, cuyos negocios interiores pudieran despacharse

con un cuerpo de mil ajentes de administracion intelijentes y celosos, y en vez de ellos se emplean dos mil, hay evidentemente mil hombres empleados de un modo completamente improductivo. Si cien mil hombres bastasen parą mantener la tranquilidad interior, y sostuviese doscientos mil sobre las armas, el pais esperimentaria, una disipacion de fuerzas sociales, una pérdida sin provecho de una parte del capital nacional.

Si este capital en vez de darle aquella aplicacion improductiva, se les destinaba á alimentar obreros productores; si estos cien mil hombres que sobran en la administracion ó en el ejército empleaban su actividad en fecundar los campos ó en desarrollar la industria, la parte del capital nacional que absorviesen anualmente no pereceria, sino que se reproduciria en los resultados de su trabajo y se aumentaria con el beneficio que este trabajo pudiera procurar: el ahorro entoncǝs seria mas fácil y la acumulacion del capital nacional mas rápida.

Uno de los mayores obstáculos que se oponen, pues, al desarrollo del capital nacional, es la estencion desmesurada que se ha dado á las clases improductivas.

Esta es una de las causas permanentes que detienen el desarrollo de la riqueza pública en Francia. Su accion lenta é imperceptible ha conducido á la nacion insensiblemente al estado de malestar que pesa hoy sobre las rentas del Estado. En Francia no hay bastante gente que trabaje, y demasiada que consuma sin trabajar.

Algunas cifras bastarán para hacer comprender la estension del mal.

La administracion de Justicia ocupa en Francia un número de ajentes asalariados que sube á 10,881 á saber:

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A los cuales es preciso añadir los escribanos, abogados, procuradores, notarios y ugieres, que bien pueden evaluarse en mas de un triple que los anotados. Son pues 40,000 personas las ocupadas en Francia en las funciones de la judicatura.

ticia.

En Inglaterra doce jueces bastan para la administracion de jus

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