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Veamos una zona templada en donde los minerales de carbon y hierro están en la superficie del terreno, sin necesidad de otra co- ! sa mas que doblarse para adquirirlo. Al momento los habitantes se aprovecharán de esta feliz circunstancia; pero no tardará la concur, rencia en hacer bajar el precio del carbon y del hierro, hasta el pun to de que todos puedan adquirir gratuitamente este don de la natu raleza, quedando solo remunerado el trabajo humano segun la tasa general de los proventos.

De este modo las liberalidades de la naturaleza, tanto como los perfeccionamientos de los medios de produccion, tienden sin césar bajo la ley de la concurrencia,á hacerse el patrimonio comun y gra tuito, de los consumidores, de las masas, de la humanidad. Luego los paises que no poseen semejantes ventajas ganaran siempre en cambiar con aquellos que las gozan, pues que los cambios se verifican con trabajos, haciendo abstraccion de las utilidades naturales que estos trabajos contienen, y evidentemente seran mas beneficiados aquellos paises, en que en un trabajo dado se incorpore la mayor suma de estas utilidades naturales. Sus productos, representando ménos trabajo, son tambien ménos retribuidos; ó en otros términos, son mas baratos; y si toda la liberalidad de la naturaleza se reduce á la baratura, no serà evidentemente el pais productor el que recoje el beneficio, sino el pais consumidor.

Por todo esto queda demostrado el enorme absurdo del pais consumidor siempre que rechaza el producto solo porque es barato; es como si dijese:,,Yo no quiero nada de lo que dá la naturaleza: me pedis un esfuerzo igual á dos para darme un producto que no puedo crear sino con un trabajo igual á cuatro; podeis hacerlo porque en vuestro pais la mitad de la obra es de la naturaleza. Ahora bien; yo lo rehuso, y esperaré á que vuestro clima, haciéndose mas inclemente os obligue á darme un trabajo igual à cuatro para ponernos en el cambio bajo el pie de la igualdad.

En A vemos un pais favorecido por la naturaleza: B por el contrario nada le merece. Digo que el cambio es ventajoso para ámbos . pero sobre todo para B porque el cambio no consiste en utilidades por utilidades, sino en valor por valor. A, presta mayor utilidad con el mismo valor pues que la utilidad de sus productos contiene lo que ha puesto de su parte la naturaleza y lo que el trabajo por la suya; mientras que el valor no corresponde sino á lo que ha puesto el trabajo. Luego B hace un cambio, todo en ventaja suya. Pagando al productor de A simplemente su trabajo, recibe ademas mas utilidades naturales de las que dá.

Establezcamos la regla general.

Cambio es el trueque de valores; y reducido el valor por la concurrencia á representar el trabajo, cambio es el trueque de trabajos iguales. Aquello que la naturaleza ha puesto de su parte en los productos se dá gratuitamente fuera de las bases del cambio; dedúcese rigorosamente de esto que los cambios mas ventajosos son

aquellos que se hacen con los paises mas favorecidos de la naturaleza.

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La teoría cuyas líneas y contornos he procurado trazar en este capitulo exije mucha mas estension y desarrollo; pero no he querido considerarla sino en sus relaciones con la libertad comercial que es mi objeto. Pero tal vez el entendido lector se habrá penetrado del gérmen fecundo que debe ahogarse en medio de su crecimiento á influjos de la proteccion, del fourrierismo, del sansimonismo y de todas esas escuelas que tienen por objeto escluir del mundo la ley de la concurrencia. Considerada bajo el punto de vista del productor, quebranta sin duda con frecuencia nuestros intereses individuales é imediatos; pero si se considera bajo el aspecto del fin general de todos los trabajos, del bienestar universal, en una palabra, del consumo, se verá entonces que la concurrencia representa en el mundo moral, el mismo papel que el equilibrio en el mundo material...

(Continuará.)

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HABRAN visto ya nuestros lectores en el artículo

que insertamos en la entrega anterior que allí consideramos todo lo referente á los impuestos ó contribuciones ya directas, ya indirectas, ya estensivas á toda la nacion, ya limitadas á algunas provincias, valiéndonos de los datos y nociones que contiene la obra recientemente publicada por D. Juan Pedro Muchada, diputado á Córtes por Cádiz, sobre la Hacienda pública y modo de reorganizarla. Y continuando en el exámen de tan importante trabajo nos hemos detenido en el capítulo que trata de las ventas estancadas conocidas en la Península con los nombres de tabaco, sal, papel sellado y siete rentillas comprendiéndose en la última, el azufre, almagra, vermellon, làpiz, naipes, pólvora y perdigones. Estas rentas se titulan estancadas, porque el Gobierno fabrica y vende esclusivamente esos objetos; y como entre estas rentas hay una, cual es el tabaco, que es tambien uno de los ramos de nuestra produccion territorial, hemos fijado toda la consideracion en este punto, y vamos á esponer lo que el autor ha manifestado, con datos y reflexiones que hasta ahora no hemos tenido ocasion de haber leido en otra parte á pesar de ser esta una materia que tanto hemos estudiado.

La renta del tabaco se fundó en el siglo XIV despues de descubiertas las islas de Cuba y Sto. Domingo, porque parece que hasta entonces no se conocia en España el uso del tabaco. El abasto en sus principios fué una libre especulacion del comercio; pero estendiéndose estraordinariamente el consumo se creyó sacar un tesoro para el Erario; y las Córtes celebradas en 1636 sancionaron que la venta del tabaco fuese una negociacion esclusiva de la Corona.

No correspondieron los resultados á las esperanzas concebidas; porque no se obtuvieron los grandes rendimientos que se necesitaban para atender á los gastos del Estado, dando solo el producto de 24.278,030 reales vellon en 1722, y continuando en un descenso tan sensible que se recurrió al sistema de arriendos, hasta el año de 1730 en que se procuró regularizar la renta y hacerla productiva por una administracion celosa y económica.

Se encargó este negociado á una junta especial formada al intento y fueron tan notables los aumentos en aquella época, que los productos líquidos, á pesar de ser mas escaso el consumo que en nuestros dias, ascendieron á la gran cantidad de 120.771,225 reales de vellon. Sin embargo de esto y á pesar del aumento de poblacion que ha tenido la España en el presente siglo, y en la que segun el escritor que nos ocupa, se ha desarrollado mas la aficion à fumar, los productos de dicha renta van disminuyendo, de tal modo que si tomásemos por dato su rendimiento, parecería que el consumo del tabaco va reduciéndose con rapidez.

Segun los datos mas esactos esta renta era mas productiva en el siglo pasado que en el presente, cuando la poblacion de España era cinco millones ménos que en la actualidad. En los años de 1755 á 1800 no hubo ninguno en que los valores líquidos bajasen de 75.000,000 de reales de vellon.

Como prueba de este aserto se cópian los datos que ofrece el Sr. Canga Argüelles en su Nuevo Diccionario.

Valores de la renta de Tabaco en reales de vellon.

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Despues de estos datos se esfuerza el Sr. Muchada en demostrar que los productos de la renta de tabaco han bajado en lo que

111.759,872.

va corrido del presente siglo, presentando en un cuadro los valores respectivos á los años de 1805 á 1836 en la forma siguiente.

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VALORES INTEGROS.

1.12.341,638.

VALORES LIQUIDOS.

91.214,670.

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...

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comun.

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Esta decadencia de la renta fué la que dió motivo á que se pusiese en arriendo; y los capitalistas que la encontraron presupuestada en setenta millones de reales, la hicieron subir hasta 110.040,000 reales vellon líquidos, cantidad en que se remató; pero à poco tiempo los contratistas solicitaron la anulacion y el Gobierno se la concedió.

Como la base principal en que deben descansar los productos de esta renta, no puede ser otra que el consumo que se haga del tabaco, entra el autor en la indagacion de este dato de tanta importancia, si bien envuelto en dificultades que no permiten mas que establecer guarismos aventurados para sacar resultados poco aproximados. Conoce muy bien estos inconvenientes el autor de la obra que nos sirve de testo, confiesa que à pesar del mas detenido exámen de los antecedentes, nada ha encontrado que revele el verdadero consumo del tabaco en España, en ninguna epoca, existiendo solo algunos datos y cálculos inseguros y poco satisfactorios. No los desprecia, á pesar de esto; ántes bien los espone detenidamente del mismo modo que vamos á hacerlo.

No dejaremos de hablar (dice) de la opinion de algunos hombres ilustrados que se han ocupado de la materia; entre otros el Sr. D. José Patiño, secretario del despacho de Hacienda en tiempo de Felipe V, que en un proyecto presentado á S. M. en el año de 1737 aseguró que el consumo de tabaco en la Península llegaba á seis millones de libras; época en que solo contábamos ocho millones do habitantes.

Partiendo de otra base, el célebre economista espoñol D. Jacinto Alcázar de Arriaza, en su obra titulada: "Medios políticos para el remedio universal de España, que publicó en el año de 1-646, regulaba en seis millones el total de los habitantes de la nacion de los cuales, escluyendo dos por no consumidores de tabaco

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