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mas condiciones, las ventajas que la naturaleza ha concedido á Newcastle bajo el aspecto mineralójico.

V. Me encontrareis, Señores proteccionistas, con buen humor para las paradojas. Pues bien; quiero ir mas léjos todavía. Digo, y lo creo muy sinceramente, que si dos paises se encuentran colocados en condiciones desiguales de produccion, el que de los dos esté, ménos favorecido de la naturaleza, es el que gana mas con la libertad de cambios. Para probarlo deberia separarme un poco de la forma que conviene á este escrito. Lo haré sin embargo; primero, por que esta es la cuestion, y despues, porque esta me proporciona rá la ocasion de esponer una ley económica de la mas elevada importancia, y que bien comprendida, me parece destinada á llamar al seno de la ciencia á todos aquellos que buscan en las quimeras, esa armonía social que no han podido descubrir en la naturaleza. Quiero hablar de la ley del consumo, de cuyo total olvido podria acusarse muy bien á la mayor parte de los economistas.

El consumo es el fin, la causa final de todos los fenómenos económicos; y por consiguiente en ella es donde se encuentra su última y definitiva solucion.

Ninguna cosa favorable ó desfavorable puede detener al productor de una manera permanente. Las ventajas que la naturaleza y la sociedad le prodigan, los inconvenientes que le asaltan, se deslizan sobre él, por decirlo así, y tienden insensiblemente á ir á absor berse y á fundirse en la comunidad; la comunidad considerada bajo el punto de vista del consumo. He aquí una ley admirable en sus efectos; y el que lograse describrirla bien, creo que tendria derecho à decir. "Yo no he transitado en esta tierra sin pagar mi tributo á la sociedad.

Toda circunstancia que favorezca la obra de la produccion es recibida con gozo por el productor; porque el efecto imediato es ponerle en disposicion de hacer mas servicios á la comunidad y de exijir de ella mayor remuneracion. Toda circunstancia que contraría la produccion, es admitida con pena por el productor; porque el efecto imediato es limitar sus servicios y por consiguiente su remuneracion. Seria preciso que los bienes y los males imediatos de las circunstancias favorables ó adversas estuviesen al arbitrio del productor, á fin de que estuviese tambien en disposicion de procu rar lo uno Ꭹ huir de lo otro.

Asi mismo sucede que cuando un trabajador logra perfeccionar su industria, recoje el beneficio imediato de las mejoras. Esto es necesario para estimularle á un trabajo intelijente; esto es justo, porque lo es en efecto que un esfuerzo sea coronado de buenos resulta des y traiga consigo su recompensa.,

Pero yo digo que estos esfuerzos buenos o malos, aunque permanentes en si mismos, no lo son en cuanto al productor: Si fuese así, un principio de desigualdad progresiva, y por consiguiente infinita, se hubiera introducido entre los hombres, y por esto es que

estos bienes y estos males se absorben prontamente en los destinos generales de la humanidad.

¿Cómo se opera esto? Yo lo esplicaré con algunos ejemplos. Trasportémosnos al siglo XIII. Los hombres que se dedicaban al arte de copiar recibian por los servicios que hacian, una remuneracion regulada por la tasa general de los proventos. Entre ellos se encuentra uno que busca y halla el medio de multiplicar ràpida mente los ejemplares de un mismo escrito. Inventó la imprenta.

En su principio aqui hay un hombre que se enriquece y otros muchos que se empobrecen. Bajo este primer aspecto, por maravilloso que sea el descubrimiento, se titubea en decidir si este descubrimiento es mas funesto que útil. Parece que se introduce en el mundo, como he dicho, un elemento de desigualdad indefinida. Guttemberg saca gran provecho de su invento, y con estos provechos lo propaga sin termino, hasta arruinar á todos los copistas. En cuanto al público, al consumidor, gana poco, porque Guttemberg ha tenido el cuidado de no bajar el precio de sus libros, sino lo preciso para darlos mas baratos que sus rivales.

Pero esta circunstancia propicia dura poco; porque el principio, el gran pensamiento que pone en armonía el movimiento de los cuerpos celestes, ha sabido tambien penetrar en el mecanismo interno de la sociedad. Vamos á ver que las ventajas económicas del invento se sustraen de la individualidad para constituirse por siempre en el patrimonio comun de las masas.

En efecto, la imprenta al fin es conocida de muchos, Guttemberg no es el único impresor: hay otros que le imiten. Sus utilidades al principio son considerables. Son recompensados sus trabajos por haber sido los primeros en entrar en la vía de la imitacion; y esto era tambien necesario, á fin de que tuviesen estímulo y que concurriesen al gran resultado definitivo. Ganan mucho, pero ganan ménos que el inventor, porque la concurrencia viene á comenzar su obra. El precio de los libros va siempre bajando. Las utilidades de los imitadores disminuyen, á medida que se alejan del dia de la invencion, esto es, á medida que va siendo ménos meritoria la imitacion.

La nueva industria llega bien pronto à su estado normal; ó en otros términos, la remuneracion de los impresores no tiene nada de escepcional, y como ántes sucedia con la de los copistas, ya no se gobierna sino por la tasa general de los proventos. He aquí la produccion, como tal, que vuelve á poner las cosas al punto de partida.

Entre tanto sigue admitida la invencion. No deja de ser realizado el ahorro de tiempo, de trabajo y del esfuerzo para un resultado dado. Pero ¿como se manifiesta esto? Por la baratura de los libros. ¿Y en provecho de quien? En el del consumidor, de la sociedad, de la humanidad. Los impresores que en lo sucesivo no tienen ya un mérito escepcional, no reciben tampoco una remuneracion escepcional. Como hombres, como consumidores, son partícipes sin duda de las ventajas que la invencion ha conferido á la comunidad."

Y he aqui todo. Como impresores, como productores, han entrado en las condiciones ordinarias de lodos los productores del pais. La sociedad les paga por su trabajo y no por la utilidad del invento; porque esta ha venido á ser la herencia comun, el patrimonio gratuito de la humanidad entera.

Confieso que la sabiduría y la bondad de estas leyes me imponen respeto y me admiran. Yo veo aquí el principio sansimoniano: A cada uno segun su capacidad, á cada capacidad segun sus · obras. Yo veo aquí la tendencia de los beneficios á hacerse la comun herencia de los hombres; pero arreglada por la prevision infinita, y no abandonada á la frajilidad, á las pasiones y á la arbitrariedad de los hombres.

Lo que he dicho de la imprenta se puede tambien aplicar á todos los instrumentos de trabajo, desde el clavo y el martillo hasta el locomotor y el telégrafo eléctrico. La sociedad goza de todos por la abundancia de sus consumos, y goza de ellos gratuitamente; porque su efecto es disminuir el precio de los objetos, y toda esta parte del precio que se ha destruido, la cual representa bien el mérito de la invencion, hace evidentemente gratuito el producto en esta misma medida. No le queda mas que pagar que el trabajo humano, el trabajo actual; y se paga con abstraccion del resultado debido á la invencion, á lo ménos cuando ha pasado por el círculo que acabo de describir y que está destinado á recorrer.

Llamo á mi casa á un obrero, llega con una sierra, le pago un jornal de dos pesetas y me forma veinte y cuatro tablas. Si no se hubiese inventado la sierra, acaso no hubiera podido entregarme ni una, y siempre me habria ganado el jornal. La utilidad producida por la sierra es para mi un don gratuito de la naturaleza, ó mas bien, una porcion de la herencia que yo he recibido en comun, con todos mis hermanos, de la intelijencia de nuestros antepasados.

Tengo dos trabajadores en mi campo: el uno sostiene la esteva de un arado, y el otro el mango de una pala. El resultado del trabajo es muy diferente en uno y otro; pero me ganan el mismo jornal, porque la remuneracion no se mide por la utilidad producida, sino por el esfuerzo y el trabajo exijido.

Invoco la paciencia del lector y le ruego se persuada de que no he perdido de vista la libertad comercial. Dígnese solamente recordar la conclusion que he llegado: La remuneracion no se proporciona á las UTILIDADES que el productor lleva al mercado, sino a su trabajo. (1)

He tomado mis ejemplos en las invenciones humanas. Hablemos ahora de las ventajas naturales.

(1) Es verdad que el trabajo no recibe una remuneracion uniforme: él es mas ó ménos intenso, peligroso, hábil &c. La concurrencia establece para cada categoría un precio corriente, y este es el precio variable de que hablo.

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La naturaleza y el hombre contribuyen á la creacion de cada producto. Pero la parte de utilidad que pone la naturaleza es siempre gratuita. Solo la porcion de utilidad debida al trabajo humano, es la que forma el objeto del cambio y por consiguiente de la remuneracion. Esta última, sin duda, varía mucho en razon de la intensidad del trabajo, de su habilidad, de su prontitud, de su oportunidad, de la necesidad que hay de él, de la ausencia momentánea de toda rivalidad, &a &a Pero no es ménos cierto, en principio, que el concurso de las leyes naturales, perteneciendo à todos, no entra en manera alguna en el precio del producto.

No pagamos el aire respirable, aun cuando nos sea tan útil, que sin él no podriamos vivir dos minutos; y si no lo pagamos es porque la naturaleza nos abastece de él sin la intervencion de ningun trabajo humano. Si queremos separar uno de los gases que contiene, para alimentar por ejemplo un glóbo aereostàtico, tenemos necesidad de emplear un trabajo, ó si hacemos que otro lo haga, será preciso que sacrifiquemos un trabajo equivalente que hayamos empleado en otro producto. Por donde se demuestra que el cambio se verifica, con penas, esfuerzos y trabajos. No es en verdad al gas hidrójeno al que pago, porque este está en todas partes á mi disposicion, pero es necesario que yo retribuya el trabajo empleado para desprenderlo, trabajo que he sabido ahorrarme. Se dirá que hay otra cosa que pagar; los materiales, los aparatos. Lo sé muy bien, y que estos son asimismo trabajos que debo satisfacer. El precio del carbon empleado representa el trabajo que ha sido preciso hacer para estraer y trasportar este combustible.

No pagamos la luz del sol porque la naturaleza nos la prodiga. Pero pagamos la del gás, la del sebo, la del aceite y la cera porque hay en estas sustancias un trabajo humano que remunerar: y adviértase que es tan cierto que la remuneracion se proporciona al trabajo y no á la utilidad, cuanto que puede muy bien suceder que uno de estos medios de iluminacion aunque mucho mas intenso que otro, cueste sin embargo ménos (1): basta para esto que con una misma cantidad de trabajo humano se produzca mucho mas.

Cuando el vendedor de agua viene a proveer mi casa, si le pago á razon de la utilidad absoluta del agua no bastaría todo mi caudal para ello; pero le pago en razon del trabajo que se ha tomado. Si el exijiera mas, otros me harian el servicio, y en definitiva ó caso de necesidad, yo mismo me abastecería. El agua no es verdaderamente la materia de nuestro mercado, sino el trabajo empleado con ocasion del agua. Es tal la importancia de este punto de vista y tan luminosas las consecuencias que me prometo deducir en cuan

(1) En la Habana se comprueba esta última observacion, el alumbrado público y la iluminacion particular de los establecimientos dá mayor y mas esplendente luz y cuesta ménos que cualquiera de los otros medios. (N. del D.)

to á la libertad de los cambios internacionales, que me parece que estoy en el deber de esclarecer todavia mas mis ideas con nuevos ejemplos.

No nos cuesta muy cara la cantidad de sustancia alimenticia contenida en las papas ó patatas, porque se obtiene mucha cantidad con poco trabajo. Por el contrario pagamos mas el trigo porque paa producirlo, la naturaleza exije en su cultivo un trabajo mayor. Es evidente que si la naturaleza se mostrase tan fácil para esta última produccion como para aquella, se inclinarian los precios á nivelarse. No es posible que el productor de trigo gane de una manera permanente mucho mas que el productor de patatas; porque se opone á esto la ley de la concurrencia.

Si por un milagro creciese la fertilidad de todas las tierras laborables, no serian los agricultores, sino los consumidores los que recojerian las ventajas de este fenómeno, porque serian favorecidos por la abundancia y baratura. En cada hectolitro de trigo se representaria un trabajo menor; y el agricultor no podria cambiarlo sino por otro objeto que representase tambien una suma menor de trabajo. (1) Si por el contrario se disminuyese repentinamente la feeundidad del suelo, la parte de la naturaleza en la produccion seria menor, mayor la del trabajo y mas caro el producto. Luego he tenido razon para decir que en el consumo, en la humanidad, es en último resultado donde vienen á resolverse todos los fenómenos económicos; y tan léjos están de ser considerados como economistas los que no observen atentamente la sucesion de los efectos, deteniéndose solo en los imediatos, que afectan á un hombre ó á una élase de hombres, considerados como productores, como lo estaría el médico de ser reputado como tal, si en vez de seguir en toda la organizacion los efectos de un médicamento, se limitase en sus juicios á observar la sensacion que al tomarlos sufre el enfermo en él paladar y la garganta.

Las rejiones tropicales son muy favorecidas pará producir azúcar y café: lo que quiere decir que allí la naturaleza ejecuta la mayor parte de la faena y deja poco que hacer al trabajo. ¿Y entonces quien obtiene las ventajas de esa liberalidad de la naturaleza? No son en manera alguna esas rejiones, porque la concurrencia hace que solo reciban la remuneracion del trabajo, sino la comunidad, porque 'el resultado de esta liberalidad se llama baraturu, y esta pertenece á todo el mundo.

(1) Permítasenos esclarecer mas este pensamiento de M. Bastiat con solo dos palabras. Si el labrador compra mas barato el pan, nenesita ménos sumas para procurarse este alimento; y aun cuando abarate el precio de sus productos sabe muy bien que con lo que economiza en la adquisicion de aquel objeto queda sobradamente recompensado de la despreciacion del fruto de sus labores: la suma de los servicios productivos será por lo menos igual. Este raciocinio es aplicable a todo en materia de cambios. (El D.)

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