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"Cada cual debe querer para sí, como para los otros, que la produccion del pais esté protejida contra la concurrencia estranjera, siempre que esta pudiera proporcionar productos á mas bajos precios."-(Mathieu Dombasle.)

Este argumento se repite sin cesar en los escritos de la escuela proteccionista. Yo me propongo examinarlo con cuidado, es de cir, reclamo la atencion y hasta la paciencia del lector. Me ocupa+ ré primero de las desigualdades inherentes á la naturaleza, y despues de las que se refieren á la diversidad de tasas.

Aquí, como en todo lo demas, encontramos á los teóricos de la proteccion colocados al punto de vista del productor, miéntras que tomamos la causa de los consumidores con quienes absolutamente quiere contarse. Ellos comparan el campo de la industria á un turf. Pero en el turf, la carrera es al mismo tiempo medio y fin. El público no toma interes alguno en la lucha, fuera de la lucha misma. Cuando lanzais vuestros caballos con el único fin de saber, cual es el mejor corredor, ya concibo que igualais los pesos. Pero si teneis por objeto hacer que llegue al poste una noticia importante y urjente, ¿podriais, sin caer en inconsecuencia crear obs+ táculos al que ofreciese mejores condiciones de velocidad? Esto es sin embargo lo que haceis en industria. Olvidais el resultado que se busca, que es el bienestar, haceis abstraccion de él, y ann lo sacri ficais por una verdadera peticion de principios.

Pero ya que no podemos conducir á nuestros adversarios à nuestro punto de vista, coloquemosnos nosotros en el suyo y examinemos la cuestion bajo el aspecto de la produccion. Procuraré probar:

1.° Qué nivelar las condiciones del trabajo es atacar al cambio en su principio.

2.° Que no es verdad que el trabajo de un pais se ahogue por la concurrencia de las comarcas mas favorecidas.

3.° Que si esto fuera esacto, los derechos protectores no iguala rian las condiciones de produccion.

4.° Que las franquicias nivelan estas condiciones en cuanto pueden hacerlo.

5.° Que los paises ménos favorecidos son los que ganan mas en

los cambios.

I. Nivelar las condiciones del trabajo no es solamente dañar algunos cambios, es tambien atacar el cambio en su principio, por que está fundado precisamente en esta diversidad, y si se quiere mejor, en esas desigualdades de fertilidad, de aptitudes, de climas, de temperatura que quereis horrar. Si la Guyenne envia vinos á la Bretagne y la Bretagne, trigos á la Guyenne, es porque estas dos provincias están colocadas en condiciones diferentes de produccion! ¿Hay acaso otra ley para los cambios internacionales? Todavía mas, prevalerse contra ellas de las desigualdades de condiciones que provocan esos cambios y los esplican, es atacarlos en su razon de

ser. Si los proteccionistas tuviesen para sí bastante lójica y poder, reducirian á los hombres, como caracoles, al aislamiento absoluto. Por lo demás, no hay uno solo de sus sofismas, que sometido á la prueba no acabe por la destruccion y la nada.

II. No es verdad, en hecho, que la desigualdad en las condiciones entre dos industrias similares arrastre necesariamente á la caida á la que participa de ménos. En el turf, si uno de los corredores gana el premio, lo pierde el otro; pero cuando dos caballos trabajan para producir utilidades, cada uno de ellos produce á la medida de sus fuerzas; y de la circunstancia de que el mas vigoroso rinde mas servicios, no se sigue que el mas débil deje de producir absolutamente alguno.

Se cultiva el trigo en todos los departamentos de Francia, aun cuando entre estos haya enorme diferencia de fertilidad; si por acaso hay alguno en que no se cultiva, es porque no es bueno que lo cultive ni aun para sí. Del mismo modo nos dice la analojia que á pesar de semejantes diferencias, se produciría trigo en todos los Estados de Europa, y si hubiese alguno que renunciase este cultivo, es porque en su interes está hacer mejor empleo de sus tierras, de sus capitales y de su trabajo. ¿Y porque la fertilidad de un departamento cualquiera no paraliza la agricultura del departamento vecino menos favorecido? Porque los fenómenos económicos tienen una flexibilidad, una elasticidad y por decirlo así recursos de nivelamiento que parecen escapar enteramente de la escuela protecionista. Esta nos acusa de que somos sistemáticos; pero ella es la sistemática en superlativo grado, si el espíritu de sistema consiste en construir raciocinios sobre un hecho solo y no sobre la reunion de hechos. En el ejemplo puesto la diferencia en el valor de las tierras es la que compensa la diferencia de su fertilidad. Vuestro campo produce tres veces mas que el mio. Si, pero os ha costado diez veces mas, y todavia puedo competir con vos. He aquí todo el misterio. Y advertid que la superioridad, bajo algunas relaciones, trae la inferioridad bajo de otras. Es precisamente mas fecundo vuestro terreno porque es mas caro, de manera que no es accidentalmente, sino necesariamente que se establece el equilibrio ó tiende á establecerse: ¿y puede negarse que la libertad de accion sea el réjimen que mas favorezca esta tendencia?

He citado un ramo de agricultura; pudiera tambien citar uno de industria. Hay sastres en Quimper; pero esto no impide que los haya tambien en Paris, aun cuando aquí paguen mucho mas caro su hogar, su mueblaje, sus obreros y su alimento. Pero tambien tienen otra clientela, y esto basta no solo para establecer la balanza, sino tambien para hacerla inclinar á su favor. Luego cuando se hable de igualar las condiciones del trabajo seria preciso examinar á lo ménos si las franquicias no hacen lo que se pide á los medios arbitrarios.

Este nivelamiento natural de los fenómenos económicos es

tan importante en la cuestion y al mismo tiempo tan apropiado para hacernos admirar la sabiduría de la Providencia que preside al gobierno de la sociedad, que pido permiso para detenerme un instante

en esto. *

C. Decis, Señores proteccionistas, que tal pueblo tiene sobre nosotros la ventaja de poder obtener el carbon barato, hierro, máquinas, capitales: no podemos luchar con él.

Esta proposicion será examinada bajo otros aspectos. Por ahoera, me encierro en la cuestion, que consiste en saber, si cuando se presentan una superioridad ó una inferioridad, no llevan en si mis-mas, ésta, la fuerza ascendente, aquella, la descendente, que deben conducirla á un justo equilibrio.

He aquí dos paises: A y B.-A goza sobre B toda especie de ventajas; y concluís de aquí que el trabajo se concentra en A, y que -B está en la impotencia de hacer cosa alguna. A, decis, vende mu-cho mas de lo que compra; B compra mas de lo que vende. Yo podria contestar; pero me coloco en vuestro terreno.

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En esta hipótesis, el trabajo en A está en mucha demanda, y muy pronto se hace caro.

El hierro, el carbon, las tierras, los alimentos y los capitales caen en despreciacion en By al momento todo está barato.

Hay todavía mas; A vende siempre, B compra incesantemente. El numerario pasa de B á A: abunda en A, es escaso en B.

Pero abundancia de numerario quiere decir que se necesita mucho de este para adquirir otra cosa. Luego en A, á la carestía real que proviene de una demanda muy activa, se agrega una carestha nominal á la exhuberancia de metales preciosos.

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Escasez de numerario significa que se necesita poca cantidad de él para cada compra. Luego en B. un mercado barato nominal viene á combinarse con el mercado barato real.

En estas circunstancias la industria tendrá toda especie de motivos, motivos, si puedo decirlo, elevados á la cuarta potencia, para desertar de A y establecerse en B.

Mas para entrar en la verdad, decimos que la industria no habrá esperado este momento; que las repentinas mutaciones repugnan á su naturaleza, y que desde el principio bajo un réjimen libre, ella se dividirá y distribuirá progresivamente entre A y B, segun -las leyes de la oferta y la demanda, es decir, segun las reglas de la justicia y de la utilidad. Y cuando digo que si fuese posible que la industria se concentrase en un punto, saldria de su propio seno, y -por esto mismo una fuerza de descentralizacion, no establezco ciertamente una vana hipótesis.

Oigamos lo que decia un manufacturero á la Cámara de comercio de Manchester (suprimo los guarismos en que apoyaba su representacion.)

"Antiguamente esportabamos tejidos; despues esta esportacion ha cedido el puesto á los hilados que constituyen la materia prima

de los tejidos; despues á la de las máquinas, que son los instrumentos de produccion del hilo; mas adelante á la de los capitales, con los cuales construimos máquinas; en fin á la de nuestros obreros y nuestro genio industrial que son las fuentes de nuestros capitales. Todos estos elementos de trabajo, unos despues de otros, han ido á ejercerse en donde quiera que podian hacerlo con mas ventajas, en donde la existencia fuese ménos cara, mas fácil la vida; y hoy mismo se ven en Prusia, en Austria, en Sajonia, en Suiza y en Italia inmensas manufacturas, fundadas con capitales ingleses, servidas por obreros ingleses y dirijidas por injenieros ingleses."

Ya veis perfectamente que la naturaleza, ó mejor dicho la Providencia, mas injeniosa, mas sàbia, mas previsora de lo que cree vuestra estrecha y ríjida teoría, no ha permitido esta concentracion de trabajo, este monopolio de todas las superioridades con que argüis como un hecho absoluto é irremediable. Ella ha provisto por medios tan simples como infalibles á lo que estaba en dispersion, difusion, mancomunidad y progreso simultáneo, cosas que vuestras leyes restrictivas paralizan cuando obran en ellas, porque su tendencia, aislando la industria por pueblos, es limitar mas la diversidad de las condiciones, prevenir el nivelamiento y hacer á unos pueblos, industrialmente hablando, superiores ó inferiores unos á otros.

III. En tercer lugar, decir que por un derecho protector se igualan las condiciones de produccion, es dar una locucion falsa por vehículo al error. No es verdad que un derecho de importacion iguala las condiciones de produccion. Estas quedan lo mismo que antes de imponérsele el derecho: lo que el derecho iguala, cuando mas son las condiciones de la venta. Se dirá tal vez que hago un juego de palabras; pero devuelvo la acusacion á mis adversarios. A ellos les toca probar que produccion y venta son sinónimos, y que no tengo fundamento para impugnarles, si no ese juego de palabras, á lo ménos la confusion que hacen con ellas.

Permítaseme esclarecer mi pensamiento con un ejemplo.

Supongo que se le antoje á algunos parisienses dedicarse á producir naranjas. Ellos saben que las naranjas de Portugal pueden venderse en Paris á 10 céntimos, mientras que los nuevos empren dedores, en razon de los costos de cajas y estufas que necesitan á causa del frio que dificultará frecuentemente su cultivo, no podrán exijir ménos de un franco como precio de remuneracion. Ellos piden que se recargue la importancion de naranjas de Portugal con un derecho de 90 centimos. Mediante este derecho, las condiciones de produccion, dicen, se igualarán; y cediendo, como siempre, á este raciocinio se inscribe en la tarifa un derecho de 90 céntimos por naranja estranjera.

Ahora bien; yo digo que las condiciones de produccion no cámbian de ninguna manera en este ejemplo. La ley no ha quitado nada al calor del sol de Lisboa, ni á la frecuencia ó intensidad de las heladas de Paris. La madurez de las naranjas continuará verificàn

dose naturalmente en las riberas del Tajo, y artificialmente en las márjenes del Sena, es decir, que exijirá mucho mas del trabajo humano en un pais que en otro. Lo que se igualará serán las condiciones de la venta: los Portugueses deberán vender sus naranjas á un franco, recargadas con 90 céntimos para compensar el derecho, que evidentemente será pagado por el consumidrr frances. Y he aquí el caprichoso resultado. Sobre cada naranja portuguesa consumida, el pais no perderá cosa alguna, porque los 90 céntimos pagados de mas por el consumidor entraron en el Tesoro. Habrá mutacion, traslacion, pero no pérdida. Pero sobre cada naranja francesa consumida habrá 90 céntimos de pérdida poco mas ó ménos, porque el comprador los perderá ciertamente; y el vendedor ciertamente tambien, no los ganará, pues que segun la misma hipótesis no habrá sacado mas que el precio de la venta. Yo dejo á los proteccionistas el cuidado de sentar aquí la conclusion.

IV. Si he insistido en la distincion entre las condiciones de produccion y las de venta, distincion que los Sres. prohibicionistas mirarán tal vez como paradoja, es porque ella debe conducirme para acongojarlos mas con otra paradoja, mucho mas estraña, á saber: ¿quereis igualar realmente las condiciones de produccion? Dejad entonces libre el cambio

¡¡Oh!! me dirán, el golpe es muy fuerte; esto es abusar de la destreza en los quites. Pues bien; aunque no sea mas que por curiosidad, ruego á los señores proteccionistas que sigan mi argumento hasta el fin. Este no será largo. Vuelvo à mi ejemplo.

Si se consiente en suponer por un momento que el provecho medio y cuotidiano de cada frances es de un franco, se deducirá incontestablemente de aquí, que para producir directamente en Francía una naranja, será necesario un jornal de trabajo ó su equivalente, mientras que para producir el contravalor de una naranja portuguesa, no necesitaría mas que la décima parte de este jornal; lo cual no quiere decir otra cosa, sino que el sol hace en Lisboa lo que el trabajo ejecuta en Paris. ¿Y qué no es evidente que si yo puedo producir una naranja, ó lo que viene á ser lo mismo su equivalente para comprarla, con una décima parte del jornal de trabajo, me coloco relativamente á esta produccion en las mismas condiciones que el productor portugues, salvo el trasporte que debe ser á mi cargo? Es pues cierto que el libre cambio iguala las condiciones de produccion directa o inditecta, en cuanto pueden ser igualadas, pues solo deja subsistente una diferencia inevitable, la del trasporte.

Agrego tambien que las franquicias igualan las condiciones de los goces, de las satisfaciones, de los consumos, de lo cual no se ocu pan jamás, y que sin embargo es lo esencial; porque en definitiva, el consumo es el objeto final de todos nuestros esfuerzos industriales. A merced de las franquicias en el cambio, nosotros gozariamos del sol de Portugal, como los portugueses mismos; los habitantes del Havre tendrían à sus puertas, lo mismo que los de Londres, y con las mis

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