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en la esposicion de las distintas operaciones anexas al cultivo de la Caña.

Hemos manifestado ya los procedimientos empleados para preparar la tierra destinada al plantío de cañas empleando el sistema de abatir el bosque y quemar todos sus despojos. Con esta operacion queda limpio el terreno, permaneciendo los pies de los árboles, que van desapareciendo sucesivamente con el tiempo segun la calidad de la madera, y muchos gruesos troncos que se dejan en la tierra muchas veces para no emprender la molesta tarea de estraerlos, sistema que nos parece conveniente considerando que aunque estos maderos medio-quemados resisten algun tanto á la corrupcion, vienen al fin á convertirse en excelente abono; pero es preciso convenir que cuando son abundantes estos troncos, ademas de ocupar una parte no pequeña del terreno, producen despues un perjuicio en que acaso no se ha parado mucho la atencion. Cuando llega la época de la zafra y se emprende el corte de cañas para su conducion á los trapiches, entran las carretas en estos cañaverales tiradas por bueyes, cargadas con un enorme peso: este solo método que es por si solo una causa destructora de los plantíos, produce males de mas consideracion en las circunstancias á que nos referimos. Las formidables ruedas de esos carros, cuando son numerosos los troncos del campo recien-abierto, montan sobre ellos, sin que pudieran evitarlo conductores mas advertidos y diestros que nuestros negros de campo; y traficando así por el cañaveral en que se practica el corte, cada vez que montan las ruedas, caen despues con violento impulso sobre los troncos y raices de las cepas desnuda ya de cañas, y no es posible que tan violento golpe deje de causar un perjuicio á la futura vejetacion de aquella planta, con mayor razon si esto se repite con frecuencia. Pero dejando este particular para mas adelante, prosigamos describiendo el sistema de la siembra.

Es consecuencia precisa que un terreno que conserva todavía gruesas raices de coposos y corpulentos árboles, no se preste á otras labores que á lå del empleo de la hazada, que precisamente ha de ser cortante, para abrir los zurcos en que se ha de depositar la caña, recio trabajo que no encontramos otro mayor en todas las operaciones de un injenio, por la violenta posicion en que se ponen los trabajadores, por la accion continuada de alzar y bajar constantemente los brazos, y por la fuerza que es preciso emplear para vencer con frecuencia el obstáculo que ofrecen las raices. En esta labor no puede observarse el método de hacer largos y continuados surcos, como sucede con el arado; pero se forma una hilera de hombres armados con sus hazadones cortantes, hieren la tierra y forman una canal de una tércia y aun de una cuarta de ancho y con la misma profundidad; continúan mas adelante la operacion dejando un espacio que varía á voluntad del que dirije los trabajos y que es por lo regular de tres cuartas á una vara.

Se nos ha dicho que antiguamente se depositaban en estos lar

gos surcos cañas enteras, poniendo cuatro juntas y aun cinco y mas para asegurar los resultados de esta siembra. No admitiremos ciegamente esta noticia; pero podemos decir en su apoyo, que no hace mucho tiempo que hemos visto seguir este método por alguno que otro de nuestros mayorales afamados, lo cual prueba que esta fué costumbre muy generalizada, y desechada despues por los inconvenientes que produce, y que creemos deber manifestar porque están al alcance de todos los cultivadores. Ya generalmente la siembra de la caña se practica dividiéndola en trozos de una tércia á media vara poco mas o ménos, depositando en cada surco dos ó tres para asegurar la operacion. Pero nosotros tenemos conocimiento de muchos campos bien conservados todavía, y que fueron constituidos con solo un trozo en cada surco por economizar la semilla que escaseaba. La aglomeracion de semillas en estas siembras ha nacido del deseo de nuestros mayorales de ver brotar de la tierra numerosas plantas, para presentar á la vista un campo bien acompañado (son frecuentemente sus palabras) un cañaveral cerrado, en donde no salgan las yervas, y se economizen los chapeos ó cardas; y he aquí pues el orijen de una máxima muy generalizada de que "la caña no necesita cultivo; que basta sembrarla y separar las yervas hasta que por aquella misma aglomeracion no es posible que germine á su sombra alguna otra planta estraña." Y como en efecto los resultados corresponden á esta práctica pues al cabo de pocos meses se ostenta un plantío con todas las galas de la vejetacion, ha quedado con el sello de la esperiencia un procedimiento perjudicial, pero fácil; bien que ya nuestros hacendados que dan lecciones á sus mayorales ́en vez de recibirlas de ellos, como ántes acontecia, se oponen á esta aglomeracion de las cañas, sin embargo de que no en todas partes se les dá la separación conveniente. Esta práctica es la que mas trabajo ha costado introducir en los injenios, por la sensilla razon de 'que el interés de los propietarios está en contradicion con el de los mayorales, que por razon natural son inclinados á buscar los medios 'mas fáciles.

No es la oportunidad de manifestar los inconvenientes y perjuicios que ocasiona este sistema de aglomerar las plantas sobre un terreno, que no descansa en prestar sus tesoros á la vejetacion, pero que al cabo va perdiendo su riqueza hasta verse reducido á la miseria. No han faltado intelijentes que han hecho palpables los fundamentos que se oponen á esta práctica, y nosotros mismos, cuando escribimos con otro fin distinto del que lo hacemos, hemos espuesto cuanto pudimos alcanzar de la observacion y la esperiencia. Nuestros hacendados, ilustrados ya en la mayor parte, conocen mejor que nosotros, que las cañas que rinde un campo sembrado con mucha profusion de semillas, son numerosas pero delgadas y de corta elevacion; que esos campos cerrados requieren ménos-chapeos y resiembras, pero producen la rápida esterilidad ó cansancio de los terrenos; y con estas lecciones de la esperiencia nadà hay que ad

vertirles sobre este punto. Preciso es confesar ademas que con respecto á esta operacion se ha modificado mucho el procedimiento antiguo, con otros mas útil y mas conforme á los principios agronómicos. El propietario de terrenos feraces y ricos sabe ya muy bien que una siembra en que no se haya dado mas separacion de la acostumbrada á los surcos y á los trozos de caña, obtendrà el mas hermoso campo y presentará un plantío de asombroso crece y estraordinaria vejetacion; y cuando llegue el tiempo de someter las cañasá la fuerza prodijiosa de nuestras máquinas para estraer el rico jugo, esperimentará que un número menor de cañas rinde mas que el duplo de las de otro campo espeso, en que las plantas han carecido de luz, de aire y de espacio para vejetar; verá finalmente que ese jugo sometido á los diversos procedimientos de la elaboracion contienen mas principios sacarinos, dan mas azúcar; porque el desarrollo y madurez de la planta han llegado á su complemento. (1)

Otra de las condiciones en la siembra de cañas en que ha sido varia la práctica, es la profundidad que se dá al hoyo en que ha de depositarse la semilla. Se cree generalmente que no debe haber reglas para esto, y si las hay no hemos visto que se observen en todas partes. Creemos que esto procede de una equivocacion que tiene su disculpa por parte de los que no se han detenido mucho en un exámen cuidadoso. Uno de nuestros hacendados que nos honra con su aprecio, y que para nosotros y para todos los que le conocen, tiene el concepto de intelijente, juicio y mas que todo certero y previsor en sus cálculos, nos ha dicho que es de poca importancia la mayor o menor profundidad que se dé á los hoyos para la siembra de la caña; porque esta es una planta, cuyas raices no profundizan, sino que por el contrario, buscan la superficie de la tierra. En efecto, todo el que haya examinado un plantío cualquiera de cañas habrá observado que al pié de cada planta, como sea ya de alguna edad, sale en el último ó penúltimo núcleo de la caña una multitud de raices que introducidas en la tierra hasta convertirse en capilares: estas raices que circulan el pié de la caña y le sirven como de estripara sostenerla en el terreno, las contienen en gérmen todas las

bos

(1) El sistema ó por lo ménos el principio de practicar las siembras son la separacion conveniente no es una novedad en el cultivo de la caña. Hace cerca de doce años que leimos una obra intitulada: Essai sur Partde cultiver la canne et de en estraire la sucre par Mr. Casseaux. (Paris 1781); obra que he citado tratando de este mismo asunto en 1837. El autor, propietario antiguo en la Nueva Granada, presentaba en apoyo de su opinion, no solo su esperiencia propia de muchos años, sino tambien la de otros que la habian adoptado por convencimiento. La distancia que prescribia en los hoyos para la siembra era de cuatro á cinco pies uno de otro. No hacemos esta referencia por establecer una regla: sabemos que la separacion que ha de darse en un plantío está sujeta á las variedades de climas, temperamentos y calidad de los terrenos; solo hemos querido demostrar que no es nueva la doctrina y la práctica agronómica en que nos fundamos.

cañas en sus nudos, segun puede advertirse á la simple vista por unos puntos granulosos ó tuberculosos que presenta; y así se nota que las cañas derribadas cerca del suelo, ya por sus grandes dimensiones, ya por otra causa cualquiera, ofrecen en cada nudo estas raices que son las encargadas principalmente de proveer los elementos á las funciones vitales de la planta. Las raices principales, aquellas de que depende la subsistencia y la vejetacion no son las que buscan la superficie de la tierra: no ofrecen rejones perpendiculares, no presentan tubérculos, y si se quiere tienen todavía ménos grueso que las de las demás plantas gramíneas; pero para que puedan prosperar las cañas, es preciso que las raices principales estén sostenidas por la tierra en el sentido fisico y vital de la palabra. Por consiguiente si la capa vejetal de la tierra es profunda, tambien la profundidad de las siembras ha de ser provechosa. Esta profundidad solo deja de ser conveniente cuando los terrenos son bajos en demasía y mantienen por mucho tiempo el agua, ó cuando el fondo en que descansa la primera capa, suponiéndola de poca profundidad, es de greda, barro, piedra, arena &a Mientras ménos compacto sea el terreno en su superficie, mayor debe ser la profundidad que se observe en la siembra; porque en estos terrenos permeables las sequias repetidas y prolongadas destruyen la vejetacion y las cañas; y sin sujecion suficiente en su pié, se rinden y derriban.

de

Nos hemos detenido en esta impugnacion porque se han hecho siembras, concediendo al hoyo solo algunas pulgadas de profundidad, à tal punto, que los trozos de caña aparecian à la superficie si acontecia algun aguacero recio á los siguientes dias de sembrados. Este procedimiento perjudicial, así como otros muchos, nace que las condiciones mas esenciales que se observan en nuestras fincas de campo son la de la brevedad y fácil trabajo, sin detenerse mucho en las consecuencias. Un cañaveral planteado en un terreno recien desmontado, aun cuando las semillas se hayan depositado lo mas supercialmente, no puede ménos de vejetar con prontitud y lozanía, en medio de esos elementos que le presta una naturaleza vír jen hasta entonces, y que dá la primera muestra de fecundidad. Pero la duracion de este campo es efimera y no se necesitan tres años para que deseparezca la mitad de los individuos que nacieron y vejetaron momentaneamente con aparentes señales de vigor. Resulta de esto la necesidad de practicar resiembras numerosas cuando apénas ha sufrido dos cortes el cañaveral, que este en su totalidad es de poca duracion y produce cañas débiles, de poco rendimiento y de otros muchos inconvenientes, que si no obligan á su demolicion ó abandono, dictan por lo ménos la necesidad de reponerlo con otro en la perjudicial costumbre de buscar terrenos nuevos. Es preciso convenir, sin embargo, en que antiguamente era mas frecuente la práctica de depositar las semilla mas superficialmente; en pocas partes dejan de observarse las condiciones que dejamos apuntadas.

El arado se emplea solo en circunstancias de prácticar las siem

bras en terrenos que tienen algun tiempo de desmontados, de donde han desaparecido los gruesos troncos y duras raices, dando las labores suficientes àntes de formar los surcos, paralelos, y dos para depositar en ellos las semillas sin dejar espacio de unos trozos á otros, bien que en algunas partes no se forma esta série, sino que se interrumpe dejando un corto espacio libre y estableciendo cierta distancia de una cepa á otra. Esta siembra es la que ofrece mejores rusultados en todos sentidos, la que mas prontamente se verifica, y la que produce plantíos de mayores rendimientos y de larga duracion, por la sencilla razon de que se profundizan mas las semillas, se remueve la tierra y la vejetacion es mas vigorosa y abundante.

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