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LA ISLA DE GUBA ACTUAL.

AGRICULTURA.

ARTICULO II.

INJENIOS DE FABRICAR AZUCAR.-CONTINUACIÓN.

ENTRAMOS ya en el terreno práctico de esta materia en que

es preciso tratar del cultivo de la caña en todas sus óperaciones, desde la preparacion de los terrenos para la siembra de esta planta, hasta su corte o sega; y he aquí una dilatada série de objetos que debemos someter á la observacion, para presentar en su verdadero punto de vista este primer ramo de la agricultura Cubana, por las distintas faces que ha tenido desde su oríjen hasta nuestros dias.

Cuando en los primeros tiempos de la industria azucarera, se comenzaban á abrir terrenos para establecer un injenio, elejidos ya los que se creian suficientes, toda la preparacion que se hacia era introducir las hachas en los bosques y abatir desde el arbusto débil y la inútil liana, hasta los corpulentos troncos y las mas preciosas maderas: despues de algunos dias de esta operacion (treinta ó cuarenta dias) cuando ya se consideraban secos los ramajes, el voráz incendio venia á concluir la obra de la desvastacion, sucediendo à veces que solo quedaban los gruesos troncos, y otras era preciso volver al terreno, amontonar los restos y volver á dar candela á fin de

destruir aquellos escollos para la siembra. Este es precisamente el mismo sistema, si es que puede llamarse tal la ruina de los elementos de tan abundante como preciosa riqueza, esta es la operacion que se hace para preparar espacio en que verificar el plantio de las cañas. Hace algunos años que la escasez de bosques cercanos á esta capital, debida á esa misma destruccion, produjo la falta del necesario combustible para los usos domésticos; y desde luego con la propagacion de la industria azucarera, se pensó en sacar partido de esa misma destruccion de los bosques. Los propietarios que se situaron cerca de las costas, establecieron cortes de leña para el consumo de las panaderías y otros distintos usos, aprovechando los troncos de ocho á once pulgadas de circunferencia, escojiendo las clases de árboles propios para combustible, y dividiendo por medio del hacha los mas gruesos: los troncos de mayor diámetro se reducian á carbon por un método sumamente rústico y con bastante pérdida del material empleado.

Ambos recursos han producido utilidades á los que se han dedicado á esplotarlos, pues todo el carbon y leña que sacan de sus vírjenes terrenos, encuentra fácil salida, conduciéndolo al embarcadero mas inmediato y vendiéndolo á los patrones de los buques de cabotaje á muy moderados précios, como es de suponerse por los costos de conducion de tan voluminosa mercancía. Diez años atras poco mas o menos, se vendia en los depósitos de la playa à tres reales el caballo de leña (1) y el saco de carbon con el enorme peso de dos quintales, à cuatro reales. Pero estos précios han variado despues, bajando el de la leña à dos reales y el carbon á tres. Todavía es mas infimo el precio cuando el puerto en donde se deposita está á considerable distancia de la Habana, centro general de la grande concurrencia y consumo.

Sea lo que fuere, este arbitrio que los grandes capitalistas han despreciado al comenzar un injenio, ha contribuido en gran manera al fomento de otros que casi no contaban con muchos mas recursos que algunos brazos y el terreno en que se situaban, pues en los primeros años, convertian en numerario el bosque, separando las maderas útiles para sus fábricas, dejando el terreno enteramente limpio y sin haberle robado sus virtudes por medio de la destructora accion de un fuego violento. Tenemos algunos hechos prácticos sobre los productos de este arbitrio, que parece insignificante, y he mos visto injenios constituidos ya, aunque con la mayor parte de sus fábricas provisionales, hacer su primera zafra sin haber empleado apenas otros capitales que el que representan los negros con que comenzó la industria, lo poco que costó la adquisicion del terreno, obteniendo lo demás con el producto del carbon y de la leña. Pero es preciso confesar, que esto no es lo que generalmente sucede;

(1) Esta medida consta de 60 trozos de cinco cuartas de largo y de los gruesos que dejamos designado.

porque para obtener este beneficio es preciso que el propietario se proponga sufrir todas las privaciones, acudiendo por si mismo al terreno que ha elejido, situarse en medio del solitario bosque y atender casi personalmente á estos recios trabajos, que por otra parte son largos y dilatados y hacen mas paulatina la formacion de un injenio. Cuando los hacendados que cuentan con capital han adoptado este arbitrio, fomentando la finca otro encargado por él, los resultados distan mucho de ser tan lisonjeros. Los administradores no quieren ser leñeros ni carboneros; su fin y objeto es constituir en el tiempo mas breve el injenio; y es claro que entonces es cosa muy secundaria buscar recursos que alivien al propietario de esos grandes desembolsos que exije la creacion del establecimiento. De aquí nace la poca importancia que se dá generalmente á estos productos, adoptando el sistema de hacer desmontes generales, para condenar al fuego de una vez todos sus terrenos y ramajes.

Todos los que han escrito sobre nuestra grande industria agrícola han probado hasta la evidencia los perjuicios que acarrean esas grandes quemas en los primeros desmontes: nosotros mismos he mos tratado detenidamente de este particular, probando los per juicios de este procedimiento aun cuando no se quieran aprovechar los despojos en la preparacion del carbon y leña. Pero este es y ha sido uno de aquellos males y desventajas de que tanto abunda el sistema económico de esta misma industria, cuyos resultados se esperimentan despues; se ven y se tocan, pero se califican como males necesarios, que es preciso admitir con todas sus consecuencias, y se tiene en poca consideracion el precioso caudal de las maderas que se pierde, el abundante combustible que las llamas convierten inútilmente en cenizas, las materias que reduce á pavesas el fuego debiendo conservarse como elemento de abonos; las sales, la frescura, la humedad, el mantillo y aun la tierra vejetal que desaparecen del terreno á consecuencia de esa prolongada combustion, de ese horrible fuego, que hemos presenciado á poca distancia representándonos el cuadro de una ciudad entera presa del incendio, y cuyas llamas, si se nos permite una exajeracion poética, suben hasta las estrellas para disputarles su esplendor y brillo.

No negaremos que en los terrenos bajos, que casi tocan en pantanosos en la estacion de las aguas, no solo es conveniente sino tambien, necesaria esta gran combustion; pero, lo decimos francamente, no somos nosotros los que elejiriamos esta localidad para establecer un injenio, inmediatamente despues del desmonte; la acción del fuego es momentanea; y á poco de haber establecido el plantìo, vuelve el terreno á ser de nuevo el depósito de las aguas y á presentar todos los inconvenientes que dejamos esplicados cuando tratamos sobre este particular.

Sea lo que fuere de todas estas consideraciones, y de los perjuicios que ofrece el sistema de abatir los bosques y condenar sus restos al fuego, es preciso confesar que á esta misma circunstancia

así como à otros muchos procedimientos imperfectos se debe esencialmente el gran fomento de la industria azucarera.

La facilidad de encontrar terrenos en abundancia por todas partes, desde que los poseedores de haciendas conocieron que valia mil veces mas repartirlas en lotes que conservarlas improductivas por decirlo así, pues tales debian considerarse siendo solo objeto de la cria de algunas contadas cabezas de ganado; la facilidad de encontrar terrenos, repetimos, hizo que cada uno de los emprendedores de injenjos se posesionase de una area de terreno, proporcionado á los recursos con que contaba; pero siempre bajo la base de que necesitaba una grande estension para los plantíos de caña y abundante bosque para combustible. Y cuando habia esta facilidad, esta abundancia ¿quién era el que pensaba en economías? Limpiar, preparar la tierra, sin pararse en considerar toda la riqueza que consumia el fuego, y ejecutar todas estas operaciones con prontitud y sin pérdida de tiempo, tal era la primera indicacion. Se olvidaban, en efecto, se desechaban todas las ideas,de economía; pero los mas estensos y solitarios desiertos se convertian al cabo de dos ó tres años en numerosos injenios, elevándose prodijiosamente su número, multiplicándose los capitales y con ellos la fortuna y la riqueza pública, la rica produccion y la prosperidad del pais. Así es como de la misma inobservancia de principios que parecen los mas razonables, y con ese sistema de desperdicios, se ha aumentado la industria azucarera, acaso tres veces mas de lo que hubiera resultado, siguiendo con parsimonia una práctica mas juiciosa.

Pero debemos decir á pesar de todas estas ventajas, que lo que acaso podria considerarse como una consecuencia de los primeros esfuerzos de la industria, como una necesidad, ó si se quiere, como el resultado de la misma abundancia de los medios, debe reprobarse en la época presente. Antes no teniamos rivales en el mismo jénero de producciony hoy levanta la cabeza por donde quiera el jenio de la industria y nos presenta una competencia: ántes nos sobraban bosques y tierras, hoy nos van escaseando:ántes teniamos una gran facilidad de encontrar brazos en mayor número de los que requeria la industria y nos era indiferente cultivar y atender á un campo duplicado del que se necesita para obtener una produccion dada; hoy nos escasean estos brazos, y si contamos todavia con algunos para reponer las faltas ó para aumentar las dotaciones en los ingenios formados recientemente ó para formentar otros nuevos, es porque se abandonan fincas que el mismo sistema que hemos inculpado ha condenado á la improduccion, ó porque se alejan esos mismos brazos de los cafetales que de dia en dia van desapareciendo de la encantadora superficie de nuestras mas pintorescas llanuras, por la despreciacion en que ha caido el fruto de algunos años á esta parte, desde que nuestros vecinos del norte, por causas que conocemos muy bien, no vienen ya como arrieros á llevar nuestro café á las mas remotas plazas comerciales: ántes en una palabra los elevados precios com

pensaban al productor la cortedad de sus produciones y mil cajas de azúcar, zafraque como hemos dicho repetidas veces, hacian la riqueza de una familia; y hoy es preciso triplicar la produccion, y observar todas las economías posibles, en tiempo, gastos y en trabajo para que los servicios productivos correspondan á los capitales empleados en la industria.

Pero confesemos francamente que hoy se procede lo mismo quecien años atras en cuanto á la desvastacion de nuestros bosques al comenzar un injenio, con una desventaja mas que no queremos omitir. Para sembrar la caña suficiente al producto de mil cajas de azúcar, con que se conformaban nuestros mayores, se desmontaban en un injenio seis ú ocho caballerías de tierra; y como nada se ha adelantado en el cultivo, ó tal vez muy poca cosa, si un injenio ha de dar la misma utilidad ó renta es necesario que cuente con un plantío de diez y ocho ó veinte y cuatro caballerías de caña. Es verdad que los trenes antiguos de elaboracion consumian considerables bosques; pero lo que se ha economizado con los trenes jamaicanos y otros de mayores ventajas, (acaso dudosas ó cuestionables) ¿no se consume en nuestras potentes màquinas de vapor? No creemos deber detenernos mas en esta observacion: nos basta haber demostrado, al tratar de los desmontes como operacion preparatoria al cultivo de la caña, que hoy se observan las mismas reglas, la misma práctica ruinosa de dilapidar los bosques, con la sensible diferencia de que antiguamente, como eran pausados los pasos de la industria, era tambien infinitamente menor la tala y desolacion, que en estos últimos tiempos, en que el lujo y la ostentacion hacen consistir las ventajas de la formacion de un injenio, en abrir un inmenso terreno, constituir dilatados plantíos para hacer la primera zafra con un producto de mil y dos mil cajas, que era donde concluian los hacendados en tiempos pasados. El propietario se contentaba con abrir sus terrenos empleando sus propios brazos; y por muy breve que quisiese proceder, tenia que limitarse al número de los que poseia para abrir la finca; pero hace ya algunos años, y á virtud de los mismos progresos de la industria, que hay individuos que poseyendo un número suficiente de esclavos, especulan en contratas para desmontar las tierras, limpiarlas y aun para sembrar las cañas, arbitrio que probablemente irà escaseando si no se reponen con la 'misma abundancia los brazos que nos van faltando. Seria muy curio'so formar un estado comparativo de las tierras que han perdido sus bosques de treinta años á esta parte, y de las que existian desmontadas, solo para el fomento de injenios, desde los primeros dias de esa -industria.

Nos parece, sin internarnos en cálculos, que podria resultar de esta operacion, que divididos los treinta años últimos en tres decenios, en el primero de estos, los campos abiertos se igualaron en estension á la totalidad de los que ya lo estaban; y todavia diriamos mas si no temiesemos ser exajerados, pero permítasenos conjeturar

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