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¿Y se nos negará que esto sucede con frecuencia, si no entre hacendados colindantes, á lo menos entre aquellos que no están á una distancia capaz de atribuir la diferencia á causas atmosféricas, geolójicas ó topográficas? Nos parece que no habrá quien se resista á la evidencia de este hecho. Pues bien: examínese, analísese químicamente el terreno que dá buenas cañas, abundante azúcar y de selecta calidad (sin desatender à la influencia de los medios mas o menos convenientes de elaboracion); anótense los principios ó elementos que predominan, repítase la operacion en diferentes localidades y circunstancias; y de estos trabajos no podrá ménos de resultar una demostracion palpable que dé à conocer las bases ó principios que deben constituir las tierras destinadas al cultivo de la caña. Este conocimiento no solo seria útil é importante para la buena eleccion de los terrenos que han de servir al establecimiento de un injenio, sino que tambien sería un medio poderoso para reanimar por el arte á los que carecen de los elementos necesarios, ó los que por esceso de algunos de estos están en el caso de recibir correctivos que los modifiquen o neutralizen. ¡Cuántas tierras vemos que en la apariencia y por un lijero exámen de sus cualidades fisicas reciben la sancion de excelentes, pero que á pocos ensayos la esperiencia las declara poco productivas! Y entonces, ¿por qué no se busca la causa de esta desventaja por medio de un análisis químico? Pero léjos de esto no sabemos que se haya intentado este análisis ni una sola vez; y esto es una consecuencia necesaria de la abundancia en que se han encontrado terrenos buenos por todas partes, en esa facilidad admirable para adquirir generalmente todos los elementos de prosperidad y riqueza, que por donde quiera se presentaban en los primeros tiempos de la industria azucarera, considerandose dispensada esa generacion que está próxima á dejarnos el puesto, de pensar siquiera en reglas económicas ni en principios científicos, que son los únicos medios que en el estado presente pueden propender á la conservacion de lo que poseemos y al acrecentamiento sólido de la prosperidad.

Nosotros no hemos estudiado cosa algun respecto al conocimiento de los terrenos mas apropiados á tal ó cual cultivo: la casualidad ó las engañosas apariencias son las que nos han conducido. Y sobre esto alegan los que desdeñan el saber y las investigaciones, con todas esas desventajas hemos creado, hemos fomentado, hemos acrecentado de dia en dia la riqueza de nuestros fértiles territorios. No carece de exactitud esta observacion, pero podriamos agregar, si este fuese todavia un punto que mereciese discusion, que si hemos progresado siguiendo ese profundo carril de la rutina, si confiados en la benignidad del suelo y del clima que tanto se ostenta en la vegetacion perenne de nuestros campos, nos hemos entregado en brazos de la naturaleza olvidándonos del arte, ¿cual no hubiera sido el estado de nuestra Isla, no ya solo en el ramo de injeņios sino en el de otros muchos ya esplotados, comenzados á esplotar y

abandonados, ó ya en otros que todavia estan por emprenderse? Pudo en otros tiempos ser esta una cuestion por resolver, pero en t nues tros dias en que, á la par de las demas ciencias, la química ha prestado sus luminosos hechos à las artes y la industria, no creemos que haya quien deje de conocer la utilidad y aun la necesidad de examinar analíticamente los terrenos, para descubrir su íntima constitucion, para ajustarla, por decirlo asi, à los procedimientos en el cultivo.

Por un análisis químico se investigaria fácilmente el principio dañoso que exista, y se pondria en evidencia el elemento superabundante ó deficiente para aplicar los correctivos, hasta conseguir la neutralizacion ó la vivificacion propia para el cultivo. Tenemos muy superficiales conocimientos de la química, poseyendo solo las nociones elementales de la ciencia, pero podemos demostrar las ventajas de estos analísis. Asi por ejemplo, si se encuentrau en los terrenos algunas sales de hierro, la cal producirá necesaria mente su descomposicion; si hay falta de materia vejetal se su plirá con los abonos de la misma sustancia; si aparece un exceso de arena silícea, se corregirá en' gran manera mediante la mezcla con marga. En las tierras en que predomina la humedad además de los medios mecánicos de practicar zanjas y desagues, puede emplearse segun la naturaleza del terreno, la cal; yeso ó arena; por el contrario, son nocivos estos medios cuando el terreno tiene en su constitucion carbonato de cal: pueden emplearse sin embargo en los terrenos compuestos de barro y arena. En opinion del Sr. R. Porter comprobada por dilatados esperimentos en las Antillas, la mezcla de barro, carbonato de cal y arena fertiliza la tierra con seguridad.

No nos corresponde esponer aquí todas las ventajas que pueden obtenerse de estos análisis emprendidos con juicio y sin exageraciones de ninguna especie. Este es un asunto que merece un es tudio particular y estensas consideraciones. Básta á nuestro propósito manifestar sobre este punto que la agricultura del pais, y sobre todo el cultivo de la caña, no ha puesto todavia en contribucion el minero fecundo é inagotable que por todas partes nos està brindando la química, y que parece increible que con tales ventajas no se procure obtener todo el partido posible.

No son solo las circunstancias geolójicas, la constitucion íntima de los terrenos las que han decidido ó han debido decidir en la eleccion de las localidades, para el cultivo de la caña; representan tambien un papel importante las circunstancias geográficas y topográficas, que tan poderosamente concurren á la buena y abundante produccion, ayudando á las cualidades intrínsecas del terreno y á veces oponiéndose á ellas, produciendo economías en los gastos de la empresa ó ya causándolos enormes, tanto por la dificultad en las comunicaciones y trasportes, cuanto por la insalubridad del clima, ya por otras causas fisicas que no necesitamos enumerar aquí. No es raro ver que en unos terrenos dotados con todas las condiciones mas favo

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rables á la vejetación y al cultivo no corresponda el resultado, por aquellas causas, y la produccion sea mucho menor que en otras localidades donde la naturaleza se ostenta pobre y mezquina en las aparentes cualidades de las tierras,

La proximidad à las costas del norte de esta Isla se ha mirado como punto mas preferente para el establecimiento de los injenius, advirtiéndose que se califican de tales los que están á la distancia hasta de ocho ó diez de nuestras leguas. Con tal de que hubiese algun camino, (que cuando no es de lo mas malo que pueda concebirse, no pasa de ser una via tolerable) con tal de tener una ensenada, un rio, una bahia, ó un estero por donde poder dar salida á los frutos que allí se conduzcan, se ha considerado digna de eleccion una localidad, supuestas las demas condiciones aparentes. Así se ha visto que la industria azucarera, si bien tuvo su principio en los terrenos mas inmediatos á esta capital, siguió despues por los litorales de Santa Cruz, Canasí, Jaruco, Matanzas, Mariel y Cabañas; y cuando comenzó á propagarse mas el cultivo de la caña, cuando se sancionó que la via marítima, por larga que fuese, facilitaba considerablemente las conducciones, la industria se estendió à Cárdenas, el Júcaro, la Teja, Sierra-Morenas Sagua la Grande y mas allá, por la parte oriental de la Isla, y hasta Bahia-honda, las Pozas y la Mulata por la occidental.

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Estos terrenos situados en las costas del norte, han recibido la sancion de ser los mas saludables, los de mayor rendimiento y los que se han prestado mejor á los esfuerzos del hacendado. Pero un exámen detenido y la sabia esperiencia han disminuido mucho estas consideraciones. La salubridad en las costas del norte no es proverbial: no faltan ciénagas estensas que conteniendo el gérmen mal sano, esparcen sus miasmas y producen esas fiebres endémicas que con Lanto imperio reinan en Matanzas, Cabañas y Mariel: se ha disminuido tambien en mucho el sello distintivo de una produccion mayor, como lo han demostrado las numerosas posesiones fomentadas mas al centro de la Isla en donde las cañas tienen un rendimiento asombroso.

Atribúyese generalmente á esas localidades, y aun nosotros hemos hecho mérito de ello ántes de ahora, la ventaja de que estando situadas al porte, las aguas favorecen el plantio cuando comienza la estacion, beneficiándolo oportunamente. Pero esta misma ventaja se convierte con no poca frecuencia en perjuicio incalculable. Si las aguas precursoras de la estacion de los nortes, y que muy á menudo siguen acompañándola, acontecen á fines del mes de octubre hasta mediados de noviembre, el hacendo mira asegurada una gran cosecha, sobre todo si sobrevienen despues algunos dias en que reina el viento norte sin humedad; las aguas favoreeen entónces á las cafias, las llenan de jugo, en el que mas adelante se desenvuelve el principio sacarino en abundancia. Pero sucede en repetidos años que estas lluvias vienen inoportunamente, en diciembre, por ejem

plo, en cuya época comienza la elaboracion de azúcar; y prescindiendo de los materiales perjuicios que ocasionan las aguas en el terreno, asi para la conduccion de las cañas, como por el grave é inevitable mal de introducir las carretas en el mismo plantio en que se establece el corte para conducirlas á los trapiches, esas mismas cañas ofrecen inconvenientes cuando se somete su jugo á la elaboracion: el principio acuoso reina en ellas considerablemente, la evaporacion se hace mas prolongada en los trenes à que se someten, se hacen necesarios los reactivos, y el gasto del combustible viene á ser mas considerable. El hacendado entonces que ha visto conducir del campo trabajosamente centenares y millares de carretadas de caña, que ha Hevado cuenta de las numerosas pailas de guarapo que ha enviado á ellas la prodijiosa fuerza de su potente máquina, acude al estado que le demuestra el rendimiento del azúcar, y allí se convence de que en vez de corresponder á cada una de sus templas ocho ó diez panes de azúcar, ha tenido el resultado de cuatro ó seis. He aquí porque no puede fijarse una regla segura, ó por lo menos no puede determinarse una supremacía en las localidades situadas en las 'costas del norte, si esta ventaja la debiesen realmente à la oportunidad de las lluvias. Pero no creemos deber ocuparnos por mas tiem. po en esta cuestion.

La facilidad en las comunicaciones por la via del cabotaje fué la idea que dió la preferencia á estos terrenos. No solo la conside racion de que luego que la finca estuviese en estado de dar productos se facilitarían los trasportes en breve tiempo y con mucha más economia por la via de cabotaje, no solo este elemento primordial de la produccion fué el que consignó la preferencia á estos puntos cercanos á los puertos ó surjideros; despues de algunos años de intro ducida la industria y cuando ya los bosques de las cercanias fueron agotados, así por las grandes porciones que despues de abatidos los corpulentos árboles eran pábulo de las llamas para limpiar el terreno destinado á la siembra de la caña, como por la asombrosa cantidad que se consumia en los antiguos trenes de elaboracion, el consumo del carbon y de la leña para los usos domésticos, demandaba que el combustible fuese solicitado á larga distancia, escaseando visiblemente el que teniamos á nuestras puertas, por decirlo así. Desde entonces esos terrenos de la costa se hicieron doblemente productivos. Este arbitrio ha sido un recurso poderoso y lo será todavía para los propietarios que no contando con una caja tan provista como se requiere para constituir un injenio, obtienen considerables utilidades del carbon y de la leña que venden en las playas á los patrones de los barcos costeros.

Estás fueron en efecto las localidades preferidas en el animado impulso que tomó la industria azucarera á principios del presente siglo; pero despues que á virtud de la convincente prueba emprendida denodadamente por la Real Junta de Fomento en la construccion de un ferro-carril, que demostró hasta la evidencia que en la

isla de Cuba era una necesidad urjente la creacion de esta májica via de comunicaciones y trasportes, y que hasta las empresas mas dificiles ceden á los esfuerzos del espíritu público, despues de resuelto este problema por una corporacion, que si bien no contaba con fondos para acometer la empresa y llevarla á complemento, se hallaba favorecida con la presidencia de un gefe ilustre que á su profunda práctica certero tacto en los negocios rentísticos y del Estado reune la ventaja de haber trasmitidò al Erario de nuestro pais el mismo crédito que personalmente goza en las grandes plazas de Europa; despues en fin que fue ya una verdad puesta en evidencia que podian formarse caminos de hierro en todas direcciones, bajo la influencia eficaz de las sociedades anónimas, ya no hay distancias que infundan el desaliento, ya no hay terrenos condenados á la improduccion sin embargo de sus excelentes cualidades.

Los ferro-carriles que todo lo vivifican á la manera de un rio, van unas veces á buscar los frutos de una comarca lejana en que la fertilidad del suelo ostentando toda su fuerza, toda su lozania, se veia encadenada, por decirlo así, en un estrecho círculo y obligada á-enviar con trabajo sus producciones al mercado, siempre limitadas á tan grave inconveniente; otras veces como una hueste conquistadora que lleva con el dominio la civilizacion y la riqueza á un pueblo salvaje, tiende sus carriles, planta sus reales cerca de inmensos bosques, de tierras fértiles pero incultas, y aquellos campos solitarios vienen á ser el objeto de la industria y á presentar el ejemplo grandioso de la rica comarca de Banagüises, de Macurijes y sus dependencias, para confusion y silencio de los espíritus estacionarios, si no retrogrados, que no temen sacar á la luz de la civilizacion la opinion improbable de que los caminos de hierro han sido mas perjudiciales que benéficos á la isla de Cuba.

Piérdanse en hora buena esos hombres que por una especie de monomanía orgullosa hacen alarde de no pensar como los demas, para probar que nadie ve mejor las cosas que ellos. No es esta la oportunidad de entrar en semejante discusion, decimos solo de paso que para castigar á los que tienen una opinion tan estragada (porque realmente merecen castigo, si no compasion) podria condenárseles á que formasen un estado comparativo del número de cajas de azúcar que antes de la construccion del camino de hierro de la Habana venia de los Güines y mucho mas allá y las que hoy conducen los trenes. Sino satisface esta comparacion, tomese el guarismo que representaba el azúcar que de aquellos puntos se conducia, calcúlese á 4 pesos cada caja de las que se trasportaban, compárese este guarismo.con el que producen los costos por el camino de hierro, y pregónese la diferencia que resulte como una ganancia anual á los hacendados, y por consiguiente á la riqueza pública y en beneficio del ramo principal de nuestra subsistencia. Si los conductores han perdido la utilidad que les reportaban estos fletės, hoy se ven compensados por conduciones mas cortas, mas breves y mas fáciles à los depósitos de

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