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Como cosa sin provecho.

Para trompicar al Cid

Y así mi alma, señora,
Que os adora,

Ha venido á conocer
Cuánto le está mejor ser
Vencida que vencedora.
Y en prision

Donde ella y el corazon,

Perdida la libertad,

Viven á su voluntad

Sin saber de la razon.

El pico de un Trinitario.

¡Y tú, Amor, que eres mi abrigo

Y á los dos juez igual,

Te has declarado parcial

Y acudes á mi énemigo!

Pues si tú me eres contrario,
Quiero dejar ya esta lid.
De las ganancias del Cid
Goce el señor Trinitario.

A DONA ISABEL.

Señora doña Isabel,
El verme de vos ausente

No lo extraña ni lo siente
Mi pensamiento fiel.

Porque supo retrataros
En mi tan al natural,
Que tengo por gloria igual
Al veros, el contemplaros.

En mi gozo un bien extraño
Sin miedo á várias mudanzas;
Y en mí están mis esperanzas
Con hoja y flor todo el año.

En mí os hablo, y en mí os veo,

Y en mi sin impedimento
Suele conseguir su intento
Mi desenvuelto deseo.

Mas dicen, y con derecho,
Mis ojos que, pues os vieron,

Que del bien que me adquirieron Usurpo todo el provecho.

Piden como á verdaderos Autores del bien que tengo Les dé parte, y asi vengo, Por dársela siempre, à veros.

CANCION.

Ya que me dabas contrario,
Falso Amor, en esta lid,
Fuera mi contrario el Cid
Y no un fraile Trinitario.
Contrario bravo que asombre,
No rubio barbiponiente :
Yo picome de valiente,
Pero no de gentil hombre.
Y así quisiera el contrario,
Porque en la amorosa lid
¡Voto a Dios no puede el Cid
Lo que puede el Trinitario!
Combatiera esta querella
Con Garci Perez de Vargas;
Que nuestras lanzas y adargas
Fueran los jueces de ella.

Y no amar con un contrario
Tal que en Salmos de David
Hará confesar al Cid
Qu'es mejor un Trinitario.
De Ulises es opinion
Que con palabrillas viles
Ganó las armas de Aquiles
Contra el fuerte Telamon.

Y así entiendo de ordinario
Qu'es irreparable ardid

AL RETRATO DE FRANCISCO PACHECO.

Pacheco es este que debe
Llamarse Fénix por sólo
Favorecido de Apolo

Y de las hermanas nueve.
Dejóle el cielo encargada
La perficion y hechura
De la divina figura

Por Apéles principiada.

Con artificiosa pluma

Saca del sepulcro al hombre,
Dándole vida y renombre
Qu'el tiempo no lo consuma.
Y así sin igual alguno
Usa el oficio de Dios,
Por estar entre los dos
Partido el poder del uno.
Su pincel levanta el vuelo
Hasta el ángel Micael,

Y de allí sube el pincel

Hasta parar en el cielo.

Donde pinta en aquel puesto, Seguro de no tener

Quien se le pueda oponer,
No siendo Dios el opuesto.

Alli sugetó la idea
De su arte no vencida,
Deseada, mas no habida
Jamás de quien la desea.

Y él, glorioso de tenella
Con ingenio soberano,
Va sacando de su mano
Divinos traslados della.

Y así no es de humano intento Lo que Pacheco nos pinta;

De otra materia es distinta

De celestial fundamento.

Pues con destreza invencible
Lo que es espiritual,
Dándole retrato igual,
Le forma cuerpo visible.

Su vida en suma nos dice,
Que le debe el Bétis sacro
Levantar un simulacro
Que su memoria eternice.

Por que saque por la hebra
Despues la posteridad,
Que no ménos que á deidad
La Vandalia le celebra.

A DON JUAN ZAPATA, INQUISIDOR.

Si fuera la fuerza tanta

De mi pluma, que de un vuelo
Penetrára hasta el cielo
Donde el valor os levanta.

Dando de vos larga muestra
Quedarades en el mundo,
Claro don Juan sin segundo,
Yo inmortal por causa vuestra.
Pero ya mis confianzas
El temor las ha secado:
Sujeto tan levantado

No es de humanas alabanzas.
Solas llegaron à vos
Las que de Dios à vos van,
Porque alabanzas de Juan
Son reservadas á Dios.

Y haberme vencido el miedo
Tened por cosa sin falta,
Qu'es la alabanza más alta
De las que yo daros puedo.
Porque alabar lo que excede
Al entendimiento humano,
Es irle à Dios á la mano,
Qu'es el que solo lo puede.
Y si el hombre se le niega,
¿De qué sirve que la mira

Se ponga en vos, pues la vira
Sin fuerza de Dios no llega?
Todo, en efecto, es rodeo
Si no es callar; y así os pido.
Que os deis, señor, por servido
De mi silencio y deseo.

Á DON FÉLIX, ESTANDO POBRE.

Si juzgas bien y penetras
La suerte en que le entretienes,
Verás que al nombre que tienes

De Félix faltan dos letras.
De cinco le adornó Dios;
Pero la fortuna ingrata
Que con tal rigor te trata
Quiso anteponelle dos.

Súfrelo, pues eres hombre,
Sin qu'el dolor te inquiete
De haber venido á ser siete
Las cinco letras del nombre.
Qu'el cielo hará que adquieras
Nuevos bienes que te adornen,
Y å tu nombre se le tornen
Las cinco letras primeras.

ELOGIO A SU HERMANO MELCHOR DEL ALCAZAR.

Este alcázar soberano, Donde estableció su asiento El más alto entendimiento Que cupo en sugeto humano, Es el que por justa ley Fama puso en su registro, Como á famoso Ministro De su patria y de su ley. Tuvo la facundia y copia Del Griego tan celebrada, No con estudio alcanzada, Sino natural y propia. En toda dificultad Fué de celestial consejo, Sus acciones, luz y espejo D'esta nuestra ciega edad.

En suma, cuanto en él hallo' De prudencia y de valor, Pudo envidiarse mejor, Que mortal hombre imitallo. Cumplió la fatal medida De sus años, y la cuenta Puntualmente los setenta

De su generosa vida.

Fuése al cielo, y trocó á gloria
Todo este mundano trato:
Quedó su antiguo retrato

Qu' eternice su memoria.
Hecho este felice trueco
Dió al retrato nueva luz
Protójenes andaluz,

Por otro nombre Pacheco.

A LOS CUARTOS SELLADOS.

Una vez uno hay alguno

Que pueda decir que es dos? Pues yo sé quien (y no es Dios) Hizo dos una vez uno.

Si osáre decir quien es
Por enigma ó como fuere,
Es quien hará, si quisicre,
Que una vez uno sean tres.

Déjome entender de alguno
Como una vez uno es dos.
Si me entiende, ruegue à Dios
No sean tres una vez uno.

Más claro quereis que vaya:
Perdonadme, que no puedo;
Que es alto de cuerpo el miedo
Que me hace estar á raya.

Lugar es bien oportuno Ver que una vez uno es dos, Para juzgar quien sin Dios Hizo dos una vez uno.

Mas tengo por más llaneza Tener por averiguado, Que en el contar se ha trocado La vieja naturaleza.

Y así no extrañe ninguno
Ver que una vez uno es dos,
Sino crea, como en Dios,
Que una vez uno no es uno.
Pronóstico es harto malo
Que amenaza nuevos males.
Buenos fueran hospitales,
Mas esto es mucho regalo.

Facia bona vita ogniuno:
Que si una vez uno es dos,
Una vez uno es un Dios
Que juzga el una vez uno.

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Que yo à fe de caballero
De dart'he dos mil ducados.

Y por que vengan iguales
Las obras con lo acordado,
Ves aquí luego en contado
Dos docenas de reales.

Y si á remiendos pagados
Lo tienes por mal aguero,
Por la fe de caballero
De cumplir dos mil ducados.
Sólo será necesario

Porque despues no te quejes,
Que si cobráres, me dejes
Para mi gasto ordinario.

Que para mí y mis criados
No será, por lo que inflero,
Menester tanto dinero

Que llegue à dos mil ducados.

Si llegares á la copia

Haz cuenta que ya los tienes
En lo mejor de mis bienes
Con poder en causa propia.
Y si hallares cobrados
Los deste tercio primero
En el segundo y tercero

Bien habrá dos mil ducados.

Y si al cobrar se te ofrece Quien impedirtelo quiera, Por otra deuda primera, Como á veces acontece,

Dos cuentos tengo prestados Al Duque, d'ellos espero Cumplir como caballero, Juana, tus dos mil ducados.

En la guerra de Alemania Se los presté, y no se acuerda: Debe querer que los pierda; Mas voto á Dios que se engaña.

Los testigos son pasados

Deste siglo; mas infiero
Que no faltando dinero,
Testigos habrá sobrados.

Si quisieres la mitad
En homenages y arreos,
Te darê cien camafcos

Que valen la cantidad

En que los tengo empeñados Desde el pasado Febrero, Y es, à fe de caballero, Por solos cuatro ducados.

VILLANCICO.

Desde el corazon al alma Determino de mudaros, Para jamás olvidaros.

Tanta beldad y valor No está bien aposentada: Mejoreseos la morada, Pues hay morada mejor.

El alma es quien dice, Amor, Que merece aposentaros Para jamás olvidaros.

Aunque el corazon se ofende No quiere volver por sí, Porque granjea de aquí Todo cuanto bien pretende. Mudaros al alma entiende Que es un firme aseguraros Para jamás olvidaros.

El corazon al fin muere;

No es bien que moreis en él,

Que aunque os ha de ser fiel,
Serlo ha en tanto que viviere.

Sola el alma es la que quiere Y la que puede hospedaros, Para jamás olvidaros.

Téngaos el alma, señora, Que es su fin el interes,

El de los agravios es

El corazon que os adora.
Llora el triste, mas no llors;
Porque al fin es mejoraros,
Para jamás olvidaros.

CANCION.

Quisiera la pena mia (1)
Contártela, Juana, en verso;
Pero temo el fin diverso
De como yo lo querria.

Porque si en versos refiero
Mis cosas más importantes,
Me fuerzan los consonantes
A decir lo que no quiero.

Ejemplo: Inés me provoca
A decir mil bienes d'ella:
Si en verso la llamo bella,
Dice el consonante loca.
Y así vengo á descubrir
Con término descompuesto
Qu'es una loca; y no es esto
Lo que yo quiero decir.

Y si la alabo de aguda,
Presta y viva como un fuego,
A Jo aguda dice luégo

Su consonante picuda.

Y así la llamo en sustancia
Picuda, quizá sin sello,
A lo menos sin querello
Por sólo la consonancia.

Y es detrimento que impide,
Pues podrás hacerme cargo
Qu'en la relacion me alargo
Más de lo qu'el cuento pide.

Y no siéndote notoria

La causa que hay, harás bien;
Siendo el consonante quien
Hace prolija la historia.

Y es no acertar describirte,
Pues el mentir se condena;
Y es decirte de mi pena
Más que tengo que decirte.
Aunque puede haber descuento
Si el mentir no es excesivo;
Pues si miento en lo que digo,
Por los consonantes miento.
Y es, en efecto, mentirte,
Pues el consonante ordena
Que te diga de mi pena
Más que tengo de decirte..

Sin poder, aunque lo intento, Reparar lo que así fuere, De suerte que si mintiere, Forzado del verso miento. Demas d'esto tengo duda Que mi verso te contente, Mirado menudamente, Porque despuntas de aguda.

(1) Fernandez. (Tomo xvi, pág. 76.) Muy incorrecto. (Nola

de Gallardo.)

Y no siendo cual deseas,

Tú aborreces versos malos.
Y será darte de palos
Obligarte á que los leas.

Pues, Juana, si hago fucia
De relatártelo en prosa,
Tú eres limpia y melindrosa,
Y es mi prosa un poco sucia.
Porque por ser tan añejo
Ya en los años suelo usar
En escribir y en hablar
Vocablos del tiempo viejo

Como, digamos, engorra,
Escopetina, zancajo,
Tropa, torondos, gargajo,
Lomienhiesto y cachiporra;
Carambola, cachetudo,
Belherse, cholla, modorro,
Caniculario, machorro,
Tracamundana, ventrudo.
Carantamaula, sotaque,

Chavarrinada, bardanca,
Carcabuesos, cojitranca,
Matatús y badulaque;

Guadramaña, maxmordon,
Chafaraya y alfarnate,
Galambas, carramonate,
Trincapiñones, chocon.

Y si te obligo á leella
Toda junta ó cualquier parte,
Será lo mismo que darte
De talegazos con ella.

Y la experiencia me avisa
Que no será maravilla,
Que la esperada mancilla
La conviertas toda en risa.

Y así, si yo no me engaño.
Parecerá ménos feo
Desamparar mi deseo,
Que seguillo con mi daño.
Pues d' estas dificultades
Descubrirás, si lo miras,
Qu'en el verso irán mentiras,
Y en la prosa necedades.

Pues, Juana, pues que me precio
De puntual y entendido,
No querria ser tenido
Por mentiroso ni necio.

Y así estoy determinado
Dejar el cuento suspenso:

Ni en verso, ni en prosa pienso
Ponerme en este cuidado.

DON FRANCISCO CHACON CASÓ EN AÑOS PASADOS CON DOÑA JUANA DE ACEBEDO, Y DENTRO DE POCO TIEMPO, Á TÍTULO DE IMPOTENTE, SE DESHIZO EL CASAMIENTO POR SENTENCIA. A ESTE PROPÓSITO HIZO BALTASAR DEL ALCÁZAR LOS VERSOS QUE SIGUEN:

¿Quién os engañó, señor, En acetar desafio,

Donde el premio es el honor

Sin fuerza, talle ni brio
Para batallas de Amor?
Confiasteis de animoso,
Y fuéraos más provechoso
Vivir menos confiado
Que no venir desarmado
A campo tan peligroso.

¿Qué pensábades sacar
Que todo no os afrentase
No pudiendo acaudalar
Armadura que os armase
Ni lanza para encontrar ?

Y pues tal os hizo Dios,
De concierto entre los dos,
Fuera bueno haberle dado
Al enemigo un soldado
Que combatiera por vos.

Natura os quitó el arnés,
Quedasteis sin armadura,
Y vos quisisteis despues
Pelear contra natura,
Siendo el disparate que es.
¡Qué cosa tan torpe y fea
Para quien honra desea!
¿No veis que no vale un higo

El desarmado enemigo
Para entrar en la pelea?

Considero de la suerte
Que estábades en aquel
Trance peligroso y fuerte,
Más amargo que la hiel
Con mil sudores de muerte.
Entrando y saliendo en vano
Con vuestra derecha mano
Por esforzaros, y al fin
Vuestro cansado rocin
Echado en el verde llano.
Poníadesle al robusto
El blanco pecho delante,
El pié calzadillo justo,
La pierna lisa bastante
Para provocalle à gusto.
Mostrábadesle à porfía
La casa del alegria,
Que es el secreto minero:
Todo lo miraba Nero,

Y él de nada se dolia.

¿Qué usaríades con ella De regalos y retozo? ¿Qué de soballa y molella Con cuentos de cuando mozo, Para sólo entretenella?

Y al fin cuanto en vos se halla Pudo en algo contentalla,

Ó dalle algun gusto humano,
Ojos, lengua, boca y mano,
Sino don Sancho que calla.
Por lo que al fin sucedió
De la misera jornada,
La mujer os engañó
Y quedó desengañada
De lo que de vos pensó.

Pintábaos fuerte varon
Dentro en la imaginacion;
Pero ya la pobre entiende
Que fué tesoro de duende
Que se convirtió en carbon.

Pues de la dama leal,
¡Quién duda que no hiciese
Algun acto cordial
Para ver si le pudiese
Despertar de un sueño tal!
Y al estruendo y vocear,

Al gemir y suspirar,

Á las ansias y al tocaros,

Durmiendo está el conde Claros

La siesta por descansar.

Y ojalá fuera dormir,

Todo se compadeciera,

Tiempo pudiera venir

En que despierto estuviera
Para poder combatir.

Pero más mal hay que suena

Que entre Torres y Jimena,
Helado de parte á parte,
Muerto yace Durandarte,
Ved qué lástima y qué pena!

De muerte, que es de lloralla,
Que á morir como guerrero
Peleando en la batalla
Fuera dolor no tan fiero
Para la que sufre y calla.

Mas la pobre está llorando,
No su muerte, sino el cuando,
Que quisiera la traidora
Que fuera dentro en Zamora

Por su patria peleando.

La candela que no ardia
En sus manos la tomaba,
Y en su fuego procuraba
Encendella, y no podia,
Porque el pábilo faltaba.

Contemple cualquier cristiano
Cuál estábades, hermano,
Con los piés hacia el Oriente,
Y la misera doliente

Con la candela en la mano.
Hicísteis una salida

Por cobrar provecho y fama,
Y á poca tierra corrida
Captivastes una dama
Que se os echó de rendida.

Y dad mil gracias a Dios

Que no podrán otros dos,
Aunque os armasen celada,
Quitaros la cabalgada,
Porque no lo fué de vos.

De aquí se concluye al fin
Ser honrado en gran manera,
No ruin, ni Dios lo quiera,
Porque si fuera ruin
Rogándole se extendiera.

Aunque á ella por otros fines No se le da dos cuatrines, Ruin le fuera mejor, Porque está hecha en amor A contratar con ruines.

Qué rocin tan de mal talle!

Qué hacon tan flaco y feo!
Que no bastó espolealle
Con ocasion y deseo
Para sólo levantalle.

Pues, señor, de mi consejo

Á rocin tan flaco y viejo,
Y qué cae sin cargalle
Mejor es dejaretalle
Y serviros del pellejo.

Ó pues no ha salido fiel,
Aunque se os haga de mal,
Hacelde cierta señal,
No se engañe más por él
La que no os tiene por tal.
Cortalde, si os pareciere,
Nariz y orejas, si hubiere,
Como posta que cayó,
Que sepa que desmayó
Quien á correrla viniere.

Con todo, en las ocasiones
En que Amor incita á mal,
No cairá en las tentaciones
De nuestro mal natnral.

Llevarlo será acertado
Á monjas para donado:
Servirlas ha á maravilla
Şin tener jamás rencilla,
Pues jamás está alterado.

Entre los siete durmientes
Podeis contalle y ponelle,
Que él recordará sin velle,
Cuando ni Dios ni las gentes
Tengan ya que agradecelle.
Y de la necesidad
Mostrará ferocidad,

Sin para que, ved que rabia,
Como Santelmo en la gavia
Pasada la tempestad.

El árbol que tanto os cuesta,
Al fin fin se os ha secado:
Cortalde, que es cosa honesta,
Que un árbol seco, pelado,
Sin flor ni fruto, qué presta?
Para alcándara es mejor
De tórtola, buen señor,
Cuando su marido pierde,
Que ni posa en ramo verde
Ni en árbol que tenga flor.

No entiendo vuestra costumbre,
Pues sabemos cierto nos,
Los mansos tienen la cumbre;
¿Cómo estais tan bajo vos
Siendo todo mansedumbre?

Viendo aquesto la mezquina
Con los humildes se indina
Y á soberbios da favores,
Porque la mata de amores
Lo que la soberbia empina.

Á Sanson fuistes opuesto:
Él belicoso, vos manso;
Él á mil trabajos puesto,
Vos en perpétuo descanso;
Pero no mejor por esto.

Ambos demostrado habeis
Á damas lo que valeis : .
El el lugar que sabia
Donde la fuerza tenia,
Vos donde no la teneis.

VIDA DEL ALDEA EN EL SIGLO XVI.

Oir misa cada dia, Cuenta gruesa sonadora, Tener una esclava mora Que os hable en algarabia,

Y que sea paridora.

Potro en prado de Concejo, Vendello en siendo domado;

Y para andar descansado
Tener un caballo viejo,
Para padre señalado.

Mula para albarda y silla, Grande cuenta con cebon, Porque, en fin, y en conclusion, Gran persona es la morcilla Comida en vuestro rincon.

Coselete para espanto Colgado con la celada; Qu'es cosa muy señalada Para armado en Jueves Santo Tener la palabra dada.

Sayo de seda en el arca, Vestirlo de mes á mes:

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