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JUEGOS ESCÉNICOS.

Ni fué otro el origen de los juegos escénicos por mas que parezcan distantes de aquel principio. Es sin duda que el siglo XIII fué el siglo de los trovadores y juglares, y en el que si no empezó tomó mas vuelo la poesía vulgar. Esta poesía era entonces cantada, y por la mayor parte dramática. En la historia de los trovadores del abate Millot hay un documento muy concluyente á este propósito, y es una sentencia de Alfonso el Sabio, que distinguiendo las artes de entretenimiento y placer, declara la estimacion debida á cada uno de sus diferentes profesores: prueba de que Castilla estaba ya llena de trovadores, juglares y juglaresas, de danzantes, representantes y menestrales, de mimos y saltimbanquis, y otros bichos de semejante ralea. Mientras los mas sobresalientes admitidos en los palacios y castillos consagraban su talento á la diversion de los grandes y señores, los menos entretenian con sus bufonadas al pueblo congregado en las plazas y corrillos. Asi empezó la representacion de los misterios, y asi tambien la de acciones profanas, que despues veremos coincidiendo con esta época.

Es de notar que ya por aquel tiempo el pueblo que asistia á todos estos espectáculos, empezaba á ser algo. Reunido en ciudades ó vi

llas populosas; siguiendo en la guerra el estandarte Real bajo el pendon de sus concejos, y protegido en la paz, á la sombra del gobierno municipal; representando en las córtes por procuradores, y regido en su casa por jueces electivos; y finalmente dado al pacífico ejercicio de la industria y las artes en corporaciones privilegiadas, se le ve existir civilmente y empezar á ser menos dependiente y mas rico; y si no se mezcló en las diversiones de la nobleza, por lo menos se dió con ansia á verlas y admirarlas, y á un mismo tiempo se enriqueció y se entretuvo con ellas.

JUEGOS PRIVADOS.

Por último el siglo XIII nos ofrece abundantes testimonios de todas las recreaciones públicas y privadas que se conocieron despues hasta los Reyes Católicos. En él hay memoria de los juegos de ajedrez y damas, que menciona la Historia de Ultramar con los nombres de escaques y de tablas. La hay de los juegos de pelota, de tejuelo, de dados, y otros diferentes que citan las Leyes de Partida, y prueban que la nobleza y pueblo se iban aficionando á diversiones mas sedentarias, y que si aquella cazaba menos, este no necesitaba salir en romería para solazarse.

Tal era el estado de Castilla cuando nacieron sus espectáculos; y tal tambien el de Ara

gon, aunque no hayamos hablado particularmente de sus usos y costumbres. Los que conocen su historia, saben que los juegos y regocijos de su nobleza y pueblo distaban poco en el siglo XIII de los que hemos indicado. Una razon particular hace creer que en este reino se habrian arraigado primero los que vinieron de Oriente, ya porque á las guerras de Ultramar pasaron de sus provincias mayor número de aventureros con el conde de Tolosa, que no de España la mayor, y ya por su trato intimo y frecuente con el pais francés, que adoptó mas temprano estas usanzas. La misma causa debió producir los mismos efectos en Navarra, y con menos duda debemos suponer el mismo gusto en Portugal, como que era una astilla recientemente cortada del tronco castellano.

Fuera cosa larga seguir paso á paso el progreso y término de estos espectáculos; pero ya que indicamos su origen general, pide el objeto de este informe que digamos lo que baste para conocer la forma y espíritu de cada uno, y mas aun su influencia política. Porque recoger y apuntar estérilmente los hechos, ni es difícil ni provechoso reunirlos, combinarlos, y deducir de ellos axiomas y máximas políticas, es lo que mas importa, y lo que solo puede hacer la historia ayudada de la filosofía.

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HISTORIA PARTICULAR DE LOS ESPECTÁCULOS.

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Caza.

Aquella notable revolucion en el gusto y las ideas, que iba puliendo los ánimos y templando poco a poco las costumbres, se sintió primero en los pasatiempos conocidos; porque el espíritu humano está siempre mas pronto á mejorar, que á crear de nuevo. La caza, usada de tan antiguo como hemos visto, tan, recomendada á los príncipes y señores por el Rey Sabio (6), en que se mostró tan entendido Alfonso XI (7), y á que fueron tan aficionados despues Juan II, y Enrique IV, de un entretenimiento privado y montaraz vino á ser una diversion cortesana. Estendido su uso y mejorada su forma, ya los reyes y grandes no salian solos y en privado a correr monte, sino en público con grande aparato y comitiva, y bizarramente vestidos y armados al propósito. Seguíales gran número de monteros, ballesteros y halconeros con muchedumbre de perros y neblies: aquellos adornados con galanas libreas, y estos con ricos collares y capirotes. No resonaba solo en los montes como otro tiempo el áspero son del cuerno, sino que los llenaba la fiera armonía de atabales, bocinas y trompetas. Ni

ya cazaban solo los caballeros y escuderos, que tambien nuestras gallardas matronas concurriendo á la diversion, la hacian mas agradable y brillante. Seguidas de sus dueñas y doncellas, y bien montadas y ataviadas, penetraban por la espesura y gozaban del fiero espectáculo sin miedo ni melindre. Lo comun era que observasen desde andamios alzados al propósito, las suertes y lances de la caza, sin que fuese raro ver á las mas varoniles y arriscadas bajar de sus catafalcos á lanzar los halcones, ó tal vez á mezclarse con su venablo en mano entre los cazadores y las fieras. ¡Tanto podia la educacion sobre las costumbres! Y tanto pudiera todavía si encaminada á mas altos fines, tratase de igualar los dos sexos, disipando tantas ridículas y dañosas diferencias como hoy los dividen y desigualan!

Estas monterías, que por aparatosas y caras estaban de suyo reservadas á los poderosos, se hicieron al fin esclusivas para su clase, cuando la legislacion ampliando los derechos señoriles, colocó entre ellos el dominio de los montes bravos, y la facultad esclusiva de perseguir las fieras. No era empero tan fácil llevar esta dominacion hasta los aires y las aves del cielo, y por eso la caza de cetrería hubo de quedar entre los derechos comunales, y servir al recreo de todos. Tener un balcon y doctrinarle á lanzarse sobre las tímidas aves, y traerlas á la mano, no requeria mas que ingenio y paciencia, y era dado al mas infeliz solariego.

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