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Hacienda serán un cterno monumento de nuestra ciencia económica. ¿Dónde hay sutileza mas singular que el discurso de aumentar los haberes Reales, aumentando las contribuciones al pueblo? Qué pensamiento mas feliz que el de los estancos, en donde con la sencilla operacion de comprar barato y vender caro impidiendo la concurrencia de vendedores, se gana todo aquelo que se quiere? Si la codicia ó necesided no produjese todos los dias contrabandistas, qué interés no dejaria el tabaco, que pudiera muy bien venderse á onza de oro? Por qué no pudiera tambien estancarse el vino, el aceite, el agua, y aun el aliento de los ciudadanos? La alcabala y los millones son el fomento mas singular del comercio y de la industria. No hay género que no aumente su precio, si no na¬ tural, á lo menos real y efectivo con estas ga― belas; sin ellas los frutos valdrian un tercio maş baratos, y los sudores del labrador servirian á señalar su valor intrínseco; las manufacturas de las artes no lograrian un sobreprecio que las saca de competencia con los estrangeros; y los artesanos no trabajarian cosa de provecho si no tuvieran el papelon de exámen, ni lograrian la dicha de ser registrados en los de sus gremios; sin ellas careceria el reino de una multitud asombrosa de consejeros, administradores, é interventores: sin ellos no vieran los hombres la milagrosa transformacion de un infiel hecho fiel con una media firma; sin ellas

no tendrian la conveniencia de encontrar á cada paso una aduana y un registro; sin ellas no se conocerian las utilísimas tropas de la Real Hacienda, que componen un numeroso ejército de holgazanes y chismosos; ni se premiaria como virtud la traicion ó el espionage. Hasta los nombres de nuestras rentas dan á entender la bondad esencial y buena fé que las caracteriza. El nombre de Sisa ¿qué quiere decir sino la justísima operacion de rapiñar á los comerciantes una azumbre por arroba, y para que no se conozca achicar los cuartillos? Se quita, es cierto, pero se disimula y publica que no se quita; contradicciones que solo ha conseguido conci→ liar nuestro talento económico. Esto es el todo de nuestra legislacion, pero.... ¿y las partes? aun son mas admirables y pasmosas. Cada aldea tiene su Código municipal, sus contribuciones municipales y sus estatutos que son la basa de la feli→ eidad pública. Es un deleite ir muy descuidado por un camino y salir al encuentro un guarda á cobrar el piso suelo que va causando al viajante mil incomodidades: Hegar calado de agua y frio á una posada y tener que ir á buscar la coinida á los estancos del vino, del aceite, de la carne, de la sal y de las demas cosas necesarias á la vida; poner la caballería al pesebro, y sobre el pago de la paja, tener que pagar el derecho del cuerpo que se ató; ajustar una fanega de cebada y acudir al corredor para que la mida, comprar un pellejo de vino y pagar una guia ó testimonio

para poderlo sacar del pueblo; no saber ninguno si dormirá en su cama ó en la cárcel, porque el señor alcalde puede hacerle pasar allí una mala noche sin causa; y en fin otras mil cosas á este modo.

Me ha mostrado una España decrépita y supersticiosa, que pretende encadenar hasta las almas y los entendimientos. La ignorancia ha engendrado siempre la supersticion, asi como la soberbia la incredulidad. Entre nosotros ha estado por muchos siglos en un miserable abandono el estudio de las Santas Escrituras, que son las fuentes y el cimiento de nuestra creencia. Las antigüedades eclesiásticas han yacido bajo la lápida de los decretales y de los abusos furtivamente introducidos; las decisiones de la Curia y las opiniones particulares han corrido parejas con las verdades dogmáticas é incontrovertibles.

En cuanto toca á la Iglesia, se ha tenido por incompetente el tribunal de la razon, y se ha tratado de herético todo aquello que no se acomoda con las máximas de Roma. La demasiada libertad en escribir de los estrangeros ha hecho que nosotros hayamos sido en leer esclavos. El culpadísimo desprecio con que han `tratado los protestantes la disciplina dogmática · de la Iglesia, nos ha determinado á venerar los mas perjudiciales abusos de los siglos bárbaros. El rebaño de los fieles ha sido apacentado por rabadanes introducidos sin autoridad de

los pastores que el Espíritu Santo puso para regirle; y la sal de la doctrina y de la caridad se ha repartido al pueblo católico por coadjutores de los párrocos, á quienes toca el saber lo que se ha de dar á cada uno. Millares de obispos ha visto España, que muy cargados de decretales Y fórmulas forenses, jamás han cumplido el objeto de su mision, que no fué otro que predicar el Evangelio á todo el mundo, dirigiendo á los hombres por la via de la paz, y no por la de los pleitos. Las santas Escrituras, pan cotidiano de las almas fieles, se ha negado al pueblo como veneno mortífero, substituyendo en su lugar meditaciones pueriles é historias fabulosas. El influjo frailesco ha hecho pasar por verdades reveladas los sueños y delirios de algunas simples mugeres y mentecatos hombres, desfigurando el eterno edificio del Evangelio, con arrimadizos temporales y corruptibles. La moral cristiana se ha presentado de mil aspectos y siendo uno el camino del cielo, ya nos lo han pintado llano, ya dificil, y ya inaccesible.

La sencillez de la palabra de Dios se ha obscurecido con los artificiosos comentarios de los hombres. Aquello que el Señor dijo para que todos lo entendiesen, se ha creido que apenas uno ú otro doctor lo puede entender; y dando tormento á las espresiones mas claras, se las ha hecho servir hasta erigir sobre ellas el ídolo de la tiranía; millones de santurrones apócrifos han TOMO IV.

llenado el mundo de patrañas ridículas, milagros increibles, y de visiones que contradicen á la terrible magestad de nuestro gran Dios. En ellas vemos á Cristo alumbrando con un candil para que eche una monja el pan al horno; tirando narangitas á otra desde el sagrario; probando las ollas de una cocina; y jugando con un fraile hasta serle importuno. En ellas vemos un leguito reuniendo milagrosamente una botella quebrada y un cuartillo de vino derramado sin mas fin que consolar á un muchacho á quien se le cayó al salir de la taberna; á otro convirtiendo unas cubas de agua en vino para beber la comunidad; y á otro resucitando un pollinejo que habia nacido muerto, porque no lo sintiese una hermana de la Orden. En ellas vemos un hombre muerto de muchos años conservar la lengua viva, hasta confesar sus culpas; á otro tirarse de un balcon, y caer sin incomodidad á la calle por ir al rosario; y un voraz incendio apagarse de repente, sin mas que arrojar un escapulario de estameña. En ellas vemos á la Vírgen María sacar su virginal pecho para dar leche á un monge; los ángeles en hábito de frailes cantar maitines, porque en el convento dormian, y los santos mas humildes degollando á los que no eran afectos á su religion. Los pintores imbuidos de estas especiotas han representado en sus tablas estos titeres espirituales, y el pueblo idólatra les ha tributado una supersticiosa adoracion. La Iglesia ha trabajado de continuo

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