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tas, la situacion y cadenas de los montes, el orígen y el curso de los rios, la distincion y límites de los reinos y provincias, y hasta las últimas divisiones que exigen la geografía fisica y civil? Un Diccionario, en fin, donde cada artículo, por pequeño que sea, debe contener un breve tratado, y donde por lo mismo las descripciones han de ser mas uniformes, mas interrumpidas, mas repetidas y mas menudas?

Agrégese á esta dificultad la que nace de las peculiares calidades que, segun lo acordado, debe tener nuestro Diccionario.

Además de la geografía física y civil debe abrazar tambien la geografía económica y política de la nacion. Esta parte, que es sin duda muy importante, y que mas que otra alguna contribuirá á la utilidad de nuestra empresa, hará tambien mucho mas árduo y penoso su desempeño, sobre todo aumentará las dificultades y espuestas de parte del estilo. En las demas partes, los errores, las omisiones, la inexactitud, la oscuridad, serán defectos de corta consecuencia; pero en esta nada será tolerable, porque podria producir enormes perjuicios. Por lo mismo, en este punto todo debe ser completo, exacto, perceptible; todo debe instruir, convencer, desengañar; todo debe servir igualmente al ministerio y al magistrado público, al gefe político y al eclesiástico al sabio y al ignorante, al nacional y al estran

gero.

Es pues indispensable que el estilo de nuestro

Diccionario se lleve una gran parte de la aten→ cion de la Academia, para que sea cual conviene al objeto de la obra, y á la reputacion del cuerpo que la presenta al público.

¿Pero se podrá lograr esta idea en una obra trabajada por tantas y tan diversas plumas? El don de enunciarse con claridad y precision no es dado á todos, y entre los mismos sabios hay una diferencia tan grande de estilos como de semblantes. La disposicion natural, los primeros estudios, la eleccion de modelos, el hábito de tratar tales y tales materias, la profesion, el ge¬ nio, el gusto, todo concurre á formar el estilo de cada uno, y á dar, por decirlo así, á cada estilo una fisonomía particular. Cual se enamora de la abundancia del estilo asiático, y escribe con una fecunda, pero redundante difusion; cual del énfasis lacónico, y escribe con una inérgica pero oscura brevedad. Es pues imposible que tantas y tan diferentes plumas se acomoden á un estilo, que requiere tantas y tan diversas calidades, y mucho mas que acierten á producir, no ya un estilo uniforme ó semejante, mas ni tampoco conveniente y análogo á la naturaleza de la obra propuesta.

El único arbitrio de remediar este mal, seria cometer la estension de las cédulas á un cortísimo número de personas. Fórmense enhorabuena por todos los individuos del cuer— po; desempeñe cada uno su parte segun le pluguiere; escriba en el lenguaje y estilo que le

sea familiar; pero estos trabajos vengan despues á muy pocas manos: á personas que bien convencidas de las calidades que requiere el estilo del Diccionario, poseyéndolas en alto grado, las hagan brillar en cada artículo, y la obra salga tal cual puede desearse.

Entonces no será tan difícil lograr la uniformidad, la concision y las demas gracias peculiares que requiere este estilo. Los encargados de arreglarle podrán estudiar sus principios, ejercitarse en su práctica, observar los bellos modelos de la antigüedad, y no descansar hasta igualarlos. ¡Cuántas bellas descripciones geográficas no hallarán en Homero, en Virgilio, en Valerio Flacco, en Rufo, Festo y otros poetas! Cuántas en Livio, César, Tácito y otros historiadores!

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Pero deberán estudiar mas particularmente los célebres geógrafos griegos y latinos, y revolviendo dia y noche sus escelentes obras, piar de ellas la erudicion de Estrabon, la exactitud de Plinio, el arte de Ptolomeo, y el lleno de bellezas que brillan en las de nuestro Mela. Si Ciceron hubiera cumplido su propósito de escribir la geografía, como prometió á su amigo Atico; si la pluma de este sabio y elocuente romano hubiese descubierto en el estilo geográfico las singulares bellezas con que adornó los estilos de la elocuencia, de la política, de la moral y de la filosofía, yo le propondria acaso como el primero, como el único

de todos los modelos. Pero en defecto suyo solo merece esta gloria un insigne español; el mismo Pomponio Mela. A este escelente geógrafo, que en las gracias del estilo sobrepujó á todos los demas, tanto griegos como latinos, deberán imitar con preferencia nuestros redactores. Ninguno supo reunir tan bien la precision á la claridad, la elegancia á la exactitud, el mérito de la doctrina á las gracias de la elocucion. En sus obras. y en sus diligentes versiones hechas por Tribaldos y Salas, deberán trabajar continuamente nuestros académicos, llenar su idea de los rasgos, las frases, las elocuciones y las fórmulas de este gran geógrafo y beber aquellas bellezas de espresion, que trasladadas despues á nuestro Diccionario, hagan que parezca en el público como una obra digna del decoro de la nacion, de la reputacion de la Academia y de la ilustracion del siglo XVIII,

DISCURSO

sobre el estudio de la geografía histórica, pronunciado en el Instituto de Gijon.

SEÑORES:

Cuando preparaba yo el certamen que vamos á cerrar, me proponia recomendaros á presencia del público la importancia de los estudios que vais sucesivamente cultivando, en uno de aquellos discursos en que mi alma puesta toda en vosotros, renueva y estiende complacida las dulces esperanzas que al concebir el plan de vuestra educacion, la llenaban de energía y consuelo. Entonces contando de seguro con el desempeño que tan sobresalientemente habeis acreditado, me lisonjeaba de que nuestro celo seria recompensado sino con la gratitud, que es virtud harto rara en el público, por lo menos con aquel aprecio y estimacion á que el esmero de vuestros gefes y maestros, y vuestra misma aplicacion se hicieron tan acreedores. ¿Cuál, pues, no habrá sido mi sorpresa al advertir en la falta de concurrencia á tan solemne acto, que alguna vez tocó en absoluta desercion de nuestras sesiones, un claro testimonio' de la indiferencia, ó del desvío con que este mismo público empieza á mirar los progresos de vuestra enseñanza, como si no estuviese enteramente consagrada á su bien y prosperidad?

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