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des virtudes el amor á la poesía y el aprecio de sus profesores, que les manifestó desde la primera edad. Apenas fué llamado al trono por el voto de sus vasallos, cuando contando entre los cuidados del gobierno la proteccion de las letras, se dió á fomentar la nueva Academia poética, añadió mas pompa á sus sesiones, y no se desdeñó de presidir alguna vez por sí mismo las que con gran solemnidad celebraba el Consistorio ó Tribunal de Amor de Barcelona para sus juegos floreales: ayudóse en este designio de su erudito y desgraciado tio Don Enrique de Aragon, marqués de Villena, honor de nuestro Parnaso, á quien debió España la primera poesía vulgar, la primera version de la Eneida, y otras obras que la envidia persiguió é hizo que se condenasen á las llamas. De la solemnidad con que estas juntas públicas se celebraban, y del aparato con que se adjudicaba en ellas la violeta de oro, consta por un precioso fragmento del mismo Don Enrique, que publicó el laborioso Don Gregorio Mayans en sus Origenes de la lengua castellana, y de otro no menos raro, que debemos al erudito bibliotecario Don Juan Antonio Pellicer, sacado de un ma nuscrito de la Aganipe de Don Andrés en este pasaje :

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Y acaso no seguiria sus huellas aquel sabio hijo suyo Alfonso V, gran Mecenas de los literatos, á quien tanto debió la literatura de Aragon y de Italia? Y de que las seguiria tambien Juan V, rey de Aragon y Navarra, ¿no será una prueba su grande aficion á Virgilio, á la cual debemos la traduccion de la Eneida, que á ruego suyo emprendió el citado Don Enrique su tio? Por fin, menos pudo faltar proteccion á la musa catalana en la cultísima corte de Fernando II de Aragon, V de España, de cuya época datan las letras y las artes españolas su renacimiento. Así es como la musa llamada provenzal, muda ya, y casi muerta en todas partes, pero cortejada todavía por los poetas, y protegida por los soberanos aragoneses, se mantuvo en

vida y esplendor, hasta que unidas las dos coronas se adormeció dulcemente en brazos de la musa castellana.,

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No cerraré esta carta șin decir algo de la parte que pudo caber á Mallorca en la gloria de la poesía soi disant provenzal, ya que de la que cupo á Valencia han hablado otros mas á la larga. Entró en Ma llorca favorecida del gran Don Jaime, su conquistador, que hijo y nieto de los Soberanos distinguidos por su talento poético, y por su amor á las buenas letras, tanto las cultivó en su juventud, que pudo un dia como César ser coronista de sus altos hechos. Amó la poesía, la honró y distinguió, pues ya hemos advertido como trajo siempre á su lado al canónigo trovador Pedro Cardenal, y tambien al dulce Jaime Febrer, tan conocido por sus trovas, á quien sacara de pila, y diera su nombre, y á quien protegió siempre con amor de padrino, y generosidad de soberano.:

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«Nos consta además que entre los ilustres. caballeros que le acom pañaron en la conquista, venia el célebre poeta Ilugo de Matallana, que murió gloriosamente al lado del, valeroso Don Ramon de Moncada, y de otros profesores de su mesnada y familia en el en; cuentro de la Porrasa,......

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« Dọn Jaime II de Mallorca, su hijo, heredero de esta noble afi cion, fué tambien grande amador de la poesía. De él sabemos que se complacia en proponer algunas dudas dificiles à los poetas para que las discutiesen en sus centones; y yo conservo copia de una cuestion teológica que propuso en Pavía al célebre Raimundo: Lull, y que este resolvió en doscientos versos. Ni es de dudar que esta noble aficion adornase á su hijo Don Sancho, y mas aun á su cultísimo y desgraciado nieto Don Jaime III, último rey de Mallorca, cuando este Principe en sus discretísimas leyes palatinas no se desdeñó de desti, nar un título para los mimos y juglares de su palacio.

« Pero el solo nombre de Lull vale por cuantos testimonios sc pu dieran alegar en favor de Mallorca. En la esfera inmensa de sus escritos se descubre un amor decidido, y un felicísimo talento para la poesía. Han perecido á la verdad los innumerables versos de amor y galanterías que confiesa haber escrito en su extraviada juventud, y aun yacen olvidados muchos de sus poemas piadosos; pero bastan los que se conocen para prueba de que ningun trovador del siglo XIII le igualó ni en hermosura de diccion, ni en pureza de estilo. Lo mas digno de notar es, que mientras los demas trovadores envilecian su

profesion y númen, copiándose y repitiéndose unos á otros ideas lú. bricas y pensamientos frívolos, solo Lell levantándose en las alas de ła filosofia y de la religion, consagraba su estro óra á la expresion de las ideas mas sutiles y abstractas, tal como en su lógica y retórica en metro catalan, ora á los pensamientos mas sublimes y piadosos, como én su patético Poema del Desconort. y en los que escribió sobre los cien nombres de Dios, y sobre el orden del mundo. De forma que si V. considera que Lull nació en Mallorca dos años despues de la conquista; que recibió en ella su educacion, y que pasó su juventud en la corte de sus Reyes, no solo hallará que la musa balear ganó por él un puesto muy distinguido en el Parnaso catalan, sino que á él deben la lengua y la poesía catalana su majestad y esplendor.

« Yo no sé si esta fué la razon que tuvo el docto Mariana para decir que los poetas de la corte de Don Juan I componían y trovaban en lenguaje mallorquin; pero el suyo fué siempre muy exacto, y sus fra. ses siempre muy pensadas, para que creamos que asentó aquella sin alguna buena razon. Lo que no tiene duda es que el ilustre ejemplo de Lull no fué perdido para su patria. Si el descuido ha dejado olvidar en ella como en otras partes las producciones de sus trovadores, la frecuente residencia de los reyes de Mallorca en Cataluña y Francia; la gran cabida que tuvieron los Mallorquines, así en su corte como en la de Aragon; su aficion constante á los buenos estudios, y el ge nio que en ellos acreditaron, y que se podria comprobar con muchos y buenos testimonios, no permite que se les excluya de la participacion de esta gloria, cuánto menos constándonos el aprecio que siempre hicieron de los escritos de su ilustre paisano, cuyos libros andaban á todas horas en sus manos, y el esplendor con que sus discípulos cultivaban todavía la poesía nacional en el siglo xv, y á la entrada del XVI. Díganlo los piadosos poemas del presbitero Francisco Prats, lullista de la escuela de Randa, y los del erudito Don Arnaldo Des-cos, catedrático en la de Mallorca : digalo el certámen celebrado en la ciudad á honor del mismo Lull en 1502, en que era decidor y llevaba la voz Antonio Masot, y en que fueron mantenedores (sin contar los aventureros) Juan Odon de Menorca, Jorge Alberti y Gaspar Veri, á quien con gran pompa y solemnidad se adjudicó la joya diganlo en fin el Cancionero del sabio Jaime Oleza, y otras obras que acreditan como la musa catalana, huyendo de todas partes, estaba aun acogida y estimada en Mallorca, donde respira todavía, y donde algunos

eruditos caballeros travesean alguna vez graciosamente con ella etc. «P. D. Aunque la disputa actual supone la identidad de los dialectos mediterráneos, oigo que alguno duda de ella, juzgándolos sin duda por su estado presente en que tanto han variado, no solo de pais á pais, sino dentro de cada uno. Ya en el siglo xvise quejaban los catalanes de que no entendian bien su antigua lengua, pues que muchas de sus palabras estaban sin uso, y su construccion se habia alterado notablemente. Así que el cotejo para ser concluyente deberia hacerse sobre documentos antiguos y coetáneos. Sin detenerme pues á buscarlos, porque esta ya es otra cuestion, y no del dia, quiero que V, presencie una prueba de identidad que me parece harto decisiva; y es que el adverbio afirmativo oc, que dió su primer nombre à la lengua de que tratamos, se usaba en Cataluña como en Francia. Los testimonios que lo prueban son muy distinguidos.

El primero es del siglo x, y del rey Don Jaime el Conquistador, que al cap. 63 de su Crónica, refiriendo cierta pregunta que hizo á uno de sus caballeros, estando sobre Mallorca, dice: «E dixem nos ¿et sabets ne als? oc, dix el', » Y dijimos nos ¿y sabeis otra cosa? sí, dijo él.

«El segundo es del sabio Raimundo Lull, y del mismo siglo, pues que en el poema intitulado el Concilio, à la copla 9, dice:

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«El tercero es del siglo XIV, y del rey Don Pedro IV de Aragon, que en su Crónica vulgar, refiriendo el primer parlamento que tuvo con los Mallorquines cuando vino á conquistarlos en 1343, dice: « E aprés folos demanat si el Rey de Mallorques era en la flla, è dix hu

que oc.» Y despues fuéles preguntado si el Rey de Mallorca estaba en la isla, y dijo que sí. Vide Mut., lib. 5, cap. 10.

Estos ejemplos pueden servir tambien para probar que la palabra oc es de origen latino, y que introducida en la media edad la costum. bre de expresar la afirmacion, primero por la palabra hoc est, y luego por solo el pronombre hoc, al cabo se dió á este la misma significacion que al si, y se le convirtió en adverbio afirmativo.

«Y no dirémos lo mismo del oui? Paréceme que empezó espresándose la afirmacion por la palabra audivi, esto es, yo lo oí, que esta fué corrompiéndose hasta pronunciar oui, y que así el pretérito latino se convirtió en adverbio afirmativo vulgar. ¡Qué miserias dirá V.! Pero mal año para quien no se divierta con ellas,

etc. >>

Si en los hechos y reflexiones que se han reunido en esta carta no va descaminado su autor, la opinion establecida en ella no dejará de hacer buena figura en nuestra historia literaria.

que

(7) Entre las cortes de Amor del siglo xiv fué muy célebre la tenia en su palacio Taneta Cantelmi, señora de Romanil, así porque asistian en ella las mas distinguidas y discretas señoras de la Proven za, como porque esto mismo la hacia mas frecuentada de los nobles trovadores de aquel tiempo. Pero nada la hizo tan famosa como la presencia de Laura, sobrina de Taneta, que educada á su lado ocupó despues un lugar distinguido en aquel hermoso coro. Instruida esta ilustre doncella en las buenas letras, y discreta en la poesía, realzó admirablemente con los dotes de su ingenio las gracias soberanas que debió á la naturaleza, y asi se formó aquel modelo de hermosura, discrecion y honestidad que inspiró al corazon de Petrarca tan puros y tiernos sentimientos, y á su Musa conceptos tan delicados y sublimes.

(8) Contaré á V., aunque sea solo para que se ria de mi estupidez una de mis ilusiones bellvéricas, á que dió ocasion esta mariposita. Hallábame yo encerrado, y solo y á oscuras, una de las primeras noches que pasé aquí, y estaba ya recogido, aunque desvelado, cuando al abrir los ojos ví con sorpresa una luz amarillenta, pequeña, pero muy viva, hácia la imposta mas cercana á mi cama. La primera idea que excitó en mí este raro fenómeno fué que entreabiertos las sillares del muro por la vejez de la obra, dejaban algun pequeño resquicio, por do se entraria la luz de la luna; y sin reflexionar que esto era imposible en muros de doble sillería de tau enorme espesor, rellenos

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