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de la de encajes, que se la autorice para velar, dirigir, corregir; en suma, para gobernar en un todo estos establecimientos: ¿por ventura su intervencion seria menos autorizada, menos activa, menos provechosa que la de un socio particular?

Ni pueden ocuparse en esto solo. Si ocurre pedir algun informe, hacer algun esperimento, ofrecer algun estímulo sobre objetos de su conocimiento, ¿qué fruto no podrémos sacar de sus luces, de sus inclinaciones y de sus facultades?

En suma, el conocimiento de los talentos, las afecciones, las conveniencias de cada una nos abrirá un manantial inagotable de recursos, que podrémos esperar de su parte. En este punto será ocioso recomendar el mérito de las damas españolas: la grandeza de ánimo, la viveza de ingenio, la generosidad de corazon, la humanidad, la caridad, la beneficencia, forman, por decirlo así, su patrimonio: son virtudes generalmente reconocidas, y se apoyan en ejemplos demasiado recientes, para que yo me canse en realzarlas. ¡ Ojalá que sepamos sacar de ellas todo el fruto que nos prometen !

Aquí debiera concluir mi dictámen; pero no debo desentenderme de un reparo á que se ha querido dar mucho valor, y que ciertamente puede influir en la opinion de algunos. Se ale. ga un ejemplar tan ilustre como sensible, para hacernos temer que las damas no apreciarán la distincion que tratamos de ofrecerlas. Pudiéramos responder á este reparo, presentando los ilustres y distinguidos ejemplos que tenemos en nuestro favor; pudiéramos decir, que alguna mala inteligencia, algun consejo menos meditado, que una dócil deferencia al ageno dictámen ; en fin, que algun inconveniente misterioso, cuyo arcano no nos es lícito penetrar, habrá sido la causa de una resolucion no esperada.

Pero nada de esto digamos. Aquellos, á cuyo cargo debe correr en adelante la proposicion de las señoras, cuidarán de evitar en lo sucesivo semejantes ejemplos, el influjo que su repeticion puede tener en la opinion pública, y el inevitable disgusto con que no podrá dejar de mirarlos.

Concluyo, pues, diciendo, que las señoras deben ser admi. tidas con las mismas formalidades y derechos que los demas individuos ; que no debe formarse de ellas clase separada ; que se debe recurrir á su consejo y á su auxilio en las materias pro

pias de su sexo, y del celo, talento y facultades de cada una; y finalmente, que todo esto se debe acordar por acta formal, y si pareciese, extender un reglamento separado, que fije esta materia para lo sucesivo.

LEGISLACION.

Memoria para el arreglo de la Policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España (72).

ADVERTENCIA DEL AUTOR.

Deseoso el Supremo Consejo de Castilla de arreglar la policía de los espectáculos, mandó á la Real Academia de la Historia por orden de 1.o de junio de 1786, le informase lo que la constase acerca de los juegos, espectáculos y diversiones públicas usados en lo antiguo en las respectivas provincias de España; y la Academia para desempeñar este trabajo, cometió á á mi cuidado su preparacion. Desde entonces me dediqué á recoger con la posible diligencia los hechos y noticias que acerca de la materia encargada andan dispersos en varias crónicas, historias particulares, y otras obras de erudicion, y esperaba una temporada libre de ocupaciones para reunirlos y ordenarlos cual convenia. Pero las funciones ordinarias de mi empleo, y algunas extraordinarias tareas derivadas de ellas, prolongaron esta esperanza de un dia en otro, hasta que en 1789 las ví desaparecer casi del todo.

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En junio y noviembre de dicho año se dignó S. M. confiarme dos comisiones fuera de Madrid: 1.a visitar el colegio militar de Calatrava en Salamanca, y formar el plan de sus estudios, y 2. promover el cultivo y comercio del carbon de piedra en Asturias. Desempeñé la primera desde abril hasta agosto de 1790, y dado que hube cuenta de ella en el Real Consejo de las Ordenes, volví á partir para este Principado, y emprendí desde luego la visita de sus ricas y numerosas carboneras. En esta ocupacion me halló el oficio de la Academia, que dió la última ocasion á esta Memoria.

Este oficio fué causado por otra órden del Real Consejo, que con fecha de 13 de octubre de dicho año, y a instancia del se

ñor Fiscal, encargaba á la Academia el breve despacho del informe que le tenia pedido desde 1786.

Ya se ve que la Academia, que habia descuidado este trabajo en fe de que yo le promovia, tenia derecho á culpar mi tardanza. Pero haciendo justicia á mi diligencia, y persuadida á que algun inevitable embarazo fuese la causa de tan larga demora, se contentó con preguntarme por oficio de 14 de noviembre siguiente, en qué estado tenia ó habia dejado su encargo.

Tan generosa atencion movió fuertemente mi ánimo; y por lo mismo, aunque envuelto en tan nuevos cuidados, ausente de mi casa y mis libros, sin el auxilio de muchos curiosos apuntamientos que tenia entre ellos; y lo que es mas, sin el que pudiera hallar en la direccion y las luces de la Academia, me arrojé á extender la presente Memoria, que dirigí á sus manos en 29 de diciembre de 1790.

La favorable acogida que mereció entonces de la Real Aca demia, recompensó superabundantemente mi trabajo; pero la distincion con que la honró despues, leyéndola en la primera Junta pública de 11 de julio de 1796, y destinándola á la prensa, fué muy superior á mis esperanzas, y aun á mis deseos.

Sin duda que para aparecer mas dignamente ante el público necesitaba de mucha correccion y mucha lima; y fuera yo el primero á dárselas como lo soy á echárselas de menos, si no durase todavía aquella falta de proporcion y auxilios, que fué causa y debe ser disculpa de su imperfeccion. El lector impar cial sabrá ser indulgente con un trabajo preparativo, empren dido con el celo mas puro en obsequio del público, y á su solo bien consagrado.

INTRODUCCION.

Siendo tantos y tan varios los objetos de la policía pública, ni es de extrañar que algunos por escondidos ó pequeños se escapen de su vigilancia, ni tampoco que ocupada en los medios pierda alguna vez de vista los fines que debe proponerse en la direccion de los mas importantes. Algo de uno y otro se haverificado entre nosotros respecto de las diversiones públicas, en unas partes abandonadas á la casualidad ó al capricho de los

particulares, como si no tuviesen la menor relacion con el bien general, y en otras, ó vedadas ó perseguidas con arbitrarios é importunos reglamentos, como si nada interesase en ellos la felicidad individual.

Para ocurrir á entrambos inconvenientes, el primer tribunal de la nacion trata de arreglar este importante ramo de policía; y conociendo cuanta luz puede recibir de los ejemplos de la antigüedad, convida á la Real Academia para que teja su historia. El desempeño de tan estimable confianza requeria alguna preparacion, y la Real Academia honrándome con la suya, me encarga que reuna los hechos y noticias antiguas que dicen relacion con las diversiones públicas. Tales son el impulso y el objeto de esta Memoria.

No me toca á mí recomendar mi trabajo, ponderando la extension y dificultad de la materia, y la falta de auxilios con que le he emprendido; tócame sí adelantar dos advertencias, que creo convenientes para instruccion de mis lectores: 1.a que no he puesto grande empeño en fijar la introduccion de los es pectáculos en cada una de nuestras provincias; porque habiéndose adoptado todos en casi todas, no me ha parecido ni necesaria ni provechosa esta prolija indagacion; 2.a que he puesto mas intenso cuidado en descubrir las relaciones politicas del objeto de esta Memoria; porque destinada á la instruccion de un expediente gubernativo, debí creer que la parte de erudicion seria en ella la menos importante.

En consecuencia, he dividido mi trabajo en dos partes, destinando la primera á descubrir el origen de las diversiones públicas en España, y su progreso hasta nuestros dias ; y la segunda á indicar el influjo que ellas pueden tener en el bien general, y los medios que me parecen mas convenientes para conducirlas á tan saludable fin. De este modo la Real Academia, que reune en su seno tanta erudicion histórica, y tanta doctrina política, mejorando la imperfeccion de este escrito, sabrá llenar los deseos del Consejo de un modo digno de su nombre y de la pública espectacion.

PRIMERA PARTE.

Para entrar en materia no subiré á épocas muy remotas. Las que precedieron á la dominacion romana son demasiado oscu

ras y distantes para que merezcan nuestra atencion. Perteneciendo á lo que podemos llamar nuestros tiempos heróicos, ¿qué nos presentarian sino fábulas y tinieblas ? La crítica puede seguir entre unas y otras las huellas de la historia nacional hasta columbrar sus orígenes; pero la política debe buscar una luz mas cierta y clara para observar nuestros usos y costumbres con algun provecho.

Bajo los Romanos gozó España de los juegos y espectáculos de aquella gran nacion; pues que habiendo adoptado su religion, sus leyes y costumbres, mal rehusaria los usos y estilos que de ordinario introduce la moda sin auxilio de la autori. dad. Cuando faltasen otras pruebas de esta asercion, las rui nas de circos y teatros, de anfiteatros y naumaquias que existen en Toledo, en Mérida, en Tarragona, en Coruña, en Santi-Ponce y en Murviedro; y las dedicaciones y monumen. tos erigidos con ocasion de estos espectáculos, no me dejarian dudar que nuestros padres conocieron las luchas de hombres y fieras, las carreras de carros y caballos, y las representacio nes escénicas de aquella edad.

Estos espectáculos debieron cesar de todo punto con la entrada de los Septentrionales. Puestos ya en descrédito, y aun prohibidos en gran parte por los emperadores y los concilios, como enlazados con el culto y ceremonias gentílicas, faltaba poco para su total exterminio; y esto poco se halló por una parte en el horror con que los miraba la ruda sencillez de los Godos, y por otra parte en la religiosa piedad de muchos de sus Príncipes. Así que, no se conserva memoria alguna que yo sepa de semejantes juegos en el tiempo de su dominacion, ni la historia los presenta en la paz dados á otra diversion que la caza.

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ORIGEN GENERAL DE LAS DIVERSIONES Y ESPECTACULOS DE ESPAÑA.

Caza.

Pero la caza, arte privativa y necesaria entre los salvajes, vino á ser, si no el único, el mas agradable divertimiento de los pueblos bárbaros. Los que inundaron el imperio Romano

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