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y segura, por la cual se le dé de hecho la administración ó asientos de que vamos hablando.

Y en efecto, figurémonos por un instante que junto el fondo del Banco, no se verificase su entrada en estos negociados; ¿cuál seria entonces el interés que cupiese á las ciento cincuenta mil acciones, entre quienes se repartiesen las cortas utilidades del giro y los descuentos, de que antes deberian rebajarse las crecidas sumas á que montarán anu almente los sueldos y gastos ordinarios del establecimiento? Quién duda que el interés seria muy corto, ó ninguno? Los accionistas por consiguiente frustrados en sus esperanzas, retirarian sus fondos, y la ruina del Banco seria tan pronta como infalible. Pero yo quiero ponerme en el caso de que logra efectivamente estos negociados de mar y tierra: aun entonces juzgo, que el fondo de los once millones de pesos fuertes es desp roporcionado al objeto. Para hacerme entender en este pnnto, es preciso hablar con toda distincion, y no perder de vista el plan enviado á nuestro exámen.

Supongamos al Banco administrando de cue nta de S. M. todas las provisiones de su ejército y armada: esto lo puede hacer de dos modos: ó bien anticipando las sumas necesarias para el acopio de los innumerables artículos que abraza esta inmensa administracion, sin percibir su importe, hasta que dada á fin de año la cuenta general cobre á un mismo tiempo las anticipaciones, el cuatro por ciento de ellas y el tanto por ciento de su administracion, y en tal caso el fondo señalado es muy corto; ó bien irá recibiendo por mesadas anticipadas y á buena cuenta de la tesorería general las sumas que por una pruden te regulacion puede necesitar para el acopio de los objetos mencionados; y entonces el fondo será escesivo, y estará inútilmente detenido en arcas la mayor parte del año.

Lo mismo que digo de la administracion, digo de los asientos: si el Banco pactase con la Real Hacienda r ecibir anticipadamente por tercios ó á buena cuenta las sumas necesarias para seguir su contrata, el fondo será escesivo, y si no lo pactase,

escaso.

Acaso alguno considerando la grandeza de un capital de once millones de pesos fuertes, juzgará que en ningun caso pue. de ser insuficiente, pero si considera la muchedumbre de ob

jetos grandes, inciertos y costosos que envuelve en sí el armamento, vestuario y víveres de toda la infantería y caballería de España, y la construccion, armamento y provisiones de una poderosa armada, compuesta de mas de ciento y cincuenta buques de guerra, y servida y equipada por cuarenta ó cincuenta mil hombres, objetos todos inmensos, que consumen en un instante sumas increibles, y para los cuales apenas bastan el oro y plata de nuestras minas y las copiosas rentas de la corona, ¿cómo se atreverá á censurar de temeraria mi proposicion? Yo apelo en este punto á los que conocen el pormenor de cada uno de estos ramos, seguro de que su dictámen no dejará desautorizado el mio.

He notado que en uno de los artículos del establecimiento se supone, que si la Real Hacienda quisiese ahorrar el cuatro por ciento, que debe pagar al Banco por las anticipaciones que hiciere, deberá darle sus mesadas en la forma que hemos insinuado. Pero ¿quién no ve que la Real Hacienda ni querrá ni podrá, al menos en estos tiempos en que sus necesidades son inmensas y los medios de cubrirlas insuficientes ó difíciles, hacer semejante ahorro? Por consiguiente, podrá llegar el caso de que el Banco se encuentre sin dinero antes que llegue el término de su cuenta. ¿Y qué bará entonces? Buscará medios extraordinarios para adquirirlo: retardará el pago de sus contratas subalternas: suspenderá el descuento de letras, de billetes, y finalmente descubrirá el apuro en que se halla; y despertando en un instante la desconfianza, correrán de tropel los accionistas á salvar su capital, y la concurrencia acabará de un golpe con el Banco. El arbitrio propuesto en el art. 12 de aumentar cada año dos millones de reales al fondo del Banco, es muy insuficiente para ocurrir á los riesgos indicados, y desde luego aumentará el perjuicio que indicamos al principio, hablando del aumento de la circulacion. Por consiguiente, este artículo es entre todos el mas digno de suprimirse; porque si el fondo del Banco no es suficiente, un aumento tan tardío y escaso nada remedia; y si lo es, nada aprovecha al Banco, y perjudica al Estado.

Sobre todo, para aumentar el fondo, si la esperiencia manifestare ser necesario, siempre hay tiempo; mas para contener el precio de las cosas, una vez alzado, siempre es tarde. Si los

efectos corresponden á nuestras esperanzas, la idea de las primeras ganancias que se repartan al corto número de accionistas que compusiesen el fondo de los primeros noventa millones de reales, con que debe empezar el Banco, alentará á todo el mundo, y el Banco que ha de poder negociar las acciones restantes á su arbitrio, hará un tráfico de ellas, y mantendrá la ilusion del público por algun tiempo. Por esto es menester ocurrir de antemano á este inconveniente, y no guardar el remedio para cuando el mal sea incurable..

Omito otras reflexiones que ofrece la materia; y para reducir mi dictámen á puntos determinados, es mi parecer que se consulte á S. M.:

1.° Que para que los accionistas puedan asegurarse de los objetos ciertos que deben tener las negociaciónes del Banco, se digne antes de su publicacion concederles en términos cla ros y precisos (en la forma y bajo las condiciones que fueren mas conformes al recíproco interés del Erario y el mismo Ban. co) la administracion ó asientos del ejército y armada.

2.° Qué para que la suma de dinero circulante en el reino no suba escesivamente respecto de las cosas comerciables, se reduzca el fondo á diez millones de pesos fuertes, sin que pueda aumentarse, como no sea con nueva causa, demostrada por la esperiencia, y aprobada por S. M.

3.° Que para que este fondo nunca se estenue hasta el pun to de no ser proporcionado á su objeto, la concesion que se haga al Banco de la administracion ó asiento del ejército y ma rina, sea siempre con calidad de anticiparle ó pagarle por me sadas ó tercios, ó á buena cuenta, las cantidades que se crean suficientes para continuar sus negociados, atendidos el estado del Real Erario y el de los fondos del mismo establecimiento. Madrid 14 de marzo de 1782. Don Gaspar Melchor de Jove llanos (65).

DICTAMEN

Que dió la clase de agricultura de la Sociedad económica de Madrid, para evacuar un informe pedido por el Consejo Real, sobre las causas de la decadencia de estos cuerpos (66).

EXCмO. SEÑOR.

La clase de agricultura, esponiendo á V. E. su dictámen acerca de lo que se debe informar al Consejo, en cumplimiento de su órden de 14 de julio último, comunicada por Don Pedro Escolano al Excmo. Sr. Director, dice:

Que esta órden fué espedida á impulsos de otra de S. M., dirigida al mismo supremo tribunal, con fecha de 28 de junio anterior, la cual solo se inserta en estracto en la que se nos ha comunicado.

La del Consejo se reduce á dos puntos: 1.° saber de todas las sociedades del Reino las causas de la decadencia que se hubiere notado, ó notare en ellas, ya en la concurrencia de sus individuos á las Juntas, y ya en el desempeño de las funciones de cada uno; y 2.o que se le propongan los medios de atraer á ellas las personas celosas y arraigadas, para remediar esta decadencia, con espresion de si será conducente á este fin la perpetuidad de los directores.

La Real órden que dió impulso á la del Consejo, despues de recordar el objeto con que se han establecido las sociedades ; las pruebas que dieron desde luego de su utilidad en beneficio comun; las señales de proteccion con que S. M. las distinguió, y los buenos efectos que á ellas se siguieron, asegura que se van ya desvaneciendo las buenas esperanzas que tan felices principios prometian, pues se notaba en ellas alguna decadencia, sin duda originada de los partidos que se habian formado entre sus individuos : que de aquí era, que entre tantos establecimientos como se habian erigido de esta clase, se hallaban muy pocos miembros que ejercitasen sus talentos en utilidad comun; y que deseoso S. M. de ocurrir al remedio de este mal, animando de nuevo semejantes establecimientos, habia encargado al Consejo que le propusiese los medios que creyese mas efectivos á este intento.

Tal es el espíritu de las órdenes sobre que se debe informar al Consejo. La clase para desempeñar la parte de este encargo que V. E. se ha dignado confiarle, las ha leido y meditado una y otra vez ha tenido varias conferencias sobre su contenido ha repasado la serie de sus operaciones, y recorrido todas las actas donde están consignadas; y teniendo á la vista la breve historia de su vida, encuentra en ellas abundante materia para satisfacer á los deseos de la superioridad y del cuerpo.

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Desde luego puede asegurar la clase dos verdades que la deben llenar de consuelo : primera, que comparado su presente estado con cualquiera de las épocas que le han precedido, tá muy lejos de la decadencia que se supone; pues ora se gradue esta por la concurrencia de sus individuos á las juntas semanales, ora por los objetos en que se ocupa, ora, en fin, por el celo y la ilustraaion con que los desempeña, nada encuentra que la haga digna de la general censura que envuelve la órden superior, y cree por lo mismo que en este punto hable con otras sociedades.

La segunda es, que si en algun tiempo se pudo creer que la clase estuvo en decadencia, este mal no debe imputarse á la division ó mala avenencia de sus individuos, sino á otras causas unidas á su constitucion, é independientes por la mayor parte de su arbitrio.

En los principios de su creacion se ocupó esta clase en ilustrar con varias memorias y discursos algunos puntos del grande objeto que le está encargado. La parte que le toca en las memorias impresas del primer biennio; las que existen en poder de los redactores del segundo, y los documentos que guarda el archivo de la Sociedad, darán siempre testimonio de lo que se adelantó en este punto.

Este era por entonces el espíritu del cuerpo. Privado de fondos y proporciones para promover efectivamente la agricultura, creyó que su instituto debia reducirse á derramar por todas partes luces y conocimientos. Para derramarlos era menester adquirirlos. No fué otro el fin de tantos escritos. Tratábase de fijar los verdaderos principios de la primera de las artes; de acomodarlos á nuestro clima y nuestro suelo, de investigar todas las verdades subalternas contenidas en ellos;

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