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y cono

el Gobierno, despues de haber dictado aquellas providencias momentáneas que la cercanía del riesgo y la urgente gravedad del mal exigian de su celo, quiso recoger mayores luces cimientos acerca del origen de esta calamidad y sus remedios, para mejorar la legislacion en un punto tan importante de policia rústica. La Sociedad, respondiendo á sus deseos é insinuaciones, abre un certámen de ingenio; convoca los sabios al combate; los inflama con un premio de interés y de gloria, los ve concurrir á él de todas partes. Naturales y estranjeros le ofrecieron á porfía los conocimientos debidos al estudio y la esperiencia; pero no tuvo el consuelo de hallar un solo combaliente que arrebatase la corona prometida.

No obstante, si en los escritos presentados no halló la Socie dad plenamente satisfechas sus miras, vió á lo menos en ellos muchas buenas y útiles ideas esparcidas acá y allá, cuya redaccion metódica podrá ilustrar considerablemente el asunto propuesto. Para no defraudar, pues, al público de tan provechoso beneficio, se encargó de formar por sí misma una memoria que los reuniese y mejorase, y fió su desempeño á dós individuos (56), en cuyo superior talento descansan hoy aquellas esperanzas que no pudieron colmar sus antiguos esfuerzos.

No fueron ciertamente, mas eficaces, pero fueron mas felices los que hizo para promover la industria popular; y en este punto se debe la mayor parte de gloria á la generosidad ingeniosa de un individuo (57), que le ofreció los medios de realizarlos. Este ilustre y modesto ciudadano supo descubrir nuevos objetos al trabajo del pueblo, supo dar nuevos estímulos á la industria doméstica, y supo finalmente demostrar que la riqueza de las familias podia encontrarse en el aprovechamien. to de aquellos desperdicios de la aplicacion y del tiempo, con que están tan bien halladas la pobreza y la desidia.

Vosotros, señores, oiréis con admiracion los varios rumbos que siguieron los aspirantes para conseguir este premio, y el ingenioso afan con que corrieron á él. La Sociedad que los examinó llena de ternura, ha inventado un medio de hacer compatible la justicia con que escluia del premio, y el deseo de recompensar la aplicacion laudable, aunque menos dichosa, de algunos concurrentes. Con esta idea hizo acuñar las medallas, y acordó las distinciones cuya distribucion vais á oir, y

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con ella el mejor testimonio de su equidad y beneficencia. Ni descanso aquí su ardiente celo. Los buenos efectos que habia producido la publicacion de este premio la hicieron desear con ansia fijarle para los años sucesivos, perpetuando con el estímulo la esperanza de iguales ventajas. Pero sus faculta des no llegaban tan allá como sus deseos. Otro digno individuo (58) se presenta lleno de generosidad á auxiliarla, y deseoso de participar de la gloria que va siempre unida al ejer cicio de las virtudes patrióticas, promete suplir á la escasez de sus fondos y pagar este premio, entretanto que la Sociedad obtiene de la munificencia de su augusto Fundador la dotacion deseada.

Tales son, señores, los objetos que nos ocuparán en la presente sesion. La Sociedad que tiene la satisfaccion de esponerlos á vuestra vista, no puede ser insensible, ni dejar de responder con la mas sincera gratitud al honor que la haceis en presenciar y autorizar sus asambleas, y en venir á convenceros, por medio de tan frecuentes testimonios, del incesante desvelo con que promueve el bien y la prosperidad de esté país.

ORACION

De la misma Real Sociedad á Cárlos III con motivo del doble desposorio de los Señores Infantes de España Doña Carlota Joaquina, 'y Don Gabriel Antonio, con los Señores Infantes de Portugal Don Juan, y Doña María Ana Victoria (59).

SEÑOR:

Finitimas gentes, quasque amplus dividit Orbis,
Auspice te, duplici foedere jungit Hymen.

CUANDO V. M., proporcionando dignos y gloriosos enlaces á dos augustos individuos de su Real Familia, presenta á sus fieles vasallos el mas ilustre ejemplo de vigilancia paternal y doméstica, la Sociedad de Madrid, Hena de amor y de respeto, se acerca al trono de V. M. para ofrecer á sus R. P. un puro testimonio de su edificacion y su contento. Obligada por insti

tuto á promover en todas partes aquellas provechosas virtudes á que siempre anduvieron unidos el bien y la prosperidad de los Estados, tiene la satisfaccion mas cumplida en rendir á V. M. este tributo de obsequio y gratitud, tan propio de su ardiente celo, como debido al desvelo paternal de su piadoso Fundador.

Otros cuerpos, Señor, aprovechando tan plausible ocasion, recordarán la gloriosa serie de acciones con que V. M., ya dilatando sus dominios, ya dando la paz á sus pueblos, ya mejorando la legislacion y los estudios, y ya animando la agricultura, las artes, la navegacion y el comercio, ha estendido el esplendor de su trono y la gloria de su reinado. Pero los amigos de Madrid, contemplando en V. M. al padre y protector de sus vasallos, solo se dejarán arrebatar del brillante esplendor que derrama sobre su augusta Persóna el ejercicio de estas virtudes sociales, y domésticas, que por medio de tan sublime ejemplo, esperan ver difundidas y domiciliadas en las familias 7

¡Ojalá que los pueblos á cuyo bien consagra la Sociedad sus tareas, atentos á su voz, y al respetable modelo que les propo ne, se empeñasen, se apresurasen á porfía por imitarle! Qué de bienes no produciria á la nacion esta dichosa competencia! Cuánto no ganarian en elladas costumbres públicas; cuánto la educacion, que tiene tan señalada influencia en la prosperidad de los reinos! Esta educacion, cuyo descuido es la causa primitiva y mas general de todos los males políticos; esta educacion, cuyos defectos han engendrado el orgullo, la ignorancia, la pereza, la ociosidad, y todos los mónstruos que combate la Sociedad por instituto!

La nacion, Señor, deberá á V. M. la dicha de desterrarlos de su seno, cuando todos los padres de familia, auxiliando los dé. biles esfuerzos de este cuerpo patriótico, se preparen á ejemplo de V. M. á perseguirlos y hacerles la guerra. Los presentes sucesos anuncian ya la proximidad de tan feliz instante. ¡Qué espectáculo tan tierno, tan eficaz no será á los ojos de los Españoles ver á V. M. que despues de haberse aplicado como buen padre á labrar la felicidad de sus hijos, cuidando de su educacion con el mayor desvelo, adornándolos de los conocimientos convenientes á su estado, é infundiendo en sus ánimos las semillas de todas las virtudes, se dispone ahora á premiar

su aplicacion con una recompensa digna de su mérito y de sus altas virtudes!

¡Dichoso Portugal que logrará en la Señora Infanta Doña Carlota Joaquina, una Princesa educada en estas sabias máxi mas! La Sociedad, que ha participado ya de la admiracion universal con que mas de una vez ha aplaudido la Europa los rá, pidos progresos, en que no brillan menos la superioridad dé sus talentos que el desvelo de V. M., y el paternal incesante cuidado de los augustos Príncipes de Asturias, mezcla ahora su voz á las del regocijo público para celebrar su dichosa union con el Señor Infante Don Juan de Portugal. La extraordinaria comprension de esta esclarecida esposa, sus raros conoci. mientos, sus suavísimas costumbres, y el lleno de gracias que la adornan, si han sido hasta ahora el consuelo de V. M., la delicia de sus heróicos padres, y la esperanza del pueblo español, serán dentro de poco admiracion y hechizo del pueblo lu, sitano, cuando sazonadas por la edad y la esperiencia tan tem. pranas virtudes, den un nuevo apoyo á aquel trono, y tengan la primera influencia en su esplendor y prosperidad.

Tal es la gloria que el cielo reservaba á V. M.: la gloria de estrechar con este lazo la alianza de dos reinos, siempre unidos por la naturaleza, separados alguna vez por la política, y vueltos ahora á enlazar en una perpetua concordia, que dictó el amor, aplaude la razon y afianza el interés recíproco. Por tan suave medio el alma benéfica de V M. ha sabido sustituir al odio irraccional con que la envidia suele dividir los pueblos hermanados por la naturaleza, una santa y sólida amistad, que es el primer bien que pueden dar á la tierra los Monarcas.

La Sociedad, Señor, cuyo instituto se cifra en este espíritu de amistad y concordia pública, no puede dejar de aplaudir el celo con que V. M. le hace resplandecer en su conducta, doblando los vínculos que deben unir al pueblo español y al portugués. El desposorio del Señor Infante Don Gabriel con la Señora Infanta de Portugal Doña María Ana Victoria, es otra firme y recíproca prenda de la seguridad de esta union, y de las felicidades que promete á entrambas monarquías. Los sublimes talentos de este augusto hijo de V. M., su amor á las letras, su ardiente deseo del bien público, su ilustracion, su afabilidad y sus nobles virtudes, le hacian acreedor sin duda á

la alta recompensa con que V. M. señala ahora su amor y su justicia hácia su digna persona.

Tambien esta gloria se deberá al paternal desvelo de V. M.: la gloria de estender y multiplicar las ramas de su Real estirpe, antes esterilizadas por una política severa y recelosa, y ahora restituidas por V. M. á los dulces derechos que les daban el cielo y la naturaleza. La Sociedad se complace tanto mas en tan plausible suceso, cuanto le abre una rica y dilatada perspectiva de esperanzas para aquel tiempo, en que las augustas generaciones cifradas en este vínculo, formen en el Estado una nueva clase, que sirva de apoyo al trono, de escudo á la nobleza, de proteccion al pueblo, y sea el primero y mas firme eslabon de aquella maravillosa cadena que une al último de los vasallos con la suprema cabeza de la monarquía.

Tan sublimes bienes, tan ricas esperanzas sacan á la Sociedad de su modesto retiro, para renovar á los pies del trono los testimonios del constante y patriótico amor con que se interesa en la gloria de V. M., en el esplendor de su Real Familia, y en el bien y prosperidad de todos sus vasallos.

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