Imágenes de página
PDF
ePub

lidad y á la fatiga, era solo para arraigar en los ciudadanos aquellas dos grandes virtudes sobre que descansan los estados: el valor, como primer apoyo de la seguridad pública, y el amor al trabajo, como primera fuente de la felicidad individual. Tal era entonces, tan sencillo y sublime el carácter de la sabiduría. La moral pública y privada era su único objeto. Este solo estudio ilustró á tantos hombres célebres: este solo mereció la aplicacion y vigilias de tantos legisladores y filósofos: por él fueron afirmadas y ennoblecidas las antiguas repúblicas: por él exaltadas las almas de sus ciudadanos; y por él engendradas aquellas altas virtudes que arrebatan todavía nuestra admiracion, y que darán eterno testimonio de la escelencia de su sabiduría.

¡Pluguiera á Dios, amados compatriotas, que en este dia, consagrado á la verdad y á la utilidad pública, no tuviese yo que proponer otro estudio á vuestra aplicacion! Pluguiera á Dios que en él solo se afianzasen todavía la seguridad de los estados y la fortuna de sus miembros! Pluguiera á Dios que en la presente corrupcion de ideas y costumbres rayase á lo menos la esperanza de recobrar algun dia aquella inocente y venturosa sencillez ! Entonces la sabiduría que reinó en medio de ella, fuera el primero, fuera el único objeto de mis exhortaciones. Entonces temeroso de corromperla, ó de alejarla de nuestro suelo, y señalando con el dedo los augustos aledaños que le circunscriben: «volved, os diria, volved los ojos á esas rocas altísimas que se levantan al mediodía, y ved en ellas el valladar inaccesible que la naturaleza interpuso para separarnos del resto de la tierra. Tended la vista al proceloso mar Cantábrico, y ved en esas olas bramadoras que baten el cimiento de vuestras moradas el terrible límite que señaló á vuestra ambicion. Allende de estas eternas barreras no encontraréis sino monstruos y peligros. Guardaos de traspasarlas en busca de una felicidad, que la Providencia colocó mas cerca de nosotros. Miradlas mas bien como términos señalados á la division de vuestros pueblos, para reducir la esfera de su trabajo y sus deseos; para reconcentrarlos en el seno de sus familias, y para estrechar mas y mas aquellos tiernos vínculos que las hacen venturosas. No aspireis á otra felicidad: no aspireis á otra sabiduría, que á la que puede asegurar

la; y para ser felices, tratad solamente de ser virtuosos. » ¡Pero ah! ¿Quién podrá revocar aquella inocente edad, que pasó como un relámpago, para no aparecer mas sobre la tierra? La ambicion la desterró para siempre de su superficie: la ambicion, que levantando su trono sobre el de la virtud, todo lo trastocó, todo lo corrompió, todo, basta los objetos de la sabiduría, que parecian inmutables como ella. Un general frenesí que difundió por todas partes, y que infundió en todos los corazones, hizo á los hombres poner su gloria en la muerte y la desolacion. Desde entonces la fuerza triunfó de la virtud, y la ignorancia de la sabiduría. Así la sabia Grecia, ennoblecida con la santidad de Cymon y de Sócrates, pereció á manos del grosero Mummio; y así tambien la prudente Roma, á quien engrandecieran mas las virtudes de Régulo y Caton, que sus sangrientos triunfos, cedió al furor del pueblo insipiente y bárbaro, que restableció sobre la tierra el imperio de la ignorancia.

Ah! separemos la vista de una época tan funesta para la humanidad, como vergonzosa á la sabiduría. ¿Qué nos presenta la historia de diez siglos, sino violencias é injusticias, guerra y destruccion, horror y calamidad? ¡Oh siglos de ignorancia y supersticion! Siglos de ambicion y de ruina y de infamia y de llanto para el género humano! La sabiduría os récordará siempre con execracion, y la humanidad llorará perpetuamente sobre vuestra memoria.

Al salir de este triste período volvieron á conocer los legisladores que la fortuna de los estados era inseparable de la de los pueblos, y que para hacer á los pueblos felices era preciso ilustrarlos. Entonces renació el aprecio de las letras; y la legislacion, reconciliada con la sabiduría, se apresuró á multiplicar los Institutos de enseñanza pública.

¿Y cuáles en tan feliz revolucion pudieran ser los objetos de esta enseñanza? Cuáles, cuando la legislacion tenia que purgar el santuario de las inmundicias con que la supersticion habia pretendido manchar el dogma, la moral, y la venerable disciplina de la Iglesia? Cuando tenia que desterrar las feroces máximas que la prepotencia feudal introdujera en el templo de la justicia? Cuando tenia que hacer la guerra á la ambicion de las clases poderosas, encaramadas sobre las débiles, solo para

oprimirlas y conculcar sus derechos? Cuando, en fin, tenia que afirmar los cimientos de la soberanía; y mientras refrenaba con una mano las irrupciones del poder, tender la otra para cubrir á los inermes pueblos con el escudo de su proteccion? Estos santos oficios pedian á la legislacion nuevos y muy varios conocimientos. Para alcanzarlos era preciso perfeccionar las artes del discurso y el raciocinio, corrompidas tambien por la ignorancia; y ved aquí por qué las humanidades, la dialéctica, la teología y la jurisprudencia fueron los primeros objetos del estudio en la renovacion de las letras.

En aquel general impulso que arrastró en pos de ellas todas las naciones de Europa, ninguna las buscó con mas afan, ninguna las cultivó con mas gloria que la ingeniosa España. Ah! si esta gloria pudiese contentar nuestro celo, si en esta sola sabiduría descansase la dicha y la seguridad de un pueblo‘ ¿qué nacion pudiera decirse mas fuerte y venturosa, que la

nuestra?

Pero mientras desvanecidos con este esplendor, y confiados en nuestra propia grandeza, dábamos todas nuestras vigilias á las ciencias intelectuales, otros pueblos mas atentos á su seguridad promovian el estudio de la naturaleza, que una nueva política hacia de cada dia mas y mas necesario. Conocieron que la firmeza de los Estados ya no se derivaba tanto de la virtud y el valor, cuanto del número y riqueza de sus miembros ; conocieron que se apoyaba principalmente en aquel arte mortífero que inventó la ambicion, y en la ingeniosa disciplina, y en las horrendas armas que tan cruelmente perfeccionó y multiplicó; conocieron, en fin, que este poder funesto no se compraba ya sino á fuerza de oro; que si los pueblos no eran ricos, no podian ser libres ni dichosos; y que levantado sobre la tierra este ídolo, era preciso esperar de la sabiduría los únicos dones que podian aplacarle.

¿Y por ventura, amenazados por todas partes de los feroces designios de la ambicion, pudieron los legisladores rehusar este culto? Temer aquellos designios era una prudencia necesaria; prepararse contra ellos un sacrificio debido á la paz y á la seguridad de los pueblos. En medio de tan general convulsion, ¿qué pudo hacer el Gobierno mas justo sino temporizar con esta terrible necesidad, y conciliarla con el sosiego y la di

cha de sus miembros ? Y cuando la fuerza pública no puede establecerse ya sino en el superfluo de las fortunas privadas, ¿qué deberá buscar el Gobierno mas justo, sino el aumento de las fortunas privadas, para hacer mas firme la seguridad, y mas respetable la fuerza pública?

Asturianos, ved aquí el grande objeto de los nuevos estudios á que hoy os llama nuestro buen Rey: promover los conocimientos útiles, para perfeccionar las artes lucrativas, para presentar nuevos objetos al honesto trabajo, para dar nueva materia al comercio y á la navegacion, para aumentar la poblacion y la abundancia, y para fundar sobre una misma base la seguridad del Estado y la dicha de sus miembros: tal es el término de su beneficencia, y tal debe ser el de vuestras vigilias.

Para conseguir tan grandes fines, os llama vuestro Rey al estudio de la naturaleza, y os convida á que busqueis en ella aquellas útiles verdades sobre que están librados. He aquí la divisa de este nuevo Instituto. No se tratará en él de ofuscar vuestro espíritu con vanas opiniones, ni de cebarle con verdades estériles: no se tratará de empeñarle en indagaciones metafísicas, ni de hacerle vagar por aquellas regiones incógnitas donde anduvo perdido tan largo tiempo. ¿Qué es lo que puede encontrar en ellas la temeraria presuncion del hombre? Desde Zenon á Espinosa, y desde Thales á Malebranche, ¿qué pudo descubrir la ontología, sino monstruos ó quimeras ó dudas ó ilusiones? Ah! sin la revelacion, sin esta luz divina, que descendió del cielo para alumbrar y fortalecer nuestra oscura, nuestra flaca razon, ¿qué hubiera alcanzado el hombre de lo que existe fuera de la naturaleza? Qué hubiera alcanzado aun de aquellas santas verdades que tanto ennoblecen su sér, y hacen su mas dulce consolacion ?

Si algun estudio nos puede levantar á estas verdades, es el estudio de la naturaleza; es el estudio de este órden admirable que reina en ella, que descubre por todas partes la sabia y omnipotente mano que le dispuso, y que llamándonos al conocimiento de las criaturas, nos indica los grandes fines para que fuimos colocados en medio de ellas. Corred, pues, ama dos compatriotas, á cultivar este inocente y provechoso estudio. Corred, y mientras una parte de nuestra juventud, ansiosa de ejercer los ministerios de la religion y la justicia, recibe en las

escuelas generales los principios del dogma y la moral pública y privada, venid vosotros á estudiar la naturaleza: poned los ojos en este gran libro que la Providencia abrió ante todos los hombres, para que continuamente le leyesen: buscad en su inmenso volúmen aquellas páginas que el dedo de la verdad ha señalado: aumentad este patrimonio, todavía pequeño, pero muy precioso; y este sea el fin de vuestras tareas, este el de vuestra ambicion y vuestra gloria.

No temo yo, amados compatriotas, que le menosprecieis. Dotados de una razon clara y penetrante, y de un espíritu capaz de remontarse á los altos principios de las ciencias, mi voz no se ocupará tanto en escitar vuestra aplicacion, como en recomendaros la modestia con que debeis entrar en esta nueva senda de la sabiduría. No tanto en aguijaros para que corrais inconsideradamente por ella, cuanto en señalaros los riesgos y precipicios que están en su orilla, y las oscuras é intrincadas trochas en que podeis estraviaros. La verdad y la utilidad, que son objeto de este Instituto, lo serán hoy de mis exhortaciones. ¡ Dichoso yo`si el celo que me las dicta lograse inspiraros aquella sobriedad, aquella constancia, sin la cual no puede ser alcanzado objeto tan sublime !

Sin duda que el hombre nació para estudiar la naturaleza. A él solo fué dado un espíritu capaz de comprender su inmensidad, y penetrar sus leyes; y él solo puede reconocer su ór den, y sentir su belleza; él solo entre todas las criaturas. ¿Hay otra por ventura capaz de abrasar este sistema de union y de armonía en que están enlazados todos los entes, desde los brillantes escuadrones de estrellas que vagan por el inmenso cielo, hasta el mas pequeño átomo de materia que duerme en el corazon de los montes? Hay otra que pueda columbrar en esta armonía, en este órden, en esta grandeza, la mano sapientisima del Criador; ó que absorta en la contemplacion de tantas maravillas, pueda subir hasta su trono, y entonarle ardientes himnos de gratitud y de alabanza? Ved aquí, amados compa triotas, señalada la vocacion; ved aquí indicado el objeto de vuestro estudio.

Pero estos dones preciosísimos, dados al hombre para conocer la naturaleza y poseerla, ¿serán convertidos por su orgullo en instrumentos de opresion y de ruina? A la verdad que en

« AnteriorContinuar »