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bienes y regalos, que la industria mejora y multiplica, mercio cambia, y la navegacion difunde por toda la tierra. Así es como se enlazan tambien todos los pueblos que la habitan, como se hacen comunes sus conocimientos, sus artes, sus riquezas y sus virtudes, y como se prepara aquel dia tan suspirado de las almas (45), en que perfeccionadas la razon y la naturaleza, y unida la gran familia del género humano en sentimientos de paz y amistad santa, se establecerá el imperio de la inocencia, y se llenarán los augustos fines de la creacion. Dia venturoso que no merece la corrupcion de nuestra edad, y que está reservado sin duda á otra generacion mas inocente y mas digna de conocer por la contemplacion de la naturaleza el alto grado que fué señalado al hombre en su escala.

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El hombre, ved aquí el rey de la tierra y el término de vuestros estudios. Vedle colocado en el centro de todas las relaciones que presenta la armonía del universo. El es la única criatura capaz de comprender esta armonía, y de subir por ella hasta el supremo Artífice que la ordenó. Derramado por la superficie del globo, capaz de habitar todos sus climas, dotado de la organizacion mas esquisita y de la forma mas augusta, aparece en todas partes destinado á dominar la tierra. Firme y erguido entre los demas séres, su aspecto mismo anuncia su superioridad. Ved cuán escelsa se levanta su frente al empíreo en busca de objetos dignos de su contemplacion! Y cómo sus ojos penetrantes circundan de un vuelo los dilatados horizontes y las bóvedas celestes! Habla, y todo viviente reconoce la voz de su señor, y viene humilde á su morada para ayudarle y enriquecerle, ó tímido se esconde respetando su imperio. No le resiste el rinoceronte en los umbríos bosques, ni la garza en la sublime region del viento, ni el leviatan en el profundo de los mares. Todo se le rinde: á su albedrío está el planeta en que tiene su morada; y ya le veis penetrar sus abismos, remover sus montes, levantar sus rios, atravesar sus golfos; ya remontarse á las nubes para colocar su trono entre los cielos y la tierra. Su mano es instrumento admirable de invencion, de ejecucion, de perfeccion, capaz de mejorar la naturaleza, de dirigir sus fuerzas, de aumentar y variar y transformar sus producciones, y de someterlas á sus deseos Su palabra, vínculo inefable de union y comunicacion con su

especie, le da la portentosa facultad de analizar y ordenar el pensamiento, pronunciarle al oido, pintarle á los ojos, difundirle de un cabo al otro de la tierra, y transmitirle á las generaciones que no han nacido aun. Sobre todo su alma, ved aquí el mas sublime de los dones con que plugo al Altísimo enriquecer al hombre, y el que corona todos los demas: su alma, destello de la luz increada, purísima emanacion de la eterna sabiduría, sustancia simple, indivisible, inmortal, que anima y esclarece la parte corpórea y perecedera de su sér, y encaramándola sobre toda la naturaleza visible, la acerca y asimila á las supremas inteligencias. Mas aguda que la saeta en penetracion, mas veloz que el rayo en su movimiento, mas estendida que los cielos en su comprension, abraza de una ojeada todos los séres, penetra sus propiedades, sus analogías, sus relaciones, y subiendo hasta la razon de su existencia, ve en ella la gran cadena que los enlaza, y columbra la mano omnipotente que la sostiene.

Entonces es cuando extasiado en la contemplacion de tan admirable armonía, pierde de vista cuanto hay de material y perecedero en la tierra, y levantándose sobre sí mismo, reconoce otro universo mas noble y magnífico que el que le habian mostrado los torpes sentidos, poblado de séres mas perfectos, gobernado por leyes mas sublimes, y ordenado á mas escelsos é importantes fines. En medio de este universo moral, descubre el alto grado que le fué concedido en la escala de los séres; ve mas de lleno las relaciones que enlazan tantas y tan varias esencias, y se lanza de un vuelo hasta el inefable principio de donde todas manan y se derivan. Allí es donde penetrado de admiracion y reverencia, reconoce aquella eterna y purísima fuente de bondad, en la cual esencialmente residen, y de la cual perennalmente fluyen los tipos de cuanto es sublime, bello, gracioso en el mundo físico, y de cuanto es justo, honesto, deleitable en el mundo moral. Allí es donde se inunda, se embebe en estos puros y generosos sentimientos, que tanto realzan la gloria de la naturaleza y la dignidad de la especie humana: en la activa y ilimitada sensibilidad que le interesa en el bienestar de cuanto existe, en la augusta longanimidad que Je fortifica contra el dolor y la tribulacion en la gran prudencia, la noble gratitud, la tierna compasion, y la celestial be

neficencia, corona de todas sus virtudes : allí ve, en fin, como á él solo fueron dados este amor á la verdad, este respeto á la virtud, este íntimo religioso sentimiento de la Divinidad, que desprendiéndole de todas las criaturas, le mueve y le fuerza á buscar solamente en el seno de su Criador la causa y el fin de toda existencia, y el principio y término de toda felicidad. Ved aquí, amados jóvenes, los títulos de vuestra dignidad : títulos gloriosos, á ninguno negados, y ante los cuales se eclipsan, ó se disipan como el humo todos los títulos y vanas distinciones que la ambicion y el orgullo han inventado. Conocerlos, merecerlos, perfeccionarlos es el sublime objeto de vuestros estudios y de mis ardientes deseos. ¡Venturosos vosotros si en medio de la depravacion de un siglo en que la supersticion y la impiedad se disputan el imperio de la sabiduría, siguiereis el único camino que ella señala á los que quiere conduciar á su templo! Venturosos si le hallareis en el estudio de la naturaleza, y en la contemplacion del alto fin para que fuisteis colocados en medio de ella! Venturosos, si ilustrado vuestro espíritu con el conocimiento de las verdades que encierra, y perfeccionado vuestro corazon con la posesion de las virtudes á que conduce, alcanzareis la verdadera sabiduría para asegurar vuestra felicidad, mejorar vuestro sér, y acelerar la perfeccion de la especie humana! Entonces podréis convencer con la razon y con el ejemplo á aquellos hombres tímidos y espantadizos, que deslumbrados por una supersticiosa ignorancia, condenan el estudio de la naturaleza, como si el Criador no la hubiese espuesto á la contemplacion del hombre para que viese en ella su poder y su gloria, que predican á todas horas los cielos y la tierra. Entonces sí que podréis confundir mas bien á aquellos espíritus altaneros é impíos (baldon de la sabiduría y de su misma especie), que solo escudriñan la naturaleza para atribuirla al acaso, ó abandonarla al gobierno de un ciego y necesario mecanismo, usando solo, ó mas bien abusando, del privilegio de su razon para degradarla bajo del nivel del instinto animal (46). Entonces sí que subiendo continuamente de la contemplacion de la naturaleza á la de vuestro sér, y de esta á la del Sér supremo, y adorando en espíritu á este Sér de los séres: Sér infinito, que existe por sí mismo, y que es principio y término de toda existencia,

perfeccionaréis el conocimiento de los grandes objetos en que está cifrada toda la humana sabiduría, Dios, el hombre y la naturaleza (47).

ORACION INAUGURAL

A la apertura del Real Instituto Asturiano (48).

Quid verum, quid utile.

SEÑORES:

Doce años habrá que hablando yo en nuestra Sociedad Patriótica sobre los medios de acelerar la prosperidad de Asturias, tuve el honor de proponer á sus celosos individuos que ninguno seria tan eficaz y provechoso, ninguno tan digno de su celo y solicitud, como el atraer á su suelo el estudio de las ciencias naturales (49). Algunos de los que ahora me oyen fueron testigos del ardor con que procuré persuadir tan provechosa verdad, por mas que nos juzgásemos todavía muy dis tantes de las felices circunstancias que hacen hoy mas y mas necesario este estudio. ¿Quién nos diria entonces que despues de un período tan breve, y en medio de las brillantes esperanzas que abren á nuestra idea la proteccion de un Rey bueno, y el influjo de un ministro celoso (50), veríamos cumplido aquel justo deseo? Y quién me diria á mí que volveria de tan lejos á ocupar esta silla, tan cerca de las paredes que me vieron nacer, entre los compañeros de mi niñez y primeros estudios, y rodeado de tantos y tan distinguidos personajes, para anunciar á mi patria tan señalado beneficio? Pues no es otra, amados compatriotas, la mision de que estoy encargado: no es otro el objeto de la presente solemnidad. Preparaos ya á recibir el bien que os traigo: preparaos á celebrarle, no con vanas demostraciones de alegría, sino con puros sentimientos de amor y gratitud al Monarca que os le dispensa. Despues de haber empleado en su logro todos los esfuerzos de mi celo, ¿qué me resta que hacer, sino presentar á vuestros ojos las ventajas que os promete, y la obligacion en que os constituye? Esto es lo que servirá de materia al presente discurso, si mereciere vuestra atencion.

Sí, señores, la deuda que contraemos hoy es inmensa, porque lo es en valor el don con que nos ha enriquecido nuestro buen Rey. ¿Hay por ventura sobre la tierra cosa mas noble, ni mas preciosa que la sabiduría ? Pues ved aquí que Cárlos IV quiere domiciliarla entre vosotros. Ya no tendréis que abandonar vuestra patria para alcanzarla, ni que peregrinar en pos de ella, buscándola como Pitágoras en paises remotos. Este Instituto de enseñanza que ahora inauguramos es un monumento que su mano benéfica levanta á las ciencias, para que en él sean perpetuamente cultivadas y honradas. Aquí tendrán siempre alimento y morada, y los depositarios de su doctrina se ocuparán continuamente en derramar sobre este suelo su luz y sus tesoros.

¿Y qué otro don pudiera ser mas digno de vuestro reconocimiento? Sin duda que entre cuantos puede hacer á sus pueblos un Monarca justo, ninguno es tan grande, tan provechoso, como la ilustracion. Si le quereis estimar justamente, pensad en los males que ha desterrado del mundo, y volved un instante los ojos á aquellos infelices pueblos que yacen todavía en su ignorancia primitiva. La tierra no produce para ellos sino malezas y abrojos. Pobres y vagabundos sobre ella, tienen que disputar con las fieras el suelo que pisan, las grutas en que moran, y hasta el grosero alimento de que viven y se mantienen. ¿Qué artes acuden, no ya á la satisfaccion de sus deseos, sino al socorro de sus necesidades? O condenados á sufrir el continuo estímulo de tan punzantes privaciones, ¿qué esperanzas, qué ideas de resignacion y consuelo pueden conservar la paz y tranquilidad de su espíritu? Hay por ventura espectáculo mas triste que ver sujeto y esclavizado á la naturaleza el hombre que nació para enseñorearla?

Y he aquí porque la instruccion de los pueblos fué entre los sabios de la antigüedad el primer objeto de la legislacion. Desde Confucio á Zoroastro, y desde Solon hasta Numa Pompilio, cultivar el espíritu y formar el corazon de los hombres fué el grande fin de las instituciones políticas. Leed los fragmentos de sus leyes, y los hallaréis mas henchidos de máximas de educacion, que de reglamentos de policía. Todas se dirigen á engrandecer las almas; y si algunas á perfeccionar las facultades físicas del cuerpo, endureciéndole y acostumbrándole á la agi

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