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rebaños numerosos; ó ya devore y convierta en sustancia propia animales y plantas, mármoles y bronces, palacios y templos, y todo cuanto existe: ¡que todo está condenado á caer en el abismo de sus entrañas!

Y he aquí como la simple observacion de la naturaleza os conducirá á mas altas indagaciones de filosofía natural: porque habeis de saber que vuestro espíritu jamás se contentará con el recuento y clasificacion de los séres, sino que suspirará principalmente por conocer sus propiedades. El hombre no puede anhelarlos, sin tambien anhelar su conocimiento: una insaciable curiosidad, inherente á su sér, y que no en vano le fué inspirada, sino para levantarle á la contemplacion del universo, le lleva en pos del gran sistema de causacion que imagina y descubre por todas partes. Mira en torno de sí otros séres, y no viendo en ellos cosa estable ni dúradera, se apresura á observar su flujo sucesivo. Entonces cada alteracion es para él un fenómeno, en cada fenómeno ve un efecto, y en cada efecto busca una causa. Reune las analogías de los fenómenos particulares, y deduce la existencia de causas generales que erige en leyes. Sigue tambien estas leyes, y viendo en su ten‣ dencia y direccion un fin determinado, se levanta al conocimiento del órden general que las enlaza: de este órden admirable, cuya contemplacion tanto ennoblece su espíritu, y tanto magnífica las obras de la naturaleza.

Cuanto se hayan desvelado los hombres desde que rayó la aurora de la filosofía, y cuan admirables hayan sido sus progresos en la investigacion de este órden, lo echaréis de ver á cada paso en el progreso de vuestro estudio. Observando la varia muchedumbre de séres que veian en rededor de sí; reuniendo unos por la analogía de sus formas y propiedades; separando otros por la desemejanza de sus fenómenos, y inqui riendo, siguiendo y calando las relaciones que parecian enlazar á unos con otros, lograron al fin componer estos sistemas celestes, estos reinos geológicos, estos géneros y especies, y familias y clases, que veréis tan menudamente deslin dados en la historia de la naturaleza; y como el navegante señaló ciertos puntos y alturas para atravesar sin peligro el ciego y vasto Océano, así el filósofo marcó estas divisiones para no perderse en la inmensidad del universo. No, yo no las condenaré, hijos

mios, ni os privaré de un auxilio que la grandeza misma del objeto hace indispensable: empero advertiros he que no atribuyais á la naturaleza las invenciones de la flaqueza humana. Estas clasificaciones son obra nuestra, no suya. La naturaleza no produce mas que individuos, de cuyo número y propiedades, asi como de las relaciones que los unen, solo conocemos una porcion pequeñísima. Sin duda que en la grande obra de la creacion todo está enlazado, graduado, ordenado; pero tambien en ella está todo lleno, henchido, com pleto. En la inmensa cadena de los seres no hay interrupcion ni vacío, ý mientras percibimos algunos eslabones sueltos acá y allá, y distinguidos por muy notables caractéres, perdemos de vista los demas, y se nos escapan aquellas imperceptibles transiciones con que la naturaleza pasa de uno en otro sér. ¿ Hay por ventura quien alcance las esencias intermedias que el Omnipotente colocó entre el sentimiento y la animacion, entre la animacion y la vida, y entre la vida y el movimiento, y la simple existencia? Hay quien penetre las relaciones y los grados de perfeccion que intercaló entre la razon y el instinto, el instinto y la propension, la propension y la gravedad, y estas afinidades, estas aversiones y estas apetencias á ciertas formas, que descubren los séres conocidos?

Ah! fuérame dado penetrar la esencia del mas pequeño de ellos: de una mariposilla, una flor, un grano de arena de los que agita el viento en nuestras playas, y yo sorprenderia vuestro espíritu, llenándole de admiracion y pasmo! Pero igno. rante como vosotros de la economía de la naturaleza, solo podré llamar vuestra atencion hácia los grandes caracteres que distinguen los entes. Volvedla hácia aquellos á quienes fué dada vida y sentimiento, y detenedla por un rato sobre la organizacion animal. ¿Quién ha sondeado todavía los prodigios que abraza, la muchedumbre y delicadeza de sus partes, su trabazon y enlace, la proporcion relativa de cada una, su conveniencia recíproca, y aquella tendencia uniforme con que concurren á la unidad de accion que les fué prescrita ? Y quién esplicará los varios y diversificados movimientos de esta accion multifaria, siempre certera, siempre congruente á tantas y tan diferentes funciones, y siempre determinada á un fio co• nocido, y jamás equivocado ni alterado? Observad cualquiera

de los individuos de este reino animado, y desde el leon que atruena con su bramido los desiertos de Africa, hasta el imperceptible animalillo que se esconde en la pimienta, cien millones de veces mas pequeño que un grano de arena, no hallaréis alguno cuya organizacion no sea tan cumplida y perfecta, cual conviene á su sér, y al grado que le cupo en la escala de la naturaleza animal. En todos, en cada uno hallaréis completos los órganos de respiracion, digestion, secrecion, generacion, alimentacion, movimiento y sensacion; en todos, los instrumentos y los recursos necesarios para labrar su morada, buscar su alimento, engendrar y criar su prole, y defender su vida. ¿Y á quién no sorprende la congruencia de esta organizacion con el elemento que debe habitar, el alimento de que debe vivir, y las funciones en que se debe ocupar cada especie, y aun cada individuo? Y no mas? No les fué dada tambien aquella partecilla de razon (42) que convenia á su sér? Aquí es donde el observador de la naturaleza admira extasiado la conveniencia portentosa que hay entre el instituto y la organizacion animal, y la constante fidelidad con que el mas pequeño viviente llena este fin de conservacion, y la sagacidad y el acierto con que camina á la perfeccion para que fué criado. Ninguno desmiente la tendencia de esta ley. Todos la siguen, así los que amigos de soledad huyen á los bosques y cavernas umbrías, ó pasan su vida eremítica en un tronco, en una roca, ó en el corazon de una fruta, como los que, amando la compañía se reunen en rebaños ó bandadas para hacer comunes sus pastos, sus juegos, sus amores y su seguridad. Fieles algunos á la voz de la naturaleza, ved como se buscan, se congregan para volar sobre las altas cumbres, ó cruzan los hondos mares en busca de otro cielo, otro clima, otro suelo mas conveniente á su sér; mientras que otros, aspirando á mas perfecta union, forman aquellas oficiosas repúblicas, donde el interés personal aparece siempre sacrificado al bien comun; donde reina siempre el órden y la laboriosidad , y donde tanto brillan la prevision y la justicia del Gobierno, como la subordinacion y el celo público de los individuos. ¡Dechados admirables, que debiera observar con mas vergüenza que pasmo el hombre temerario que, rompiendo los vínculos sociales, arma tal vez su razon ó su brazo contra la patria,

á quien debe la vida, y el Estado que se la asegura! Sin duda que tales ejemplos tienen derecho á nuestra admiracion; sin duda que la prudencia de las hormigas, los trabajos de las abejas, las estupendas obras de los castores, nos presentan grandes prodigios y grandes documentos: pero nosotros debemos esta admiracion á su escelencia, y la damos solo á su singularidad. Descuidados de la naturaleza, no vemos que el mas rudo de los vivientes nos presenta iguales prodigios, y los presenta en todos los períodos, en todos los accidentes, en todas las funciones de su vida. Observadlos en cualquiera de ellas, observadlos en una sola, en aquella que los mueve á la propagacion de su especie, y sobre la cual se apoya la gran ley de la conservacion : ¡cuán tierno y espresivo no es entonces el idioma de sus amores! Sus querellas ¡ cuán afectuosas y bien sentidas! Qué solercia, qué industria en la nidificacion! Qué mansedumbre, qué paciencia en la incubacion y lactacion! Qué solicitud en la crianza y educacion de su prole! Y si algun enemigo le amenaza, ¡ qué valor tan intrépido, qué resolucion tan heróica para defenderla !

Pero estos medios de preservacion y propagacion brillan mas todavía en séres menos perfectos. Qué¿ no descubrimos esta sombra de instinto, esta propension determinada al mismo fin en el reino vegetal, aunque inmóvil, y á nuestro parecer dotado de menos perfecta organizacion? A cuál de sus individuos faltan los medios de conservar su vida y propagar su especie ? Poned una planta en la obscuridad, y veréis como alterando su natural direccion, se encamina en busca del aire que debe respirar, y de los fecundos rayos de luz que la alimentan. Todas estienden sus raices al paso que sus ramas, para proporcionar el cimiento á la cumbre. Todas las apartan de los lugares estériles, y las dirigen á los húmedos y pingües. Todas buscan, todas hallan su equilibrio, y perdido todas. saben restablecerle. Apenas columbramos sus amores; pero la diferencia de sexos y el don de fecundidad los atestiguan. Ninguna ignora el arte de distribuir y defender sus semillas, que ora siembran y esparcen, ora las fian al ambiente, ó á las aguas, provistas de airones ó quillas para que vayan á germinar lejos de su tallo. Si son hambrientas y voraces, ved cual se adhieren á los verdes troncos, ó á los ancianos muros, y tre

pan por ellos, y tienden sus brazos, y multiplican sus bocas, hasta saciarse de los jugos convenientes. Si débiles y flacas, ved cual dirigen sus ramillas en busca del cercano apoyo, y le es trechan y abrazan en líneas espirales, ó buscan otros medios de seguridad y subsistencia. Así es como las propensiones se proporcionan á los recursos, y los recursos á las necesidades: y mientras la robusta encina, cuyas raices ocupan una region entera, resiste apenas los embates del Aquilon, la dócil caña, doblando su cuello, salva su vida, y se burla de los mas vio lentos huracanes.

Pero al examinar las propiedades de los séres, ¿dónde lleva réis vuestros ojos, que no descubran nuevas maravillas? Por ventura carece de ellas el reino mineral? Ah! cuántas no reserva para vosotros la química ; esta ciencia de nuestros dias, que saliendo apenas de su infancia, levanta ya entre las demas su orgullosa cabeza, y como la astronomía al imperio de los cielos, parece aspirar al de las sustancias sublunares! Ella es hoy el anteojo de la física, y la esploradora de la naturaleza. Perspicaz y desconfiada en sus combinaciones, pero constante y atrevida en sus designios, logró desatar los vínculos de la materia, y sorprender algunos de estos secretísimos agentes, que la naturaleza emplea en la formacion y disolucion de los cuerpos. ¿Quién no admirará la índole de sus sales, su forma regular, su tenaz propension á recobrarla, su amor y afinidad con unos cuerpos, y su aversion y repugnancia á otros? Poned en contacto los alkalinos y los ácidos, y ved que odio tan fervoroso, qué guerra tan encarnizada escitais entre ellos. Ninguno cederá hasta que mutuamente se destruyan, ú otro agente lo neutralice, para producir una sustancia diversa. Pero separados, ¿quién resiste á su fuerza? Troncos, rocas, les, todo lo disuelven, todo lo rinden y avasallan. A su lado pelea la numerosa legion de los gases, que parten su dominio los gases, otras sustancias aeriformes, elásticas, impetuosísimas, y que invisibles como el espíritu (43) solo pueden ser conocidas por sus efectos. Cuanto nos rodea reconoce su influjo. Este ambiente que respiramos, estos alimentos de que nos nutrimos, la sangre que bulle en nuestras venas, el aire, el agua, el fuego, todo es gas, todo pertenece á estos estupenAos fluidos, en mil maneras combinados : sustancias impalpa

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