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que Tournefort y Linneo se atrevieron á formar el inmenso inventario de las riquezas naturales, como si no fuesen inagotables. Hasta que al fin el inmortal Buffon, subiendo á los primeros dias del mundo, resolviendo sus antiguas épocas, lustrando los cielos y las regiones intermedias, y corriendo con pasos de gigante toda la tierra, coronó aquel glorioso monumento que Plinio habia levantado á la naturaleza, y que debe de ser tan durable como ella misma.

Al entrar á estudiarla, ¡ qué espectáculo tan augusto no se abrirá á vuestra contemplacion! Vosotros, acostumbrados á verle á todas horas, y familiarizados con su grandeza, apenas os dignais de examinarle. Pero levantad á él vuestro espíritu, y veréis como, atónito con tantas maravillas, se enciende y suspira por conocerlas. La razon os fué dada para alcanzar una parte de ellas elevadla hasta el sol, inmenso globo de fuego y resplandor, y veréis como fué colocado en el centro del mundo para regir desde allí los planetas situados á tan diversas distancias. Como padre y rey de los astros, él los ilumina y fomenta, y dirige sus pasos, y prescribe sus movimientos. Cada uno oye su voz, la sigue obediente, y gira en torno de su brillante trono. La tierra, este pequeño globo que habitamos, y uno de sus planetas inferiores, reconoce la misma ley, y de él recibe luz y movimiento. ¿Quereis formar alguna idea del gran sistema de que somos una pequeñísima parte? Pues sabed que el lugar que ocupais, dista sobre veinte y siete millones de leguas del sol, que es su centro: que Saturno dista del mismo centro sobre doscientos y sesenta y cinco millones de leguas: que el planeta Urano, columbrado en nuestros dias, dista todavía mas de Saturno, que Saturno del sol : que todavía se alejan mas y mas de él los cometas en sus giros excéntricos; y que todavía la flaca razon del hombre no ha podido tocar los límites de este magnífico sistema.

Y qué? cuando los hubiese alcanzado, cuando pudiese transportarse hasta ellos, ¿ divisaria desde allí los términos de la creacion? Preguntadlo á esa muchedumbre de estrellas fijas, que en el silencio de la noche veis centellear sobre los remotos cielos: parece que su número crece cada dia al paso que se perfeccionan los instrumentos ópticos, y cada dia nos hace ver que el Altísimo las sembró como brillante polvo en el es

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pacio inmensurable. Fijas en el lugar que les fue señalado, cada una es un sol, centro de otro sistema, en torno del cual giran sin duda otros cuerpos opacos, y acaso en torno de estos otras lunas, como las que siguen nuestro globo y el de Júpi ter. He aquí lo que alcanzamos: pero ¿quién adivinará dónde empieza ni dónde acaba la naturaleza inaccesible á nuestros débiles sentidos? O quién comprenderá los límites de la creacion, sino aquella suprema Inteligencia que encierra en su misma inmensidad el vastísimo imperio de la existencia y del espacio? Pero en torno de vosotros existen mas cercanos testimonios de esta grandeza. ¿No veis esa dilatada region que se estiende entre los cielos y la tierra? A vuestros ojos se presenta vacía; mas¡ cuál será vuestro asombro cuando os convenciereis de que toda está henchida y penetrada de aquella naturaleza activa, benéfica, y á que se da el nombre de elemental, porque parece ocupada perennemente en la sucesiva reproduccion de los entes, y en la conservacion del todo! Allí sabréis como la Juz, emanada del sol, ya se lanza á iluminar el anillo de Saturno y las radiantes cabelleras de los cometas remotísimos, y ya descendiendo sobre nosotros, inunda la tierra en un océano de esplendor. Corpórea, pero impalpable; penetrante hasta traspasar Jos poros del diamante mas duro, pero flexible hasta ceder al encuentro de una plumilla, ella vivifica cuanto existe, y no visible en sí, hace visibles todas las cosas. Simple y inmaculada, ella las colora y cubre de bellas y variadas tintas. Sabe recogerse y estenderse, y ya la veis reunida en esplen dentes manojos, ya suelta y desatada en brillantes hilos. Su solo movimiento produce el calor, y la agitacion del calor este fuego elemental, alma de la naturaleza, que difundido por todos los cuerpos, los penetra, los llena, los dilata, y así reside en la deleznable arcilla, como en el duro pedernal; así en el agua thermal como en el friísimo carámbano. Este agente poderosísimo los mueve y los anima; su influjo los fomenta y vivifica, pero tambien su enojo los destruye y anonada, ora sea que anunciado por el trueno caiga desde las nubes á derrocar las altas torres, ora que desgarrando las entrañas de la tierra, reviente por las nevadas cumbres para sepultar en rios de lava y ceniza los bosques y los campos, las solitarias alque: v las ciudades populosas.

El aire le alimenta: el aire, otro flúido elemental, invisible, movible, elástico por escelencia, y grave y velocísimo. En él como en un golfo inmenso, náda sumergida la tierra. Un dia conoceréis como la estrecha y abraza por todas partes, y co mo gravita sobre ella y la sostiene y como la sigue constante en su diurno y anual movimiento. Por él respiran los entes animados; por él alienta la vegetacion y se renueva todos los años, y á él deben todos los cuerpos solidez, sonoridad y armonía. Por él el hombre anuncia la serenidad y las tormentas, y por él mide la elevacion, y compara la temperatura de los climas. Su movimiento forma los vientos salutíferos, purificadores de la atmósfera, y conservadores de la existencia y la vida. ¡Cuán benéficos y regalados cuando en las mañanas de primavera cubren de flores los valles y colinas, ó en las tardes de estío difunden el refrigerio sobre los campos abrasados! Pero ¡ cuán terribles, si rotas alguna vez sus cadenas, se precipitan á conmover los cielos, y llamando las tempestades turban y sublevan el vasto imperio de los mares!

Estos mares son abastecidos por el agua, otro benéfico elemento, líquido, diáfano, y siempre ansioso del equilibrio; que ya se congrega en las nubes para descender suelta en lluvias y rocíos, ó coagulada en nieves y granizos; ya se deposita en el corazon de los montes para brotar en fuentes y arroyos, abastecer lagos y rios, y despues de haber llenado la tierra de fecundidad, y los vivientes de salud y alegría, sumirse en el inmenso Océano; en el Océano, lleno tambien de riqueza y de vida, que enlaza y acerca los separados continentes, y forma aquel estendido vínculo de comunicacion que el Dios omnipo tente quiso establecer entre la especie humana, y que en vano pretende desatar la loca ambicion de los hombres.

Estos séres purísimos, tan diferentes en sus propiedades; que siguen tan constantemente la ley que les fué impuesta por el Criador; que siguiéndola, concurren á la continua reproduccion de los demas séres, y que perpetuan la naturaleza, aun cuando parece que amenazan su destruccion, ¡cuán admirable materia no ofrecerán á vuestro estudio!

Pero nacidos para vivir sobre la tierra, ella es la que os presentará los objetos mas dignos de vuestra contemplacion. ¿Qué nos importaria el conocimiento de los séres superiores, si no

prolongados de inquietud y amargura? Se balla acaso entre el sudor y las fatigas de la caza, ó en la zozobra y angustiosa incertidumbre del juego? Se halla en aquel continuo vaguear de calle en calle, con que veis á algunos hombres indolentes andar acá y allá todo el dia, aburridos con el fastidio, y agobiados con el peso de su misma ociosidad? No, hijos mios: si algo sobre la tierra merece el nombre de felicidad, es aquella interna satisfaccion, aquel íntimo sentimiento moral, que resulta del empleo de nuestras facultades en la indagacion de la verdad, y en la práctica de la virtud. ¿Y qué otros estudios escitarán mejor esta pura satisfaccion, este delicioso sentimiento, que los del literato? Aun aquellos que los sabios presutuosos motejan con el nombre de frívolos y vanos, concurren á mejorar é ilustrar su alma. La poesía misma, entre sus dulces ficciones y sabias alegorías, le brinda á cada paso con sublimes ideas y sentimientos, que enterneciéndola y elevándola, la arrancan de las garras del torpe vicio, y la fuerzan á adorar la virtud y seguirla; y mientras la elocuencia, adornando con amable colorido sus victoriosos raciocinios, le recomienda los mas puros sentimientos y los ejemplos mas ilustres de virtud y honestidad, la historia le presenta en augusta perspectiva, con las verdades y los errores, y las virtudes y los vicios de todos los siglos, aquella rápida vicisitud con que la eterna Providencia levanta los imperios y las naciones, y los abate, y los rae de la faz de la tierra. Y si en este magnifico teatro ve al mayor número de los hombres arrastrados por la ambicion y Ja codicia, tambien le consuelan aquellos pocos modelos de virtud que descuellan acá y allá en el campo de la historia, como en un bosque devorado por las llamas tal cual roble salvado del incendio por su misma proceridad.

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Y por ventura no pertenece tambien la filosofía á los estudios del literato? Sí, hijos mios: esta es su mas noble provincia. No la creais agena ni distante de ellos; porque todo está unido y enlazado en el plan de los conocimientos humanos. ¿Por ventura podrémos tratar de la espresion de nuestras ideas, sin analizar su generacion? Ni analizarla, sin encontrar con el origen de nuestro sér? Ni contemplar este sér, sin subir á aquel alto supremo orígen que es fuente de todos los séres, como de todas las verdades? Ved aquí, pues, el alto

punto á que quisiera conduciros por medio de esta nueva enseñanza. Corred á él, hijos mios: apresuraos sobre todo hácia aquella parte sublime de la filosofía que nos enseña á conocer al Criador, y á conocernos á nosotros mismos, y que sobre el conocimiento del sumo bien establece todas las obligaciones naturales y todos los deberes civiles del hombre.

Estudiad la ética : en ella encontraréis aquella moral purísima, que profesaron los hombres virtuosos de todos los siglos, que despues ilustró, perfeccionó y santificó el Evangelio, y que es la cima y el cimiento de nuestra augusta religion. Su guia es la verdad, y su término la virtud. Ah! ¿por qué no ha de ser este tambien el sublime fin de todo estudio y enseñanza? Por qué fatalidad en nuestros institutos de educacion se cuida tanto de hacer á los hombres sabios, y tan poco de hacerlos virtuosos? Y por qué la ciencia de la virtud no ha de tener tambien su cátedra en las escuelas públicas?

¡ Dichoso yo, hijos mios, si pudiere establecerla algun dia, y coronar con ella vuestra enseñanza y mis deseos! Las obras de Platon y de Epitecto, las de Ciceron y Séneca ilustrarán vuestro espíritu é inflamarán vuestro corazon. Nuestra religion sacrosanta elevará vuestras ideas, os dará moderacion en la prosperidad, fortaleza en la tribulacion, y la justicia de principios y de sentimientos que caracterizan la virtud verdadera. Cuando llegueis á esta elevacion, sabréis cambiar el peligroso mando por la virtuosa obscuridad, entonar dulces cánticos en medio de horrorosos tormentos, ó morir adorando la divina Providencia, alegres en medio del infortunio.

Otra pronunciada en el mismo Instituto Asturiano, sobre el estudio de las ciencias naturales, que se podria intitular: Meditacion sobre los seres criados y sus relaciones con Dios y el hombre, consideradas en el órden de la naturaleza (39).

SEÑORES:

DESPUES de haber pagado á la venerable memoria de nuestro difunto Director el tributo de gratitud y de lágrimas (40), que era tan debido á sus virtudes, como á su celo y vigilancia paternal; despues de haber coronado á los alumnos que lidia

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