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ron con mas ventaja en el certmáen de ingenio y aplicacion que habeis sostenido ; despues de haber satisfecho así la espectacion del público: vamos al fin á presentarle el último de los títulos que nos deben asegurar de su benevolencia; vamos á anunciarle que hoy es el dia señalado para abrir la enseñanza de ciencias naturales; aquella enseñanza que debe ser término de vuestros estudios, que lo ha sido siempre de nuestros deseos, y que lo será un dia de la prosperidad y la gloria de nuestro Instituto.

Cuanto sea el gozo que inunda mi alma al haceros este precioso anuncio, vosotros mismos lo podeis inferir del afan con que he procurado acelerarle, y de la constancia con que combatí los estorbos que le retardaban. Cedieron todos por fin, y mi corazon se siente penetrado de ternura al considerar por cuan raros y desusados caminos plugo á la divina Providencia conducirme á este alegre y bienhadado instante. ¿ Por ventura habrán caido ya de vuestra memoria aquellos dias de sorpresa y de angustia, en que súbitamente arrancado de vuestra presencia, me ví llevar por un impulso irresistible á otro destino tan superior á mis fuerzas como lo era á mis deseos? O no habréis echado de ver el ansia con que volví á vosotros, desde que me fué dado recobrar mis antiguas y gloriosas funciones? Sí, hijos mios. en su desempeño habia puesto yo toda mi gloria, y la pongo todavía. Porque, ¿cuál otra puede ser mas ilustre? Cuál otra mas agradable á un verdadero amigo del público, que la de ilustrar el espíritu y perfeccionar el corazon de una preciosa juventud, que es la mejor esperanza de nuestra patria ?

Ni creais que lo diga por orgullo, ni por ostentacion de mi celo; aunque no os esconderé que mi alma apenas acierta á resistir aquella inocente vanidad que alguna vez se mezcla al ejercicio de la beneficencia pública. Dígolo solamente para congratularme con vosotros en el advenimiento de este dia, cuya gloria es de todos, porque todos habeis cooperado conmigo á su logro: dígolo para fijarle mas bien en vuestra memoria, como una época de nueva y provechosa ilustracion, que abrimos hoy á nuestra posteridad: dígolo, en fin, para so lemnizarle como un dia de renovacion y de esperanza, en que llamados al estudio de la naturaleza, vais á domiciliar en este

suelo las preciosas verdades en que está cifrada la prosperidad de los pueblos, y la perfeccion de la especie humana (41).

Pero haciéndoos este anuncio, el amor que os profeso y la obligacion que me impone la confianza del Soberano me llaman á discurrir un rato con vosotros acerca de la importancia del estudio que vais á emprender. Yo invoco en su favor toda vuestra atencion, todo vuestro celo; su novedad, su grandeza, su misma incertidumbre exigen de vosotros una aplicacion constante, una meditacion profunda, una paciencia heróica. Los cielos, la tierra, cuanto alcanza la vasta estension del universo, será materia de vuestra contemplacion; pero este admirable, este inmenso objeto, desenvuelto ante vuestros ojos, y sometido al parecer á la jurisdiccion de vuestros sentidos, está mudo y silencioso para vosotros; nada dice todavía á vuestra razon, y nada le dirá mientras no la pongais en comercio con la naturaleza misma. Couocerla, para perfeccionar vuestro sér; aplicar este conocimiento al socorro de vuestras necesidades, al servicio de vuestra patria, y al bien del género humano: ved aquí el fin de la nueva ciencia á que os preparais. Ella es la ciencia del hombre, la que califica todas las demas, y en la que todas buscan su complemento; y es, en fin, la que perfeccionando vuestros estudios, cerrará gloriosamente el círculo de vuestra educacion.

Acaso alguno de vosotros, desvanecido con los sublimes conocimientos de la matemática, se creerá capaz de penetrar al santuario de la naturaleza; però habeis de saber que estais muy lejos todavía de sus umbrales. Son por cierto muy importantes y provechosas las verdades que habeis alcanzado; pero serán estériles mientras no las aplicareis á la investigacion de la naturaleza. Conoceis ya la cantidad y la estension, grandes y esenciales propiedades de la materia; pero solo las conoceis en abstracto, y como separadas de los cuerpos. Teneis que investigarlas como unidas, y como inseparables de ellos, y con todo nada alcanzaréis de la naturaleza mientras no la observareis en los cuerpos mismos, ¿Qué importa que podais calcular la rápida sucesion del tiempo, la inmensa estension del espacio, la direccion y los progresos del movimiento, si el movimiento, el espacio, el tiempo son unos séres ideales y abstractos, unos séres que no existen; si son nada, mientras no los considereis

como medida del estado y sucesion de los entes reales? Debeis pues contemplar estos entes en sí mismos, observar su accion y sus mudanzas ó fenómenos, y subiendo desde ellos á sus causas, investigar aquellas eternas y constantes leyes que la sabiduría del Criador dictó á la naturaleza para la inmutable conservacion de su grande obra.

Y ved aquí porque los antiguos, abandonando este camino de investigacion, han delirado tanto en la filosofía natural, Bien conocieron que su objeto era el universo; pero asombrados de su inmensidad, buscaron algun breve camino de descubrir las leyes que le regian. Investigarlas en la innumerable muchedumbre de séres que abraza pareció inaccesible á la constancia y á las fuerzas del espíritu humano. ¿No era mas fácil y mas gloriosa empresa subir derechamente á ellas, buscándolas en su misma razon? Esto juzgaron y esto hicieron, y en vez de consultar los hechos, inventaron hipótesis, sobre las hipótesis levantaron sistemas, y desde entonces todo fué sueño é ilusion en la filosofía natural. Cual señaló el fuego por principio universal de las cosas, como Zoroastro, fundador de la filosofía oriental; cual el agua como Thales, padre de la filosofía griega; Pitágoras, admirando el órden del universo, le derivó de su armonía; y Zenon, viendo solo un aparente desórden, le atribuyó á la casual reunion de los átomos. ¿Quién apurará los sueños de los antiguos corifeos de la filosofía? Cada uno forjaba un sistema, cada uno le pretendia demostrar á fuerza de raciocinios. El arte de disputar se hizo el grande instrumento de los filósofos: las ciencias esperimentales se convirtieron en especulativas, y desde entonces el universo fué entregado al gobierno de agentes invisibles, de fuerzas inherentes, y de cualidades ocultas. Así que, mientras el espíritu de partido multiplicaba estas ilusiones y las defendia, la naturaleza, abandonada á las disputas y caprichos de las sectas, parecia haber vuelto al caos tenebroso de donde saliera el primero de los dias.

Tal era el aspecto de la filosofía natural cuando Aristóteles, rigiendo sus cielos cristalinos por la mano de supremas inteligencias, y sujetando nuestro globo á sus tres famosos principios, negando cantidad y cualidad á la materia, para dársela á

forma, y atribuyendo existencia real á las formas universa

les, echó los fundamentos del Peripato, destinado á dominar la tierra. Las conquistas de Alejandro llevaron su doctrina por el Asia y la India, y le dieron autoridad en Grecia; las de Roma la difundieron por el orbe latino; y despues de haber triunfado del Platonismo, ora llevada al imperio de la media Luna, ora traida y canonizada por las escuelas generales de Europa, estendió al fin por todas partes su influjo, y le supo conservar casi hasta nuestros dias.

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No os detendré yo en la esposicion de unos errores que la antorcha de la esperiencia ha descubierto ya, y casi desterrado del mundo; básteos reflexionar que Aristóteles fué menos funesto á la filosofía por sus doctrinas que por sus métodos. ¿Cuál de los antiguos, y aun de los modernos filósofos, se gloriará de no haber pagado su tributo al error? Pero el método de investigacion señalado por Aristóteles estravió la filosofía del sendero de la verdad. Este método era precisamente lo contrario de lo que debió ser, pues que trataba de establecer leyes generales para esplicar los fenómenos naturales, cuando solo de la observacion de estos fenómenos podia resultar el descubrimiento de aquellas leyes. Es sin duda muy ingenioso su sistema de categorías y predicamentos, y lo es tambien el artificio de sus silogismos; pero la aplicacion de uno y otro fue equivocada y perniciosa. Su método sintético es admirable para convencer el error, pero no para descubrir la verdad; es admirable para comunicarla, pero inútil para inquirirla; y cuando la indulgente sabiduría perdonare á este gran filósofo los errores que introdujo en su imperio, ¿cómo le perdonará el haber cegado sus caminos y atrancado sus puertas?

La gloria de abrirlas de par en par estaba reservada al sublime genio de Bacon. El fué quien con intrépida resolucion y fuerte brazo quebrantó los cerrojos que tantos esfuerzos y tantos siglos no pudieron descorrer; él fué quien aterró al monstruo de las categorías, y sustituyendo la inducción al silcgismo, y el análisis á la síntesis, allanó el camino de la investigacion de la verdad, y franqueó las avenidas de la sabiduría; el fué quien primero enseñó á dudar, á examinar los hechos, y á inquirir en ellos mismos la razon de su existencia y sus fenómenos. Así ató el espíritu á la observacion y la esperiencia: así le forzó á estudiar sus resultados, y á seguir, compa

rar y reunir sus analogías; y así, llevándole siempre de los efectos á las causas, le hizo columbrar aquellas sabias admirables leyes que tan constantemente obedece el universo.

Por tan segura y gloriosa senda entraron á explorar la naturaleza los hombres célebres cuyos pasos debeis seguir, y cuyos descubrimientos darán tan amplia materia á vuestro estudio. Sus útiles trabajos, ilustrando la generacion á que perteneceis, le dieron un derecho á mas altos y provechosos conocimientos. Buscándolos vosotros, reconoceréis por todas partes los caminos que anduvieron, las huellas que dejaron estampadas en las vastas regiones del universo. Allí veréis como Copérnico, desbaratando los cielos de Hiparco y Ptolomeo, se atrevió á restituir el sol al centro del mundo, y fijar para siempre allí su inmóvil trono; y como Keplero en torno de él señaló nuevas vias á los planetas, y disipó las sabias ilusiones de su maes tro Tico, en tanto que Harelio espiaba los inconstantes pasos de la luna, y subia hasta ella para contar sus valles, medir sus montes, y determinar el espacio de sus mares ; y el gran Newton se alzaba sobre la candente masa del sol para regir desde ella los escuadrones celestes. Allí veréis á Galileo y Hugens ensanchar con la fuerza de su telescopio aquel brillante imperio que debian poblar despues el sabio Cassini y el laborioso Herschel, mientras Descártes sometia el de la tierra á su sublime geometría; Leibnitz penetraba hasta las primeras moléculas de la materia; Torricelli encadenaba el aliento para pesarle en su balanza; Franklin estudiaba el fuego para apoderarse del rayo, y Priestley descomponia el aire para conocer su varia índole y su fuerza portentosa. Allí hallaréis á la intrépida cohorte de los químicos destruyendo para reedificar, y desmoronando las obras de la naturaleza para observar sus materiales, penetrar sus elementos, y remedar sus operaciones. Allí veréis como mas atentos otros á recoger hechos que á sacar inducciones, se derramaron por todos los ángulos de nuestro globo para ilustrar su historia. Como Kleint conversó con los cuadrúpedos, Adanson con los que cruzan la region del aire, y Yonston y Lacepede con los que surcan las aguas. Como Reaumur se abatió hasta la rastrera república de los insectos, y Rondelet hasta las conchas moradoras de las desiertas playas. Nada, nada quedó por observar; nada por describir desde

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