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de engendros, de monstruos y vestiglos literarios, con que mal gusto de los pasados siglos infestó la república de las letras. Entonces, comparando la necesidad que tenemos de buena y provechosa doctrina con el breve período que nos es dado para adquirirla, condenarémos de una vez á las llamas y al eterno olvido tantos enigmas, sofismas y sutilezas, tantas fábulas y patrañas y supercherías, tanta paradoja, tanta inmundicia, tanta sandez y necedad, como se han amontonado en la enorme enciclopedia de la barbarie y de la pedantería.

Esto deberá la educacion pública á la reunion de las ciencias con la literatura; esto le deberá la vuestra. Alcanzadlo, y cualquiera que sea vuestra vocacion, vuestro destino, apareceréis en el público como miembros dignos de la nacion que os instruye; que tal debe ser el alto fin de vuestros estudios. Porque ¿qué vale la instruccion que no se consagra al provecho comun? No, la patria no os apreciará nunca por lo que supiereis, sino por lo que hiciereis. ¿Y de qué servirá que atesoreis muchas verdades, si no las sabeis comunicar?

Ahora bien para comunicar la verdad es menester persuadirla, y para persuadirla hacerla amable. Es menester despojarla del oscuro científico aparato, tomar sus mas puros y claros resultados, simplificarla, acomodarla á la comprension general, é inspirarle aquella fuerza, aquella gracia que fijando la imaginacion cautiva victoriosamente la atencion de cuantos la oyen.

¿Y á quién os parece que se deberá esta victoria sino al arte de bien hablar? No lo dudeis: el dominio de las ciencias se ejerce solo sobre la razon: todas hablan con ella, con el corazon ninguna; porque á la razon toca el asenso, y á la voluntad el albedrío. Aun parece que el corazon, como celoso de su independencia, se revela alguna vez contra la fuerza del raciocinio, y no quiere ser rendido ni sojuzgado sino por el sentimiento. Ved, pues, aquí el mas alto oficio de la literatura, á quien fué dado el arte poderoso de atraer y mover los corazones, de encenderlos, de encantarlos, y sujetarlos á su imperio.

Tal es la fuerza de su hechizo, y tal será la del hombre que á una sólida instruccion uniere el talento de la palabra, perfeccionado por la literatura. Consagrado al servicio público,

¿con cuánto esplendor no llenará las funciones que le confiare la patria? Mientras las ciencias alumbren la esfera de accion en que debe emplear sus talentos; mientras le hagan ver en toda su luz los objetos del público interés que debe promover, y los medios de 'alcanzarlos, y los fines á que debe conducirlos, la literatura le allanará las sendas del mando. Dirigiendo ó exhortando, hablando ó escribiendo, sus palabras serán siempre fortificadas por la razon, ó endulzadas por la elocuencia; y escitando los sentimientos y captando la voluntad del público, le asegurarán el asenso y la gratitud universal.

Comparemos con este hombre respetable uno de aquellos sabios especulativos, que desdeñando tan precioso talento, deben tal vez á la incierta opinion de sus teorías la entrada á los empleos públicos. Veréis que sus estudios no le inspiran otra pasion que el orgullo, otro sentimiento que el menospre cio, otra aficion que el retiro y la soledad; pero al emplear sus talentos, vedle en un pais desconocido, en que ni descubre la esfera de su accion, ni la estension de sus fuerzas, ni atina con los medios de mandar ni con los de hacerse obedecer. Abstrac to en los principios, inflexible en sus máximas, enemigo de la sociedad, insensible á las delicias del trato; si alguna vez los deberes de urbanidad le arrancan de sus nocturnas lucubraciones, aparecerá desaliñado en su porte, embarazado en su trato, taciturno ó importunamente misterioso en su conversacion, como si solo hubiese nacido para ser espantajo de la sociedad y baldon de la sabiduría.

Pero la literatura, enemiga del mando, y amartelada de la dulce independencia, se acomoda mucho mejor con la vida privada, y en ella se recrea, y en ella ejerce y desenvuelve sus gracias. Mientras los conocimientos científicos, levantados en su alta atmósfera, se desdeñan de bajar hasta el trato y conversacion familiar, ó son desdeñados de ella, veréis que la erudicion pule y hace amable este trato, le adorna, le perfec ciona, y concurre así al esplendor de la sociedad, y tambien al provecho. Sí, señores: tambien al provecho. ¿Por ventura es la sociedad otra cosa que una gran compañía, en que cada uno pone sus fuerzas y sus luces, y las consagra al bien de los demás? Cortés, amigable, espresivo en sus palabras, ninguno obligará, ninguno persuadirá mejor; cariñoso, tierno, com

pasivo en sus sentimientos, ninguno será mas apto para dirigiry consolar; leno de amabilidad y dulzura en su porte, y de gracia y de policía en sus palabras, ¿quién mejor entretendrá, complacerá y conciliará á sus semejantes?

Y ved aquí porque el hombre adornado de estos talentos agradables y conciliatorios será siempre el amigo y el consuelo de los demás. ¿Quién resistirá al imperio de su espresion? Llena de vigor y atractivos, siempre amena é interesante, siempre oportuna y acomodada á la materia presentada por la ocasion, le atraerá sin arbitrio la atencion y el aplauso de sus oyentes; y ora narre y esponga, ora reflexione y discurra, ora ria, ora sienta, le veréis ser siempre el alma de las conversa. ciones, y la delicia de los concurrentes.

Pero ah! que mas de una vez le arrojarán de ellas la igno. rancia y mala educacion. Ah! que atormentado del estúpido silencio, de la grosera chocarrería, de la mordaz y ruin maledicencia, que suele reinar en ellas, se acogerá mas de una vez á su dulce retiro; pero seguidle, y veréis cuantos encantos tiene para él la soledad. Allí, restituido á sí mismo y al estudio y á la contemplacion que hacen su delicia, encuentra aquel inocente placer, cuya inefable dulzurą solo es dado sentir y gozar á los amantes de las letras. Allí en dulce comercio con las Musas, pasa independiente y tranquilo las plácidas horas, rodeado de los ilustres genios que las han cultivado en todas las edades. Alli sobre todo ejercita su itnaginacion, y alli es donde esta imperiosa facultad del espíritu humano, volando libremente por todas partes, llena su alma de grandes ideas y sentimientos ya la enternece ó eleva, ya la conmueve ó inflama, hasta que arrebatándola sobre las alas del fogoso entusiasla levanta sobre toda la naturaleza á un nuevo universo, leno de maravillas y de encantos, donde se goza extasiada entre los entes imaginarios que ella misma ha creado.

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Alguno me dirá que todo es una ilusion, y es verdad; pero es una ilusion inocente, agradable, provechosa. Y ¿qué bien, qué gozo del mundo no es una ilusion sobre la tierra? Es acaso otra cosa lo que se llama en él felicidad? Acaso la encuentra mas seguramente el hombre ambicioso en la devorante sed de gloria, de mando y de oro, ó el sensual en la intemperancia, que paga brevísimos instantes de gozo con plazos

prolongados de inquietud y amargura ? Se halla acaso entre el sudor y las fatigas de la caza, ó en la zozobra y angustiosa incertidumbre del juego? Se halla en aquel continuo vaguear de calle en calle, con que veis á algunos hombres indolentes andar acá y allá todo el dia, aburridos con el fastidio, y agobiados con el peso de su misma ociosidad? No, hijos mios: si algo sobre la tierra merece el nombre de felicidad, es aquella interna satisfaccion, aquel íntimo sentimiento moral, que resulta del empleo de nuestras facultades en la indagacion de la verdad, y en la práctica de la virtud. ¿Y qué otros estudios escitarán mejor esta pura satisfaccion, este delicioso sentimiento, que los del literato? Aun aquellos que los sabios presutuosos motejan con el nombre de frívolos y vanos, concurren á mejorar é ilustrar su alma. La poesía misma, entre sus dulces ficciones y sabias alegorías, le brinda á cada paso con sublimes ideas y sentimientos, que enterneciéndola y elevándola, la arrancan de las garras del torpe vicio, y la fuerzan á adorar la virtud y seguirla; y mientras la elocuencia, adornando con amable colorido sus victoriosos raciocinios, le recomienda los mas puros sentimientos y los ejemplos mas ilustres de virtud y honestidad, la historia le presenta en augusta perspectiva, con las verdades y los errores, y las virtudes y los vicios de todos los siglos, aquella rápida vicisitud con que la eterna Providencia levanta los imperios y las naciones, y los abate, y los rae de la faz de la tierra. Y si en este magnifico teatro ve al mayor número de los hombres arrastrados por la ambicion y Ja codicia, tambien le consuelan aquellos pocos modelos de virtud que descuellan acá y allá en el campo de la historia, como en un bosque devorado por las llamas tal cual roble salvado del incendio por su misma proceridad.

¿Y por ventura no pertenece tambien la filosofía á los estudios del literato? Sí, hijos mios: esta es su mas noble provin cia. No la creais agena ni distante de ellos; porque todo está unido y enlazado en el plan de los conocimientos humanos. ¿Por ventura podrémos tratar de la espresion de nuestras ideas, sin analizar su generacion? Ni analizarla, sin encontrar con el origen de nuestro sér? Ni contemplar este sér, sin subir á aquel alto supremo orígen que es fuente de todos los séres, como de todas las verdades? Ved aquí, pues, el alto

punto á que quisiera conduciros por medio de esta nueva enseñanza. Corred á él, hijos mios: apresuraos sobre todo hácia aquella parte sublime de la filosofía que nos enseña á conocer al Criador, y á conocernos á nosotros mismos, y que sobre el conocimiento del sumo bien establece todas las obligaciones naturales y todos los deberes civiles del hombre.

Estudiad la ética en ella encontraréis aquella moral purísima, que profesaron los hombres virtuosos de todos los siglos, que despues ilustró, perfeccionó y santificó el Evangelio, y que es la cima y el cimiento de nuestra augusta religion. Su guia es la verdad, y su término la virtud. Ah! ¿por qué no ha de ser este tambien el sublime fin de todo estudio y enseñanza? Por qué fatalidad en nuestros institutos de educacion se cuida tanto de hacer á los hombres sabios, y tan poco de hacerlos virtuosos? Y por qué la ciencia de la virtud no ha de tener tambien su cátedra en las escuelas públicas?

¡Dichoso yo, hijos mios, si pudiere establecerla algun dia, y coronar con ella vuestra enseñanza y mis deseos! Las obras de Platon y de Epitecto, las de Ciceron y Séneca ilustrarán vuestro espíritu é inflamarán vuestro corazon. Nuestra religion sacrosanta elevará vuestras ideas, os dará moderacion en la prosperidad, fortaleza en la tribulacion, y la justicia de principios y de sentimientos que caracterizan la virtud verdadera. Cuando llegueis á esta elevacion, sabréis cambiar el peligroso mando por la virtuosa obscuridad, entonar dulces cánticos en medio de horrorosos tormentos, ó morir adorando la divina Providencia, alegres en medio del infortunio.

Otra pronunciada en el mismo Instituto Asturiano, sobre el estudio de las ciencias naturales, que se podria intitular: Meditacion sobre los seres criados y sus relaciones con Dios y el hombre, consideradas en el órden de la naturaleza (39).

SEÑORES:

DESPUES de haber pagado á la venerable memoria de nuestro difunto Director el tributo de gratitud y de lágrimas (40), que era tan debido á sus virtudes, como á su celo y vigilancia paternal; despues de haber coronado á los alumnos que lidia

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