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las artes que con varios nombres han distinguido los metodistas, y que esencialmente le pertenecen.

¿Y por qué no podré yo combatir aquí uno de los mayores vicios de nuestra vulgar educacion, el vicio que mas ha retardado los progresos de las ciencias y los del espíritu humano? Sin duda que la subdivision de las ciencias, así como la de las artes, ha contribuido maravillosamente á su perfeccion. Un hombre consagrado toda su vida á un solo ramo de instruccion, pudo sin duda emplear en ella mayor meditacion y estudio; pudo acumular mayor número de observaciones y esperiencias, y atesorar mayor suma de luces y conocimientos. Así es como se formó y creció el árbol de las ciencias: así se multiplicaron y estendieron sus ramas; y así como nudrida y fortificada cada una de ellas pudo llevar mas sazonados y abundantes frutos.

Mas esta subdivision, tan provechosa al progreso, fué muy funesta al estado de las ciencias; y al paso que estendia sus límites, iba dificultando su adquisicion, y trasladada á la enseñanza elemental, la hizo mas larga y penosa, si ya no imposible y eterna. ¿ Cómo es que no se ha sentido hasta ahora este inconveniente? Cómo no se ha echado de ver que truncado el árbol de la sabiduría, separada la raiz de su tronco, y del tron. co sus grandes ramas, y desmembrando y esparciendo todos sus vástagos, se destruia aquel enlace, aquella íntima union que tienen entre sí todos los conocimientos humanos, cuya intuicion, cuya comprehension, debe ser el único fin de nuestro estudio, y sin cuya posesion todo saber es vano?

¿Y cómo no se ha temido otro mas grave mal, derivado del mismo orígen? Ved como multiplicando los grados de la escala científica, detenemos en ellos á una preciosa juventud, que es la esperanza de las generaciones futuras, y como cargando su memoria de impertinentes reglas y preceptos, le hacemos consagrar á los métodos de inquirir la verdad el tiempo que debiera emplear en alcanzarla y poseerla. Así es como se le prolonga el camino de la sabiduría, sin acercarla nunca á su término; así es como en vez de amor, le inspiramos tedio y aversion á unos estudios en que se siente envejecer sin provecho; y así tambien como se llena, se plaga la sociedad de tan tos hombres vanos y locuaces que se abrogan el título de sa

bios, sin ninguna luz de las que ilustran el espíritu, sin ningun sentimiento de los que mejoran el corazon. Para huir de este escollo, así como hemos reducido al curso de matemáticas los elementos de todas las ciencias exactas, y al de física los de to das las naturales, reducirémos al de buenas letras cuanto pertenece á la espresion de nuestras ideas. ¿Por ventura es otro el oficio de la gramática, retórica y poética, y aun de la dialéctica y lógica, que el de espresar rectamente nuestras ideas? ¿Es otro su fin que la exacta enunciacion de nuestros pensamientos por medio de palabras claras, colocadas en el órden y serie mas convenientes al objeto y fin de nuestros discursos?

Pues tal será la suma de esta nueva enseñanza. Ni temais que para darla oprimamos vuestra memoria con aquel fárrago importuno de definiciones y reglas, á que vulgarmente se han reducido estos estudios. No por cierto: la sencilla lógica del lenguaje, reducida á pocos y luminosos principios, derivados del purísimo orígen de nuestra razon, ilustrados con la ob servacion de los grandes modelos en el arte de decir, harán la suma de vuestro estudio. Corto será el trabajo; pero si vuestra aplicacion correspondiere á nuestros deseos y al tierno desvelo del laborioso profesor que está encargado de vuestra enseñanza, el fruto será grande y copioso.

Mas por ventura, al oirme hablar de los grandes modelos, preguntará alguno si trato de empeñaros en el largo y penoso estudio de las lenguas muertas, para transportaros á los siglos y regiones que los han producido. No, señores: confieso que fuera para vosotros de grande provecho beber en sus fuentes purísimas los sublimes raudales del genio que produjeron Grecia y Roma. Pero valga la verdad: ¿seria tan preciosa esta ventaja, como el tiempo y ímprobo trabajo que os costaria alcanzarla? Hasta cuando ha de durar esta veneracion, esta ciega idolatría, por decirlo así, que profesamos á la antigüedad? Porqué no habemos de sacudir alguna vez esta rancia preocupacion, á que tan neciamente esclavizamos nuestra razon, y sacrificamos la flor de nuestra vida?

Lo reconozco, lo confieso de buena fe: fuera necedad negar la escelencia de aquellos grandes modelos. No, no hay entre nosotros, no hay todavía en ninguna de las naciones sabias

cosa comparable á Homero y Pindaro, ni á Horacio y el Mantuano; nada que iguale á Xenofonte y Tito Livio, ni á Demóstenes y Ciceron. Pero ¿ de dónde viene esta vergonzosa diferencia? Por qué en las obras de los modernos, con mas sabiduría, se halla menos genio que en las de los antiguos? Y por qué brillan mas los que supieron menos? La razon es clara, dice un moderno: porque los antiguos crearon, y nosotros imitamos; porque los antiguos estudiaron en la naturaleza, y nosotros en ellos. ¿Por qué, pues, no seguirémos sus huellas? Y si queremos igualarlos, ¿por qué no estudiarémos como ellos? He aquí en lo que debemos imitarlos.

Y he aquí tambien á donde deseamos guiaros por medio de esta nueva enseñanza. Su fin es sembrar en vuestros ánimos las semillas del buen gusto en todos los géneros de decir. Para formarle, para hacerlas germinar, hartos modelos escogidos se os pondrán á la vista, de los antiguos en sus versiones, y de los modernos en sus originales. Estudiad las lenguas vivas ; estudiad sobre todo la vuestra; cultivadla; dad mas á la observacion y á la meditacion, que á una infructuosa lectura ; y sacudiendo de una vez las cadenas de la imitacion, separaos del rebaño de los metodistas y copiadores, y atreveos á subir á la contemplacion de la naturaleza. En ella estudiaron los hombres célebres de la antigüedad, y en ella se formaron y descoIlaron aquellos grandes talentos en que tanto como su escelencia, admiramos su estension y generalidad. Juzgadlos, no ya por lo que supieron y dijeron, sino por lo que hicieron ; y veréis de cuanto aprecio no son dignos unos hombres que parecian nacidos para todas las profesiones y todos los empleos, y que como los soldados de Cadmo brotaban del seno de la tierra armados y preparados á pelear, así salian ellos de las manos de sus pedagogos á brillar sucesivamente en todos los destinos y cargos públicos. Ved á Péricles, apoyo y delicia de Atenas, por su profunda política y por su victoriosa elocuencia, al mismo tiempo que era por su sabiduría el ornamento del Liceo, así como por su sensibilidad y buen gusto el amigo de Sófocles, de Fidias y de Aspasia. Ved á Ciceron mandando ejércitos, gobernando provincias, aterrando á los facciosos, y salvando la patria, mientras que desenvolvia en sus oficios y en sus academias los sublimes preceptos de la mo

ral pública y privada: á Xenofonte dirigiendo la gloriosa retirada de los diez mil, é inmortalizándola despues con su pluma: á César lidiando, orando y escribiendo con la misma sublimidad; y á Plinio, asombro de sabiduría, escudriñando entre los afanes de la magistratura y de la milicia los arcanos de la naturaleza, y describiendo con el pincel mas atrevido sus riquezas inimitables.

Estudiad vosotros como ellos el universo natural y racional, y contemplad como ellos este gran modelo, este sublime tipo de cuanto hay de bello y perfecto, de majestuoso y grande en el órden físico y moral, que así podréis igualar á aquellas ilustres lumbreras del genio. ¿Quereis ser grandes poetas? Observad como Homero á los hombres en los importantes trances de la vida pública y privada, ó estudiad como Eurípides el corazon humano en el tumulto y fluctuacion de las pasiones, ó contemplad como Teócrito y Virgilio, las deliciosas situaciones de la vida rústica. ¿Queréis ser oradores elocuentes, historiadores disertos, políticos insignes y profundos ? Estudiad, indagad como Hortensio y Tulio, como Salustio y Tácito, aquellas secretas relaciones, aquellos grandes y repentinos movimientos con que una mano invisible, encadenando los humanos sucesos, compone los destinos de los hombres, y fuerza y arrastra todas las vicisitudes políticas. Ved aquí las huellas que debeis seguir ; ved aquí el gran modelo que debeis imitar. Nacidos en un clima dulce y templado, y en un suelo en que la naturaleza reunió á las escenas mas augustas y sublimes, las mas bellas y graciosas: dotados de un ingenio firme y penetrante, y ayudados de una lengua llena de majestad y de armonía, si la cultivareis, si aprendiereis á emplearla dignamente, cantaréis como Píndaro, narraréis como Tucídides, persuadiréis como Sócrates, argüiréis como Platon y Aristóteles, y aun demostraréis con la victoriosa precision de Euclides.

¡Dichoso aquel que aspirando á igualar á estos hombres célebres, luchare por alcanzar tan preciosos talentos! Cuánta gloria, cuánto placer no recompensará sus fatigas ! Pero si una falsa modestia entibiare en alguno de vosotros el inocente deseo de fama literaria ; si la pereza le hiciere preferir mas humildes y fáciles placeres, no por eso crea que el estudio que

le propongo es para él menos necesario. Porque ¿quién no le habrá menester para su provecho y conducta particular? Creedine la exactitud del juicio, el fino y delicado discernimiento; en una palabra, el buen gusto que inspira este estu dio, es el talento mas necesario en el uso de la vida. Lo es no solo para hablar y escribir, sino tambien para oir y leer; y aun me atrevo á decir, que para sentir y pensar porque habeis de saber, que el buen gusto es como el tacto de nuestra razon; y á la manera que tocando y palpando los cuerpos nos enteramos de su estension y figura, de su blandura ó duresa, de su aspereza ó suavidad, así tambien tentando ó examinando con el criterio del buen gusto nuestros escritos ó los agenos, descubrimos sus bellezas ó imperfecciones, y juzgamos rectamente del mérito y valor de cada uno.

Este tacto, este sentido crítico, es tambien la fuente de todo el placer que escitan en nuestra alma las producciones del genio, así en la literatura como en las artes; y esta deliciosa sen. sacion es siempre proporcionada al grado de exactitud con que distinguimos sus bellezas de sus defectos. El es el que nos ele va con los sublimes raptos de Fr. Luis de Leon, ó nos atormenta con las hinchadas metáforas de Silveira; y él es el que nos embelesa con los encantos del pincel de Murillo, ó nos fastidia con la descarnada sequedad del Greco; por él lloramos con Virgilio y Racine, ó reimos con Moreto y Cervantes; y mientras nos aleja desabridos de la ruidosa palabrería de uu charlatan, nos ata con cadenas doradas á los labios de un hombre elocuente; él, en fin, perfeccionando nuestras ideas y nuestros sentimientos, nos descubre las gracias y bellezas de la naturaleza y de las artes, nos hace amarlas y saborearnos con ellas, y nos arrebata sin arbitrio en pos de sus encantos.

Perfeccionad, hijos mios, este precioso sentido, y él os servirá de guia en todos vuestros estudios, y él tendrá la primera influencia en vuestras opiniones y en vuestra conducta. El pondrá en vuestras manos las obras marcadas con el sello de la verdad y del genio, y arrancará ó hará caer de ellas los abortos del error y de la ignorancia. Perfeccionadle, y vendrá el dia en que difundido por todas partes, y no pudiendo sufrir ni la estravagancia, ni la medianía, ahuyente para siempre de vuestros ojos esta plaga, esta asquerosa colubie de embriones,

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