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DISCURSO

Pronunciado en la Sociedad de Amigos del Pais del Principado de Asturias (19).

SEÑORES:

Si el amor de la patria fuese en mi un sentimiento estéril y subordinado al amor propio, como suele ser por desgracia aquel de que la mayor parte de los hombres se gloria, difícilmente pudiera persuadiros que en este instante, y en medio de tantos y tan distinguidos patriotas, escita en mi corazon una muchedumbre de sentimientos, mas fáciles de percibir que de esplicar; pero como hablo á una asamblea de personas que animadas del mismo afecto, ni pueden desconocer las verdaderas señas del amor patriótico, ni ignorar los efectos que produce en los corazones que inflama, no tengo empacho de deciros, que todos los esfuerzos de la elocuencia serian insuficientes para hallar palabras bastante significativas con que esplicar las ideas que me inspiran en este momento el lugar en que me hallo, el objeto que me hace hablar, y las personas que me escuchan.

Permitid, pues, que en lugar de un discurso pomposo (que solo pudiera ser fruto de otra imaginacion fria y tranquilamen. te aplicada á ataviarle con los adornos facticios de la elocuencia), os declare sencillamente alguna parte de la dulce satisfaccion que gozo al verme sentado entre vosotros. Permitidme que entregado á los agradables sentimientos que escita en mi corazon vuestra presencia, siga en la esposicion de mis ideas aquel mismo desórden con que atropelladamente se suceden las sensaciones que las producen. Permitidme, en fin, que abriendo mi alma á la muchedumbre de afectos que engendran la amistad, el parentesco y el paisanaje en un corazon nacido para sentirlos con la mayor delicadeza, se ocupe enteramente en gozar las dulzuras de este dichoso instante, en que todo cuanto la rodea concurre á llenarla de la mas pura y sabrosa satisfaccion.

Sí, señores: es instante es para mí completamente dichoso,

no solo porque miro entre vosotros á mis parientes, á mis amigos y paisanos, y á los compañeros de mi niñez y mis primeros estudios, sino principalmente porque estoy sentado entre una porcion escogida de patriotas, seriamente aplicados por el bien y felicidad de mi pais. Muchos de vosotros sois testigos de las ansias con que he deseado la ereccion de esta sociedad: muchos, del gozo con que celebré su solemne aprobacion, y todos del ardor con que he concurrido al complemento de sus útiles designios. Ahora puedo renovar en vuestra presencia estos mismos sentimientos: testificaros de nuevo el deseo que me consume de la felicidad de mi pais, y lo que es para mí de inesplicable complacencia, aseguraros que he visto y observado por mí mismo que ya reside en nuestra patria una gran parte de aquella misma felicidad que todos desea

mos.

En efecto, en el discurso de mi viaje he visto por todas par tes la abundancia y la prosperidad: he visto la agricultura increiblemente estendida; y reducidos á cultivo, no solo las vegas y los valles, sino tambien las hondas cañadas y las altas cimas de los montes. He visto considerablemente aumentada la cria de ganados, y abiertos en los sitios mas ásperos y difíciles una muchedumbre de hermosos prados, que aseguran para lo sucesivo su aumento y subsistencia. He visto introducido el uso de diferentes instrumentos y abonos, y labradas y engrasadas las tierras con un esmero imponderable; y finalmente, he vis to el manantial de riqueza, que producen la aplicacion y el trabajo, en las inmensas porciones de frutos estraidos á los mercados de Castilla, cuyo valor no solo igualará, sino que debe esceder en mucho á los que recibimos de otras provincias.

Y no creais, señores, que son estas las únicas ventajas en que libra Asturias la esperanza de su felicidad. El estado de su industria es igualmente ventajoso, en especial, si hablamos de aquella que por estar abrigada en el seno de las familias, se llama industria popular. Apenas hay consejo en Asturias, donde no se hilen y tejan los lienzos, sayales y paños ordinarios de que se visten sus naturales, y donde no se fabriquen sus ropas, sus calzados, sus muebles, sus instrumentos rústicos, y lo demas necesario para el uso de la vida. De aquí es que

puede asegurarse de Asturias una proposicion, que acaso no podrá verificarse en alguna otra provincia de España; y es, que la subsistencia de su pueblo no pende de otro alguno; porque se alimenta, se viste y calza de su industria y producciones.

Es verdad que bajo de esta palabra pueblo no comprendo yo los propietarios ni gentes acomodadas, cuyo lujo atrae á nuestro pais las producciones de otras provincias. Los vinos y licores; los lienzos, sedas y paños delicados; las alhajas de piedras falsas y preciosas; las obras esquisitas de quincalla, y orfebrería, y en fin, todos los géneros raros y costosos, que son materia del lujo de los particulares, vienen de otras pro vincias por la mayor parte estranjeras. Pero siendo muy corto el número de personas que consumen estas producciones, en comparacion de las innumerables que consumen las obras trabajadas por la industria popular, siempre resultará que, á pesar de la diferencia de los precios que hay de unas y otras, el valor total de las primeras debe ser mucho menor que el de las segundas.

De esta observacion resulta una máxima frecuentemente inculcada por los economistas: y es, que para dar impulso á la industria de una província, se debe empezar por aquellas manufacturas ordinarias, cuyo consumo es general, y fomentarlas con preferencia á las que sirven de materia al lujo de los ricos. Aquella especie de industria produce una riqueza tanto mas provechosa, cuanto mas bien repartida, pues se derrama por todas las clases del Estado, y tanto mas libre de riesgos y menoscabos, cuanto el consumo de sus productos no está espuesto á las alteraciones de la moda, sino asegurado sobre las costumbres de los pueblos, que son tan tenaces en conservar sus usos, cuanto propensos los poderosos á seguir las novedades que introducen el capricho y el gusto domi

nante.

Sin embargo, cuando una provincia ha logrado estender su industria popular hasta el punto que yo la supongo en Asturias, no debe perder de vista el fomento de la otra especie de industria que es siempre muy lucrativa. Asturias tiene doble motivo para pensar de este modo; porque en sus linos y en sus metales, tiene seguras las primeras materias para los gé¬

neros mas preciosos. Por eso me parece que el momento de pensar en el establecimiento de algunas fábricas ha llegado ya, y yo se lo anuncio con la mayor satisfaccion; no para que piense desde ahora en los ramos que debe fomentar con preferencia (porque estas operaciones son demasiado importantes y delicadas para entrar en ellas á ciegas), sino para que desde luego procure atraer y derramar por esta provincia aquellas luces y conocimientos, sin los cuales podria errar en la eleccion y direccion de las empresas.

Yo no me detendré en asegurar á la Sociedad que estas luces y conocimientos solo pueden derivarse del estudio de las ciencias matemáticas, de la buena física, de la química y de la mineralogía: facultades que han enseñado á los hombres muchas verdades útiles, que han desterrado del mundo muchas preocupaciones perniciosas, y á quienes la agricultura, las artes y el comercio de Europa deben los rápidos progresos que han hecho en este siglo. Y en efecto, ¿cómo será posible sin el estudio de las matemáticas adelantar el arte del dibujo, que es la única fuente donde las artes pueden tomar la perfeccion y el buen gusto? Ni cómo se alcanzará el conocimiento de un número increible de instrumentos y máquinas, absolutamen. te necesarias para asegurar la solidez, la hermosura, y el cómodo precio de las cosas? Cómo sin la química podrá adelantarse el arte de teñir y estampar las fábricas de losa y porcelana ni las manufacturas trabajadas sobre varios metales? Sin la mineralogía, la estraccion y beneficio de los mas abundantes mineros, ¿no seria tan difícil y dispendiosa, que en vano se fatigarian los hombres para sacarlos de las entrañas de la tierra? Quién, finalmente, sin la metalurgia, sabrá distinguir la esencia y nombre de los metales, averiguar las propiedades de cada uno, y señalar los medios de fundirlos, mezclarlos, puri. ficarlos y convertirlos, y los de darles color, brillo, dureza ó ductilidad para hacerles servir á toda especie de manufac turas?

Pero yo no debo cansarme en persuadiros la utilidad de unos estudios, de cuya necesidad estais convencidos. Lo que conviene es buscar los medios de atraerlos á esta provincia y arraigarlos en ella. Ved aquí lo que voy á proponeros en este instante; y para no vaguear inútilmente en discursos supér

fluos, reduzco mis ideas á esta proposicion. Para que la Socie. dad pueda hacer á este pais el beneficio de atraer á él las ciencias útiles, conviene que abra una suscripción para juntar el fondo necesario á dotar dos pensionistas que salgan de la provincia á estudiarlas, y adquieran viajando los conocimientos prácticos que tengan relacion con el adelantamiento de las artes.

Para que esta proposicion no parezca estravagante, voy á esponer por partes su contenido, y á indicar los medios de verificarla.

1. Se buscarán dos jóvenes naturales de este pais, de buen nacimiento, y que hayan estudiado bien la gramática, las humanidades y la lógica, y se les señalará una pension competente para que puedan pasar á la ciudad de Vergara, y estudiar en ella primero, un curso completo de matemáticas: segundo, otro de física esperimental: tercero, otro de química: cuarto, otro de mineralogía y metalurgia.

2. Acabados estos estudios, deberán los pensionistas hacer un viaje á Francia, Inglaterra y algunas otras provincias del Norte, para examinar en ellas las minas de diferentes metales que allí se estraen, las fábricas de loza y porcelana, los tintes de sedas y lana, las oficinas de estampados de lienzo y algodon, y los talleres de diferentes artistas; tomando razon de los métodos, operaciones, máquinas, é instrumentos usados en otros paises, y haciendo de ellos una descripcion la mas exacta y completa que les fuere posible, para presentarla á su vuelta en esta Sociedad.

3. Para que los pensionistas puedan aprovechar en sus estudios, la Sociedad deberá recomendarlos á la de los amigos del pais vascongado, suplicándole se digne tomar á su cargo el velar sobre la conducta de ellos, por medio de los individuos que cuidan del colegio de Vergara, y de los maestros que enseñan allí las facultudes que van mencionadas.

4. Así mismo deberá la Sociedad dirigir una representacion al Escelentísimo Señor Conde de Floridablanca, recomendando á los pensionistas cuando llegue el caso de que salgan á viajar fuera del reino, y suplicando á S. E. los tome bajo su proteccion, y los recomiende á los ministros y cónsules de S. M. residentes en las provincias por donde hubieren de viajar,

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