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todos los gefes y oficiales de las reales casas ha mandado su magestad que pasen á servir sus empleos con los nuevos reyes, como lo estaban con su magestad puedando para su real asistencia en el palacio de San Ildefonso con una familia muy corta, como son el Marques de Grimaldo, y el Marques de Valús, La princesa de Robech, y la azafata Doña Laura Piscatore, con pocos subalternos, sin permitir que quedasen guardias de corps.

Participó su resolucion al principe por medio de una carta escrita el 14 del mismo mes y año llena de saludables advertencias y macsimas religiosas, la que como un documento muy curioso y muy poco conocido trasladamos á continuacion.

COPIA DE LA CARTA DEL REY FELIPE QUINTO ESCRITA DESDE SAN ILDEFONSO, AL REY LUIS PRIMERO SU HIJO A 14 DE ENERO DE 1724.

la

Habiendose servido la magestad divina, por su infinita misericordia, (hijo mio muy amado) de hacerme conocer de algunos años aca, la nada del mundo, y vanidad de sus grandezas, y darme al mismo tiempo un deseo ardentisimo de los bienes eternos, que deben (sin comparacion alguna) ser preferidos á todos los de la tierra, los cuales, no nos los dió su magestad sino para este único fin; me ha parecido, que no podia corresponder mejor á los favores de un padre tan bueno que me llama para que le sirva y me ha dado toda mi vida tantas señales de una visible proteccion con que` me ha librado asi de las enfermedades con que ha sido

servido de visitarme; como de las ocurrencias dificultosas de mi reinado, en el cual me ha protegido y conservado la corona, contra tantas potencias unidas, que me la pretendian arrancar; sino sacrificandole y poniendole á sus pies esta misma corona, y llorar mis culpas pasadas y hacerme menos indigno de comparecer en su presencia, cuando fuere servido de llamarme á su juicio, mucho mas formidable para los reyes que para los demas hombres. He tomado esta resolucion con tanto mayor ardimiento y elegria, por cuanto he visto que para dicha mia, la reina que Dios me dió por esposa, entraba al mismo tiempo en estos mismos sentimientos y estaba resuelta conmigo á poner debajo de los pies la nada de las grandezas y bienes perecederos de esta vida, hemos pues resuelto los dos algunos años ha de un mismo acuerdo con el favor de la santisima Virgen Maria nuestra señora, poner en ejecucion este designio. Y ya le pongo por obra, tanto mas gustoso, por que dejo la corona á un hijo que quiero con la mayor ternura, digno de llevarla, y cuyas prendas, me dan esperanzas seguras de que cumplirá con las obligaciones de la dignidad, mucho mas terrible de lo que puedo esplicar; (hijo mio muy amado) conoced bien todo el peso de esta dignidad, y pensad en cumplid todo aquello á que os obliga, antes que dejaros deslumbrar del resplandor lisongero de que os cerca, pensad en que no habeis de ser rey, sino para hacer que vido, que vuestros pueblos sean dichosos, que teneis sobre vos un señor, que es vuestro criador y redentor, que os ha colmado de beneficios, á quien debeis cuanto tencis, y aun os debeis à vos mismo; aplicaos, pues,

Dios sea ser

á mirar por su gloria, y emplead vuestra autoridad en todo lo que puede conducir para promoverla; amparad y defended su iglesia y su santa religion con toda vuestras fuerzas, y aun á riesgo (si fuera necesario) de vuestra corona y de vuestra misma vida, y á nada perdoneis de cuanto pueda servir para dilatarla aun en los paises mas distantes, teniendo por una felicidad mayor sin comparacion, tenerlos debajo de vuestro dominio, para hacer que en ellos sea Dios servido y conocido, que por la estension que dan á vuestros estados; evitad en cuanto fuere posible las ofensas de Dios en todos vuestros reinos, y emplead todo vuestro poder en que sea servido, honrado y respetado en todo lo que estuviere sujeto à vuestro dominio; tener siempre grande devocion á la santisima Virgen, y poneos debajo de su proteccion, como tambien vuestros reinos; pues por ningun otro medio, podreis conseguir mejor lo que para vos y para ellos necesitareis, sed siempre como debeis obediente á la Santa Sede, y al papa como vicario de Jesucristo, amparad y mantened siempre el tribunal de la Inquisicion que puede llamarse el valuarte de la fe, á el cual se debe su conservacion, en toda su pureza, en los estados de España, sin que las heregias que han aflijido los demas estados de la cristiandad y causado en ellos tan horrorosos y deplorables estragos, hayan podido jamás introducirse en ella. Respetad siempre á la reina, y miradla como á madre vuestra, tanto mientras Dios me diere vida, como despues de mis dias, si fuere su voluntad sacarme primero de este mundo correspondiendo como debeis à la amistad cariñosa que siempre os ha tenido. Cuidad de su asisten

que

cia para que nada le falte, y que sea respetada como debe serlo de todos vuestros vasallos; tened amor á vuestros hermanos, mirandoos como su padre pues os sostituyo en mi lugar, y dadles una educacion tal que sea digna de unos principes cristianos, haced justicia, igualmente á todos vuestros vasallos grandes y pequeños, sin escepcion de persona, defended á los pequeños de las violencias y estorsiones que se intentaren contra ellos; remediad las vejaciones de los indios, aliviad á vuestros pueblos cuanto pudiereis, y suplid todo lo los tiempos tan embarazados de mi reinado, no me han permitido hacer y quisiera haber ejecutado con toda mi voluntad, para corresponder al celo y afecto que siempre me han mostrado y tendré siempre impreso en mi corazon, y de que os habeis siempre de acordar. Y en fin tened siempre delante de tus ojos dos santos reyes que son la gloria de España y Francia, S. Fernando y S. Luis, y estos son los que os doy para vuestro ejemplo, y deben moveros tanto mas porque os ilustrais con su sangre, cuanto fueron grandes reyes y al mismo tiempo grandes santos. Imitadlos en una y otra gloriosa prenda; pero en la segunda sobre todo, que es la esencial. Y os ruego á Dios de todo mi corazon (hijo mio muy amado) que os conceda esta gracia, y os colme de aquellos dones que necesitais en vuestro gobierno, para tener el consuelo de oir decir en mi retiro, que sois un gran rey, y un gran santo, que regocijo será este para un padre, que os quiere y querra siempre tiernamente.

Y

ά

espera que mantendreis los sentimientos que en vos hasta aqui à esperimentado.--YO EL REY.

Mas contra toda esperanza el joven monarca

solo diez meses ocupó el trono, y el Sr. D. Felipe V abandonando su solitario retiro, tuvo que tomar de nuevo las riendas del gobierno. Segun prenevia terminantemente la nueva ley de sucesion, la corona debió pasar al hermano del rey difunto, y si bien se hicieron valer razones de interes público, atendida la mayor edad del inmediato sucesor, tambien es cierto que estos inconvenientes se pudieron salvar nombrando á D. Felipe tutor y regente del reino, con cuyo caracter podia velar por el bien y prosperidad del estado sin necesidad de empuñar el cétro y sin faltar á la ley que disponia, que muerto el primogénito sin hijos ni descendientes varones heredase el trono el segundo hijo del Sr. D. Felipe V; posteriormente á esta época podemos presentar el reinado del Sr. D. Carlos IV. En efecto el Marques de S. Felipe en sus comentarios despues de tratar de la variacion introducida por la ley de 10 de mayo de 1713 añade «pero con circunstancia y condicion que fuese este principe nacido y "criado en España, porque de otra manera entraria <<al trono el principe español mas inmediato« de manera que habiendo observado rigorosamente la ley citada, D. Carlos IV nacido en Napoles el dia 12 de noviembre de 1748 no podia obtener la corona, la que en este caso pasaria á su tio el Infante D. Luis, y despues á causa de su muerte ocurrida en 7 de agosto de 1785 debió adquirir el derecho de inmediato sucesor al cetro su hijo D. Luis Duque de Chinchon. Hemos visto el poco aprecio que ha merecido una ley que contradecia las practicas y cos

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