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rendirse, bien que no sin obtener un honroso concierto (agosto, 1604). Cuando salieron de la plaza, movia á compasion ver aquellas efigies de hombres, y en las dos cortas horas de camino que hay de la Esclusa á Damme cayeron muertos de necesidad mas de sesenta.

Vuelve el marqués de Espínola á Ostende con la ardiente resolucion de vengar allí la malhadada pérdida de la Esclusa. Infunde, trasmite su mismo ardor á los soldados de todas las naciones que trabajaban en las obras del sitio: combate, mina, asalta, deshace ó toma fortificaciones enemigas; va reduciendo por palmos á los sitiados hasta que les falta terreno en que defenderse. El conde Mauricio de Nassau intenta, pero no se atreve á atacar á los sitiadores en medio de tantos canales, diques, trincheras y pantanos, temeroso de volver á perder la gloria que acababa de ganar en la Esclusa. Sangre española, italiana, alemana, borgoñona y walona mezclada y confundida enrojece y coloréa las arenas y las aguas de los rios y canales que circundan á Ostende, pero ya no dan un paso atrás los sitiadores, avanzan siempre, y al cabo de mas de tres años que contaba ya aquel costosísimo asedio, obligan á los sitiados, que aun eran cuatro mil hombres sanos y vigorosos, á rendir la plaza (20 de setiembre 1604), bien que con tan honrosas condiciones como podrian desear. Asi terminó el memorable sitio de Ostende; memorable no tanto por sus consecuencias, puesto que entre tanto los enemigos se

habian apoderado de otras plazas tanto ó mas importantes y útiles, cuanto por el empeño de tantas naciones, de las unas por tomarla, de las otras por mantenerla, por su mucha duracion, por los tesoros que alli se consumieron, y sobre todo por la sangre que se derramo, pues se calculó que perecieron en aquel sitio, entre sitiadores y sitiados, sobre cien mil hombres (1).

La capitulacion se cumplió, y los rendidos pasaron á la inmediata fortaleza de la Esclusa. La poblacion habia quedado arruinada, y cuando entraron en ella los archiduques se quedaron asombrados de ver aquel laberinto de máquinas, de trincheras, de reductos, de puentes, de esplanadas, de minas y de fortificaciones que constituían las obras de ataque. La fama del marqués de Espínola se estendió por toda Europa. Las aguas y frios de la estacion y el cansancio de tan ruda campaña pusieron una tregua tácita entre los ejércitos beligerantes, y ambos invernaron en su respectivas plazas para reponerse de sus quebrantos y descansar de sus fatigas.

(1) Bentivoglio, Guerras de Flandes, libro VII.-Grotius, Annales et Historia, lib. XIII.-Van Meteren, Historia de los Paises Bajos.-Vivanco, Historia inédita de Felipe III., libro II.-Murieron de nuestra parte, dice Vivanco, mas de cuarenta mil soldados entre enfermos y heridos y de peste, y entre ellos mas de seis mil personas de cuenta, tanto capitanes, alférez, sargentos, oficiales mayores y maestres de campo, como entre

tenidos: de la parte del enemigo se tiene por relacion suya que pasaron los muertos de mas de 70,000 hombres, y entre ellos 7 gobernadores de la plaza, 15 coroneles, 565 capitanes, 322 alferez, 1,188 tenientes, 4,198 sargentos, 9,188 cabos de escuadra, y pasados de 900 marineros....» No sabemos de dónde pudo sacar tan minuciosa estadística el historiador ayuda de cámara de Felipe III.

CAPITULO III.

FLANDES.

LA TREGUA DE DOCE AÑOS.

De 1605 1609.

Venida del marqués de Espínola á España.-Cómo fué recibido. -Vuelve á Flandes con refuerzo de tropas y socorro de dinero.Campaña de 1605.-Viene otra vez á España el de Espinola.-El reino no tiene dinero que darle.-Los comerciantes le anticipan fondos bajo la garantía de sus propios bienes en Italia.-Regresa á Flandes.-Campaña de 1606.-Cansancio de la guerra por ambas partes. Comienza á tratarse de paz.-Quién y por qué conducto se hace la primera propuesta.-Condiciones que exigen las provincias rebeldes.-Conducta del rey, de los archiduques y de los estados flamencos en esta negociacion.-Intervencion de todas las potencias. -Mauricio de Nassau, fogoso partidario de la guerra.-El abogado Barlevent, elocuente apóstol de la paz.-Nombramiento de plenipotenciarios.-Conferencias en la Haya.-Dificultades para la concordia.-Peligro de rompimiento.-Mediacion de los soberanos y embajadores inglés y francés.-Negóciase el asentimiento del rey de España.-Intervencion de dos religiosos.-Trasládanse las pláticas á Amberes.-Ajústase el tratado.—Se firma y ratifica.—Capítulos de la famosa tregua de doce años.-Reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas.-Humillacion de España.

El tratado de paz celebrado en 1604 entre Felipe III. y el rey de la Gran Bretaña, que asi comenzó á titularse Jacobo VI. de Escocia y I. de Inglaterra;

tratado que no alcanzaron á impedir los vivos esfuerzos que para contrariarle empleó Enrique IV. de Francia por medio de su hábil ministro el célebre duque de Sully, enviado al efecto á Lóndres, donde distribuyó el valor de sesenta mil coronas en obsequios y regalos; aquel convenio, que con mas o menos honra para nuestra nacion se hizo, puso término á la funesta guerra de tantos años entre Inglaterra y España; funesta, porque entre otros daños que nos trajo, ella fué la que quebrantó el poder naval en que antes España habia aventajado á todas las naciones. En este tratado de paz recordará el lector que habian sido comprendidos los Paises Bajos donde dominaba el archiduqne Alberto, no obstante el compromiso que ya con cierta repugnancia habia adquirido muy poco antes el rey Jacobo con el enviado de Francia y los de las Provincias Unidas de Flandes, de seguir protegiendo en union con el monarca francés á los protestantes y confederados flamencos.

• Parece que los dos inmediatos efectos de aquella paz entre Felipe, Jacobo y los archiduques debieron ser; primero, quedar debilitadas las Provincias Unidas, faltándoles los socorros que continuamente y desde el principio de la rebelion les habian estado suministrando los ingleses; segundo, quedar España mas desahogada de recursos, ya porque cesaban las costosas espediciones marítimas á aquel reino, ya porque cesaba tambien la persecucion incesante y activa que los naTOMO XV. 22

víos ingleses hacían á nuestros bageles en todos los mares, y era de esperar que llegáran con mas seguridad, abundancia y regularidad á los puertos de España los galeones destinados al trasporte de las riquezas del Nuevo Mundo, antes asaltados, destruidos ó robados á cada momento, y espiados y perseguidos siempre.

Con la esperanza de obtener recursos para la prosecucion de la guerra de los Paises Bajos, y tambien con la de recibir alguna recompensa en merecido premio de sus brillantes servicios, vino por primera vez á España el marqués de Espínola luego que dió feliz remate con la rendicion de la plaza al laborioso sitio de Ostende. Los reyes y la córte de Castilla recibieron al ilustre genovés con las demostraciones de estimacion á que se habia hecho tan acreedor por su inteligencia y denuedo y por sus generosos sacrificios. Honróle el rey con el toison de oro, le nombró general y gobernador de todas las armas en las provincias flamencas, y le dió la administracion de la hacienda en aquellos paises para que la distribuyera del modo que le pareciera mas conveniente. Oidas las razones con que esforzó la necesidad que tenia de fondos para la manutencion y pago de las tropas, sin lo cual ni se acabarian nunca los motines ni seria posible continuar la guerra, pudo facilitársele por entonces una buena suma de dinero del que acababa de venir de América, con lo cual y con las órdenes que se dieron para le

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