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España con aquel reino. Jacobo VI. de Escocia, hijo de la desgraciada María Stuard, aunque no siguió los principios religiosos de su madre, no tenia hácia el monarca español aquella animosidad que tanto tiempo

mas de su siglo, su conocimiento de muchos idiomas, su superior inteligencia en la música mas difícil, y añade: «Pero el baile era su placer favorito, y en este ejercicio desplegaba una gracia y una agilidad admirables. Conservó su gusto por esta diversion hasta el fin de sus dias: pocos eran los que pasaban sin invitar á la jóven nobleza á danzar delante de su soberana, y ella misma se dignó bailar unas seguidillas con el duque de Nevers à la edad de sesenta y nueve años.>>

«Era tal, dice, la vanidad y el aprecio que hacía de su hermosura, que anunció á su pueblo por medio de un edicto que ninguno de los retratos suyos que se habian hecho hacia justicia al ori ginal, y que por lo mismo habia resuelto encargar á uu hábil ar tista no que tuviera exacto parecido: que por lo tanto prohibia espresamente pintar ni grabar retrato alguno de su persona sin su permiso, ni esponer al público los ya hechos hasta que se asimilaran á satisfaccion suya al que Jes daria á conocer la aŭtoridad. Con tal motivo todo el mundo le tributaba las mas bajas adulaciones, elogiando su belleza hasta en la mas provecta edad. A su muerte se encontraron en su guardaropa de dos á tres mil vestidos, y una numerosa coleccion de joyas, la mayor parte regaladas por sus pretendientes, por sus cortesanos y por los nobles cuyas casas habia honrado con su presencia.

«Respecto á carácter, Isabel

parecia haber heredado la irritabilidad de su padre. La menor desatencion, la mas ligera provocacion la hacia montar en cólera. Siempre sus discursos iban sembrados de juramentos; en los arrebatos de su furor se desataba en imprecaciones y en injurias groseras. No se contentaba con palabras; no solo las damas de su palacio, sino sus cortesanos y los mas altos funcionarios del reino solian sentir el peso de sus manos. Ella asió por el cuello á Hatton; ella dió un bofeton al conde mariscal; ella escupió á sir Matthew, que la habia ofendido por el escesivo

esmero de su tocado.»>

«Habia significado (prosigue) á su primer parlamento su deseo de que se grabára sobre su tumba el título de «Reina virgen.» Pero una muger que desdeña las apariencias no puede esperar ser reputada por casta.» Hace mencion de sus muchos amantes, de algunos de sus actos de cinismo, de sus costumbres licenciosas, que sobrevivieron al fuego de las pasiones y se conservaron en el hielo de la vejez, y continúa: «La córte imitaba las costumbres de su soberana. Era un lugar en que, segun Faunt, se cometian todas las enormidades en el mas alto grado: ó bien como dice Harrington, un lugar en que no existia el amor, si el amor no es Asmodéo, el dios lascivo de la galantería.»

Volviendo luego á su política dice: «En su opinion el principal objeto de los parlamentos era dar dinero, arreglar los pormenores

habia abrigado Isabel. Al contrario, en su pensamiento y deseo de ponerse en paz con todas las naciones de la cristiandad, animábale la misma favorable disposicion respecto á España; y cuando el conde de Villamediana don Juan de Tassis pasó á Inglaterra á felicitar en nombre del monarca español al nuevo soberano por su advenimiento al trono, le indicó Jacobo sus deseos de renovar y estrechar la antigua alianza y amistad entre los dos reinos (junio, 1603). Esto animó á Felipe á enviar al condestable de Castilla don Juan Fernandez de Velasco con embajada solemne, compuesta de muchos grandes y caballeros de Casti

del comercio, y hacer leyes para los intereses locales é individuales. Concedia, sí, á la cámara baja libertad en la discusion, pero debia ser una decente libertad, la libertad de decir sí ó no: los que traspasaban esta regla se esponian á sentir el peso de la cólera real.... Esta reina no economizó la sangre de sus súbditos. Ya hemos recordados estatutos que ponian pena de muerte por opiniones religiosas. Agregáronse á ellos nuevas felonías y nuevas traiciones durante su reinado: y la astucia de los jueces dió á estos actos la aplicacion mas estensa....... Los historiadores que celebran los dias tejidos de seda y oro de Isabel, han pintado con brillantes colores la felicidad del pueblo que vivió bajo su dominacion. A estos podria oponérseles el triste cuadro de la miseria nacional, hecho por los escritores católicos de la misma época. Pero unos y otros han mirado las cosas bajo un punto de

vista demasiado estrecho. Las disen iones religiosas habian dividido la nacion en partidos opuestos, siendo casi iguales en número los oprimidos y los opresores...... Es evidente que ni Isabel ni sus ministros comprendian los beneficios de la libertad civil y religiosa...El código sanguinario que instituyó Contra los derechos de la conciencia ha dejado de manchar las páginas del libro de los estatutos, y el resultado ha probado que la abolicion del despotismo y de la intolerancia no favorece menos á la estabilidad del trono que al bienestar del pueblo.»—John Lingard, Hist. de Inglaterra, tomo III., c. 5.

Nuestros historiadores en general no han visto en esta gran reina sino la parte odiosa de sus costumbres privadas, y la mas odiosa todavía para ellos, de la herre-gía, y del sistema de persecucion contra les católicos.

Ila, á tratar con el rey Jacobo de la paz y confederacion entre ambas coronas. Uniéronseles en Bruselas comisionados de los archiduques con el mismo objeto, y todos juntos fueron recibidos en Londres (20 de agosto) con las mayores muestras de distincion por el rey y sus vasallos. Juntáronse pues los plenipotenciarios de los reyes y de los archiduques á conferenciar sobre las bases de las capitulaciones, y puestos de acuerdo sobre los puntos esenciales de la concordia se ajustó la paz con las principales cláusulas siguientes:

Buena, sincera, perpétua é inviolable paz y confederacion entre los dos monarcas y los archiduques y sus herederos y sucesores:-cesacion de toda hostilidad, olvido de todas las ofensas y daños hechos durante las guerras por ambas partes:—no dar ni consentir ayuda, directa ni indirecta, el uno contra el otro: -renuncia de toda liga ó confederacion en perjuicio de una de las partes:-no permitir piraterías, y revocar las comisiones y cartas dadas para ello:-que el rey de Inglaterra conservára las plazas tomadas de los rebeldes en las islas:-que no daría á estos ni ayuda ni socorro, y los excitaria á entrar en acuerdo con sus príncipes: libre comercio entre los súbditos de unos y otros soberanos, y entrada y salida libre de los navíos en los puertos de los tres estados:-que los ingleses no traerían á España mercaderías de las Indias: -que las de Inglaterra podrian traer se sin pagar el

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treinta por ciento que estaba establecido:-que no sacarian mercancías de España para llevar á las Indias: -que los súbditos de Inglaterra no serian molestados en España por cosas de conciencia y religion, si no dieren escándalo:-libertad de prisioneros de una y otra parte:-que los archiduques oirían á los holandeses, viniendo en justas condiciones.....().

Esta paz, que se juró y firmó en Londres (1604), y se celebró con júbilo, y que algunos años antes hubiera parecido poco honrosa para el reino y el monarca español, fué recibida tambien en la córte de España con entusiasmo; y cuando al año siguiente vino el almirante de Inglaterra á Valladolid para que se hiciese la ratificacion, esmeráronse los reyes y la córte en obsequiarle y agasajarle á porfia, con fiestas, con regalos, y con todo género de amistosas demostraciones, de que él quedó sobremanera satisfecho y agradecido. Solo declamó furiosamente contra esta paz el arzobispo de Valencia don Juan de Rivera, hombre docto, pero intolerante, fanático y exageradamente celoso en materias de religion, el cual en una larguísima carta que dirigió al rey, atestada de citas de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres, y de ejemplos sacados de la historia antigua, se proponia demostrarle las calamidades sin cuento que decia habrian de venir sobre es

(4) Rymer, Fœder.-Coleccion Dávila los menciona todos en el lide Tratados de Paz.-El tratado bro II., cap. 16. contenia 34 capítulos. Gonzalez

tos reinos por hacer amistad, ni treguas siquiera, con hereges enemigos de la iglesia y del romano pontífice, y manifestaba temer que con su trato y comunicacion á los pocos meses todos los españoles se habian de hacer hereges como ellos (").

Natural era que esta paz influyera tambien en la situacion de los Paises Bajos. Dejamos allí el ejército del archiduque dando principio al memorable sitio de Ostende (1601), ciudad fuerte por su posicion orilla del mar del Norte, por su terreno arenoso, por sus canales y sus murallas, que se miraba como inexpugnable, y el duque de Parma, con ser tan consumado general, habia considerado siempre como temerario el intento de tomarla por fuerza. El archiduque, menos entendido, por complacer á sus generales habia emprendido el sitio, con poca reflexion, pero con el mas tenaz empeño. Las Provincias Unidas le formaron tambien en sostenerla, y toda Europa tenia fijos los ojos en este famoso sitio, por lo cual se vió comprometido Alberto á no retroceder, no obstante las inmensas dificultades que desde el principio se le presentaron, por lo mismo que estaba siendo objeto de las miradas de todo el mundo. Agotados primeramente sin fruto todos los recursos ordinarios de la guerra en el arte de la espugnacion, inventó otros muchos con aplica

(4) Gil Gonzalez Dávila inserta esta estensísima carta, en que el autor aconsejaba al rey todo lo

que el fanatismo puede inspirar de mas furioso.

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