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Almería circundada y apretada por mar y tierra, no menos ahora por los musulmanes que antes lo habia estado por los cristianos; y mientras estos recibian algunos refuerzos que no bastaban á contrapesar las fuerzas de Cid-Abu-Said, aquellos se enseñoreaban de Granada, lanzados de esta ciudad ó fugados los Almoravides. Ocupado se hallaba Alfonso VII. de Castilla en celebrar el tratado de Lérida y en arreglar las condiciones del matrimonio futuro de su tierna hija, cuando supo que Abdelmumen habia enviado de Africa numerosas huestes para apretar el sitio de Almería. Aguijon fué este que le determinó á acudir volando á Andalucía con su hijo dón Sancho y muchos magnates y prelados de su reino. Esta fué su postrera expedicion.

No le detuvo saber que los recien llegados africanos, incorporados ya á los musulmanes españoles, formaban un ejército formidable. Al contrario, informado de que venian en su busca, quiso ahorrarles la molestia saliéndoles al encuentro. Trabóse una pelea de las mas bravas y reñidas: los almohades perdieron en ella la flor de sus huestes: huyeron desordenados

y

abandonaron al vencedor el campo de batalla: mas laureles que despojos recogió aquel dia el monarca castellano: pero no pudo evitar que Almería se rindiera al fin á Cid-Abu-Said (1157), á los diez años de haber sido conquistada por los príncipes cristianos. De seguro hubiera todavía atajado la caida de aquela insigne ciudad, si una fiebre violenta no hubiera

venido á cortar el hilo de aquella vida que por tan largos años y en tantas lides habian respetado las cimitarras agarenas y las lanzas africanas. Tan aguda fué la enfermedad que acometió al victorioso emperador, que queriendo volver á Castilla, no pudo ya pasar de un sitio llamado Fresneda, cerca del puerto de Muradal; erigiéronle allí un pabellon debajo de una encina, y despues de haber recibido con edificante piedad y devocion los sacramentos de la Iglesia de mano del arzobispo don Juan de Toledo, allí entregó su alma al Criador á 21 de agosto de 1157 entre las lágrimas y sollozos de sus hijos y de todo su ejército, á los 51 años de edad. Ași murió el grande Alfonso VII. rey de Leon y de Castilla y emperador de España..

«Poseia Alfonso en alto grado, dice un juicioso historiador extrangero de nuestro siglo, las cualidades de un gran rey. Sábio y prudente, gobernó sus súbditos con dulzura y con bondad: consagró sus cuidados y vigilias á la exaltacion de la religion cris tiana...

Bajo su reinado fué severamente castigado el vicio (1): sus enemigos cedieron á su valor; Navarra y Aragon tuvieron á honor rendirle homepage, como la mayor

(4) A propósito de esto cuenta Sandoval el siguiente ejemplo de justicia y de severidad. Un labrador de Galicia yino á quejarse al emperador de fuerzas y agravios que le habia hecho un caballero infanzo su vecino, llamado don Hernando. Mandó el monarca al ofensor que satisfaciese al agra

viado, y juntamente escribió al merino del reino para que le biciese justícia. Ni don Hernando cumplió lo que el emperador le mandaba, ni el merino fué parte para competerle á ello. El labrador repitió su queja; sintió tanto el emperador su desacato, «que á la hora, dice el cronista, partió de

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parte de los príncipes mahometanos.»> «Bajo cualquier punto de vista, dice otro moderuo historiador, que se mire la vida de Alfonso VII., por todos lados aparece grande, activa, gloriosa. Verdad es que se encuentran en ella algunos lunares. No contento con engrandecerse á expensas de los moros, tambien probó hacerlo algunas veces á costa de los reyes sus vecinos. mas como en los últimos años de su vida comprendiese los deberes que le imponia su título de empera – dor, procuró sin descanso reconciliar todos aquellos príncipes rivales, y reunir las fuerzas de la cristiandad contra sus eternos enemigos. Pocos reyes se han mostrado mas dignos del trono... el nombre de Emperador no fué para él un objeto de ambicion vulgar; á falta de la unidad monárquica, para la cual no estaba todavía en sazon la España, le dió por lo menos la unidad feudal,>>

Con razon, pues, lloraron su muerte todos sus súbditos. La noticia del fallecimiento apartó á su hijo don Sancho de las fronteras de los moros, asi para dar honrosa sepultura al cadáver de su padre que fué llevado á Toledo, como para encargarse del gobierno de Castilla. Su hermano don Fernando estaba decla

rado ya tambien rey de Leon.

Toledo, tomando el camino de Galicia, sin decir á nadie su viage, yendo disimulado por no ser sentido. Llegó asi sin que don Hernando lo supiese, y haciendo pesquisa de la verdad, esperó que don Hernando estuviese en su casa y cercóle, y prendióle en ella,

y sin mas dilacion mandó poner una horca á las puertas de las mismas casas de don Hernando, y que luego le pusiesen en ella, y al labrador volvió y entregó todo lo que se le habia tomado... Hecho esto, volviose para Toledo.»

CAPITULO VIII.

LOS ALMOHADES.

Su origen y principio.-Doctrina y predicaciones de Mohammed Abu Abdallah.-Toma el título de Mahedi.-Persecuciones, progresos y aventuras de este nuevo apóstol mahometano.-Abdelmumen: sus cualidades: asóciase al profeta.-Triunfos materiales y morales de estos reformadores en Africa.-Toman sus sectarios el nombre de Almohades: conquistas de estos.-Muerte del Mahedi y proclamacion de Abdelmumen.-Victorias del nuevo emir de los Almohades.Muere el emperador de los Almoravides Ali ben Yussuf, y le sucede su hijo Tachfin.-Los Almohades conquistan á Oran, Tremecen, Fez y Mequinez.-Muerte desgraciada del emperador Tachfin.Revolucion en España á favor de los Almohades.-Conquista Abdelmumen á Marruecos: hambre y mortandad horrorosa: Ibrahim, último emperador de los Almoravides: muere asesinado Abdelmumen. Fin del imperio Almoravide en Africa y España.-Dominan allá y acá los Almohades.

por

Otra nueva raza africana ha invadido la península española, y echado en ella los cimientos de una nueva dominacion. ¿Quién era, y cómo se formó, y cómo vino á España este pueblo, enemigo tambien del nombre cristiano, pero no menos enemigo del nombre almoravide, que ha venido á destruir, á arrojar del suelo español á otro pueblo mahometano como él, y africano como él, y á fundar sobre las ruinas del imperio almoravide otro imperio y otro trono?

A principios del siglo XII, siendo Ali ben Yussuf emperador de Marruecos y rey de los almoravides de España, un tal Mohammed Abu Abdallah, cuyo padre dicen que tenia el cargo de encender las lámparas de la grande aljama de Córdoba, con el deseo de instruirse en las cosas de su fé despues de haber estudiado en Córdoba pasó á Oriente, y llegando á Bagdad entró en la escuela en que daba sus lecciones el filósofo Abu Hamed Algazalí, que se distinguia por sus doctrinas contrarias á la fé ortodoxa de los musulmanes. Fijóse el doctor en aquel hombre, y al ver su estraño trage le preguntó: «Estrangero, ¿de qué pais sois?-Soy, respondió, de al-Aksah en las tierras de Occidente.-¿Habeis estado en Córdoba, la escuela mas célebre del mundo?» Como Mohammed contestase que sí, le preguntó Algazalí: «Conoceis mi obra Del renacimiento de las ciencias y de la ley?—La conozco, le respondió.-¿Y qué se dice de ella en Córdoba?»> Suspenso y embarazado se quedó el estrangero; mas instado por Algazalí á que se esplicase con franqueza, «Doctor, le dijo, vuestro libro ha sido condenado al fuego por la academia de Córdoba, como contrario á la fé pura del Islam, y esta sentencia ha sido confirmada por Alí, el cual ha mandado quemár todos los ejemplares de vuestra obra, no solo en Córdoba sino en Marruecos, en Fez, en Cairvan, y en todas las academias de Occidente.» Algazali levantando los brazos al cielo y pálido de ira exclamó con

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