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consiguiente exentos de toda sospecha de falsificacion. La libertad que les otorgó la audiencia lo confirma plenamente.

« Una única objecion, de tal cual apariencia, puede hacerse, deducida de una de las providencias que dictó la audiencia en Diciembre de 1755. Ya vimos que ordenó la busca del original de que se compulsó el testimo nio, y que no pareció; luego, se dirá, no existió ; luego este es falso. La consecuencia es la falsa, porque pudo existir y haberse perdido ó extra viado.. Tratábase de buscar en: 1755 una real provision expedida en 1557 y presentada á la audiencia en 1617, esto es, 248 años despues de su expedicion, y lo que es muy digno de consideracion, despues del incendio que sufrió el palacio vireinal en el tumulto de 1692. Podria extrañarse no encontrar aquel documento?.... Si hoy vamos á buscar al Archivo nacional las numerosas é interesantes cédulas del siglo XVI, que conforme al precepto de la ley debieron custodiarse y conservarse con el mayor cuidado en una arca cerrada, no encontraremos una sola. V., Sr. D. Joa quin, que ha leido el primer Libro de Cabildo de esta ciudad, habrá visto citadas multitud de personas como poseedoras de solares y tierras en ella, sin que haya constancia de las mercedes de su concesion. ¿Diremos que no existieron? En fin, este argumento negativo, único, segun decia, de mas viso, nada vale contra las pruebas positivas y numerosas de autentici dad que presenta la REAL EJECUTORIA en cuestion. Discurro conforme al criterio legal, y con sujeción á las reglas de la lógica judicial. Veamos ahora lo que pueda decirse pasando al terreno de la crítica literaria, en el cual se colocó nuestro finado y buen amigo. Antes advertiré á V. que nunca entré con él en discusion sobre este asunto; que alguna vez lo tocamos muy ligeramente en conversacion, y que ni yo mismo habia hecho la décima parte de las reflexiones que ahora someto á su consideracion.

Las objeciones que V. formula versan principalmente sobre la parte extrínseca del documento, afectando muy ligeramente su sustancia. Las examinare individualmente, bien que considerando superflua la disquisicion, una vez que se ha probado y demostrado la autenticidad legal del documento,

«Lo desaliñado y trunco del MS. ha dado materia á la primera objecion; mas V. me permitirá le diga que no la estimo tal, porque el desaliño es precisamente el tipo característico de los documentos de su índole y de su época. Á V. que ha examinado tantos, tantos, lo hago juez en esta causa. ¿Es mejor, por ventura, el estilo de la famosa merced que Cortés hizo á Da Isabel Moteuhzoma? ¿Lo es el de las diligencias practicadas en la audiencia, antes copiadas, y el del comun de los abogados que, aun mucho tiempo despues, existieron en México?.... Recuerde V. que Cortés no trajo á la conquista letrados, sino hombres de guerra y de escasa instruccion, de entre los cuales necesariamente habia de sacar sus secretarios. El desaliño es, en mi juicio, un dato mas en favor de la autenticidad, así como el documento seria gravemente sospechoso si estu.

viera escrito en un estilo pulido y elegante, porque en el ejército conquis tador no habia quien lo poseyera.

« Tampoco ministran materia á justos reparos los descuidos de pluma, huecos, contradicciones y disparates, ni menos puede sacarse una prueba de la muchedumbre de notas que escribí para salvarlos. Si estas dieran la que se pretende, deberiamos desechar desde luego la interesante carta que los compañeros de Cortés escribieron á los reyes en 10 de Julio de 1519, y que, en menor volúmen, dió material á setenta notas, no tan solo para rectificar descuidos y llenar huecos, sino tambien para salvar patentes contradicciones; y esto que la copia se decia ser un traslado auténtico, legalizado por escribano público. ¿Y hay quien ponga en duda la autentici dad de ese documento?.... Si quisiéramos convertir aquella objecion en regla de crítica y aplicarla con toda severidad, deberiamos desechar todas las copias y no pocos de los originales mismos, más o menos infestados de los propios defectos. Supongo que lo trunco á que se referia el Sr. Couto no seria lo causado por las roturas del documento original, pues de ellas se daba fe en el mismo; ni creo que de aquí dedujera un argumento contra la autenticidad, como nadie lo deduce contra la de los fragmentos de multitud de clásicos griegos y latinos que han llegado á nosotros con lagunas que en muchas partes destruyen enteramente el sentido.

«Los anacronismos que á cada paso se observan, ya en fechas ya en > noticias que solo posteriormente pudieron adquirir los indios, » daban materia, sobre todo, dice V., á la segunda objecion del Sr. Couto. Permítame V. que proteste contra la frase « á cada paso », aplicada á los anacronismos, porque de ellos solamente puede citar los tres que menciona, y que muy naturalmente se explican por un desliz de pluma en la notacion de un guarismo. Los de este género son incontables en las historias de todos los pueblos, y por tal motivo solo se reputa verdadero anacronismo la antedata ó preposteracion de hechos que específicamente se mencionan como sucesivos, ó el apareamiento de los ocurridos en tiempos diversos, de los cuales cito un ejemplo en mi nota 26". Los que consisten únicamente en guarismos se reputan errores de cálculo ó de pluma y se enmiendan conforme á las reglas de la crítica. Las correcciones que propongo en mis notas me parecen de acuerdo con aquellas, y congruentes con la tradicion histórica. Por lo demas quiero recordar á V. los varios escritos de nuestro Ixtlilxochitl, y preguntarle si ha podido concordar la estupenda discordancia que se nota en las fechas que asigna á un mismo suceso. ¿Y por esto diremos que son apócrifas sus narraciones históricas?.

« Dícese que el MS. menciona noticias que solo posteriormente pudie>> ron adquirir los indios. » Á ser exacto el hecho habria un verdadero anacronismo; pero no lo encuentro. Ese documento se compone de dos partes bien diferentes y marcadas, que no pueden confundirse. La una

comprende la merced otorgada en 20 de Mayo de 1519, y la otra su ampliacion ó mejora en 16 de Diciembre de 1526, siete años posterior á aquella. Ahora bien: lea V. atentamente la primera merced, y no encon trará un solo hecho, una sola especie antedatados. Digo lo mismo respecto de la segunda, ó sea su mejora, pues en su fecha todos los hechos que allí se relatan estaban enteramente consumados, y tampoco se citará uno solo posterior al año de 1526.

«Llamó tambien la atencion del Sr. Couto que el documento mencione alguna vez la correspondencia del calendario mexicano con el nuestro, suponiendo á los indios enteramente ignorantes de ella, y esta es la tercera objecion. Para darle mayor fuerza apelaba al juicio que yo mismo formé de la especie y de su dificultad, pues que ella me dió motivo á la larga nota 26a, considerada necesaria «para destruir las desconfianzas que >> necesariamente despierta aquella notacion cronológica. »

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«La objecion es de algun peso, mas no contra la autenticidad del documento, sino contra la exactitud de mi redaccion. Confieso francamente que me equivoqué al decir allí que «ni aun siquiera era presumible que >> los indios designaran la fecha que se cita, tal cual allí se marca; ya por» que el sistema de su notacion cronológica era enteramente diverso, ya >> porque ni ellos ni alguno de los que acompañaban á Cortés eran capa» ces, en esta ocasion, de fijar la correspondencia entre los años europeos y >> mexicanos. >> Tales palabras fueron escritas en un momento de distraccion. Yo discurria teniendo solo presente la fecha de 20 de Mayo de 1519 que lleva la primera merced, y claro es que en esa ocasion, esto es, al tercer dia del desembarco de Cortés, no era siquiera presumible que los indios ni los conquistadores conocieran la correspondencia de los calendarios. El caso muda enteramente de aspecto y todas las dificultades desaparecen, trayendo la fecha á su propio lugar; esto es, á la mejora de la merced, pues habiéndose expedido esta en 1526, siete años despues de la entrada de Cortés, habia tiempo sobrado para que todos los oficinistas y hombres de negocios conocieran la concordancia de los calendarios, y mas: cuando los conquistadores introdujeron desde luego y vulgarizaron la nota-› cion europea. Cierto es que los indios conservaron la suya en los registros de familia y memorias históricas que llevaban de los principales acontecimientos; mas V. ha visto tambien en Ixtlilxochitl y en algunos MS., que á cada símbolo crónico de aquellos, ya figurado ó ya escrito, le acompa-> ñaban siempre su correspondencia del año europeo, en guarismos árabes. «Con estas explicaciones desaparece enteramente la dificultad que presentaba la notacion cronológica de la merced, subsistiendo á la vez la solucion que indico en la citada nota 26a. Es natural que los indios, al dar la interpretacion de los anales pictográficos que mostraban á Cortés, desig-› naran el año del suceso segun alli estaba escrito, esto es con el símbolo crónico que le correspondia: mas como esta notacion no podia figurar en

el documento, el redactor, que conocia su correspondencia, la sustituyó con el número del año europeo. Por lo demas, la exactitud de esta queda ya manifiesta en la misma nota.

De acuerdo con V. en que la objecion deducida del título de DON, dado á Cortés, no demanda un serio exámen, pasemos à la que se funda en la narracion que los indios hacian de sus propios servicios á la causa de la conquista, y que dice V. «pintaban con colores evidentemente exage>> rados, hasta el extremo de asentar que para que Cortés llevara á efecto » la famosa resolucion de destruir las naves, fué preciso que aquellos caciques le animaran; lo cual (agrega V.) agrava la sospecha de que el > documento se escribió posteriormente, cuando aquel hecho habia adqui» rido la fama que no tuvo á los principios. »

<<< Sinceramente agradezco á V. esta objecion, porque ella me ministra la oportunidad de dar una nueva prueba en favor de la autenticidad de la merced; mas antes de exponerla me permitirá le observe que la sospecha que enuncia carece de fundamento. ¿Cuándo juzga V. que aquel hecho extraordinario adquirió fama? ¿Aun no la tenia en 1526, fecha de la merced, y siete años despues del suceso?.... Yo creo que la adquirió toda y completa desde el momento en que fué conocido en el pais, y que el curso de los años no hizo mas que propagarla.

»

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<<< Decia que esa objecion daba una prueba mas de autenticidad. Para convencerlo basta advertir que la creencia comun, respecto del acontecimiento, ha debido ser la que á mediados del siglo XVI. generalizó el historiador Gómara, quien atribuia á Cortés todo su honor, asentando que ejecutó la destruccion de las naves á cxcusas de sus compañeros de armas, «ca (dice) sin duda se lo estorbaran y aun se amotinaran si lo entendieran; expresiones perfectamente adecuadas para realzar y exaltar la temeridad de la empresa y la audacia del que la acometió. Nadie pondria hoy en duda este hecho, y la mencion que de él hacen los indios pasaria por una atrevida impostura, si un testigo presencial de los sucesos, si un actor en ellos, si un escritor generalmente reputado sincero y verídico; en fin, si Bernal Diaz del Castillo no desmintiera la narracion de Gómara, repitiendo en varios lugares de su Historia verdadera de la conquista (Caps. 18, 58, 59 y 105), que la destruccion de las naves se ejecutó.con conocimiento y aun por consejo de sus compañeros. Permítame V. que le copie el siguiente pasaje del cap. 18. «Pues otra cosa peor dice el Gó» mara, que Cortés mandó secretamente barrenar los once navíos en que >> habiamos venido, antes fué público, porque claramente, por consejo de > todos los demas soldados mandó dar con ellos al través, á ojos vistos &c. » La prueba de una anterior y muy meditada deliberacion se encuentra en el cap. 58, donde dice: «Estando en Cempoal platicando con Cortés.......... » de plática en plática le aconsejamos los que éramos sus amigos, que no de»jase en el puerto ningum navío, sino que luego diese al través con todos &c.»

«Contra este testimonio tan explícito como irrecusable, se levantó la imponente voz del ilustre historiador americano W. Prescott, manteniendo la tradicion acreditada por Gómara, cual si la gloria del conquistador pu diera menoscabarse partiéndola con sus compañeros de peligros. Creo haber demostrado en la nota respectiva á este pasaje (Edic. castellana de Cumplido, t. II, nota 8") que lejos de perder, gana, y que las pruebas con+ trarias distan mucho de ser concluyentes. Refiriéndome, pues, á lo que allí expongo, para no engrosar esta carta, ya demasiado larga, me encar garé tan solo del pasaje que se cita de otra de Cortés, y de dos autori dades que entonces no pude consultar.

<< Dice Prescott que el conquistador mismo expresamente declara en su › carta al Emperador, que ordenó la destruccion de las naves sin cono»cimiento de sus tropas &c.» Salvos mis respetos y singular estimacion que profesé y veneracion que conservo á la memoria del ilustre historiador, me permitiré observar que la reminiscencia es inexacta. Véanse mis pruebas, léase despreocupadamente el pasaje citado (Carta II, § 2 al fin), y se hallará que fundando la determinacion en el temor de que sus compañeros se le alzaran, dice simplemente: «Tuve manera como so color que > los navíos no estaban para navegar, los eché á la costa &c. » Si de esta frase final deducia que él solo y sin influjo extraño determinó destruirlas, tendrémos únicamente una deduccion, mas no una declaracion expresa, se gun se le atribuye. Tampoco aquella podría admitirse, puesto que para persuadir á los soldados que los navios no estaban para navegar, necesitó forzosamente ponerse de acuerdo con las gentes de mar para que así lo declararan, y contar con muchos amigos para que lo sostuvieran.

No es mas favorable el testimonio que se invoca de los contemporáneos. Dejando á un lado los que analicé en aquella nota, solo vemos en los otros. una reproduccion de lo que habia escrito Cortés, variando úni camente las palabras. El mas antiguo de ellos, Pedro Mártir (De Orbe novo, Dec. V, p. 526, Paris, 1587), decia: « Sed naves prius omnes, quis > bus exercitum adduxerat, sub occasione quod essent putride, summergi »jussit Cortesius. » Oviedo (Historia general y natural de las Indias, Lib. XXXII, cap. 2, Edic. de la Academia,) casi reproduce á la letra el texto de Cortés: «So color que los navíos no estaban para navegar, > hizo dar con ellos al través en la costa. >>

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«El interesante volúmen con que va V. á enriquecer nuestro panteon histórico, nos ministra otro testimonio, hasta hoy ignorado, de un testigo ocular, y favorable á mi intento. Refiérome á la Relacion de Andrés de Tápia (pág. 563), quien dice que Cortés « habló con algunos de los que >iban por maestros de los navíos, é á algunos rogó que diesen barreuos › á los navíos, é á otros, que le viniesen á decir que sus navíos estaban amal acondicionados; é como lo hiciesen así, dicieles: Pues no están para » navegar, vengan á la costa, é rompeldos, porque se excuse el trabajo

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