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exactitud en su reproduccion, creyendo desde luego que si no era tarea brillante fijar los textos, reproducir fidelísima y gráficamente los códices, era un trabajo necesario y útil para los estudios literarios, con lo cual facilitariamos á los críticos su exacto conocimiento y estudio. Necesario, porque basta comparar, siquiera sea superficialmente, la edicion presente con las hechas ántes de ahora, para convencerse de cuánto necesitaban ser rectificadas las que eran escudadas por nombres insignes de nuestros primeros literatos, y sin embargo, ofrecian textos y lecciones viciadas, merced á la impericia ó descuido de los copistas ó amanuenses. Trabajo útil, porque el conocimiento fidelísimo de los códices evita suposiciones filológicas infundadas, corrige las falsas versiones, y ofrece un medio nuevo y seguro de rectificar gratuitos asertos y de fijar los modismos, locuciones y nombres adulterados.

Entre emprender un trabajo brillante y agradable para la generalidad, ó un trabajo modesto, si bien de reproduccion rigurosísima de códices, tarea cuyo enojo y cuya lentitud saben apreciar muy pocos, no podiamos vacilar. No se crea, sin embargo, que al rectificar ediciones anteriores y fijar los textos, únicos conocidos, hayamos querido hacer resaltar en lo más mínimo defectos que no pudieron evitar ilustres literatos, que acaso no tuvieron á su disposicion, como nosotros, los códices y manuscritos. A pesar de las numerosas variantes que hemos anotado en las siguientes páginas, al hallar en los códices fragmentos y versos olvidados en las mencionadas ediciones, no por esto los literatos que nos han precedido en estos estudios, y con los que supieron conquistarse alto renombre, prestaron menores servicios á la república literaria. Los inteligentes colectores y reputados académicos don Tomas Antonio Sanchez (1), don Eugenio de Ochoa (2), don Pedro José Pidal (3), señor G. Ticknor (4), monsieur Damas Hinard (5), y otros literatos que han reproducido las ediciones hechas por tan entendidos críticos, prestaron con sus trabajos inestimables servicios, que serémos siempre los primeros en reconocer. Pero al fijar los textos, tal como, nos los conservan los códices hasta hoy conocidos (6), al ofrecer así á los críticos el terreno más sólido posible para establecer sus juicios y deducciones,

de que íbamos á ocuparnos en preparar los textos para este volúmen, creyó con dolor que no nos sería posible ya hallar todos los códices, ni tener facilidad para consultar alguno que otro que áun le constaba existia. ¡Con cuánto placer no hubiera visto nuestro buen amigo terminado este trabajo, verificadas las copias y colejos por nosotros mismos, y entregados materiales á la imprenta en el brevísimo trascurso de ménos de un año!

(1) Coleccion de poesias castellanas anteriores al siglo xv, por don Tomas Antonio Sanchez, bibliotecario de S. M.-Madrid, M.DCC.LXXIX.

(2) Coleccion de los mejores autores españoles antiguos y modernos.- París, Baudry, 1850.

(3) Coleccion de algunas poesías castellanas, anteriores al siglo xv, para servir de continuación á la publicada por don Tomas Antonio Sanchez.-Publicóla don Pedro José Pidal.

(4) History of spanish literature.-New-York, 1849.

(5) Poëme du Cid. Texte espagnol, accompagné d'une traduction française, de notes, d'un vocabulaire et d'une introduction, par Damas Hinard.-París, MDCCCLVIII.

(6) Muchas veces las versiones publicadas hasta hoy han hecho suponer, en las locuciones y palabras, procedencias que no tenian. Por ejemplo, si hubiésemos creido la edicion del señor Pidal, cuando en la estrofa 373 del Libro de Apolonio escribe así este verso: Fizole entendre toda su voluntad, hubiéramos aceptado en entendre una palabra lemosina; pero rectificando su edicion con el códice á la vista, podemos asegurar que en esta palabra no hay tal procedencia lemosina, pues usaron entender el poeta y el copista, diciendo claramente el texto: Fizole entender toda su voluntat.

El erudito señor Pidal leyó tambien en el Libro de Apolonio, copla 349, pena va é grisa. El señor Ochoa,

que muy á menudo partian de ficticias bases (1), al propio tiempo que damos á conocer á nuestros lectores con toda fidelidad las producciones de los poetas castellanos anteriores al siglo xv, hanos movido otra consideracion de no escaso peso: el anhelo y el ejemplo de reputados eruditos y de las primeras academias y corporaciones literarias, tanto de España como del extranjero.

En efecto, al emprender un trabajo, que bien puede llamarse paleográfico, del género del presente, no hemos hecho otra cosa que seguir los consejos de sábias academias y eminentes bibliófilos. Permítasenos escudar con las propias palabras de algunas de estas autoridades, para nosotros muy respetables. Õigase, por ejemplo, cómo nos autoriza la razon que dió la ilustre Academia Española ó de la Lengua, para hacer la edicion del Fuero Juzgo rigurosamente paleográfica (2).

«La prolijidad (dice en el prólogo de su edicion) con que ha procedido en este trabajo la Academia, ha sido proporcionada al celo que la anima de promover la clase de conocimientos puestos á su cuidado, y de ilustrar los orígenes del idioma vulgar castellano. Ha seguido generalmente la letra del códice elegido como principal para la edicion, respetando y conservando tal vez alguna leccion ménos correcta, porque su propósito no era tanto dar el texto de la ley, como el lenguaje del códice que la contiene. Y deseando poner á la vista de los lectores hasta las más menudas variantes de los demas, ha notado con escrupulosa puntualidad las que han resultado del cotejo de ellos entre sí y con el que sirve de principal. Algunas veces se ha hecho mérito de lecciones evidentemente desfiguradas, pero que por esto mismo manifiestan el estado coetáneo de la cultura, y sobre todo del lenguaje. Por igual razon se han expresado diferentes abreviaturas y modos de escribirse las palabras; diversidad que muestra las irregularidades de la pronunciacion y de la ortografía entre nuestros mayores, y explica tal vez el origen de varios usos actuales.»

Si hay alguno (continúa la misma Real Academia) á quien parezca nimio é inoportuno este trabajo, y que, ofendido de las lecciones groseras y desaliñadas de los códices, quisiera que se hubiesen despreciado y omitido en una edicion hecha para tiempos cultos como el nuestro, ciertamente que desatiende el principal objeto que se ha

al reproducirlo en París, puso esta nota: «Aquí hay error sin duda: pena puede ser pluma, del latin penna, y en sentido figurado, alas, autoridad; pero lo que sigue, va e grisa, no lo entiendo.>>

Pena debia ser penna, sin sentido figurado alguno, y va vera, por lo que, bien dado el texto, el señor Ochoa hubiese comprendido que se decia : «<con los mantos, ropas y camisas le dieron tambien pieles ó abrigos blancos y grises para adornarse »; y no hubiera vacilado ni confesado que no lo entendia.

Otro verso, en donde la edicion del señor Pidal imprimió urcell, de este modo: Como omes que pudieron de urcell estorcer, debiendo decir carçell (cárcel, prision), como trae claramente el códice, tambien hace vacilar á Ochoa, y éste pone á urcell la siguiente nota: «Presumo que sea oso (salvarse ó libertarse de

un oso), del latin ursus.» Nota que, dado el texto con exactitud, era completamente innecesaria.

(1) Acaso algun dia puedan rectificarse ó fijarse algunas que hoy aparentan ser anomalías y defectos, con el hallazgo, para nosotros posible, de nuevos códices, ó tan siquiera fragmentos de las composiciones antiguas ya conocidas ú otras inéditas. No será difícil que se trate por alguno de nimio, minucioso y poco útil nuestro trabajo, pero no recordará, á buen seguro, esta sentencia de Tácito: «El atender con esmero á las cosas muy pequeñas, ó al parecer, insignificantes, es señal de una gran fuerza de atencion, y de mucha capacidad para las empresas importantes.»>

(2) Fuero Juzgo en latin y castellano, cotejado con los más antiguos y preciosos códices por la Real Academia Española.-Madrid, 1815.

propuesto la Academia en esta empresa; y así como no pueden darse á conocer dignamente los anales de una nacion ilustre y poderosa sin describir los principios humildes (que siempre lo han sido los de las naciones), de donde, con el trascurso del tiempo, se elevó á su prosperidad y grandeza, así tambien para conocer la historia de la formacion y progresos de una lengua, por culta y hermosa que sea, es forzoso contemplar la tosquedad y rudeza de su nacimiento é infancia, y sacrificar al deseo de su ilustracion el fastidio que acompaña necesariamente á este linaje de estudios áridos é ingratos. ›

› La presente edicion del Fuero Juzgo castellano ofrece gran parte de la historia primitiva de nuestro idioma. Aquí se verá por numerosos ejemplos, que instruyen mil veces más que los meros discursos y raciocinios, el modo con que el latin ya corrompido y bárbaro en que habia degenerado el que hallaron los godos en la Península cuando la invadieron en el siglo v, se iba transformando rápidamente en otro idioma diferente á principios del xu; cómo se iban dejando las terminaciones antiguas, y tomando las nuevas; cómo se mudaban unas letras en otras; cómo se disminuia á veces, y á veces se aumentaba, la concurrencia de las consonantes; cómo titubeaba la escritura antes de que se fijáran las palabras; como prevalecia en algunas provincias el uso de ciertas letras é idiotismos, segun la diversa pronunciacion de sus habitantes; cómo se introducia el artículo, que no conocieron los latinos; cómo, por el contrario, desaparecian los casos de los nombres y la mayor parte de los participios que los latinos usaron; y cómo se iba estableciendo y consagrando por el uso el modo de suplir la falta de esta variedad y gala, que da tanta ventaja á la lengua matriz sobre las modernas que de ella nacieron. Los curiosos notarán las resultas producidas por el uso promíscuo de la B y de la V, de la U vocal y de la V consonante, de la L y de la Ll, de la T y de la D, y por la frecuente sustitucion de unas letras por otras del mismo órgano; verán en los nombres propios, escritos casi siempre con variedad, y á las veces de un modo extravagante, la rusticidad de los tiempos, la ignorancia de los amanuenses, y los esfuerzos inquietos y vagos del idioma por fijarse y producir los nombres modernos; y en el confuso laberinto de las irregularidades que por todas partes ofrece un lenguaje naciente hallarán alguna vez el hilo con que la analogía solia guiar de unas novedades á otras, é iba convirtiendo insensiblemente los casos particulares en preceptos y reglas. Los aficionados á otro género de literatura más abstrusa y peregrina podrán observar cuánto influia en el idioma que se formaba en la España cristiana, el de los moros que habitaban lo restante de la Península; las palabras, modismos y fórmulas que le comunicaba; los nombres de medidas, animales, monedas, artefactos, agricultura y ciencias con que lo enriquecia. Los que quieran estudiar el mutuo influjo de la pronunciacion en la escritura, y de la escritura en la pronunciacion, hallarán tambien materia copiosísima para sus reflexiones. Acaso descubrirán en la rudeza y en los errores mismos de los copiantes el principio de voces y modos de pronunciar, que habiéndose despues extendido y hecho comanes, han legitimado para la ortografía los vicios de su nacimiento. Acaso las

abreviaturas de los códices, unidas á la ignorancia de los lectores, produjeron palabras nuevas, cuyo orígen apénas podria adivinarse sin la inspeccion de los códices antiguos donde se hallan. En especial la etimología, necesaria algunas veces para determinar la escritura, y útil siempre para conocer la verdadera significacion y fuerza de las palabras, recibirá inmensa luz de esta clase de investigaciones. Y así, finalmente, se ilustrarán por todos medios los orígenes del noble y majestuoso lenguaje de Castilla, y se verán los pasos por donde se encaminó, desde sus principios, al grado de perfeccion y hermosura que alcanzó en manos de Mendoza, Granada, Rivadeneyra, Cervantes, Saavedra, Solís y otros célebres escritores de los tiempos pasados y de los nuestros. »

Ya anteriormente el padre Andres Merino, en su Escuela paleográfica, ó de leer letras antiguas, habia consignado, sobre la ortografía y sobre la manera de reproducir los códices antiguos, las siguientes oportunas reflexiones:

1. Que cuando se encuentra en los escritos antiguos alguna palabra que suena mal, ó que no se entiende si no se toma alguna letra por otra, bien que éstas sean todas claras y conocidas, no es lícito leer otra cosa que lo que está escrito.

»2. Que cuando la diccion esté algo borrada, y las letras no expliquen bastantemente la voz que contenian, no es lícito leer algun barbarismo para dar el sentido á la oracion; porque la presuncion de la ciencia está á favor de los antiguos, y sin causa manifiesta no se les puede tachar de ignorantes.

»3. Que el valor de las letras ha de ser de tanto peso, que aunque no se pueda sacar sentido sino alterándolas, no se debe hacer sino despues de várias tentativas, y que seguramente se pueda decir que hay yerro de pluma.

>> 4. Ultimamente, téngase como cosa inviolable el no variar ni leer cosa alguna contra lo que el escrito presenta, lo que se logrará evitando la precipitacion y presuncion de querer ser reputados por grandes anticuarios, por leer de repente y sin detenerse los papeles antiguos; lo que es imprudencia, no sólo en aquel género de escribir, sino áun en el nuestro, porque hay letras que sólo se dejan entender de los hombres de paciencia. >

Viniendo á autoridades más recientes acerca de la manera de reproducir las composiciones antiguas, nuestro muy erudito amigo el señor don Pascual de Gayangos dice terminantemente en el prólogo de Calila é Dymna, en el tomo LI de esta Bi

BLIOTECA :

«Estas diferencias en la escritura no siempre se han de atribuir al prurito de los copiantes de querer acomodar el texto que trasladaban al lenguaje de su época respectiva, sino que indican la incertidumbre y vaguedad de las terminaciones de un idioma formado á un mismo tiempo en distintas localidades, y participando más ó ménos de los elementos que constituyen las lenguas románicas ó neo-latinas. Por eso mismo hemos conservado en el texto, siempre que nos ha sido posible, las diferentes maneras de escribir una misma palabra.»>

Y en fin, en prueba de la rigurosa exactitud que requieren estos trabajos, adu

cirémos tambien un testimonio extranjero. El inteligente señor Damas Hinard, á pesar de dar una edicion del Poema del Cid con ortografía moderna y conforme con la de Sanchez, á excepcion de alguna variante que le comunicaron desde Madrid, pues no pudo tener á la vista el códice, en la nota al verso 167 se declara por esta exactitud, y dice lo siguiente: Forcé souvent de combattre le premier éditeur du Poëme du CID, je saisis avec plaisir toutes les occasions de rendre hommage à son savoir, Á son EXACTITUDE et à la justesse de son coup d'œil.

No creemos necesario acumular aquí otras autoridades, como serian, á no dudarlo, la muy respetable de la Real Academia de la Historia, que al publicar los antiguos cuadernos de Córtes, ha conservado con todo rigor el carácter paleográfico de los manuscritos, y la de las obras publicadas por academias y literatos de nota del extranjero, que han seguido el mismo sistema.

Quedan, pues, justificados ámpliamente, á los ojos de los que hubiesen podido desear una edicion corregida y con ortografía moderna de las poesías castellanas anteriores al siglo xv, los motivos que nos han inducido á hacerla puramente crítica y de restauracion paleográfica. Acaso una cosa se eche de ménos en estas páginas: la repeticion de cuanto se ha dicho sobre la vida y obras de los escritores cuyas producciones incluimos en el presente volúmen; pero si el juicio de las últimas ha sido tantas veces emitido, y las particularidades biográficas de cada autor son igualmente tan conocidas, ¿á qué afectar aquí una erudicion que se halla al alcance de todos nuestros lectores?

En escaso número de años las letras españolas han contado con muy notables y excelentes historiadores. La Historia de la literatura española, por M. G. Ticknor, bellamente traducida y enriquecida con curiosas notas y apéndices por don Pascual de Gayangos y don Enrique de Vedia, vino á llenar un inmenso vacío.

Recientemente otro literato muy distinguido ha prestado gran servicio á las letras y á sus cultivadores: el señor don José Amador de los Rios, que con su vasta y colosal empresa de escribir la Historia critica de la literatura española facilita el conocimiento y estudio profundo de este ramo del saber español, con una amplitud y acierto que es probable no tenga imitadores.

Todo concurre, pues, para que nos abstengamos de hacer alarde alguno de crítica ni erudicion literaria en estas páginas, limitándonos á publicar las noticias más notables relativas á cada composicion, con que enriquecieron sus ediciones los señores Sanchez y Pidal, añadiendo nosotros, acerca de las no publicadas por dichos señores, las noticias y notas que nos parezcan oportunas.

FLORENCIO JANER.

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