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860.8 02 1864

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Difícil será, por cierto, dejar en el presente tomo satisfecho el buen gusto literario de los suscritores á esta BIBLIOTECA. Saboreadas, en volúmenes anteriores, las dulcísimas poesías de Garcilaso, Ercilla, Rioja, Mendoza, Alcázar, Fray Luis de Leon, Argensola y otros, que cultivaron el Parnaso español en no ménos felices y abundosas rimas, la sequedad y rudeza de los orígenes de la poesía castellana ha de formar desagradable contraste con la fluidez y galanura de los poetas que alcanzaron nota de mejores. Y sin embargo, la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, siéndolo desde la formacion del lenguaje hasta nuestros dias, no podia prescindir de un volúmen en donde apareciesen debidamente ordenados los cimientos literarios y filológicos, si nos es dable valernos de esta expresion, los primitivos esfuerzos del idioma patrio. Sólo de este modo podrá apreciarse mejor la marcha progresiva, el admirable desarrollo de nuestra literatura en su edad de oro.

Así como á un Cervantes, á un Mendoza y á un Moncada precedieron, en época bien remota de su tiempo, un marqués de Villena y un Fernando del Pulgar, así tambien á los Menas y Manriques, á los Boscanes y Herreras, habian precedido, años ántes, Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita, Pedro Lopez de Ayala y otros poetas y rimadores, más ó ménos conocidos, más ó ménos felices en los primeros ensayos de la musa castellana. Porque nombre de ensayos, y no otro, merecen algunas veces los fragmentos, los cantares de gesta, y áun ciertos poemas que al comenzarse á formar el idioma patrio aparecen diseminados en diferentes localidades de la Península, tomando sabor de otros idiomas y áun dialectos que trabajosa y paulatinamente se iban formando al propio tiempo en territorios ó reinos convecinos. Ni otra cosa podia esperarse del estado social de España durante los calamitosos siglos que se siguieron á la decadencia hispano-latina. Salidos sus moradores de dominacion esencialmente romana, para sufrir la influencia visigoda, que á sa vez hacia lugar á idiomas y costumbres africanas, el lenguaje que de la mezcla, corrupcion y hermandad de unos y otros idiomas iba á resultar, daba orígen, como es sabido, á los primeros vagidos de la lengua castellana, no tiernos y apasionados, como los de toda creacion infantil, sino rudos, agrestes y varoniles, como salidos de entre el entusiasmo religioso y las necesidades guerreras de nuestros antepasados.

Fué, en efecto, la antigua literatura española, una de las literaturas de Europa que no tuvieron su nacimiento entre la ociosidad y bienestar de la paz, ni entre la calma y regalo de los pueblos que, en su suelo nativo, se vieron libres de las convulsiones

y trastornos de las luchas guerreras. Todo lo contrario. Si bien parece que durante la reconquista no debia haberse oido resonar acento alguno de la musa castellana, ni el menor cántico guerrero que alentára á la pelea, en la patria de los Ramiros y Fernandos el primer grito de libertad fué acompañado de una voz que animaba á emprender una lucha de más de siete siglos, y entre el ruido de los combates, los ayes de los moribundos y el estruendo de los gritos guerreros, se oia el cántico que animaba al cristiano contra el enemigo de su fe, y con sus palabras sencillas y desaliñadas, pero enérgicas y heroicas, se recuperaba desde las asperezas de Astúrias hasta los muros de Toledo y Zaragoza (1).

No fueron, sin embargo, los Poemas del Cid y del conde Fernan Gonzalez, respirando el aire agitado de los campamentos, las únicas producciones notables en los orígenes de la poesía castellana. Merecen igual calificacion otras composiciones, si bien no en crecido número, puramente histórico-caballerescas, religiosas, morales, de amor y leyendarias. A este número pertenecen, por ejemplo, el Poema de Alejandro, las Poesías de Gonzalo de Berceo, las del Arcipreste de Hita, el Rimado de Palacio, los Proverbios morales del Rabbi don Sem Tob, el Libro de Apolonio, y otras composiciones que, ya publicadas y conocidas, ya desconocidas ó inéditas, debian incluirse en el presente volúmen, con tal que fueran todas anteriores al siglo xv. Y bien podemos decir que (por demas escasa nuestra suficiencia, aunque grande el entusiasmo por semejante género de estudios) hemos sido no poco felices respecto al número de composiciones incluidas en las siguientes páginas. Al Poema del Cid, Obras de Gonzalo de Berceo, Poema de Alejandro y Poesías del Arcipreste de Hita, que dió á luz don Tomas Sanchez, ofreció agregar el diligente editor de esta BIBLIOTECA el Libro de Apolonio, la Vida de santa Maria Egipciaca y la Adoracion de los Reyes, publicadas por el señor Pidal, y ademas las Poesías de don Alonso el Sabio, las del Rabbi don Santo, la Danza de la Muerte, el Poema de José, el Poema del conde Fernan Gonzalez y el Rimado de Palacio, de Pero Lopez de Ayala. No poca fortuna nuestra ha sido cumplir no sólo con lo ofrecido anteriormente á los suscritores, sino poder aún enriquecer la literatura nacional con la publicacion de dos composiciones generalmente desconocidas hasta hoy de literatos y eruditos, una de ellas anhelada desde hace siglos. Nos referimos á la Vida de san Ildefonso, por el beneficiado de Ubeda, de que tuvo noticia Sanchez, y al Poema de Alfonso Onceno, no há mucho publicado por vez primera, de órden de S. M. la Reina, enterada de que los eruditos deploraban su pérdida, siendo así que se conservaba, aunque en mal estado, en una de sus Reales bibliotecas (2).

En cambio, sin que por esto dejemos de dar á conocer á los lectores los únicos

(1) Así tuvimos ocasion de consignarlo en el preámbulo de La Danza de la Muerte, poema castellano del siglo XIV, que con preámbulo, facsímile y explicacion de las voces más anticuadas, publicamos, enteramente conforme con el códice original, durante nuestra estancia en París, en 1856.

(2) Poema de Alfonso Onceno, rey de Castilla y de Leon. Manuscrito del siglo XIV, publicado por vez primera de órden de S. M. la Reina, con noticias y observaciones de Florencio Janer. - Madrid, impreso por don Manuel Rivadeneyra, Agosto de 1863.

fragmentos conocidos de rima castellana debida al sabio rey autor de las Partidas (1), no hemos creido fuese tal su importancia, que mereciese ocupar lugar preferente entre las composiciones que forman este volúmen, por más que don Alfonso el Sabio hubiese cultivado y enriquecido el idioma patrio con gran número de eruditos, sabios y correctos trabajos (2). Consideracion de otra clase ha impedido tambien que incluyéramos con las demas composiciones la Crónica rimada, llamada de las mocedades del Cid, sea ó no coetánea ó anterior al Poema que canta las hazañas del Campeador, dada á conocer por el erudito literato don Eugenio de Ochoa, que se ocupó de ella en el Catálogo razonado de los manuscritos españoles existentes en la biblioteca Real de Paris (3). El señor don Agustin Durán, á quien tanto deben las letras españolas, incluyó dicha Crónica rimada en el apéndice iv de la nueva edicion del Romancero general, que forma los tomos x y xvi de esta BIBLIOTECA, y en este concepto, su publicacion ha sido hoy innecesaria. A pesar de todo, el tomo LVII es coleccion completísima de los poetas anteriores al siglo xv, más completa de lo que hasta aquí podia esperarse, pero no tanto, que deba hacer desconfiar á los eruditos del hallazgo de otras producciones antiguas, que, con el trascurso del tiempo, esperamos vendrán á enriquecer nuestra literatura patria. Así nos lo hace suponer confiadamente el cú

(1) No hemos creido conveniente dejar de darlos á conocer á nuestros lectores, segun lo ofrecido por el editor de esta BIBLIOTECA, si bien no podemos salir garantes de su exacta version, por no haber podido consultar manuscrito alguno antiguo que los contuviese. Estos fragmentos de poesía castellana, atribuidos al rey don Alfonso el Sabio, han sido publicados, con más ó ménos variantes, por diversos autores, suponiéndolos estrofas del Libro de las Querellas.

A ti, Diego Perez Sarmiento, leal,
Cormano et amigo, et firme vasallo,
Lo que a mios omes de coita les callo
Entiendo decir, plannendo mi mal.
A ti que quitaste la tierra e cabdal,
Por las mi faciendas en Roma e allende,
Mi pendola vuela, escochala dende,
Ca grita doliente con fabla mortal.
Commo yaz solo el rey de Castiella,
Enperador de Alemanna que foé,
Aquel que los reyes besaban el pié,
Et reynas pedian limosna en mançiella!
Aquel que de hueste mantouo en Seuiella
Diez mill de a cauallo et tres doble peones;
Aquel que acatado en lejanas naciones
Foé por sus Tablas et por su cochiella!

Yo salí de la mi tierra para yr a Dios seruir,
Et perdí lo que auia desde mayo fasta abril;
Todo el regno de Castiella fasta allá a Guadalquevir.
Los obispos et perlados cuydé que metien paz
Entre mi et el mio fijo, commo en su decreto iaz:
Ellos dexaron aquesto et metieron mal assaz,
Kon a escuso, mas a vozes, bien commo el annafil faz.
Falleciéronme parientes et amigos que yo auia,
Con aueres et con cuerpos, et con su cauallería;
Ayádenme Jesu Christo, su madre Sancta María:
Que yo a ellos me acomiendo de noche et tambien de dia.

Non hê mas a quien lo diga nin a quien me querellar,
Pues los amigos que auie non me ossan ayudar:
Que por miedo de don Sancho desmamparado me han:
Pues Dios non me desmampare, quando por mí a imbiar.
Ya yo oy otras veces de otro rey assi contar,
Que con desamparo que ouo se metió en alta mar
A se morir en las ondas o las venturas buscar:
Apollonio fue aqueste rey, e yo faré otro que tal.

(2) Son, en efecto, tan várias y numerosas como conocidas las obras que han inmortalizado el nombre de don Alfonso el Sabio. Entre las que permanecen aún inéditas, cuéntanse dos sumamente notables. Una de ellas, El Libro del juego de las Tablas, le publicamos enteramente conforme con el códice original, por medio de exactos facsímiles en cromo-litografía, con nuestro querido amigo el señor don Isidoro Lozano, pensionado que ha sido por el Gobierno de S. M. para el estudio de la pintura en Roma, y premiado en diversas exposiciones de bellas artes. Sin su inteligente é incansable cooperacion no hubieran probablemente llegado á disfrutar nunca los literatos de una edicion monumental é interesantísima de aquel precioso códice. Otra de las producciones del sabio rey de Castilla, áun inédita, es la coleccion de Cantigas, en idioma gallego, que el colector de este tomo tiene preparada para dar á luz, conforme con los diversos códices que de las mismas se conservan en varios archivos y bibliotecas, y con estudios críticos, históricos, filológicos y leyendarios; habiendo sido autorizado por S. M., por Real órden de 11 de Setiembre de 1862, para poder consultar tambien los códices de su Real pertenencia, existentes en la biblioteca del Escorial, y publicarlos, si fuese necesario.

(3) París, 1844, en 4., pág. 105.

mulo de documentos y códices harto olvidados (1) en las bibliotecas nacionales y extranjeras, y el celo con que algunos de nuestros primeros literatos procuran ilustrar interesantes puntos de la historia de las letras españolas (2).

Declarado, como dice su título, lo que debia contener y contiene el presente volúmen, réstanos manifestar á nuestros lectores las diversas maneras como podia ser hecho el trabajo de reproduccion y publicacion de tan peregrinas composiciones, y el modo como nosotros hemos creido deberle llevar á cabo. Diversos hubieran sido los pareceres acerca de la manera como debian publicarse producciones tan notables y venerandas, como las que forman el período poético anterior al siglo xv, período el ménos conocido, de producciones ménos gratas á oidos cultos, y al propio tiempo de reproduccion más dificultosa y delicada. Poco afectos algunos á los orígenes de las cosas, generalmente laboriosos y no perfectos, como todo principio, quizá conceptuarian innecesario el conocimiento de los orígenes de nuestro lenguaje, sin advertir que las composiciones primitivas del idioma castellano debian servir como de base y punto de comparacion, en una BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, desde la formacion del lenguaje hasta nuestros dias. Más atentos y admiradores otros del pensamiento, más bien que de la forma de las cosas, habrian preferido la reproduccion, completa sí, de los primeros monumentos del habla y literatura nacional, pero modernizando el lenguaje y la ortografía, asimilando la manera de expresarse y áun de escribir de cada autor y de cada copista, y haciendo así, fácil la comprension y amena la lectura á los poco ó nada respetuosos con lo que nos legaron las pasadas edades. Otros, en fin, apasionados é inteligentes, pero superiores á exagerado respeto por las cosas antiguas, nos habrian aconsejado guardar con todo esmero el carácter y la ortografia de las diferentes épocas, pero mejorando la rima, añadiendo ó suprimiendo donde una refinada crítica hubiese hallado, ó creido hallar, lagunas paleográficas y descuidos de sentido ó de métrica medida.

Confesamos ingenuamente que hubiéramos vacilado, y debiamos vacilar, ante tan diversos gustos y opiniones; pero conociendo las ediciones que de tan antiguas poesías se han hecho hasta hoy, y habiendo, por fortuna, podido examinar por nosotros mismos casi todos (3) los códices que las conservan, pudimos observar la falta de

(1) Algunos de nuestros primeros literatos no sosiegan, en efecto, en el estudio é ilustracion de nuestras antiguas glorias literarias. El señor don Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe, que tan alto renombre supo adquirirse, dentro y fuera de España, con los profundos trabajos con que ilustró los escritos del célebre don Francisco de Quevedo, acaba de publicar en estos dias una interesantísima Noticia de un precioso códice de la Biblioteca Colombina; algunos datos nuevos para ilustrar el Quijote; varios rasgos, ya desconocidos, ya inéditos, de Cervantes, Cetina, Salcedo, Chaves y el bachiller Engrava.

(2) Don José Amador de los Rios se halla prestando en la actualidad un inmejorable servicio á las letras españolas, pues no sólo publica con general aplauso su

Historia critica de la literatura española, sino que enriquece todos sus volúmenes, como por via de apéndices, con ilustraciones, opúsculos y tratados antiguos, que, de otro modo, acaso no verian la luz pública.

(3) Decimos casi todos porque así es la verdad. Diez Y seis son los autores, conocidos ó anónimos, de quienes publicamos composiciones en este volúmen, y de catorce de ellos hemos podido examinar los códices antiguos ó primitivos que áun se conservan. Sólo de algunas poesías de Berceo, no todas, y de la Vida de san Ildefonso, por el beneficiado de Ubeda, no hemos podido examinar más que copias, antiguas tambien, aunque no de la edad media. Nuestro malogrado y buen amigo el célebre economista y poeta catalan don Buenaventura Cárlos Aribau, al enterarse, en 1862,

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