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llars que hacia lo mismo con Xatmas, valiente partidario del Rey, sino que hizo tambien retirar á Arnaldo de Vilademan, que perseguia con mucho ahinco á Verntallat. Al ver D. Enrique el mal estado de la guerra de Cataluña, trató de llamar la atencion de D. Juan hácia otra parte. Con este objeto hizo situar á D. Juan de Beamonte y á un caballero llamado Torres en la frontera de Aragon, mientras para ayudar á D. Juan de Ixar y D. Jaime de Aragon hacia entrar á Ruy Diaz de Mendoza por Teruel y Albarracin, puntos á que tambien acudió D. Juan de Cardona, antiguo privado y mayordomo de D. Cárlos. Con este oportuno socorro se resolvió Ixar á ir á atacar las tropas reales donde quiera que se hallasen, y asi fué que en poco tiempo se apoderó de Alcañiz y su castillo, de Aliaga, Castellote y otros pueblos y fuertes, mientras Mendoza siguiendo su ejemplo, tomaba Zailla, Almolda, castillo de Alventosa y otros. Estos sucesos verificados con estraordinaria rapidez, alcanzaron el objeto que D. Enrique se propuso que era distraer á D. Juan de la guerra de Cataluña para que sus habitantes volviesen á animarse. Apenas este y el Mariscal de Francia partieron á Aragon, donde creyeron necesaria su presencia, volvieron à sublevarse Villafranca, Alcover y Barban y el Baron de Cruillas volvió á sitiar Gerona. Angustiosa era para el Monarca esta situacion, y si se añade que los franceses que habian seguido al Mariscal á Aragon no quisieron pasar de Belchite só pretesto de que no habian venido á lidiar con el Rey de Castilla, no nos quedará ninguna duda de que las circunstancias en que D. Juan se encontraba eran las mas críticas que puedan darse.

Por todo este tiempo el de Francia no habia cesado de instar á Enrique 4.o para que se viesen entre Fuenterrabía y San Juan de Luz; y esta proposicion que al principio repugnaba á D. Enrique fué despues aceptada, por ver las pocas probabilidades de buen éxito que presentaba aquella guerra, que por lo menos debia ser muy larga y por lo tanto muy costosa. Con este objeto y con el de evitar los desastres que lucha tan atroz ocasionaba, se sentaron tres meses de tregua que fué firmada por el Rey de Cas

tilla el 14 de Enero de 1463 y por el de Aragon en Cariñena el 29 del mismo mes y año. Pero estas treguas, asentadas sin duda con la mejor buena fe, fueron muy mal guardadas por los combatientes. Beamonte y Torres hacian en los alrededores de Tarazona cuanto daño podian, al paso que los aragoneses, que deseaban apoderarse de Alcalá, eran derrotados por el Conde de Treviño, Capitan general de los castellanos.

Verificáronse por fin las vistas de los Monarcas de Francia y de Castilla despues de haber puesto el de Aragon en manos del primero todas sus diferencias con el segundo mas la sentencia dada por Luis en Fuenterrabía descontentó igualmente á los dos adversarios, al castellano porque se le obligaba á retirar de Aragon y Cataluña todas sus tropas sin recompensarle los grandes gastos hechos por este motivo, y al aragonés porque debia dar á D. Enrique la merindad de Estella en pago de las nuevecientas mil doblas que este dijo habia gastado en favor del Príncipe de Viana, pago al que se habian obligado los navarros. Para seguridad de la entrega de Estella y su merindad se pusieron la Reyna de Aragon y su hija D.a Juana en poder del Arzobispo de Toledo; pero no habiendo aquella podido tener lugar por haberse apoderado de ella Pedro de Peralta, ayudado de sus naturales que no querian se desmembrase el reino, el mencionado Arzobispo y el Marques de Villena persuadieron á D. Enrique à que se concertase con D. Juan antes de emprender una nueva lucha, cuyo resultado, cualquiera que fuese, seria mas funesto que satisfactorio. Por otra parte cansado este de tantos desastres parecia tambien desear el arreglo definitivo de sus negocios con el Rey de Castilla para dedicarse esclusivamente à la conclusion de la guerra de Cataluña, por lo cual se convino que en vez de Estella y su merindad fuesen entregadas á Enrique 4.o las fortalezas de Monjardin, Dicastillo, Miranda y Larraga en Navarra, y en Castilla las villas de Casarrubia del Monte, Aguilar de Campos, Belver, Buendia y otros pueblos pertenecientes á Doña Juana y á otros varios señores castellanos.

á

Arregladas de esta suerte las diferencias de Castilla y Aragon,

D. Enrique mandó que las fuerzas de su reino que estaban en Navarra y Cataluña desocupasen las plazas y castillos que guarnecian y volviesen al instante á su suelo natal, medida que desconcertó á los catalanes que veian con evidencia cuan poco era su poder para resistir á D. Juan. Sin embargo con gente resuelta S., á intentarlo todo antes que sucumbir, aprovecharon la ocasion de hallarse en Ceuta D. Pedro condestable de Portugal y le ofrecieron el condado de Barcelona y señorío de Cataluña, que aseguraban pertenecerle como hijo que era de la primogénita del Conde de Urgel. No disgustó á este la proposicion, y acompañado de unos pocos caballeros que quisieron seguir su suerte, desembarcó en Barcelona el 24 de Enero de 1464. Inmediatamente de su llegada recibió el juramento de fidelidad, y empezó á titularse Rey de Aragon y de Sicilia. Su primer cuidado al tomar el mando fué poner al frente de las tropas del Ampurdan á Juan de Silva que derrotó completamente las del Rey que le salieron al paso, y nombrar gobernador de Lérida al esforzadísimo portugues Pedro de Deza, pues le advirtieron que el principal deseo del Rey era apoderarse de esta plaza. Para dar mas colorido de legalidad á su gobierno, publicó en Igualada y á 4 de Marzo del mismo año un manifiesto en que probaba el derecho que le asistia à la corona de Aragon; y en él ofrecia tambien perdon general à todos los que servian á D. Juan si se pasaban pronto á su partido, advirtiéndoles que si desatendian sus palabras, no le culpasen á él del daño que pudiera sobrevenirles. Como lo habia creido, puso D. Juan sitio à Lérida, punto el mas importante despues de Barcelona que le resistió por mucho tiempo y muy valerosamente, aunque despues de matarle un gran número de sus principales caballeros tuvo que rendirse por hambre el dia 6 de Julio de 1464. Para dar una prueba de la escasez de comestibles que habia en la ciudad, dice Zurita, que una fanega de trigo costaba el dia antes de la rendicion doce florines de oro y que al dia siguiente bajó á siete sueldos.

Funestísima fué esta pérdida á los catalanes que aunque se apoderaron de los castillos de Moncada y de la Roca, iban visi

blemente en decadencia; pero mas que la pérdida de Lérida les causó disgusto la defeccion de D. Juan de Beamonte que entregó al Rey Villafranca del Panadés de la que era gobernador, despues de haber obtenido de aquel el olvido de lo pasado y la restitucion de sus bienes y dignidades para sí y toda su familia y servidores.

D. Jaime de Aragon que en sus estados habia continuado en abierta rebelion contra el Rey, fue por este tiempo preso y conducido á Valencia y de aqui á Játiva donde estuvo mucho tiempo encarcelado. Lo mismo deseaba D. Juan ejecutar con el señor de Ixar; pero conociendo que con la astucia lograria mas que con la fuerza, le propuso el matrimonio de su hijo con una prima hermana de la Reina y le concedió tantos honores y distinciones, que aquel no pudo menos de dejar las armas que por tanto tiempo y tan valerosamente habia empuñado.

Animado D. Juan con la victoria de Lérida, mandó que sin pérdida de momento se pasase à sitiar Cervera, lo que verificó el Conde de Prades tan estrechamente, que al poco tiempo se hallaron los sitiados en los mayores apuros. Al saberlo el Condestable recogió cuanta gente pudo y al frente de dos mil hombres se dirigió á socorrerla, lo cual el de Prades trató de impedir á toda costa. Para ello juntó todas las partidas sueltas de aquellos alrededores con las cuales y la tropa que ya tenia y la que vino con el infante D. Fernando, esperó á que se le acercase el enemigo para salirle al paso y presentarle la batalla. Sucedió efectivamente asi, avistáronse los dos ejércitos en Prats del Rey, y poco tiempo despues se empeñó una lucha sangrienta, cuyo resultado fué la derrota completa de los catalanes y la prision del Conde de Pallars, Vizconde de Roda y de Rocaberti, Gueran de Cervelló, Conde de Branches, Pedro de Deza, Baron de Cruillas y de otros caballeros y personas de cuenta. Al Condestable le valió la astucia, pues al ver el mal aspecto que presentaba la batalla, se quitó las insignias de que iba revestido y de esta suerte confundido entre los vencedores, entró en Prats del Rey de donde se escapó el dia siguiente sin ser conocido.

No bastó el éxito de esta batalla para rendir á Cervera, pues el intrépido D. Bertran de Armendariz la socorrió dos veces sin que fuese bastante para impedirselo todo el ejército sitiador. Despues de este descalabro marchó el Condestable al Ampurdan donde al frente de algunas tropas ganó por medio de las armas algunos pueblos principales. Pero mientras él se entretenia en este pais con victorias de poca monta, D. Alonso de Aragon se apoderaba de Igualada, y el Rey de Cervera que como Lérida se rindió por hambre. No fueron estos los únicos triunfos de Don Juan; pasó inmediatamente al campo de Tarragona que durante su ausencia se habia vuelto á sublevar, lo sujetó facilmente y se dirigió despues á sitiar el castillo de Amposta contra el cual sentó su campo el dia 2 de Octubre de 1465. Esta fortaleza resistió con inaudita heroicidad los ataques del ejército real hasta el 24 de Junio de 1466 que cayó en su poder. Grande era la admiracion de los pueblos y lo será la de cualquiera que lea los sucesos de aquella época al ver la indiferencia con que el Condestable miraba los progresos de D. Juan, sin intentar siquiera atajarle el paso seguramente la admiracion no se hubiera contenido en estos límites si el cielo no lo hubiese dispuesto de otra manera. En efecto, no hubo lugar á que estallase la pública indignacion, porque habiendo aquel marchado de Vich á Manresa y de esta á Granollers, enfermó gravemente y murió á los pocos dias con sospechas de haber sido envenenado. Fué muy caviloso, poco agradable en su trato, y aunque de bastante valor personal, en estremo desgraciado en la guerra. "Apenas hizo otra cosa, dice Cortada, que perder una batalla en 28 de Febrero de 1465, dar á la causa de los catalanes muy peor aspecto del que tenia cuando vino y morir en Granollers en 20 de Junio de 1466."

La ambicion que dominaba al Conde de Foix ya no se satisfacía con el simple título de Lugarteniente que él y su muger tenian en Navarra; y al ver ahora á su suegro ocupado en la guerra de Cataluña y al de Castilla en la civil contra su hermano D. Alonso á quien algunos habian proclamado Rey, concibió la idea de entrar de improviso en Navarra y apoderarse en su pro

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