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CAPÍTULO LI.

Lo que les pasó á unos embajadores de Africa con el rey Teudio.

bello tendido para mesarlo con tantas lágrimas y ala-
rido, que parecia les habian ya muerto sus hijos y sus
maridos. Oyo Dios los gemidos tristes de tanta mul-
titud, con hacer que llegasen á los oidos de los fran-
ceses. Ellos no podian pensar qué fuese aquel misera-
ble ruido que de la ciudad se sentia, y sospechaban
fuese algun maleficio ó encantamiento. Preguntáronlo
á un rústico, que tomaron, y él les dijo lo que pa-
saba. Childeberto era gran cristiano, y por reverencia
del santo mártir levantó luego el cerco, pidiendo á los
de la ciudad se le diese alguna reliquia del glorioso
Santo, por cuyo acatamiento y respeto se habia incli-
nado. Los de Zaragoza le dieron la estola de san Vin-
cencio, y él, vuelto en Francia, edificó en París un
monasterio con la advocacion deste Santo: porque fue-
se dignamente colocada allí su preciosa reliquia. Pro-
sigue Gregorio, que habiendo estos reyes ganado des-
ta vez gran parte de España, se volvieron con muchos
despojos. Harto diferentes van estos dos autores, si es
toda una esta jornada que ambos cuentan. Ya pudo
ser que al fin della en la vuelta de los reyes á su tierra |
les tomase el paso Teudiselo, callándolo en la historia
Gregorio como cosa adversa y de ignominia para sus
reyes, ó por otro respeto que mas le plugo. Y aun en
San Isidoro se da á entender en alguna manera que
en los Pireneos esperó este capitan á los franceses
cuando salian. En el libro viejo de Alcobaza (segun re-
fiere Vaseo) hay alguna particularidad desta jornada.
Dice que los cinco reyes franceses todos juntos entran-
do por Pamplona llegaron á Zaragoza, y la tuvieron
cercada diez y ocho dias. No prosigue mas en parti-
cular, sino aquel original afirma, que unos ponen esta
entrada de los franceses el año quinientos y cuarenta
y dos, y otros dos años delante. El mismo libro cuen-
ta que habia por este tiempo gran pestilencia de lan-
dres en España.

Los otros coronistas de Francia pasan con su arzobispo. El nuestro santo de Sevilla, prosigue en las cosas deste rey Teudio diciendo, que movió tras esto la guerra á los romanos en África: y pasando el estrecho de Gibraltar, él ó su ejército, que no lo declara, cercaron á Ceuta, combatiéndola réciamente hasta ponerla en grande aprieto. Llegado el domingo cesaron los godos del combate por honra de la fiesta: que aunque arrianos, todavía tenian respeto en no derramar sangre en dia tan particularmente dedicado á nuestro Redentor, que la vertió por nosotros. Los romanos, que sintieron el reposo de los enemigos, y el respeto con que se movian á tenerlo, de improviso salieron á ellos con impetu, y tomándolos desarmados y en descuido, hicieron con grande encarecimiento, que no escapó uno solo de los que estaban en tierra que pudiese traer a España la nueva de tanta desventura y estrago.

Por este encarecimiento parece que no pasó el rey en África, sino que envió su ejercito. Y siempre desde ahora se ha de tener mucha advertencia, que san Isidoro y los demás que dél toman, llaman de aquí adelante romanos al emperador de Constantinopla y los suyos, no habiendo quedado ningun señorío, ni sombra del imperio romano, sino poseer el de Constantinopla algo de Italia, que como se dirá, lo quitó á los godos.

Por estos años Belisario, famoso capitan del emperador Justiniano, hacia la guerra en África contra Gilimero, postrero rey de los vándalos. Velase muy fatigado el vándalo por una grande armada que el emperador de nuevo enviaba contra él: y antes que arribase en Africa, y se supiese de su venida, envió dos hombres | principales de su casa llamados Fuscia y Goteo al rey Teudio, para pedirle su mistad antes que pudiese tener la nueva del gran socorro que con el armada á Belisario le venia. Estos embajadores con vientos contrarios tardaron mucho en llegar acá. Entre tanto Belisario tomó con gran presteza la ciudad de Cartago, con que dejó á Gilimero casi del todo destruido. Y el mismo dia que la ciudad fué tomada, partió de allí una nave que vió todo lo que habia pasado, y llegando á España, halló al rey Teudio en un lugar de la costa, y dióle relacion de la toma de Cartago. El rey mandó á los de este navío callasen estas nuevas, hasta que se tuviese mayor certidumbre. Llegaron luego los embajadores de Gilimero sin saber nada desto, y hallando al rey en aquel lugar de la marina, fueron dél muy bien recibidos, y regocijados con un convite. Este acabado, les preguntó Teudio cómo iban las cosas de su rey. Ellos respondieron que prósperas y bien aventajadas. Pidióles la causa de su venida. Dijeron, que á pedir su amistad y su ayuda. El rey sin mas detenerse les respondió, que se volviesen en Africa, y que en desembarcando allá, tendrian la resolucion de su embajada. A Goteo y Fuscia les pareció tan desatinada esta respuesta, que atribuyéndola á lo mucho que el rey habia bebido en la cena, aguardaron para otro dia tomarle mas en su ser. Así le propusieron de nuevo su embajada, suplicándole por la breve respuesta. Dióles la misma del dia antes: con advertirles, que no tenian mas que esperar. Ya ellos entonces sospecharon algun mal suceso, y consideraron la prudencia con que el rey les habia respondido. Esto cuenta así Procopio en la historia que escribió de aquella guerra de África (1), en que al fin refiere como toda aquella gran provincia quedó desta vez sujeta al emperador, quedando el reino y nombre de los vándalos del todo destruido y acabado. El mismo capitan Belisario y otro llamado Narses habian consumido los godos y su imperio en Italia, restituyéndosela casi toda al emperador Justiniano. Y Totila y Teyas fueron los dos últimos reyes en quien se acabó en Italia el reino de los ostrogodos.

CAPÍTULO LII.

San Laureano mártir, arzobispo de Sevilla.

Fué arzobispo de Sevilla el glorioso mártir san Laureano por estos mismos años. Aquella su Iglesia y otras comarcanas rezan dél á los cinco de julio, y aquel dia ponen su fiesta Usuardo y Adon, que hacen mencion dél en sus martirologios. Y el obispo Equilino escribe tambien deste Santo. Lo que aquí dijéremos será destos autores, y principalmente de lo que se reza en Sevilla en las lecciones de los maitines. Fué natural de

(1) Lib. 3.

Ungría, y criado, y enseñado, y ordenado sacerdote en la iglesia de Milan. Y porque este Santo era muy católico, y perseguia con gran zelo y hervor los arrianos, el rey Totila de los ostrogodos en Italia, que era arriano, le quiso mandar matar.

PAVLA CLARISSIMA. FEMINA. FA-
MVLA. CHRISTI. VIXIT. ANNOS
XXIIII. MENSES. DVOS. RECES-
SIT, IN. PACE. XVI. KAL. FEBRVA-
RIAS. ERA. DLXXXII.

En castellano dicen: Paula, mujer muy ilustre, sierva de Jesucristo, vivió veinte y cuatro años y dos meses. Partió desta vida en paz á los diez y siete de enero de la era de quinientos y ochenta y dos.

Este año era el de nuestro Redentor quinientos y cuarenta y cuatro. Del mismo año es otra piedra de sepultura, que está en Evora, ciudad insigne en Portugal; y la puso Andrea Resendio en las antigüedades de Evora. El epitafio que tiene es éste, con algun mal latin, como es ordinario hallarse en las piedras destos tiempos.

DEPOSITIO. PAVLI. FAMVLVS DEI.
VIXSIT. ANNOS. L. ET. VNO, RE-
QVIEVIT. IN. PACE D. IIII. IDVS.
MARTIAS. ERA. D. LXXXII.

En castellano se traslada así: Enterramiento de Pau

Por esto se vino san Laureano en España, y viviendo en Sevilla, por su doctrina y ejemplo de santidad, y habiendo muerto Máximo, arzobispo de aquella Igleria, fué elegido en su lugar. Duraba todavía el odio del rey perverso, sin que tanta distancia de tierra se lo hiciese olvidar: y dió órden como el santo Arzobispo fuese muerto en Sevilla. El ángel de su guarda le amonestó en sueños el peligro que le estaba aparejado; y guiándole él, se metió en la mar, navegando hasta Roma. Alumbró en el camino un ciego, que en abriendo los ojos, le preguntó: Dime, Laureano, ¿quién es este mancebo tan resplandeciente que está á tu lado? El Santo le dijo que era el ángel de su guarda. «Aquel lo vió con los ojos corporales: mas si todos nosotros tu« viésemos bien abiertos los espirituales de la fé, con « ellos veríamos perpetuamente nuestros santos ánge«les de guarda juntos cabe nosotros asistiéndonos per>> petuamente en todo tiempo y lugar para ayudarnos, «defendernos y inspirarnos. Nuestra negligencia y olvi«do en esto nos priva de tanto bien, y tan particular-lo, siervo de Dios. Vivió cincuenta y un años. Reposó «mente nuestro, y que tan cerca le tenemos, y que no en paz á los trece de marzo. Era de quinientos y ochenele pesa sino porque no usamos dél y lo gozamos.»> En ta y dos. Roma fué recibido san Laureano muy bien del papa; y de allí vino por la mar á Marsella con deseo de ir á vi- | sitar el sepulcro de san Martin. Allí le conocieron, y le mataron, cortándole la cabeza los herejes, que en toda parte le temian, y en toda parte estaban preveni-zando con la muerte, todavía con benignidad y buen dos por Totila. El cuerpo del santo Mártir fué sepultado con gran veneracion en la ciudad de Beterri en Francia por Eusebio, obispo de Arlés; y la cabeza, porque así Dios lo disponia, fué traida á Sevilla, en tiempo que padecia hambre, y pestilencia y otras fatigas: y recurriendo mas devotamente a Dios con la intercesion de san Laureano, y con la presencia de su preciosa reliquia, la ciudad fué librada de sus plagas, como él al salirse lo habia anunciado, pidiéndoles se volviesen á Dios, porque habian de padecer grandes fatigas, y no saldrian dellas hasta que él volviese á aquella tierra.

CAPÍTULO LIII.

Piedras del tiempo del rey Teudio, y lo demás hasta su muerte.

De tiempo deste rey es una de dos sepulturas, que pocos años se hallaron debajo tierra fuera de Sevilla, en aquel arrabal que está á la iglesia de san Bernardo, en la cual, por ser de mujeres católicas y muy ilustres, las metieron. Yo las he visto, y son grandes arcas de mármol, con sus cubiertas de otro mármol algo diferente, todo liso, sin ninguna pulideza. En cada una se halló una redoma de vidrio, que parece tuvieron algun licor; mas ya estaba consumido del tiempo. Las letras tienen tan poco primor en la escultura como todo lo demás, y tienen encima la santa cifra con el A y O, para denotar su limpia y católica cristiandad. En la una arca, que es algo mayor, y del tiempo deste rey, dicen así las letras, aunque con algunas abreviaturas.

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El rey Teudio fué muerto poco despues de aquella pérdida de África. Matóle en su palacio de una estocada uno que se habia fingido loco para hacer esta maldad. Y aunque el rey despues de herido estaba agoni

reconocimiento tuvo cuidado de mandar á los suyos que ningun mal se hiciese al matador. Porque él lo tenia por verdugo de Dios, que quiso por su mano de aquél castigar en el otra tal crueldad, que él habia usado siendo soldado, matando así á deshora á su capitan.

Tambien celebra san Isidoro en este rey la benignidad que, siendo arriano, usó con los católicos, dándoles licencia que libremente se juntasen en Toledo los obispos á concilio, y tratasen en él todo lo que á su verdadera fé y religion pertenecia. Éste parece otro concilio de Toledo, diferente del pasado, pues aquel ya se acabó en tiempo del rey Amalarico, como allí vimos. Y segun la premia que los sumos pontifices por entónces ponian, y en los concilios tambien se determinaba que hubiese cada año concilio provincial, es bien creible que hubo éste y otros mas. Y al fin de aquel concilio se propone otro para adelante, y se le impone al arzobispo Montano el cuidado de publicarlo y congregarlo. Ya seria éste cuarto concilio de Toledo por la cuenta que se lleva en esta historia, aunque advirtiendo solamente della en los lugares que conviniere, no dejaré la comun y muy sabida, que en el libro de los concilios se halla.

La muerte del rey Teudio sucedió el año de quinientos y cuarenta y ocho, despues de haber reinado, segun san Isidoro, diez y siete años y cinco meses: y Vulsa le quita de los meses los tres. De la cuenta del obispo de Tuy no hay para qué hacer caso aquí: pues por falta de los libros que están depravados y descuidadamente escritos, va tan fuera de órden, que no le da á este rey mas que cinco años y cinco meses.

En su tiempo deste rey hubo bartas mudanzas de sumos pontifices, san Juan, segundo deste nombre, falleció á los veinte y siete de mayo del año quinientos y treinta y cuatro, habiendo sido papa dos años, cua

dice era sobrino, hijo de hermana de Totila, que por este tiempo era rey de los ostrogodos en Italia. Fué hombre vicioso, y muy rebelde arriano, y como fal quiso hacer extrañas experiencias en mostrar si pudiera ser falso un milagro, que acá se veia cada año por Pascua de Resurreccion. Esto es una cosa insigne y de soberana misericordia de Dios para España en aquellos tiempos; y así será razon dar cuenta della tan por extenso como en Gregorio Turonense se halla. Que aunque en Beda y otros autores graves y fidedignos se halla mencion desto, mas el arzobispo es el que mas á la larga lo refiere; y así será casi trasladado dél lo que yo aquí escribiré.

tro meses y seis dias. Otros seis dias estuvo vaca la | experiencia que dél se tenia en la guerra les hizo á los Silla, y fué elegido san Agapito, que tambien llaman | godos tomarlo por su rey, muerto su señor. El de Tuy Rústico, á los tres del junio siguiente. Vivió despues no mas que once meses y diez y nueve dias. Murió en Constantinopla á los veinte y uno de mayo del año siguiente quinientos y treinta y cinco. La Silla apostólica estuvo vaca por un mes y veinte y ocho dias, hasta ser elegido el papa Silverio á los veinte de julio; aunque por revueltas que hubo grandes se dilató su consagracion hasta los diez y seis de diciembre. Mas desde el dia de su eleccion se le cuenta el pontificado, que le duró un año, diez meses y siete dias. Y no porque falleció, sino que por revueltas y malos tráfagos que se atravesaban, fué forzado á dejar la Silla apostólica, y salir de Roma desterrado el año siguiente quinientos y treinta y siete á los veinte y seis de mayo. No pasó mas que un dia de vacante, siendo elegido á los veinte y ocho el papa Vigilio, que por morir Silverio Juego el año siguiente quedó pacífico en la Silla apostólica y él la tenia este año de la muerte del rey Teudio.

Era ya tambien este año el veinte y uno del emperador de Constantinopla Justiniano, muy famoso por las leyes que mandó recopilar, y porque recobró á Italia, sacándola del poder de los godos, y á África, acaban do del todo en ella el señorío de los vándalos. Y es necesario tener cuenta con este emperador de aquí adelante, porque así lo requieren las cosas de España, que se han de contar. Tambien conviene advertir para la buena cuenta de los años, que la lleva desde estos tan cierta nuestro glorioso doctor san Isidoro, que concuerda con la mas clara y afinada de fray Onufrio Panuinio en su historia eclesiástica: porque los anales breves ya se acabaron, del conde Marcelino no se puede sacar nada, por no haber en él cosa de las que toquen á España y su historia: y la corónica vieja breve muy pocas veces hace mencion de los años. Juan Cuspiniano ya acaba luego sus cónsules: porque se ha de entender que ya por este tiempo se acabó en Roma el consulado, y así se acabó juntamente con él la órden tan buena y tan continuada de contar por este cargo los años. Acabóse el consulado en un Flavio Basilio, e postrero cónsul que hubo en Roma el año quinientos y cuarenta y uno. Los veinte y cinco años adelante cuenta el conde Marcelino por este consulado, diciendo un año, dos años, tres años despues del consulado de Basilio. Y así cuenta tambien fray Onufrio y los demás. Pasado este tiempo, otras nuevas formas se han de tener por fuerza, para llevar en esta corónica la cuenta bien continuada, y mostrar su certidumbre y dellas yo daré siempre razon cuando se ofreciere ser necesario tratar dellas. Y éste que aquí yo pongo es el verdadero fin del consulado romano, y no otro que refiere Platina en la vida del papa Lucio Tercero, que fué mas de seiscientos años despues desto. Allí escribe que lo echaron á este papa de Roma porque queria quitar el nombre de los cónsules. Senadores quiso decir, y esto dijera con verdad. Y ya fray Onufrio Panuinio mostró en sus anotaciones el error.

CAPÍTULO LIV.

El rey Teudiselo, y el celestial milagro que por estos tiempos se veia en España para el Bautismo.

Era Teudiselo, que otros llaman Teodisclo, capitan general del rey Tendio, como hemos visto: y la buena

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Cerca de Oset, lugar de la Lusitania (dice Gregorio │(1)) (2) hay en el campo una piscina 6 aluerca pequeña, labrada de mármol de diversas colores, en forma de cruz. Los cristianos habian tambien labrado un hermoso templo para tenerla dignamente guardada. Llegado el jueves santo, júntase allí todo el pueblo y gente comarcana con el obispo, y son todos consolados sintiéndose un suavísimo olor del cielo. Hacen todos oracion; y al salirse el obispo, cierra las puertas de la iglesia con gran diligencia, y sella todas las cerraduras, dando lugar, y previniendo con la fé á la virtud del cielo, que por la misericordia de Dios allí ha de obrar. Al tercero dia, que es el sábado santo, el pueblo se junta para bautizar todos los niños nacidos aquel año. El obispo con los que allí se hallan reconoce sus sellos, como están enteros sin haber sido tocados; y con esta seguridad abre las puertas. Llegando á la piscina, que dejaron vacía, por virtud celestial, y por maravilloso don divino la ballan toda llena de agua, y con colmo alte á manera de medida de trigo, derramandose por todas partes con grande abundancia. Bendice el obispo la fuente milagrosa, echando dentro la crisma; y bautizados los niños, á los demás fieles se les permite llevar de la santa agua por reliquias. Acabada así la fiesta, las aguas que tuvieron invisible principio, se vuelven á esconder con fin ménos entendido.

Así cuenta el Turonense lo deste milagro, y no sucedia solo en España: pues habia otro semejante y tan ordinario en Sicilia, de que escribe san Isidoro en sus Claros Varones, refiriendo una epístola del obispo Pasca sio, en que dió relacion desto al papa Leon, primero deste nombre. Teudiselo estuvo siempre muy incrédulo deste milagro, y con blasfemia de arriano decia. No esésta virtud de Dios, sino ficcion y engaño de los romanos que romanos llamaban ellos á todos los católicos, y que no eran de su secta. Quiso tras esto hacer la experiencia, y venida la semana santa, mandó poner sus sellos con los del obispo en las cerraduras de la iglesia, y cercarla con mucha guarda: porque no fuese posible entrar nadie à fabricar el engaño como él sospechaba. El milagro sucedió aquella vez, de la misma manera que solia. Así fué tambien otro año siguiente que el rey mandó hacer la misma diligencia. Ya al tercer año con su obstinada infidelidad, determinó hacerla mayor, y todo sucedió para que la virtud divina

(1) En el lib. de la gloria de los Mártires, c. 23. (2) Oset no fué lugar de la Lusitania, sino de la Bética, situado en la márgen derecha del Betis, nias abajo de Sevilla, como resulta de la enumeracion de los pueblos litorales del Betis, hecha por Plinio. Rodrigo Caro lo reduce á san Juan de Alfarache, como se puede ver en su Convento Jurídico de Sevilla, páginas 113 y siguientes. B.

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1. Agila. 2. Atanagildo. 3. Liuva I. 4. Leuvigildo y Ermenegildo el Santo. 5. Recaredo I. 6. Liuva II.

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