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por criazon de pollos; querencia, por buena voluntad; rodrigazon, tiempo de rodrigar vides; sangradera, por lanceta; tosegoso, por el que tose mucho; bandero, por hombre de bando. Pero volviendo á la tradicion verbal, sin embargo de ser ésta tan limitada, es tanta la copia de voces españolas que conserva, que dudo haya lengua viva igualmente abundante. Me contentaré con una prueba. Los refranes (1)

(1) Ticknor, más imparcial que nosotros, como extranjero, y ademas hombre de gran instruccion y sano juicio, dice así en su History of spanish literature, t. III, pág. 201, de la edicion de Londres de 1863: «Sin embargo, hay una forma de composicion didáctica, en la cual es superior España á todas las demas naciones. Aludimos á los proverbios ó refranes, que califica Cervantes en su parte primera, capitulo 39, de sentencias cortas sacadas de la experiencia. Hay refranes españoles que pertenecen á los primeros tiempos. Uno de los más conocidos, allá van leyes do quieren reyes, hace relacion á un suceso importante del reinado de Alonso VI, que murió á principios del siglo XII, cuando el idioma castellano apénas existia distintamente, y otro á una costumbre de la época de los Infantes de Lara, siendo probable que su fecha no sea muy posterior. Encuéntranse otros en la Crónica general, escritos de los más antiguos en prosa española, y uno de ellos es el que expresa el desaliento de quien se ve chasqueado en sus esperanzas, citado con frecuencia en Don Quijote, de vino por lana y fué trasquilado. Muchos se leen en el Conde Lucanor de don Juan Manuel, y no pocos en las poesías del Arcipreste de Hita, los cuales vivieron en tiempo de Alfonso XI.

>> Léjos, no obstante, de considerarlos como dichos aislados y sin enlace histórico, han de mirarse como pertenecientes á la antigua raza española, y usados siempre como enteramente familiares y notorios. Pero en el reinado de D. Juan Il, y por su órden, reunió un centenar de ellos en verso el Marqués de Santillana, de los cuales hemos ya hablado en otro lugar, ademas de otros seiscientos, que, segun dicen, solian repetir las viejas tras del fuego. Desde este período, ó más bien desde 1508, en que fué publicada dicha coleccion, los antiguos y sabios refranes de la lengua consiguieron un lugar importante en la literatura didáctica.

» Su número, á la verdad, llegó á aumentarse de tal modo, y no ya sólo el de los que se usaban en la conversacion ordinaria, sino tam

que andan de boca en boca, y son una pequeñísima parte de la tradicion verbal, son tantos en la lengua española, que no hay otra (cualquiera que sea) que contenga igual número de ellos, como se puede observar en las colecciones que hicieron Iñigo Lopez de Mendoza por mandado del rey Don Juan el Segundo, el comendador griego Fernan Nuñez, á quien habia comunicado muchos el eruditísimo Juan

bien el de los reunidos é impresos, que comenzaron á contarse. Garay, de la catedral de Toledo, que vivia por tanto en el centro de lo que se llamaba especialmente Castilla, escribió una larga carta, cuyos pensamientos, uno á uno, estaban expresados por un refran popular, y añadió á ésta otras dos cartas semejantes, halladas, segun dice, casualmente, y escritas tambien en refranes. Pero como á la mitad del siglo, alcanzaron más alto honor los antiguos refranes españoles. Pedro Vallés, que escribió la historia del Marqués de Pescara, publicó una serie alfabética de cuatro mil trescientos en 1549, y el famoso helenista y distinguido noble Hernan Nuñez de Guzman, catedrático sucesivamente en Alcalá y en Salamanca, se entretuvo ya anciano, en hacer otra compilacion de los mismos hasta el número de seis mil. Explicó algunos y comparó varios con los usados en otros idiomas; pero sintiendo que le faltaban las fuerzas, encomendó esta tarea á un amigo suyo, catedrático tambien en Salamanca, que los publicó todos en 1555, dos años despues de la muerte de Nuñez, más bien, segun advierte, por consideracion á la persona que le hizo la recomendacion, que por la importancia del asunto.

>> Ademas de estos refranes, otro de los amigos de Hernan-Nuñez, el sevillano Mal-Lara, reunió mil, y añadiendo un comentario á cada uno, los publicó en 1568, bajo del título muy oportuno de Filosofía vulgar, obra que, no obstante su farraginosa erudicion, se lee con placer, tanto por su estilo en general, cuanto por las singulares anécdotas históricas en que abunda. Otra coleccion, hecha por el valenciano Palmireno en 1569, comprende unos doscientos proverbios, relativos à la mesa, demostrando así la abundancia de estas sentencias populares, cuando tantas ofrece el lenguaje castellano para un objeto exclusivo. En 1608 fué publicado otro en París por Verdin, para el uso de los extranjeros, probando á su vez evidentemente lo extendido que estaba en toda Europa el idioma castellano. Sorapan, en 1616 y 1617, publicó dos colecciones, en las cuales se propone

Bipatens pugillar expedi,
Cui multa fandi copia,
Punctis peracta singulis,
Ut una vox absolvitur.
Evolvo libros uberes,
Instarque dense grandinis
Torrente lingua perstrepo.
Tibi nec aures ambigunt,
Nec occupatur pagina,
Et mota parce dextera
Volat per æquor cereum.
Quum maxime nune proloquor
Circumloquentis ambitu,
Tu sensa nostri pectoris
Ut dicta jam ceris tenes.
Sentire tam velox mihi
Vellem dedisset mens mea,
Quam præpetis dextræ fuga
Tu me loquentem prævenis.

¿ Quis, quæso, quis me prodidit?
Quis ista jam dixit tibi,

Quæ cogitabam dicere?

¿Quæ furta corde in intimo

Exercet ales dextera?

Quis ordo rerum tam novus,
Feniat in aures ut tuas,

Quod lingua nondum absolverit?
Doctrina non hæc præstitit;

Nec ulla tam velox manus

Celeripedis compendii,

Natura munus hoc tibi,

Deusque donum tradidit:

Quæ loquerer, ut scires prius:
Idemque velles quod volo.

196 El ingenioso y discreto toledano tradujo así con gran

acierto :

Solicito escribiente

De las ligeras cifras, ven volando,

Y la tabla patente

de Morales, pero no han llegado á ver la pública luz; Blasco de Garay en sus dos Cartas en refranes, á las cuales van juntas otras dos de incierto autor; Juan Mal-lara en su Filosofia vulgar, su émulo Juan Sorapan de Rieros en la Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua, á cuyas colecciones de refranes se pudieran añadir muchos millares más que se hallan esparcidos en varios libros, como en el Diálogo de las Lenguas, en la Vida de Don Quijote, en la comedia Eufrosina y en muchísimos otros; de suerte que entre otras obras de alguna útil invencion, me atreveria á disponer una filosofia moral muy cumplida (la Vulgar de Juan Mal-lara es muy pobre y no tiene artificio), compuesta toda de Refranes españoles, para cuyo fin tengo recogidos muchos millares de ellos. Los refranes, como no se afecten ni usen fuera de tiempo contra el decoro y gravedad de las personas y lugar, no son despreciables como algunos piensan, supuesto que Salomon, el hombre más sabio que ha tenido el mundo, inspirado por el Espíritu Santo, los alabó y autorizó en sumo grado. Despues de cuyo ejemplo es ocioso citar á otros, aunque grandes varones. Me contentaré con decir lo que San Sinesio (1)

Pilpai entre los indios. Galland publicó tambien el Panteha-trantra ó Dichos notables, agudezas y máximas de los orientales. Los poetas gnómicos de Grecia, como Theognis, Focílides, Pythagoras, Solon, Simonides, Cleantho, etc., cuyas obras publicó Brunck en 1784, los Dísticos de Caton, las Sentencias de Publio Syro entre los latinos. son tambien colecciones de proverbios. Cornazzaro entre los italianos, Grater entre los holandeses y alemanes, Howell, Ray, Fielding y Kelly entre los ingleses, Leroux de Liney, A. J. Panckoueke, La Mesangère, Guttard y Gratet Duplessis entre los franceses, han publicado tambien obras curiosas sobre proverbios.

(1) Synesio, escritor griego nacido en Cyrene hácia 350, estudió en Alejandría y Athénas, y fué discípulo de la célebre Hypatia, nombrándole sus compatriotas embajador en Constantinopla cerca del Emperador Arcadio. Se casó bácia 403, y en 410, aunque rehusándolo

Lenguas. Y aunque es verdad que Aurelio se escondió para notar los puntos principales que se dijesen en la conversacion (cosa que es muy verosímil), es moralmente imposible que apuntando sólo los cabos principales de que se tratase, se pudiesen referir despues tan por menor tantas menudencias y delicadezas de la lengua española; pues quien fuese capaz de escribir así, no necesitaria de ficcion alguna para componer un diálogo. Ni los maestros de este género de composicion, entre los griegos Platon y Luciano, y entre los latinos Ciceron y el incierto autor del Diálogo de los Oradores, añadieron en alguno de los suyos ficcion extrínseca á ellos, sino que, contentándose en fingir la conversacion imitando las personas, representaron las pláticas muy al vivo, haciendo autores de ellas á los mismos interlocutores, ó tomando el autor la parte de mero relator, sin añadir nueva y extraña ficcion, como se hizo en este Diálogo de las Lenguas, en el cual pudiera yo notar otros semejantes defectillos pertenecientes á la lengua española; pero los omito ahora por no entretenerme más en esta digresion. Antes bien, en abono de la fe y autoridad de tan grave autor, quiero que sepan los letores que la copia de este diálogo que me ha servido de original en su impresion, es la misma que tuvo el más diligente y más curioso de cuantos historiadores ha tenido España hasta el dia de hoy, Jerónimo Zurita, de la cual copia hizo mencion el doctor Juan Francisco Andrés de Ustarroz en los Progresos de la historia del reino de Aragon, que añadió y publicó el doctor Diego Josef Dormer, arcediano de Sobrarve, en el cap. 4, donde se trata de Los vestigios de la librería manuscrita de Jerónimo Zurita, número 27, cuyas palabras son éstas: DIÁLOGO DE LAS LENGUAS. Es obra muy curiosa y digna de estampa por ofrecerse en ella muchas reglas para hablar con perfeccion la lengua española. Escribióse en tiempo del emperador Cárlos V, y guarda este manuscrito el Conde de San Clemente.

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