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63 Estrabon refiere (lib. 3) que Asclepiades, Mirleano, maestro de gramática en la Turdetania, y otros, tambien dejaron escrito que los lacones ocuparon parte de Cantabria. 64 Los romanos toda, segun queda probado largamente (Desde el núm. 36 hasta el 58).

65 Idacio, obispo de Lamego (1), que vivió imperando Teodosio el Grande, en su cronicon refiere (Olimp. 309) que en tiempo de los emperadores Avito y Marciano (por los años de Cristo CCCCLV) vinieron los hérulos por mar y hicieron mucho daño en Cantabria y Vardulia. Y añade que no mucho despues ocuparon la Cantabria diferentes gentes.

66 San Juan, abad de Valclara, dice (In Chronico) que Leovigildo, rey godo, en el año VI de su imperio y VIII del de Justino, que corresponde al de Jesucristo DLXXIV, entró en la Cantabria, pasó á cuchillo á los invasores, y sujetó á toda la provincia, agregándola al imperio godo. Lo cual confirman San Braulio, obispo de Zaragoza (2), en la

quités de Navarre, de Moret; L'Essai français sur la Noblesse des Basques, las Constitutions du monastère de Roncesvaux, el Diccionario de los fueros de Navarra, la Historia de Navarra, por Yanguas; las investigaciones hechas por Adelung y Vater que se leen en el vol. 2.o del Mitridates, las obras de Guillermo de Humboldt, las del helenista Lechese y del abate Dorrigol, la historia de España de Marineo Siculo, los proverbios vascos y las poesías vascas de Oëhenart, su traduccion de las Catilinarias, la Historia de las danzas, fiestas y juegos de Guipúzcoa, el Alfabeto primitivo, de Astarloa, y el Guerico güero, de Achular.

(1) Idacio, obispo de Lamego y natural de esta ciudad, floreció en tiempo de Arcadio y Honorio y de sus sucesores hasta Leon; visitó á Jerusalen, continuó el Cronicon de Eusebio, y escribió ademas Fastos consulares.

(2) San Braulio, obispo de Zaragoza, sabio prelado que asistió á varios concilios de Toledo, elogiado por Isidoro Pacense, y á quien se atribuyen várias obras devotas, y entre ellas la de San Millau 6 Sau Emiliano.

Vida de San Millan, y Don Lúcas (1), obispo de Tuy, en su Chronica, era DCX.

67 Fredegario (in Chron., cap. 39), por renombre Escolástico (2), coetáneo de aquel malvado emperador Constantino Copronimo, y Aimoino Monje (Hist. Franc., lib. 4, capítulo 16) (3), que vivió en tiempo de Carlo Magno, de Ludovico Pío y de Lotario, refieren que los francos ocuparon la Cantabria, de donde los echó y agregó á su imperio Sisebuto, rey godo, el cual reinó ocho años y seis meses, empezando á contarse desde el año segundo del imperio de Heraclio, que fué seiscientos y doce de Jesucristo. Esto mismo de haber estado la Cantabria sujeta á los francos y haberles sido tributaria muchos años, afirma el cronicon antiguo del monasterio de San Benigno Divionense (in Spicileg. Dacherii, tom. 1, pág. 377).

68 Don Rodrigo Jimenez (4), arzobispo de Toledo, dice (lib. 3, cap. 3) que en tiempo del rey Vamba, el cual reinó ocho años, desde seiscientos setenta y dos hasta seiscientos

(1) D. Lúcas, obispo de Tuy, que, como dice Mariana, visitó á Roma, Constantinopla y Jerusalen, escribió, ademas de la Crónica que se conoce bajo de su nombre, una obra contra los albigenses y la Vida de San Isidoro de Sevilla. Floreció en tiempo de San Fernando.

(2) Fredegario el Escolástico, cronista del siglo VII, nació, segun se cree, en Borgoña, y murió en 660; escribió una crónica, cuyo último libro contiene datos preciosos sobre los reinados de Clotario II, Dagoberto I y Clovis el Jóven. M. Guizot ha traducido esta crónica en su Coleccion de memorias relativas al reino de Francia.

(3) Aimoino, cronista frances, nació en Villafranca, en el Perigord, hacia el año 950, y murió en 1008, benedictino y discípulo del abad Abbon. Escribió una Historia de los franceses en cinco libros, aunque se cree que sólo son suyos los tres primeros.

(4) Rodrigo Simon, vulgo Jimenez, arzobispo de Toledo, floreció en el siglo XIII; asistió á la batalla de las Navas y al concilio Luteranense IV, y fué prelado de grandísima autoridad en su época. Escribió muchas obras de historia,

ochenta, invadieron los vascones la Cantabria, bien que aquel mismo rey los echó de ella.

69 Omito otras muchas más sujeciones de la Cantabria, las cuales mediaron hasta que en varios tiempos y con diferentes títulos, ella y los países circunvecinos fueron agregados á la corona de Castilla.

70 Una semejante serie de invasiones de naciones extrañas en las provincias circunvecinas á Cantabria pudiera hacerse, si fuera necesario, de donde claramente se coligiese que no ha habido en España provincia alguna que no haya sido ocupada enteramente de naciones bárbaras y de extrañísimas lenguas, de las cuales han recibido muchísimas voces, como puede observarlo cualquiera que tenga algun conocimiento de las lenguas antiguas, y particularmente de la hebrea y de sus más inmediatos dialectos. Y esta diligencia es más propia de los vizcaínos como más interesados, porque á los demas sólo puede moverlos á averiguarlo la curiosidad, siendo esta lengua una de las matrices menores, cuyo conocimiento importa muy poco, por no ser lengua erudita, habiendo sido, si no me engaño, el primero y casi único libro que se ha impreso en ella la Traduccion del Testamento Nuevo, que salió á luz año MDLXXII, y atestigua Don Nicolas Antonio que estaba en la librería del cardenal Francisco Barberino.

71 Pero volviendo á la lengua española, que es mi asunto principal, como las lenguas suelen ser tantas, como las dominaciones, y los españoles cristianos recuperaron á España por distintas partes, dominadas de diferentes príncipes, cada uno introdujo con su dominio su lenguaje.

72 En Astúrias, como es notorio, se recogieron algunos cristianos, los cuales, para estar más unidos y guerrear mejor con los moros, alzaron por rey al infante Pelayo; y como Dios se puso de su parte, fueron recobrando muchas tierras, introduciendo en ellas su lengua (llamémosla así)

romano-española, esto es, romana ya españolizada, sin casos en los nombres, con artículos en los apelativos contraidos, con mayor distincion de tiempos en las conjugaciones, y con otras muchas especialidades, que tomaron los españoles de las lenguas de aquellos, con quienes más trataron, como procuraré manifestarlo muy por menor en mi Gramática Española.

73 Como era preciso á los españoles vencedores comerciar con los mahometanos vencidos, se les pegaron muchas voces de su lengua, que era la arábiga corrompida, las cuales aún duran hoy y forman una buena parte del lenguaje español, como se puede observar en el Vocabulista Arábigo en Letra Castellana de Fray Pedro de Alcalá (1), monje jerónimo, libro que tengo y cuento por uno de los más raros, pues ya le contó como tal Don Pedro de Castro, arzobispo de Sevilla (2), en una carta que escribió al doctor Bernardo Aldrete año MDCIX. Y con razon le tuvo por raro, porque para reimprimirlo son menester matrices nuevas por causa de los caracteres acentuados.

74 Por otra parte, los cristianos, que se recogieron en algunos lugares fuertes de los montes Pirineos, y singularmente en el monte Uruel, primeramente debajo de la conduta del santo y animoso varon Juan de Atarés, y despues debajo de Garci-Jimenez, que dió feliz principio á los reyes de Sobrarve, fueron conquistando á Aragon y Navarra, tambien procuraron conservar su lengua romano-española: y de

(1) Fr. Pedro de Alcalá, fraile jerónimo que floreció en tiempo de los Reyes Católicos, y que aprendió el árabe para convertir á los infieles que quedaron en Granada despues de tomada por los cristianos. Escribió, ademas del Vocabulista que cita Mayans, un Arte para ligeramente saber la lengua arábiga.

(2) D. Pedro de Castro, arzobispo de Sevilla, cuyo vicario general fué Bernardo Alderete, aunque residiendo generalmente en Córdoba.

esto, y de la vecindad y trato de los aragoneses y castellanos, nace la grande conformidad entre una y otra lengua aragonesa y castellana, aunque antiguamente la aragonesa se conformaba mucho más con la valenciana, ó, por decirlo mejor, era lemosina. De tal suerte, que el Índice que escribió Jerónimo Blancas (1), donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos que hay en las corónicas de los serenísimos reyes de Aragon, contiene vocablos puramente lemosinos, y muchos instrumentos que copió en sus Comentarios de las cosas de Aragon, cuanto más antiguos, más lemosi

nos son.

75 Por otra parte, los catalanes, favorecidos primero de los franceses, y despues por sí solos, iban extendiendo sus conquistas, y con ellas la religion cristiana y propia lengua, que era la lemosina, esto es, la romana, corrompida en tierra de Limoges, no en Lenguadoque, como dice el autor del Diálogo de las Lenguas.

76 Pero viniendo ya á nuestro asunto, si, como queda dicho, la lengua castellana fué romana en su orígen y despues se naturalizó en Castilla, y la lemosina tambien fué romana en su origen, y despues se naturalizó en tierra de Limoges, de unos y otros nacieron los modos de hablar Ro mance Castellano y Romance Lemosin.

77 La lengua lemosina fué la lengua erudita en tiempos pasados. Aun hoy lo atestiguan tantos libros como quedan, pero que se van perdiendo muy aprisa por el poco amor á las cosas propias y demasiada aficion á las extranjeras. Los poetas provinciales escribieron en esta lengua. Por eso el Dante, en el fin del canto XXVI (para que se vea la anti

(1) Jerónimo Blancas, zaragozano, notable historiador de las cosas de Aragon, que ayudó mucho á Zurita en sus obras, ilustrando sobremanera la historia patria con sus estudios. Escribió várias obras históricas en latin y español, y murió en Zaragoza en 1590.

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